TRISTAN TZARA Y ESPAÑA
Ya en sus Primeros poemas rumanos, escribió uno titulado Introducción a D. Quijote, que parecía presagiar prematuramente su devoción por España, por su historia, por sus pintores y por sus poetas. Es, cuando menos, deplorable la escasísima atención que España ha tenido hacia Tzara, máxime teniendo en cuenta la preocupación y los libros de poemas que dedicó a nuestro país al que amaba profundamente. Tzara está poco y mal traducido al castellano, y en versiones que desgraciadamente pululan por internet. Dejando de lado los 7 Manifiestos, universalmente reeditados sólo tenemos las dos ediciones deficientes de El hombre aproximado o aproximativo y la excelente traducción de De nuestros pájaros, de un total de seis voluminosos tomos que componen sus Obras completas en francés, sensacional trabajo de Hernri Béhar.
Pasemos a enumerar las obras relacionadas con España, hay textos sobre nuestro país en ¿cuatro de sus libros! : Señal de vida, La cara interior, Sin disparar un tiro, En Primera línea de fuego y, Sures alcanzados, y poemas sobre Machado, Lorca, Picasso, Miró y prosas diferentes. Podemos afirmar sin ningún temor a equivocarnos que tras su actitud pacifista durante la Primera Guerra Mundial, fue al abrazar la causa de la República cuando culminó un proceso de concienciación que desembocaría en su adscripción al Partido comunista y a su beligerancia en la Resistencia cuando se produjo la invasión hitleriana.
La más intensa y duradera de sus relaciones con artistas españoles fue la que Picasso mantuvo con Tzara hasta la muerte de éste. Según la biografía que escribió François Buot, Tzara, residiendo todavía en Zúrich, intenta establecer contactos con el grupo cubista a través de Max Jacob, que frecuentaba el Bateau Lavoir. No fue hasta el 17 de enero de 1920, cuatro años después del inicio del incendiario dada, cuando Tristan llega a París, se instala en el apartamento de Picabia. y comienzan los numerosos actos provocadores y escandalosos del dada francés, que sería demasiado prolijo y quizás tedioso enumerar aquí. La amistad con Picasso se mantendrá hasta el final de su vida, de hecho Pablo ilustró la última obra de Tzara titulada La rosa y el perro, poema perpetuo, texto escrito en cinco páginas con círculos concéntricos, muy probablemente inspirado por el corto cinematográfico Anémic cinéma de Marcel Duchamp y, por ello, de lectura infinita. En el interior de uno de los círculos Picasso puso una críptica inscripción, sobre la que luego volveré. En 1933 la portada de El Anticabeza era un aguafuerte de Picasso, en 1950, Pablo ilustró Memoria de hombre con nueve litografías, y en 1956 con seis grabados a cincel el poemario En primera linea de fuego. También, en la representación privada de la obra teatral de Picasso El deseo atrapado por la cola, el pintor dio un papel a Tzara.
Entre sus ensayos sobre arte existen nada menos que seis estudiando la obra de Pablo Picasso, paso a enumerar algunos : Los collages de Picasso donde establece una analogía entre el empleo del collage en pintura, con la inclusión del proverbio y de la frase hecha en poesía, en el escrito, como gustaba calificar a los ensayos, Picasso y los caminos del conocimiento donde, partiendo de su famosa frase, “el pensamiento se hace con la boca”, cambia boca por mano, y hace un profundísimo análisis de su obra. En otro, titulado Picasso y el hombre con cordero, interpreta esta escultura y la compara con el Moscóforo de la Antigua Grecia, pero haciendo notar varias de sus diferencias, pesado el uno, grácil y leve el otro. Por último, mencionar el de Picasso y la poesía que establece un paralelismo, en cuanto a su relevancia histórica, entre Las señoritas de Avignon y Alcools de su adorado Guillaume Apollinaire, obra donde desaparecen, por primera vez de manera absoluta, los signos de puntuación.
Miró ilustró con 8 aguafuertes El Desesperanto la tercera parte de una edición de lujo de El Anticabeza, una las más bellas obras de la época, y poco después en 1950 el mallorquín ilustro con 72 litografías la obra Hablar solo. En palabras del pintor, cuando el editor Maeght y Tzara le propusieron el trabajo se entregó a ello con profunda devoción ya que era uno de los más hermosos libros que había podido ilustrar. dedicó a Miró dos ensayos incluidos en la recopilación El poder de las imágenes. Ésta junto a Las Esclusas de la poesía fueron resultado del trabajo de recuperación, clasificación y corrección de todos sus escritos sobre arte, la anterior, y sobre poesía, incomprensiblemente nunca publicados, en ningún idioma como obras exentas y solo conocidos gracias a la inclusión en sus, ya mencionadas, Obras Completas.
Por último reseñar que la publicación de la obra de teatro Pañuelo de Nubes fue acompañada de aguafuertes de Juan Gris, y en su representación utilizó, como Chaplin en su película Luces de la ciudad la música de La violetera canción compuesta por el Maestro Padilla, inspirada por Remedios, una florista que paseaba por las Ramblas. Muy probablemente Tzara la habría escuchado en París en la voz de Raquel Meyer.
Vayamos a sus visitas a España. No me consta que pese a su amistad con Gala, primera esposa de Paul Éluard, estuviera en Cadaqués, sí estuvo su mujer Greta cuando se separaron, sin embargo su relación con Dalí no fue nunca fluida, al contrario, básicamente por dos cuestiones, por la escasa importancia que Tristan otorgaba al aspecto onírico en la creación (tema que también le alejó de Breton y de los Surrealistas) y, además, por el visceral anticomunismo de Salvador.
En mayo de 1929, durante su paso por Madrid, es recibido por Gómez de la Serna, el líder absoluto de la vanguardia, autonombrado presidente de los jóvenes poetas viejos, los tertulianos del café Pombo que se disputaba la primacía literaria con el Café Colonial, donde acudían los tres «presidentes Dadá» nombrados por Tristan Tzara: Cansino Assens, Guillermo de Torre (cuya correspondencia con el primero refleja un proceso que pasó de la adoración a la distancia) y el desastrado Rafael Lasso de la Vega, el poeta vagabundo que murió aplastado por las puertas giratorias del Ateneo sevillano. De pronto, llega el momento histórico, el instante en que el inventor de Dada desciende por las escaleras del Pombo y se adentra en la Cripta. Ramón Gómez de la Serna, eufórico y con su velocidad y brillantez de palabra habituales, henchido de gloria le recibe. Relata el investigador Miguel Molina Alarcón : «Él, con su monóculo agresivo, su próximo libro L’homme approximatif, su estaturilla impertinente y violenta, dulcificada por el halo rubio y nórdico de Madame Tzara, delicada como cerámica danesa». En realidad ese libro, que iba a marcar un antes y un después en la obra tzarista, se publicaría en 1931, por lo que en todo caso se trataría de unos primeros bocetos. Por su parte la revista dirigida por Ramón La Gaceta Literaria recoge el acontecimiento de esta manera: «La otra noche apareció por Pombo el lúcido creador del dadaísmo, hace ya 13 años ¡qué tarde llegan aquí dos vestigios! Pombo se jovializó de mayor contraste que nunca, ¡qué bien brillaba el monóculo de Tzara sobre las paredes atónitas —Aquí se sentó Picasso cuando le dimos un banquete, hace algunos años—le dije— y eso le reconfortó. Después yo repasaba la historia de Tzara, intrépido, creador definitivo, y se leyeron fragmentos de sus 7 manifiestos, de Aa el sr antipirina y un poema dedicado por Picabia.”
Con Buñuel tuvo una relación de admiración mutua y fueron compañeros en el Comité de Escritores e Intelectuales Antifascistas. También hubo una admiración recíproca, incluidas algunas partidas de ajedrez, con Fernando Arrabal, que hablaba de la obra de Tzara como “necesario evangelio”.
En noviembre de 1936 volvió a Madrid y también a Barcelona para apoyar a la República, llegando incluso a hablar por radio a todos los catalanes. De aquel viaje Alberti relata “esta manifestación (mitin en Barcelona) fue emocionante, se sabía que si caía Madrid, el destino de Cataluña estaría sentenciado, mientras la capital estaba sin luz, Barcelona brillaba, sin embargo al final los bombardeos de un barco rebelde provocaron la oscuridad”. En uno de sus numerosísimos artículos titulado Tzara «Bellezas de España» Tzara hizo una preciosa descripción de cada una de nuestras regiones.
En 1935 se funda el Comité de escritores para la defensa de la cultura del que Tzara llega a ser secretario general y que convoca en 1937 su Segundo congreso en la ciudad de Valencia el 4 de julio de 1937 en la Sala de Sesiones del Ayuntamiento reuniendo a escritores e intelectuales antifascistas como él, entre ellos y André Malraux, Octavio Paz, Alejo Carpentier o Pablo Neruda. Conoció a Machado al que dedicó un poema, igual que hizo con Federico al enterarse de su muerte que le produjo gran conmoción. Otras sesiones del congreso se celebraron también en Madrid y Barcelona. En este viaje se proyecta una plaquette Mora de España, con colaboraciones extranjeras para recolectar fondos en favor de la República, con un poema de Vicente Aleixandre y otro de Tzara según consta en una carta de Gil Albert del 22 de julio de 1937. Es la época de las purgas al Poum, los troskistas, el asesinato de Nin, los preparativos los hace desde el Madrid asediado, en Francia el frente popular agoniza y ya no se siente simpatía por la causa republicana y situándose por encima de esta situación lee uno de sus ensayos más importantes titulado El individuo y la conciencia del escritor. Es una defensa de la poesía como modo, no un medio, de vida, no como una mera profesión u oficio literario.
En enero de 1937 dio un discurso radiofónico en París, donde reconocía su deuda con la Guerra Civil española cuya influencia había contribuido a formular y reforzar su concepto de la función revolucionaria de la poesía. En julio del mismo año como secretario de Comité, en el informe de las actividades llevadas a cabo en apoyo de la República, habla de la colaboración con la Casa de Cultura para organizar unas giras, con la finalidad de recaudar dinero, con bailarines de Valencia y la Cobla de Barcelona, que al parecer dejaron un recuerdo imborrable entre el público parisino. También entre marzo y abril de 1937 y organizado por la Generalitat se celbró una exposición de arte catalán de los siglos X al XV en el Museo de Paume en las Tullerías y trasladada al mes siguiente al museo de Saint Germain debido a su éxito.
Y por último en muy reciente investigación he descubierto un importante documento en el que se pormenoriza hasta el máximo detalle unas vacaciones que Tzara pasó en Tarragona, en los veranos de 1958 y 1959. Estas vacaciones catalanas tienen una extensión en Mallorca e Ibiza. Tristan Tzara vino a Catalunya para pasar dos veranos invitado por el escultor Apel·les Fenosa. Tzara había ayudado al escultor catalán a conseguir dinero para la compra de esta casa vendrellense. Concretamente, Tzara vendió un dibujo de Picasso propiedad de Fenosa y también en Barcelona un Picasso de la época azul ayudado por el escultor, con el que obtuvo una comisión por esta venta. Fenosa y Tzara ya se conocían en París y en 1955 el escultor había hecho su retrato. Tzara llega a Barcelona el 8 de agosto de 1958 y permanece hasta finales de septiembre. En este viaje realiza una visita a Mallorca invitado por Cela con el que se entrevista ampliamente el 16 de agosto.
El programa de aquel verano se adapta a las visitas que reciben los Fenosa y a las excursiones por la zona. Al día siguiente de la llegada a Barcelona comen con el matrimonio Comes Valls, que se suma al grupo, que cada vez se hace más extenso. Ese verano están en la casa de El Vendrell: Claude, la hermana de Nicole, la familia D’Albis y el escultor japonés Mizui, asistente de Fenosa, con su esposa. El 10 de agosto Tzara acompaña al grupo al Albiol para asistir a un bautizo. En las imágenes que documentan ese día aparece Tzara con Nicole y Apel·les Fenosa, Claude Guignard Debachy, su hijo Pierre Henri Gleize, Anton Andreu, Jean y Florence de Albis y Agnès de Albis. El 19 de agosto llega Alexandre Cirici, crítico de arte, les visita y deja testimonio en su dietario.
Junto al Vendrell tenía alquilada una casa de vacaciones el editor y grabador Jaume Pla, alma de la colección de Rosa Vera. En su casa veraniega, Pla invitaba a personalidades amigas, como la galerista madrileña Juana Mordó. Pla sabe de la presencia de Tzara en casa de Fenosa y propone a él y a Tzara colaborar en un proyecto, una aproximación de artistas catalanes a poetas franceses que no se llegó a consumar.
Relata Jaume Pla : «Conocí a Tristan Tzara en la casa que el escultor Apel·les Fenosa tenía en El Vendrell. Por aquel entonces nosotros teníamos una casita alquilada en la playa de Altafulla. Tristan Tzara y los Fenosa habían venido muchas veces y habían pasado un buen rato tomando el fresco y bebiendo limonadas. Tzara era un hombre que hablaba poco y en voz baja. Tenía una cara muy trabajada, de hombre que ha vivido mucho. No sé exactamente por qué, pero pronto se le identificaba la raza: era judío. Nunca hablamos ni le oí decir ni una palabra sobre poesía o sobre arte. Sólo una vez, hablando de Picasso, me dijo que en uno de sus libros de poesía aquél le había ilustrado un grabado móvil sobre un eje central. Debajo de este elemento rotatorio Picasso había grabado una frase muy expresiva, Merde à celui qui le lit, dedicada al coleccionista excesivamente curioso”.
Los Fenosa tenían una casa magnífica. Era un caserón enorme, con restos góticos, cámaras anchas y una galería cubierta a ambos lados del pequeño jardín que contenía unas palmeras que apenas cabían. Tzara comentaría después «Me parece que las aceitunas más perfumadas, los pimientos más rojos y los tomates más en su punto los he visto y los he comido allí». Fenosa y Tzara desaparecían pronto de los vsitantes y se iban a hacer interminables partidas de ajedrez. Llegué a pensar que el motivo principal de la estancia en El Vendrell eran las partidas de ajedrez.
El segundo viaje a Cataluña es en 1959. Tzara llega a Barcelona el 18 de septiembre y vuelve a instalarse en casa de los Fenosa en El Vendrell. Inicialmente se trataba de pasar unos días de descanso en casa de un amigo parisino, como era Apel·les Fenosa, pero Tzara estaba inmerso entonces en una obsesión creativa: consideraba que los poemas de François Villon estaban encriptados, y su intención era descifrar las claves de esa segunda lectura escondida. Tzara siguió con esa obsesión hasta su muerte. Viaja a Ibiza y allí el escritor Mariano Villangomez traduce al catalán el poema De una ciudad que publicará muchos años después, en 1985, el Instituto de Estudios Ibicencos. El ceramista Antonio Ruiz y el fotógrafo Jose Maria Subirats le acompañan, incluso celebran una fiesta en su honor, éste último realiza numerosas fotos que son un importante documento de la estancia de esa última visita de Tzara a España.