ÍNDICE

Prólogo

EL TIEMPO DESTRUÍDO

EL DESERTOR I – XV

MORDERSE LA LENGUA I – XXVII

EL PESO DE LA TIERRA

PRÓLOGO

Esta obra, dividida en cuatro partes, fue comenzada en septiembre de 1947 en Saint-Jannet y terminada en agosto de 1949 en Saint-Guénolé y se publicó en 1950 con 9 litografías de Picasso, al que escribió una carta en julio de 1949 dándole unas orientaciones para las ilustraciones y que por su carácter esclarecedor resumimos.

“Además del placer real que tus cuadros me han producido, también me han proporcionado nuevas motivaciones para continuar con mi trabajo. Es muy importante para mi la idea de hacer este libro contigo. Llevo trabajando en él tres años y consta de cuatro partes :

1.- Le Temps détruit. Es la salida sin causa ni destino, los impulsos desordenados que no pueden llevar a la satisfacción.

2.- Le Déserteur. Aquel que huye de la realidad de la vida y muere en el bosque.

3.- Le Boeuf sur la langue. Los recuerdos para ser eliminados deben ser conducidos a la consciencia. Pagando el precio de esta negación, la vida puede tomar un sentido.

4.- Le Poids de la terre. La revolución se origina en la memoria colectiva de los hombres no en la del individuo. La dirección de esa nueva salida está determinado por la conquista de la libertad que es amor.”

Dibujo de Pablo Picasso

EL TIEMPO DESTRUIDO

I

por qué cantas tan alto

que la época de las palabras nos limita la visión

la alondra en el agua hace brillar su frescor central

y los dientes crecen en la boca de la vegetación

a la caída del día mediante un recuerdo de nutria

se esclarece la manzana de la infancia la luz pierde el aliento

– no canto siembro el tiempo

aíslo el grano sonoro en los alrededores de la hoja

– el hombre retuerce sus brazos en la raíz del combate

– la estrella encima de lo visible rodea el número receloso

– el hombre siente realizarse la flor abierta de la salida

– la nariz perfumada por la lluvia primaveral

– el hombre camina hacia la conciencia con sus poros con su sangre

– la edad de los troncos de árboles aligera su peso

– el hombre camina hacia la destrucción de su época

– el hogar sus hijos la memoria le defienden

– nadie podría detener la fructificación de su impulso

– paz paz esta es la noche o al menos el descanso que la espera

– el cabalga la noche en la idea que desborda la luz

– el caballo está fatigado

el sueño le infunde el dulce calor aromático de la esperanza

– ni siquiera la muerte podría vencer la vertiginosa carrera hacia la nada

-igual en la vida que sea entonces la noche quien le aconseje

mediante su razón intermitente a pesar de él que ella le guíe al puerto

– solo vida y semilla diurna lo colman y lo exaltan

– no ves acaso en la hierba

insuficientes juguetes de lo perecedero el grillo y el trébol

– yo no podría reconquistar la alegría antes de la victoria

– victoria y derrota intercambian las caras de un único movimiento

– la idea perseguida escudo en mi costado

cubre la tierra con su deslumbramiento tangible

– ves tú la luz no podría dejar sombra en la tierra

– por tierra en tierra mis pasos enredados en alas

señal de su reino nutritivo

en cada brizna de vida el hombre reconoce su dominio temporal

la pureza de sus armas

el se va nadie supo retener su aliento

ni enganchar la atención de su músculo por efecto ya de recuerdo

ya de buena voluntad o incluso de razón de crueles vigilancias

crueldades de las ataduras de este mundo

su mundo el arraigo del ser profundo

cielo de sus ojos el agua clara

aquí estoy

el silbido de la primera pasión lo cogió en sus brazos viperinos

la tierra de su innumerable fuego

la fuerza de de su canción protegida de las estaciones

así va la sangre en su atavío de planta

blandir el tributo de fuego ante las fuentes esclavas

el camino detrás de él el camino destruido reconquistado

la novedad sorprendida en el estado naciente de la voz

le recorrido frenético del tiempo de las raicillas de hierba

bajo el trote del caballo desgranándose

II

grito sibilino a través de la cornemusa de vino oscuro

vi el cierre de la ceniza sobre sí misma sin respuesta

y la espera gredosa a las puertas de pan

pero el ala afilada de la llama invisible

trama siempre en la empresa iniciada

la desolación del ser y su alegría al salir del bosque

– que no quede sangre plácida en la geografía de su límite

– el impulso de su palpitación hace ceder la pared de sospecha

– la era de la devastación lo alcanza en pleno corazón

– la cabeza salta fuera del cercado

– gritos eternos pesan sobre un destino de cemento

– todo el viento del mundo sacude su base

– nadie podría entonces romper la linea recta de salida

– recta decidida amplia en la seguridad de su derecho

– vanidad vanidad de cualquier meta

– salida a salida y de principio a fin la ruta impedida

– obstáculos en el camino

– vencer la seducción de sus palabras perlinas

– cautivo el alcohol de la pasión contenida

– mi alma colmada de ella

– la fidelidad por lo tanto la palabra dada la mano fraterna

– avanzando en la carrera descubrimientos adultos

– futuros encuentros ya consumido el presente

– el hambre más dulce que cualquier alimento

– a qué fin los hogares las ciudades el amor

– sí yo también he devorado su deseo

y la llamada de la paz me marcó a lo largo de ácidas vidas

tampoco quise pensar en ello sino en extraer su sonrisa

suficiente sabor donde el tiempo no hubiera ya rechinado los dientes

mostrándome la lengua en cada giro

sí yo también

pensé hacer hablar a la flor con sílabas irisadas

instalada la novedad permanentemente el mar ebrio a mis pies

y el jugo continuo arborescente de la ternura

llenándome de una fuerza sostenida susurrante

nadie lo quiso

bebí el vino blanco de la esperanza

agotado el candor frutal donde razón e infancia

jugaban a construir castillos con cartas

anhelado fuera en la calle vacía perdido

caminado en el fango del invierno con garras

cogí mi paciencia con el extremo de la cuerda de la horca

apreté el puño en el pinchazo de los neumáticos

y el reventón del violín

la madera muerta en apuros

las astillas como lenguas elocuentes en un pecho hinchado

supliqué a la piedra y al hueso

que una gota de frescura llegue a engañar mi labio

amenacé forcé la mano amiga lloré

imploré la palabra prometido sonreído reído

bailé por nuevas cosechas

reído en la nariz de los dioses de hilo de acero de raíces

trampeé con la arena viva

para hacer reír a la victoria sobre la noche

nada nada respondió

a la hierba de la justicia muerta

ésta es la carretera que me hizo ir

la sombra bebida más deprisa en los bordes

que el gallo no llegaba a la altura de vigía

la limosna animada en la risa de la mano

y lo demás para todo que viene caminando

por el gusano en el fruto desarrollando la verdad medular

en el corazón de un mediodía voraz oh blanco deslumbramiento

elegí el sentido oculto en la hora de los cabellos calientes

con los que no hubiéramos podido sonreír

si la muerte no hubiese pasado por allí

en una nube de soberbia y polvo

oscureciendo el valor de los vivos

III

Hoy la ceniza ha adquirido el tono rosa de la gaviota. Y los ojos están cerrados, aquellos que a fuerza de enorgullecerse confundieron su dignidad con la alegría. Nada parece más lejano que la mano caliente de las caricias. Mano profunda, pesada de la tumba de las caricias frustradas. Decididamente, no es aún hoy cuando el agua viva del descubrimiento de los párpados vendrá a calmar el ardor de las miradas.

En el resquicio de un Domingo suntuoso y miserable, de repente noté el anodino sabor del tiempo. Joven, la sustancia del día se revelaba por las insinuaciones de las subastas. Íbamos a ver lo que íbamos a ver. Valía la pena lanzar los dados. Al final de la aventura bien podría surgir algo de frescura, una sorpresa. O la luz. Lo desconocido tan comprensiblemente delimitado por el azar que ningún desánimo podría socavar. Ahí está después de los altibajos ante tu vista el final del viaje. ¿Qué valieron las ilusiones de plenitud? Hoy la ceniza ha adquirido el tono rosa de la gaviota. El puerto esta ahí. La agitación inmemorial continúa triturándose en las zarzas de las rocas, suavizada solo por el vaivén insistente de las algas.

IV

que aún habla que dice a hurtadillas de las olas

dice como palabra perforada hinchada en la cabeza

el mundo de la explosión se adueño de su matorral

aquí y allá abierto por una ventana

donde la luz lame la felicidad de los niños

tomó al hombre en el origen dice y es el viento

dice guiándolo a través de la ceguera de los callejones

se trata de sus primeros pasos un lento vals

le atraviesa de los pies a la cabeza

mediante ráfagas de agujeros los barrancos se ponen a bailar

es ahí donde comienza la brida se rompe el agua por el ruido

a empujones las ventanas desatan las bofetadas de los árboles

mil perros lengüetean la caída de la noche de las mazorcas

deshojan las inmensidades de las montañas

detrás de su paz qué existe sino la voraz esencia

magullada destrozada una nueva videncia

una claridad de silencio que juega en el terciopelo de los fuertes

el vacío fascinado por un risa ardiente

como va la noche de las montañas

V

En igualdad de condiciones se echó a reír el soldado. ¿Qué le importa al túnel vertido en el cántaro del pecho, el árbol rumiante, el hambre de escarolas y el pequeño crujido de la piel de la montaña? Ladrillo, ¿no es todo solo ladrillo y el eco no se congeló con un tened cuidado con la albumina? La piel peluda dobla su rostro y el estereotipo del huevo le deleita de maravilla, Esto le queda bien. No le importa el mar, le da patadas. Sonrisa, sonrisa, el sudario lo mantiene caliente. Entra, se va, la flexibilidad de goma le sienta bien. Entonces piensa, esto le hace cosquillas, lo voltea, lo agarra y lo envasa. En cuanto a la crisis de la uva, prefiere las cerezas. Y de cereza en cereza, del hueso al rabillo, allí está frente a la puerta juzgada. Parado, juzgado y evaluado, la nariz aplastada contra la indiferencia del cristal. Se trata de jugar su oportunidad en la cuerda tensa de los juzgados.

¿Pero la ansiedad no ha madurado ya la oleada de impaciencia en el camino de cabras? De un salto a otro, el prueba la estabilidad del humo encerrado en la persistente gravilla.

VI

La calabaza se da la vuelta con sus cuatro patas al aire sobre una cama de puro rosetón y el trébol mira de reojo la ventana. Llegas, mi amor, y el carbón adolescente se extiende en mil maldiciones de terneros. A fuerza de correr en las aperturas de la veda, el perro que la vive de la cabeza a los pies emerge debajo de la bota de heno rollizo. Y el soldado en todo esto, en este instante el pisoteo comienza a susurrar, con un rotura ruidosa en la garganta y el deslizamiento de un medicamento particularmente difícil de tragar, la prisa de la choza por lograr su retorno sobre sí misma. Pequeñas fugas, exactos secretismos del tiempo, aquí estamos

diminutas cotorras

bajo los limbos de los caminos

que se tragan la vergüenza

de los árboles lampiños

un ratón huye

el hocico cosido

el aire escarnecido

sutilmente entendido

quiénes son estos niños

de risa poca

ni vistos ni conocidos

salidos a buena hora

hacia otras auroras

Tal es el prestigio de las repentinas desapariciones que el aire mismo, precipitándose con un ruido de corcho dentro de la boca de la montaña, susurra palabras efervescentes al borde de la profunda duda. ¿Qué decir entonces de los mal intencionados, de estos excéntricos que juegan al cinco a siete con la desenvoltura de los neófitos y de los candidatos al timo, los eternos paganos de los platos rotos? Todos devorados por el miedo a los dormitorios. Es mejor sumergirse en la oscuridad de las calles transversales entre motocarros y comerciantes de acrobacias; pero aún es necesario saber, a modo de vacaciones pagadas, hacer brillar en los ojos de los niños las alondras perfumadas de las rápidas promesas.

VII

es el mundo de los niños que estornuda

para ellos también el metal de la audacia suena en el libro de salida

el balanceo enganchado en las puertas de la aurora

la agitación de las arrugas de agua en la superficie muerta

desgarran la historia de tu cara

allí pasé limpié los zapatos del olvido

allí – qué importa la escritura enredada por la oscuridad del futuro –

puse un paso sutil en la creencia de conocer

pensé en la pulsera de la vida la vida dada la vida para coger

no el triste hangar de la vida por buscar

la fiebre avanzaba en la densidad

con todo el peso de su naturaleza de memoria

cara crucificada por la total abnegación

más allá de la gravilla medio sembrada

del cielo de mi raza

el resto abandonado

está bien acordarse que en el primer esplendor

ya la muerte invisible que supura terror

expandía el violento hedor de su proyecto terminado

pretendiendo mofarse

sin embargo yo iba desenmascarando la fortaleza de la roca

con la ágil fluorescencia de las huellas del agua clara

mil años de angustia se disputaban la presa de la matanza

y las noches prolongadas en mis venas pesaban con un sordo juego

sobre el poder debilitado cada día con el inicio del fuego

por qué no supiste romper las amarras

tú que detrás de la montaña muda ausente

esperabas no se qué recuerdo de una fabulosa marea

sin peso ni medida

que a través de los años de carne magullada

mi saludo te alcance en la gloria de tu desnudez

por haber mostrado en el duro camino la hora y la orilla

a aquellos que con su cuerpo tendieron un puente al dolor

conocieron el poder ascendente del olvido lúcido conquistador

y sobre sus pasos los muertos se hundieron en la apariencia

inventando gestos excesivos y por diversión

el río acariciaba las melenas de hierba suave

del árbol de flautas caían las vocales

la lluvia limpiaba la mañana brillante con el sílex de sus uñas

llegaba una vez más decíamos la primavera

VIII

superadas las trompetas engaños de la esperanza

se abrió el horizonte sobre un bosque de espejos

yo permanezco siempre en el mismo sitio

nada perturba el silencio

la miseria la ilusión

bajo el entrechocar de sables

a la luz de las cascadas

la molicie del pleno mediodía

la caída de la hoja de la juventud nívea

el camino oscuro en la ceniza

y el olvido

blanca pantalla sin ningún minutero

imposible hacer mover la cantidad del tiempo

yo siempre en el mismo sitio

como un nudo en la garganta y un lento almacén de maduración

las estrellas que crepitan en el vaso

un trago rompe el espacio

se separan los empalmes en los recuerdos del reloj de arena

por niveles la época se derrumba

con el ruido azul de las acrópolis

en el mar sin sepultura

los caballos de tiza adulta

el sol silencio al frente

te veo al despertar

sacudir las aguas dormidas

dónde corres tú con la cabeza en llamas

y la noche a tu espalda

bajo el viento secreto de hielo

que cabalga la inmensa esperanza

IX

La ropa tendida a raudales entre dos arbustos famélicos pero vigorosos, el olvido lo convirtió en un fragmento de esqueleto y las hormigas descubrieron la blancura inmaculada de su exceso de estalactitas y artritismos.

La nieve caía de abajo hacia arriba y la gente avanzaba con dificultades de tartamudeo en la sustancia esponjosa. Caminaban hacia atrás, mientras al quitarse los sombreros golpeaban el aire en dirección contraria. Intercambiamos los buenos días grasientos como si estuviéramos comiendo con las manos, como si estuviéramos guardando a los cerdos con luz eléctrica y las lenguas tuvieran confianza de charcutería. De cada puerta baja de la ciudad había salido un domingo completamente vestido de negro, corre con su bastón, ágil dándole vueltas. Los perros mantenían sus colas de perfil por motivo de la nieve, los árboles, más solemnes que nunca, mostraban un desprecio de madera hacia los peatones sentenciosos; un olor insípido a cocina reinaba en estos lugares, cocina de árboles, de deportes, de estanques y de bigotes.

¿Qué venías a hacer en esta galera? El reposo se dedicaba a sus ocupaciones de ramas, no llegábamos a hacerlo entrar en la habitación. Sin embargo, las seductoras canciones, canciones, canciones, canciones, se ha rayado el disco, las seductoras llamadas tentadoras no dejaban de presentarle la sal para aderezar la cola de las alondras y el invierno estaba en su apogeo, tanto nos habíamos demorado en las tuberías de la razón mordaz.

Realidades viscosas del azúcar redondo, los niños lamen el contorno de las cosas y nadie ha retirado aún la escalera por la cual los alfabetos se abren paso cuando huyen de las pizarras y sacan los tesoros de los que duermen.

X

efectivamente habría mucho que decir y repetir

la flecha chorreando atrapada en pleno proceso de dorado

susurrando de noche rechinar de soga marina

juventud de mil muecas con los codos en la mesa

efectivamente habría mucho que decir

para retorcer el invierno en el fuego desenredado despacio en la ventana

con torsiones girasoles sotas de espadas

la casa sin puertas de la conciencia incipiente

las manos saltarinas siempre llenas de cascabeles

y los animales a los pies de la mesa

froté mis semillas en el lodo de silencio

el odio me llevó en sus brazos perfumados

toda mi fe sobre las cumbres de fierro

el oro del cielo aturdido en las plantas de mis penas

ronca absurda noche en el pecho cerrado

rechina verde ignorancia del tallo

la flauta junta los peces diferentes con juegos infernales

dientes de glaciar en las huellas de las hogueras

y gira la máquina no se para para nadie

excepto parada de muerte y eso no ocurre hoy

no es para hoy el día de mañana de cristal deseado

con la oportunidad de muchos años como un gallo con su cresta

suspendido en el enorme horizonte

no es hoy

cuando el odre cómico rebotará sobre el pavimento de las calles

no – pasado el puente con maletas en la espalda

pasó el día para ver la noche

todo llega con paso perdido a arropar la cama de la conciencia

sobre los estragos de la huella

que la felicidad de los supervivientes dejó en las nieves cansadas

arquitecturas brillantes en el interior de una frente terca

amplias prórrogas de la adolescencia

también pertenecisteis a la fiesta

XI

Y no vino nadie. Nadie. Sonaba hueco en la antesala del invierno y el yeso se desmoronaba en una pared de cabezas. La barandilla adornada de impaciencia seguía persiguiendo una lengua de palabras amargas en la boca de la ciudad. Pero había que tener en cuenta el árbol. Descalzo, las hojas ya se deslizaban en una niebla de fuego.

El cielo se iluminaba con la muerte de los pájaros. Discordias y mascaradas. Nadie vino. El peso del hombre pasaba y regresaba cargado de las cenizas del día anterior, iluminando el futuro con una chispa amarilla. Vi el triste ojo sin cristalizar. Que haya un nuevo en el mundo y todo vuelva a comenzar. Igual que me veía en la acera, lleno de esperanza, así estaba plantado en un futuro de peces.

El agua no dejaba de subir hasta que el colibrí ya se dio a conocer, la presencia de una especie de inmortalidad de huevo agarrotaba el pisoteo deseado. Las farolas se encendían para unos trenes que salían y las calles desfilaban vacías, polvo de chatarra en una escasez de ovejas. Y el dolor se coronaba de una gloria absurda. Solo, solo, solo en soledad, el tren se puso en marcha. Prefiero no acordarme de eso, mientras la tierra se volvió pesada a partir de ese día que definitivamente inclinó la cabeza. Desde entonces, nada sabía ya entrar en el orden descubierto del mar de la miseria, pobre sol de sal que yo no podía mirar a la cara sin que la tierra me pesara, aqulla que llevaba en mi garganta, acompañada de un leve sabor a polvo y viga.

XII

acaso te acuerdas- me hablo a mí mismo

si hablo no dije esto no está bien ni mal

pero siempre hay una buena palabra para el ojo

un arañazo de pájaro en la delicada mejilla

por qué desde entonces entre todos los rechinar de dientes del apocalipsis

escoger la palabra amarga que corta el puente tras ella

esto ocurría por quien dijo que solo en la soledad

crece el trigo del dolor

y el dolor veía su rostro magullado

bajo el signo de las praderas

oh corazón elegido entre otros muchos

y el mar siempre más bello para mofarse del futuro

sol en cabeza mil pájaros y palmeras

sables palpitando en su idioma

jugando a cara o cruz la luz y el conocimiento

XIII

Al final, después de haber recorrido un recuerdo devastador, el se vio de nuevo en el pavimento grasiento a punto de embutir la carne agria de su época con dulzuras imaginarias. Esto solo era agradable removiendo, así funcionan las cosas, lo sabemos porque hablamos de ello. Seguro del efecto, conectó su angustia visible con el salvajismo de las desnudas, haciendo girar los espinos hasta olvidar el maíz de la sequía, el pie ahorquillado, la crisis superada. Lluvia, sangrabas por todos tus poros. Una infinita parafina rezumaba de las nubes, que fluían a cada cual mejor. Canciones de cal cayeron sobre el amargo placer de los huesos abandonados, mientras que la imagen del amor adquiría el aspecto de una prisión. ¿Qué hizo para no saber ya usar la llave, el que desafiando su propio futuro se había encerrado tras las rejas de la avaricia?

Fuera de la niebla, una vida activa, abierta al amor, descubre sus dientes juveniles, reanima el poder de la conciencia. ¿Qué más hace falta para que el bosque en llamas llene los pechos con su unánime temblor, ciñéndose al orden de su día profundo?

XIV

día a día el eco se hizo más breve

más puro el anuncio por la distancia de sus alas

sonaba el vacío en las paredes,

la llamada de las olas enjaezadas y totalmente acopladas armadas

cosía una larga palabra de nácar al camino ciego

ella no dice ya lo que piensa

acaso piensa lo que no conoce

por no saber ya marcharse

ella rechina los dientes se descompone destroza las promesas

vi la pesca al regreso de la batalla

secar su miseria de escamas en playas abandonadas

a través de la ventana la desnudez de la cena por la noche

el tiempo dejaba fluir su lengua oscura

por las aceras calcinadas por la prisa de los hombres

yo estaba sentado sobre la misma severa vergüenza

entre las malas hierbas los recuerdos de sangre

el dolor había utilizado su cuchilla

de tanto cortar la madera muerta del tiempo

al chapoteo de los mares

deje ir mi cabeza y en la cuna balbuciente

un vino espeso maldición al comienzo de la respiración

extendía sus presagios en el alumbrado de fiestas

vergüenza vergüenza en los trigos de la desesperación

paz sobre las cosechas puras de silencio y fuego

que haces tú en los confines en desuso de repeticiones y verdades

lengua de gato

cabeza baja

Dibujo de Pablo Picasso

EL DESERTOR

Una insensata felicidad le seguía como su sombra mientras un precipicio se abría a cada paso entre el y su entorno. ¿Pero de qué sirve chocar la cabeza contra la pared si obviamente nada le impedía salvar la cara? Además, sus pasos no se prestaban a confusión; pero considerando todo, si tuviese una preocupación, era la de encargos y manzanas. No tenía nada de qué avergonzarse. Además acaso no tenía prisa él por confrontar los productos de su imaginación con las confuciones de los paseos.

Estaba buscando infancias ocultas. Unos nidos mullidos protegían unos huevos de neón, suaves radiografías refulgían a través de extremidades peludas y unas pestañas latían en los intersticios carnales de los nudos. ¡Que se den a conocer las miradas ingenuas al acecho! Y, de hecho, las caricias imaginarias de alguna lengua prisionera en su palacio dejaban escapar de vez en cuando cuando una palabra de lana como, inesperadamente, un domingo con guantes de bosque salía completamente armado de la boca del niño. Pero vosotras, bellas hechiceras, dónde estabais, redes del amanecer, admiradas lámparas de noche, decíais la buena aventura a la luz de las noches recorridas demasiado deprisa.

Sin embargo, la infancia oculta, princesa siempre encerrada en un reducto a la vez suntuoso y miserable, sola atormentaba su espíritu, azotándolo hasta hacerlo llorar. No le faltaba el coraje para aceptar el endurecimiento de la edad, pero ¿podía, con plena conciencia, disfrutar de los placeres de la caza antes de haber agotado los recursos de las lágrimas? De ahí la idea, por absurda que parezca, de deambular permanecíendo en el sitio, de derrochar las riquezas acumuladas en el vacío, de convertirse en presa fácil de plagas y destrozos cuya naturaleza, día tras día, se encargaba de suministrarle la manera de utilizarla.

Tan cerca de las cosas que se creía que las alcanza, la vida con todo su poder de cohesión le pareció desde entonces contigua a la debilidad de sus medios para sopesar la situación. Un barco perdido en alta mar no expresaría más por la desolación del que perdió su timón.

Blanco, más blanco que esto puede prácticamente existir, una especie de deseo frívolo sumergió a nuestro hombre en el baño de voluptuosidad de una conciencia láctea. ¿Estaba realmente comprometido a que fuese así? Más bien, acaso hay razones para pensar, se dejase llevar a una formulación vaga de deberes inconsistentes. ¡Ningún contrato, ningún auxilio! Se bañaba en la vida insulsa con la naturalidad de las peores ubres. ¿Hay algo peor que el último recurso? Después de tantas piedras que afectaban a las carreteras con su sol cotidiano, de modo que su razón sufriese su contrapeso, la vida de las vacas le pareció más cómodamente conforme con la ausencia de confrontamientos, con la armonía de los pepinos. ¿Había, de hecho, suscrito algún compromiso? Aquí no hay lugar para decantar el residuo etéreo de los cuentos de su infancia, ya que sabemos que ésta pronto continuó en salvajes deseos de descubrir su ejemplo. Sabemos algo al respecto, el resto de nosotros, los cortadores de lapiceros en cuatro, los suscritos al cenit, los exiliados sin regreso. Los efectos se retrasan, incluso recortados. Tan pronto como los lobos entraban en contacto con la realidad de los campamentos, un ejército de mocosos se destinaba al incómodo comercio de botones para pantalón. Incómodo como la cigarra no hay nada parecido. Igual que una hormiga que dice ser argentina se gasta en vano, así otra se queda en el campo. Es la calderilla menuda del personal de la sacristía la que va al encuentro de los intereses bursátiles. Los adultos son todos príncipes, obispos, banqueros, jabalíes o incluso farmacéuticos ¿Quién no ha conocido al mago con crines de león, con el lirio en la mano que, en torno a los años de nuestra juventud, frecuentaba los cafés de la plaza Maubert? París se dedicaba entonces a juegos con navajas y al menor qué miras tú, como todos saben, se cortaba rebanadas de tocino en el muslo de la eternidad. Ya no quedaban pobres, así lo habían decidido los nenúfares confesos. Podíamos por otra parte constatarlo, desde Les Halles hasta Neuilly, de babor a estribor, en el recorrido de la ciudad, con el agua en la boca, a toda vela. La armonía reinaba como champiñones en ensalada. Ay de los meones en la cama, eran literalmente destrozados por los jóvenes, dignos descendientes de las petroleras de antaño.

¿Cómo queréis, cuando se ha conocido este París de cucaña, reducir al precio de la mantequilla la elevada vida de los navegantes lechosos? En las orillas del Sena, individuos sutiles envueltos en niebla recorrían en vano el espacio los soliloquios a punto de salir. Cordones sueltos colgaban de las narices de sus zapatos. Nada los habría distinguido de las farolas, si no fueran sus débiles arrepentimientos que, deslizándose a lo largo de sus cuerpos, competían por los mejores lugares al sol. Pero, ¿de qué sirve descifrar la virginidad de este tiempo irreflexivo, del que lo que menos pudiéramos pensar es por naturaleza que nos haga más voraces de lo que somos?

Basta constatar que nuestro personaje, que podría encontrarse en la champiñonería no solamente inspirado como digno consumidor sino también como morralla, nunca había cruzado los límites vegetales. Será suficiente definir nuestro sentimiento hacia él de expulsar de nosotros el dudoso mundo en el que, bajo la apariencia de litigios, camuflaba su inconsistencia. ¿Acaso este mundo no nos inspiraba un desprecio al menos igual que la contradanza del contrabando del que evitaba cuidadosamente ser fermento afligido?

Y, podríamos añadir, demasiado educado para ser honesto, daba pábulo a las mas devastadoras sospechas.

* * *

Me revolqué bastante en la promiscuidad de los opuestos donde se daba hasta la saciedad una relativa prostitución de la identidad de los sentimientos, para tener derecho a perforar la carne flácida del sueño abriendo las puertas de la libertad a las aves sediciosas. Pero para mí el sol nunca fue sino un recurso nimio. ¿Qué me enseñó aparte de eso que aún no haya reconocido ya en el moho de la duda?

Es primavera, la hemos tirado de la barba lo suficiente como para saberlo, pero acaso es ésta la primavera que dice que la primavera de las tortugas gemíparas se adelanta al mayordomo que dice es la primavera que dice que la tortuga jugaba con el ratón y unas montañas se desmoronaban y los árboles orinaban, las nomeolvides roncaban, mientras que una electricidad corta pero virulenta inundaba el paisaje con su suave conformismo. Ni la intimidad, ni el sueño de la gestación estaban excluidos de esta envolvente ventaja. Sin embargo, era imperceptible a simple vista, ante ese ojo desenfrenado que se acuesta con la caliente inmensidad cuando el amor se funde en ella, enredado en los ciempiés de una hierba suave y húmeda y sacudido hasta el límite del terror por su turbulencia original.

Es entonces cuando salen las tortugas y las espinas despuntan. Su fuego es acidulado, gaseoso, tentacular, y cuando un chirrido de cerradura estropeada se apodera de la noche, de un extremo a otro atravesada por la oración persistente, grandes orejas de camaleón golpean el espacio y los bebés revolotean dejando rastros de humo en el aire fresco de la mañana.

¿Por qué era necesario que, insensible al desorden de frases con sombreros de flores, yo tomase a la naturaleza ambiente por lo que de ninguna manera podría reemplazar a la mía y a la tuya más vale no pensar ya en el tema cuando el sollozo y la corona de pies planos no tiene más males que decir al fabricante, que los ha visto de todos los colores. Además lo hemos repetido bastante, los propios niños se hicieron con ello un placer para las greñas, un tema para rascarse, un consuelo de bajo nivel. ¡Esta primavera! ¡Habría mucho que contar! A plena luz del día, los panes comenzaban a brillar, como si nada hubiera pasado, como en la feria, y los guijarros saltaban en la carretera, en montones, en la sartén con una acumulación perpetua, y nadie escapaba de los rigores de la compañía que infestaba el aire con su música granular, extendida por la superficie de todo lo que respiraba y sabía hacerse respetar.

También había que pensarlo, la representación continuaba, persistente, tenía lugar entre la gente, les penetraba a la altura de su buena apariencia y nadie sabía separar en sí mismo al actor del espectador ni el placer de los diversos movimientos en los bancos de la oposición, risas seguidas de calurosos aplausos. Se nos había concedido una gran oportunidad para escuchar a las mariposas maullando y durante esta primavera de baratijas para ver la comedia socavando los mismos cimientos de la sociedad de cactus y de astutas madréporas.

Todo era desorden y entusiasmo. Una cabra se saciaba con réplicas viscosas. Un mono holgazaneaba. Un buey hacía equilibrios en la cuerda floja. Una rosa paseaba en un carruaje de lentejuelas. El mar había retrocedido. Y sin embargo allí todo se rozaba, ¿Y yo en este escándalo? Estaba lejos detrás de lo que estaba sucediendo, la alegría no era de mi agrado, la suntuosa primavera que se había introducido en recovecos más pequeños que el olvido mismo descuidaba, solo alcanzaba de mi persona la porción ausente. la imitación de lo que se suponía que debía representar, un eco saturado de las golosinas espaciales.

Entonces huí.

Para mi vergüenza, debo admitirlo, me había tomado por el centro corrosivo del mundo, yo que solo buscaba discreción, escondite y educada indiferencia siguiendo el ejemplo del oso perezoso del que había tomado prestado los estilos engominados.

* * *

Aquí en el bosque vivo agazapado bajo los brazos duros y gordos que me hacen un puente. Afortunadamente es verano. Qué estúpido, el calor es una madre para mí; y el agua fría que pasa a través de mis manos abiertas, la leche de las hojas mana de la tierra por miles de poros de recuerdos. La mesa estaba puesta. Los caballos abrevados. La suave paja del sueño. El loco olor del ceceo de los insectos. La grandeza de la cálida amistad de estos días. Amigos, amigos, los juegos recién comienzados. El sueño sería hueco sin la risa provocativa. Y las chicas jóvenes antes de la edad se ruborizan de las palabras adultas que corren por sus cerebros de chupete. La carne resplandeciente de tanta vida que alcanza a la muerte mediante lenta insatisfacción, por su gran impaciencia. Y la pesca nocturna donde la estrella prohibida pica el carnoso silencio de la bestia. Revoloteando, parpadeante densidad, reluciente arcilla al sol de la búsqueda. Y por todas partes la plena presencia, susurrante, el espacio tenso y en el silencio cortado por el grito de un búho, un perro de soledad, uno solo; y las brillantes ventanas por un oro somnoliento sobre la mesa, el perro inspeccionando el terreno debajo de los muebles, olisqueando el sueño con el hocico frío, vivir en el descanso de su sangre y las palabras de vez en cuando ligeras, nos preguntamos si tienen un significado oculto o si solo el sonido de la memoria les pasa por la cabeza con un aliento de tiempo, así, al pasar, y, sin embargo, es bueno impacientarse con la satisfacción de su simple existencia, así, muy cerca del olvido, acurrucado al borde del sueño.

Ahora el silencio sangra a mi alrededor y el espacio se rompe por no poder ser entendido. Cada rata que corre. Cada hoja que cae. Un pájaro que llama. El agua que rumia. La noche animada que hincha su pecho. Un erizo enrosca su miedo. Miedo por todas partes unos corazones que laten deprisa. Presa o vencedor. General o carne de cañón. Caballos, caballos, corred en la pista de mi cerebro. Los latigazos los recibo yo. Incluso cuando no estoy insatisfecho con eso, al menos algo está sucediendo en este desierto sucio maldita cosa de vida de muerte de tierra vacía donde mi peso está enraizado con toda la injusticia de piedra, aqulla que se me obligó atar al cuello, una campana sorda y el latido de sus venas si no está muerto al menos que crezca o yo caigo.

* * *

El desertor se durmió. Por mil mariposas, la muerte se había hecho escuchar. ¿Qué sueña? ¿Para qué contarlo? Bajo el sueño de cada palabra, ¿no existe siempre el tiempo que corre? Y la rebelión contra este tiempo y esta carrera, ¿no es precisamente eso lo que significa entender acercándose al mediodía de cada cosa? Se levantó contra el tiempo y la vida corrió un poco más rápido. Quiso ralentizar el tiempo y los días siguieron pasando. Quiso extender el día y desapareció. Quiso enmarcar hermosamente cada acto de visión, separarlo, uno tras otro, hermosamente, ponerlo cara a cara para poder mirarlo mucho tiempo, estudiar su sabor oculto, pelarlo, limpiarlo. Quiso vivir el tiempo. Y ahora de tanto desearlo lo perdió. Perdió el tiempo. Se rebeló y desertó. Después de haberlo buscado mucho tiempo (¿no has visto mi tiempo, no has encontrado un tiempo, este debía ser el mío?), huyó en secreto y se refugió en el bosque. Los mercaderes de invierno se preparaban para visitar las aldeas por el bien de sus billeteras y el parpadeo de año nuevo de sus objetos crédulos. No disponían de tiempo. Crujido de muebles, arena para poner en los zapatos, ladrido de perro al sol, vuelo lento de lentillas, miedo blanco por las lámparas de queroseno, longitudes para los pasillos del castillo, grietas en las paredes, blancas nieves en polvo para estornudar, líquidos en cubos, por defecto, amargura para catarros de otoño y cerebros fuertes, rasguños de anciana, cartas que no llegan, vacaciones pagadas, sueños despiertos, leña de frialdad, pastas de mentir y pastillas de agua pura, pendientes para sordos, miopías a tanto el metro, pestañas de ciego, mangos de tumbas, plumas de humo, lo invisible, tarjetas para lamer, tachuelas de aire, colores de clavos, botones para bolsillos-sorpresa, pereza y muchos otros artículos, todo no demasiado caro, pero tiempo, nada, no tenían nunca. También ellos tenían mucha prisa y los días quemaban bajo sus suelas. Viajaban de pueblo en pueblo para ofrecer al viento sus aspectos presbitas, curando y cantando, dilapidando el violín y arqueando el torso y sacudiendo a los de nariz mal sonada. Todo esto por unas pocas monedas. Pero tiempo, nada, no tenían nunca. Ahora la leña se moría en el invierno de los hogares. Los osos estaban cavando la amplia toronja de su sueño invernal. Las moscas mismas aún no sabían bajo la axila de qué techo iban a proteger la libertad de su obscena manera de actuar. Todo iba a acostarse entre la indigencia y la locura. Solo quedaba aún abrevar en silencio el cierzo infinito que azotaba su pecho. ¿Debería él, como la hoja seca acumular el papeleo de sus jirones de recuerdos o desplegar al viento la melena de su experiencia de pacotilla? Permanecía con la mirada fija porque, al haber perdido el tiempo, la tierra se adormecía con sacudidas irregulares de piedras en la boca y, masticando completamente el chapoteo del agua, el pensaba con horror en el día en que no le quedaría nada que ponerse bajo la muela del juicio. Y sin que él se diera cuenta, ese día había llegado ya, con su desnudez invisible, con su embarazo nervioso, linfático y somnoliento, aplastado con caracoles, pegajoso y jugoso pero sin embargo derecho, mirándolo por encima del hombro. ¿Entonces ? Pero ya no se movió. Así es como acaba mi canción de aquel que perdió su tiempo.

Jóvenes afiliados a las sociedades secretas del tiempo, viejos apócrifos aplastada la nariz en los periódicos, mujeres con fastuosas facetas adivinadas bajo la gordura de los omóplatos, todos ustedes, peatones o llorones, miren la nieve, cuaja a paso lento y los caminos vecinales levantan su nariz apática hacia los nuevos copos de gorjeos con plumas, orgullosos de su fe en un futuro más pelado.

Dibujo de Pablo Picasso

MORDERSE LA LENGUA

I

La vida se descubre con los dientes. Así las rocas que apuntan en la bahía hablan de edad y la multitud de las existencias pisotea negligentemente sus aguas. En sucesivas muertes, enormes mandíbulas calcáreas acumulan su abandono, confundiéndose con él.

Tierra resumida, tus heridas dan risa y los cuerpos caen al polvo entre la indiferencia de los huesos. Tanto mejor para aquellos que el encarnizamiento de vivir comprometió en la senda del olvido.

Ha llegado el momento de desenterrar los recuerdos. Las picaduras del pasado aún arden debajo de la piel.

Desembalad a plena luz del día el fuego roto de vuestros armarios, el mediodía será capaz en todo caso de clavar abundantemente con alfileres la colección de mariposas en la caja heterogénea de jaulas y violines.

Solamente entonces la salida tendrá sentido, separadas las escorias, evaporado el tiempo, la meta consolidada. Estará forrada por una valentía que, superando los sentimientos, habrá alcanzado el recuerdo ostentoso común a los hombres en el trayecto de su solución. Esta ya se ejerce en las cuerdas futuras de las victoriosas ensenadas.

La libertad tiene este precio y la fuerza del amor marca sus grados.

Realidad terrenal, en el apogeo de la desnudez conquistarás la amistad de los hombres. Al filo del mediodía ya no podemos contar las espigas del resentimiento.

II

Por un cambio repentino, mi larga noche se abrió con el oro de una soberana melena. ¿Por qué el olvido se borra a cada instante, acosando mis despertares? Despertares de yeso, despertares de garras, despertares de soda. Quemaduras de daga malaya y púas.

Hay que matar al huevo en su seno. Coger por el cuello la bofetada y sacudir las cenizas de las ramas de la muerte. No agarré lo suficientemente fuerte. Al apagar mi cigarrillo sobre la piel miserable, recuerdo con pesar que un pensamiento de bondad me invadió desde dentro. Como no corté más detenidamente, la semilla de la llama seguiría agarrada a ella.

Perros nocturnos, me arrastrasteis ante los tribunales de los ladridos, la satisfacción en el cuello, la prometida miel del silencio. Me encadenasteis a los barrotes de las humillaciones.

Pero me enderecé en el árbol válido y de un salto vi la densidad del cielo. Me aferro a lo obvio de las superficies. La hoja y la savia están sujetas allí en una mirada desde más lejos.

III

Al tilo en flor sonreí como todo el mundo. Estaba parado al borde de una presencia llena de cestas. Vivir ya no requería ni frutas ni coronas. Me bañaba dentro de una ausencia corpórea. La levedad era en sí misma sustancia. La risa de un niño y todo estaba dicho. Caballos somnolientos con anteojeras recubiertas de recuerdo, cabezas altas de mujeres de las que caían perlas, barras con palabras que suenan a zinc, fuentes bajo el chisporroteo de densas melenas de culebras, lágrimas de la noche amarilla de los polos, la esperanza suprimida, la huella filiforme sin contacto ni uñas y, sobre todo, la risa infantil a la que nada se escapaba.

Quiero decir que la fealdad llegó a echarme de este país. Me volvió odioso a la altura de las palabras silbantes que me alcanzaban con total libertad. Se rompió el hilo de la paciencia y unos recuerdos de sábanas surgieron de los depósitos de adulterios deprimentes. Figurantes monstruosos, cabalgabais por las calles en fiesta. Tanto peor para el sol; mis ojos no podían creerlo.

IV

Las muecas alargaban las perspectivas. Ésto solo podía ser una prisión. Como tristes bullicios, unos gemidos se movían en su vientre. Era impersonal y limpio, una larga ventana bajo la lluvia. La noche se devanaba silencio tras silencio y el rosario de transeúntes se desgranaba lentamente. Nos hundíamos en la ausencia por la creciente sordera de las paredes.

Desde allí vi a la reina destronada y a su asesor de pantano. A través de las palabras azucaradas que se pasaban de mano en mano, yo adivinaba la muerte con guantes del frambuesa, con el sabor agrio de la negociación, veía derretirse los juguetes perfumados de veneno. Una alegría irracional me cogió por el cuello y las ganas de reír se extendían repentinamente como un sol tragado, la jauría de perros, el resplandor de este día se abrió en un horizonte de gallinas de Guinea. Pasé una noche exquisita. En el contubernio de mil arañas en el techo de la conciencia. Mientras la reina se dejaba llevar al recuerdo intrincado de su paso de pez.

Ésto era solo justicia sin poder decir demasiado y la lluvia, afuera, descalzaba los barrancos.

V

Arriba del todo, enmedio de la niebla, un sol para pobres.

Más lejos, en el interior con candado, donde el hombre colocó la ropa vieja de su pasado, una palabra, una sola.

Más allá de los abismos, las fábricas, ¿dónde están las solemnidades del juramento?

Nada se desespera en el arbusto arrugado. De unas gotas de agua que ya tiemblan se alza gigante la esperanza de vida del bebé.

Yo también maté al remordimiento.

VI

Estaciones, ¿nunca viste las estaciones hundirse bajo el balbuceo infantil? Te devolvemos los horizontes. ¿Qué haces con el paquete de brisas? No olvides la familia de los jaleos. Hambruna. Siempre estoy en el mismo lugar. Aquí vuestros soles, el dinero y todo lo demás mientras no grites demasiado alto.

Los paisajes van de pulmón en pulmón y gimen y los muelles hacen gárgaras de osos hormigueros de montaña. Pero cuando el niño, sujetando la cartera en su corazón, hace aparecer en la negra pizarra colgada como una lágrima al borde del orgullo la conquista de las flores, la suave manada de ternuras salinas, los nombres

femeninos prestigiosamente resplandecientes bajo los fuegos de la aventura, sale el tren transportando entre sacos de víveres con las mercancías húmedas, las afortunadas sonrientes con la grasa de los banquetes y los chillones, eternos, invencibles.

Los que se quedan en la acera ven el perfil de la eternidad y oyen en sueños las campanas del mañana. Y las playas vuelven a moverse. Por el honor, el amor y la verdad de lo ya dicho.

VII

Asustadas, las manos apenas distinguían entre los asuntos de unos y otros, porque a la hora de salida, cuando se inscribían en primer lugar la urgencia y la explosión de razones, una marea impertérrita se acercaba a la orilla del hombre. Balanceantes seducciones mezcladas con gestos abruptos, negociaciones dando tumbos cerca de los sombreros de viento, penitentes andando lentamente frente a portales minimizados, grávidos pensamientos en el borde de las lágrimas tragadas, peinados que maúllan en los alféizares de los caballos, acompañasteis con vuestras operaciones mentales al pasajero de camino a la estación. No faltaba nada, desde la etapa de posadero planchada al pasar la puerta hasta la multiplicación de trofeos en el cuarto de la lavadora. La noche arrojaba un polvo de fosforescencia sobre la coartada de los gramófonos y, aunque las aceras habían roído el borde inscrito de la encía en el pastel del tiempo, la ciudad bailoteaba, para alegría del catastro, dándose un aire de confusión perfecto. Al final de la calle, dos caballos como sílabas susurraban el cansancio de sus pasos al oído de ese cualquiera de asfalto, siempre allí, de color berenjena.

VIII

Diferentes instrumentos cubrían la boca del plagiador. Con el sabor de una confitería alejándose, el olor ya húmedo en pie de guerra, está la esperanza instalada en el frasco de los remordimientos redondos del trabajo esclavo. Al girar las aguas de los circos para peces, los pensamientos seguían su camino correcto de persecución y, aunque con la melena cansada, cuál no fue su sorpresa cuando la lluvia comenzó a tropezar con el pavimento grasiento, enmedio del aluvión, para disgusto de los supervivientes. No se moleste, querida señora, la conserje está en la escalera. Responde al nombre de mil truenos, los accidentes son superfluos, así como las eventuales excusas y si los niños no corrieran por los rieles susurrando linternas, luciendo aires suaves, hace mucho tiempo que el andén se habría levantado de horror, de horror plácido hecho de tarta con bofetadas y de llamadas inmemoriales a la belleza expulsada de la naturaleza.

Pero una vez más al haberse averiado el tren a la hora visible, la ciudad consideró oportuno confinarse en la miseria de las cerezas. Hay cosa peor para la infiltración desvergonzada de las conversaciones de verduleras.

IX

Enganchado y muy ganglionar, el árbol comenzó a sacudir sus dientes de risa. Hasta en la leche de su cabello, la fuente de amargura derramó lágrimas de sorpresa. Era, bajo el cielo de los senos, un gran alivio para las anémonas. ¿Pero dónde fue la sangre de nuestra existencia?

Girad en círculos, difícil inquietud por amar, la hierba de estos días no alcanzó la madurez de los tobillos. Y sin embargo la vieja orilla todavía bebe en la boca irracional como si el agua hubiera transformado en carne la frescura de esta primavera de manzanilla.

Verduras crudas, crujid en paz. Las lucrativas ramitas afluyen a las mandíbulas azucaradas del fuego.

X

Una casa en lo alto de la muralla, el delantal de roca negra y, en el temblor de la tormenta, la ansiedad que estrecha los vínculos. Vínculos, vínculos, os consagraba el sol. A través de las causas perdidas, en el desvío de las palabras, se abría un camino la plenitud, muda, como debía ser, olvidada de su existencia.

Todo corría, los árboles y las olas. La resina engomaba los pasos de las ramas sobre la arena. ¿Y nosotros, qué sería de nosotros, madurados en la quietud?

XI

Existe un eco del plácido norte, la casa amplia y baja y el peluche de caras demasiado grandes, frías o ardientes, la piedra caliza empapada, unas olas demasiado altas y en el hueco de las lluvias muy fuertes, el camino de la noche, agarrado al tierno seno de la promesa de muerte.

Si nadie se rindiese, seguro por una relajante mano nublada, yo no diría lo mismo de las urracas.

XII

Pero eso depende de ti, puente con las líneas pulidas, en el edredón de la ternura extendida sobre las cosas y los seres, cuando regreso, mendigo de luz, avergonzado del lodo : polvo, todo regresa al polvo. Y la flor de los campos.

XIII

Esperanza, esperanza ilimitada y, para cada sonrisa, suena el mundo. Regreso a ti ansioso, a la hora de las colinas atravesadas. Como el peso del recuerdo encuentra el camino de huida y todas las campanas vacían sus platos mendicantes. A nadie le importa. Es un descuido que el espejismo aún no ha enterrado bajo la ceniza. Una nube oscurece el amor y dispersa la calderilla. Arded viñedos por el fuego de una apagada vida.

XIV

Luz del mármol sobre la mesa del cielo. Sol difícil para penetrar en el invierno de los guijarros. Allí también floreció la vida, una vida mezclada de angustia y alegrías, de soledad e incertidumbre. A fuerza de creer en el bien, a fuerza de creer en el mal. Los golpes te llevan a una orquestación de venas y a un sistema de chisporroteos estelares. Los mercados donde las palabras pululan en los pétalos de viento. Aquí estamos, labios suaves de deseos eternos.

XV

Nada más que noches; el abandonado que camina por el borde de los andenes carece de confianza en sí mismo y nadie sabe tenderle la mano. También siembra la desgracia y la insatisfacción en su camino. ¿Pero hay cosechas? Los días siguientes son lentos para abrir los azulejos de la risa. La luz siempre en barbecho. Los abanicos tartamudean, los niños recitan de memoria el alfabeto para dormirse.

XVI

Hay aldeas dotadas del vértigo de los matorrales raros, de las tierras movedizas en las que uno se hunde al final del invierno, los nuevos brotes del mundo que volverá a una ternura más justa, a una maternidad de sentimientos más densos. más cercana. Felices recuerdos marmóreos, excavados en la madurez de los caminos de este mundo. Con seres al lado. Los fusiles al hombro.

XVII

La juventud termina, el sentido de la vida se encoge, la noche crece. Belleza de este mundo, ¿serías todavía capaz de venir en ayuda de aquellos que solo esperan de la muerte la única palabra vislumbrada? ¿Y la crueldad de vivir estaría ligada para siempre a la desesperación alimenticia, al dolor? Paz en las cabezas coronadas, la angustia de algunos estimula la indiferencia de los demás: guapos bañistas, sementales de las praderas sin confianza.

XVIII

Primavera, las flores no logran rescatar la angustia: la residencia siquiátrica, sus misterios blancos crujidos de los parques, suaves gemidos de pequeños seres oscuros, la impotencia de las miradas y, en la noche de las palabras, la insoportable necesidad de no sentirse solo Solo existe el llanto para estrangular la soledad; y caminar, caminar incansablemente, al ritmo de las cabezas, a la cabeza de las tormentas. Para vencer, para salir. Cueste lo que cueste. Al final de las fuerzas la ventana nueva golpea con fuerza al viento de los timbrazos y las banderas.

XIX

Apareció la gran sequía, el engaño de todas las ilusiones. País con llanuras excesivamente amplias, tus árboles brillan en mi presencia donde se alza su razón agonizante y toda la fuerza del hombre que se hunde contra las paredes. Vanidad, vanidad : el pedernal y la cal inscribieron la vanidad del tiempo con grandes lápices de montañas y años. También los muertos corren más rápido que las hormigas hacia el desdoblamiento de los trayectos. Ascuas de una juventud demasiado nueva extendida en las grietas, en la rotura de la tierra.

XX

Pero el hombre no ha terminado de luchar en la multiplicación de sus sentimientos. Cabeza al frente, hasta afrontar el vacío, se hunde en la roca misma del orden de las cosas. ¿Qué le importa desde entonces su vida, ya que la verdad es más fuerte y que, como demostración de esta verdad, será necesario romper la cáscara de la vida? De donde surgirá, simple y comprensible como el escondite del saltamontes, la evidencia del choque. Entonces, boca cosida, ¿no está muda la tierra?

Profundidad de sentimiento, luz y tinieblas, solo en tu agua se refleja el rostro recuperado. Todo lo demás es una ilusión. Pasatiempos, olvido de lo real paralizado por la ira.

¿Qué importa los insultos de la corteza, hasta la punta de las heridas, donde de herida en herida se aclara el armazón de la calma? Y en su paz el agua transparente. Sobre el agua, el nenúfar, con la espléndida blancura de su carne. La existencia no es más que una codiciosa profundidad: el significado redescubierto en la raíz de los hombres.

XXI

El agua avanzaba dolorosamente, mientras que la piedra caía en un malestar implícito. Esto fue así mientras el fuego de la meditación podía todavía, con toda su esperanza, hacer que las sombras bailaran en la pared. Pero el tábano vino a merodear en torno a la embarcación, zumbando, amenazador, la imbecilidad fija de sus ojos implantada en la frente de su razón. Oleadas de autosatisfacción. Pobre, material dinámico de las cosas, material para masticar, que nada perturbaba, donde la piel organizaba su estúpida defensa al sol, resistiendo ante la llegada de la noche.

Olvídé, invoqué el poder irradiante de tu época, cubriendo el mundo por mi cuenta personal con la delgada capa de las germinaciones y del moho.

El aire llamó a la puerta.

Viuda del futuro, la conciencia corporal invadió mis fibras con la efímera dulzura de una promesa imposible de mantener.

Jugué por la noche a la lotería de los insultos.

XXII

Cazador de viento violento, tu cara se adornó de collares muertos en el amanecer esponjoso de las vigas. Floripondios, floripondios, acaso lo quieres todo. Existen por aquí impresionantes redadas de flores aterrorizadas, de huellas de joyas al azar. La playa extiende su urdimbre de acera bajo el ojo glandular de las vírgenes de líquenes. Las fuerzas matrimoniales prolongan los filamentos permitidos hasta el bordado de los sostenes del bosquecillo. Al margen, ¿Qué diría yo de los acebos, de los locos y de las barreras, de los protectores de barba y de las temporadas de caza, de las trampillas de galeotes y de los mares con temperamento? Aparece un maternal consejo de vigilancia agudo. Y el sacacorchos entra en funcionamiento mediante un aumento de la independencia, entendiéndose que la vida de los discos recupera la senilidad de parafina del sotobosque y qué queréis que esto nos suponga generalizar la calvicie de inteligencia, la que penetra y pesa y huye y desde las montañas se descubren como un solo hombre en el cenit, duras, barbudas, fuertes por su fe en un porvenir soleado de una mejor diversidad.

El tartamudeo de los contornos vacía al horizonte de su bailarina euforia.

XXIII

Hace un peculiar trabajo temporal para estos arbustos de vinagre que ojos pequeños, enfermos, sonrientes, felices y fielmente crueles miman con su atención jardinera. Al final el pecho se hincha de amabilidad, mientras es superfluo el recelo de tafetán de las esposas fuertes, madres en las troneras.

Mordisqueando el queso por la noche, lo que no sorprendió a la mujer avinagrada por caer sobre un pico, mientras que el pájaro con hábiles dedos se atiborraba de melodía. Vacaciones, enfermedades verdes del recuerdo, estáis gastadas en los dientes codiciosos de bistecs.

Y ahora para querer desatar el lienzo de las mentiras, la puerta se abre a los olvidos de lo maravilloso. Cariño mío, mi conejo, mi pastel, mi relleno. Mi eterna reverencia ante el burdel del buen Dios de catalepsia geológica conseguida en el movimiento giratorio de los escarabajos peloteros. Se necesitaron mil hiatos de tierra para llegar allí, absuelto de rotura. Las vallas saqueadas en la boca del dentista frecuentan el zumbido nocturno de los que arrancan olas. Y la ciudad se paga. La mantequilla sube con el precio de los títeres. Y el paisaje continúa su vida tranquila sin tener en cuenta a aquellos que caminan en dirección opuesta, totalmente dedicados a a sus angustias, con los días en mente y unas cifras confusas tirándoles de la cola.

XXIV

Fue un sol sin gloria en el lóbulo asombrado. Nos preguntamos por otro lado de dónde venia la felicidad. Y el ruido cerrado con candado tiritaba de frío en la puerta del vino. Se escuchó un día de fuego estridente por encima de la tortita embrujada de la ciudad apacible. Con sombrero de cortador de galletas, mil pájaros dirigían el agua concéntrica de su soledad sobre el foco de rayos cuyos bordes sabemos que se oscurecen por el aspecto prestado por los suscriptores. Días locos, durante años de perdición y alfileres, os fijé en este recuerdo de pescadería que se dice cada vez más dedicada a la desecación, como tantos nudos en la melena filial que rueda cuesta abajo de las montañas sembrando árboles deseos de arbustos. Solo se atrapaban allí las estrellas con breves bullicios alegres. Pero de qué sirve remover una vieja arcilla, ahora que el agua se ha retirado, a la que me unía un pensamiento amoroso y la temprana edad de las porcelanas extintas.

XXV

La peonza humana cuyos brazos de fuego se apagan suavemente barre de sus miradas de flechas el escándalo hecho placidez. Enternecedores frescores del cielo, tan esperados que el amanecer podrido rezumaba travesuras, las comías con los ojos, troncos equipados de un mínimo de arena con palabras. La idea dio vueltas como la leche, y la multiplicación de cabezas hará que regrese. Solo hay que tener paciencia. Pobres cabezas de ruibarbo, los gorriones sacristanes han dilapidado la ofrenda lacrimal de vuestro agrio magnetismo. Seguía con placer el cuidado que ponían al picotear los panes. Pero apenas echaron a volar cuando miserables olas enceradas, puntiagudas y agresivas, verdaderas perrerías, llegaban a saturarme con sus breves recuerdos. Yo había puesto mi esperanza en un alma incorrecta. Cuando bajo el golpe del tiempo se estrelló contra el suelo, vi esparcirse su médula de mostaza y pulular en la sustancia pantanosa los ciempiés de los cazadores de dotes. Pero la representación continúa entre un decorado de colchones y piernas. Fue un bello jaleo cuando de una patada bien dada el silbido de la víbora fue a unirse a la madriguera de donde más le hubiera valido no salir nunca. Entonces la esperanza puede cerrar su circuito de pan fresco lejos de las plantas falsas.

XXVI

¡Sin ilusiones! El mundo aún no comienza aquí. De retroceso en retroceso, los días se han eliminado, nuestras antenas se agarrotan y ante la hostilidad del espacio adivinamos su alegría por engañarnos. Aquí, piedra. Ahí, barro. De alambrada en alambrada, la vida se vuelve verde y los dientes miden la modestia de la risa. ¿Cómo no recordar unos abismos que aplastan las montañas que ejercen su juego de yunque bajo el hueso decrépito? El fajo de hechos estaba relacionado con el continuo sufrimiento. Y yo vivía, para aliviar la tensión, pobre insecto entre el estúpido estruendo de las calles. Me veía caminando frente a mí como una zanahoria de la desgracia. ¿Qué hiciste con la cruz de la burla, pobre harapo sometido al polvo de los escalones? Te arrojaste en un gemido de lengua muerta, las lágrimas llevadas ante el tribunal de las masticaciones. Ya no queda puerta en el huevo de la ciudad. Acurrucado entre lana adulta, escuchas la evidencia de las piedras. Qué nuevas escorias pueden aún surgir a través de la noche de hierro, el vino ligero y la primavera de eternas cabalgatas no deleitarán menos a los viajeros que somos, reducidos a los placeres de las vías muertas.

XXVII

Hay una extraña comida en la que participamos vestidos de saltamontes. Se sirve madera de arrepentimiento y cebada de tormenta. Osos con miel y moscas de búfalos ponen una nota de alegría en el malvado carrusel de las ilusiones recuperadas. Pero las mariposas son las más ansiosas por destrozar la carne sangrante del paisaje. Un pájaro fue mi compañero de viaje. Dejaba sordas las palabras en el aire que ya el cansancio del oído convertía en ácido el disco indiscutible del razonamiento. Pero, finalmente, aún podía llegar algo, mientras no se descubriese el jarrón con rosas.

Caminamos, sin embargo, hacia montañas serias. El hambre rompía la chatarra de los ecos. El engaño de los insectos estaba cosido con hilo acerbo. Se descubría bajo la velocidad del agua, a la luz del fusil. Mil truenos catapultados desde la altura de la conciencia caían en la llanura de los abscesos.

Allí vi arder un destino de paja con la rápida alegría de los postigos ante el viento.

Decimos : aún quedan recuerdos.

La verdad vencida, proveniente de las profundidades del tiempo, un ansia nueva se ha extendido en mí. Ya, encaramado entre el hollín y la luz, el fuego del pasado se desvanece y se pierde.

XXVIII

Hay un largo crujido de cortezas que desgarra el desierto de las estrellas. Habla de árboles, pero no de salvación. Allí el chirrido de la rueda a soplos anuncia la tierra batida. Batida y rota conr traiciones carnívoras. Nada podría ya devolverla a los brazos sedosos de los viejos abrazos. Brazo, canto, sin poder hacerme oír, el profundo pozo del recuerdo de las algas. El umbrío terciopelo de tu poder de olvidar. La dramática presencia de un torrente de vida. La novedad de mi cuerpo liberado de las tinieblas de los candados. La alegría sin objeto definido en el umbral de todas las puertas, al alcance de las palabras, en las mejillas y en las manos, al borde de la pérdida, el tiempo convertido en carne. Deseos, deseos dolorosos, en vuestro nombre enterré la conciencia de ser lo que me gustaría comprender. Vuelvo a la presencia de los edredones del pequeño pasado, al tiempo vaciado de su primordial arrepentimiento, la nostalgia del fuego.

Así, un nuevo camino despliega sus guerreros ante la recreación de la última oportunidad.

Dibujo de Pablo Picasso

EL PESO DEL MUNDO

apenas hubo cesado el viento de remover las espinas

corona del país al alcance de nuestras manos

el vino del conocimiento congelado en la soledad

cuando ya el recuerdo agrio incrementaba en la balanza

un grito arrancado de raíz directamente

no esto no es para gritar encima de los tejados

mi dolor muestra la risa de la muela

cuando el viento vació sus bolsillos

el fuego de los grandes lenguajes ensangrentados

un bosque de cotorras que sigue paso a paso

el rastro de los lobos en la senda de los reyes

se rompe contra la noche de pedernal

no esto no es para gritar encima de los tejados

mi odio mi alegría

yo me erigí entre vosotros

betún del silencio en el cuerpo de la noche

los días se destruyen ellos mismos no los ve nadie

su semilla no es suficiente

solo existe una vida miserable

una larga espera

una lámpara a lo lejos

el fino hilillo de agua que perfecciona la juventud

el dulce terciopelo carnal de la amistad

me bebí la esperanza de un solo trago

en el mismo centro de la existencia

planté mi duelo que chirría crispado

y enterré su exigencia de sangre fresca

al fin vi la luz

en su desnudez de pájaro sus alas traspasadas por espadas

cantando para mí un cielo espléndidamente humano

el mar bañaba sus pies

mi cabeza se llenaba del olvido de los zarapitos

yo no olvido nada

es cierto que unos hombres perdían el sentido de sus pasos

que unos niños se reían

que otros se apresuraban para caer en el vacío

que unos niños se reían de su hambre

mientras grandes sueños despedazaban sus cuerpos

acaso lo habéis soñado ellos también soñaron

y su sueño magullado espesado en la niebla

agotó la vergüenza de los años

acaso olvidaron el tiempo se les escapó

la tierra recubre las layas oxidadas

los parques dormidos rotos desvalidos

mezclan su pálida sangre con los cascotes de la ciudad

niños en desbandada destellos sobre las ruinas

no tuvieron que juzgar a los reyes magos

el peso de los hombres sobre la carretera

nadie se preocupa de su paso

las ciudades sumergidas bajo un eterno mediodía

el aire plomizo las aplastó contra la tierra

una larga fermentación de prórroga de fábulas

se pone en marcha suavemente al final de los trabajos

salen los cuchillos

la vida se come a sí misma

gira en redondo los trozos se dispersan

cada uno es de amor de tristeza de ausencia

tormenta maternidad oscura de nuestros deseos en tensión

cruel electricidad voraz ilusión

en los campos transitados por moribundos inviernos

unos esqueletos de bancos esperan las confidencias de los enamorados

muertos hace mucho tiempo no vivieron jamás

la vista quedó petrificada en el escalofrío de la sal

el hombre ya es solo un amasijo una avalancha

el hombre acabó de mirarse en el espejo

bebiendo los tragos de su cara de fuente

el desprecio lo atrapó con su manto de nieve,

una vasta pureza inicial lo apartó de la vida

inmóvil acorralado

no esto no es para gritar encima de los tejados

la herida azucarada de mi tristeza de arena

congelada frente al río que sube

cuando estoy en pie en la encrucijada de las preguntas insensatas

estalla por fin recuerdo de abismo

tú que te tragaste sangre de jabalíes

quemando mi juventud

llevando mis pequeñas victorias a las puertas de barro

estalla en la tormenta que aviva la zarza

los frustrados gritos de los naúfragos

las miradas ofendidas

las bocas prohibidas a las palabras apasionadas

todo lo que no se ha dicho

y que hubiera podido enorgullecerse de la luz

en los momentos más indeterminados

cuál es esta época cosida con hilo blanco

la conozco y la comprendo

se hace gárgaras con palabras oscuras

devasta las praderas la taimada

nos lleva de la nariz

nos sirve de pasatiempo

es la época

estoy alegre o triste inquiero

ahora lloro con risa nerviosa

devorador de inmóviles estrellas

pasos en falso siguen a mi pensamiento

y toda mi vida

mi vida entera

he corrido detrás de mí mismo

sin poder atraparme

me conozco soy el mismo

busco todavía

corro tras las pistas

* * *

en la hierba voluptuosamente corporal

que se pega en la piel con toda la frescura satinada del cielo reversible

oh gastados ríos del pasado

persiguiéndoos las preguntas

dejasteis mi juventud hambrienta

nada pudo frustrar la flor del espejismo en los resoplidos de los sueños

los trucos resbalando de nuestras manos deslumbradas

unos peces de palabras blandas

al ritmo de la corriente arrastran su infancia

y defendiendo su cuerpo

el agua se pliega bajo la duda de la confusa decadencia

entonces se hizo un silencio en la memoria

y el mar cubrió de blancura inmóvil

el mundo detenido en la línea de salida

aguas compartidas os siguen las multitudes

alegría y dolor fraternas conductas

la cabeza única de luz y noche

de la mano hacia la misma esperanza

las estrellas montan guardia

tu te espías en el espejo

los días desvelaron su crueldad

las noches depositan sus alas traslúcidas

sobre la seda de las ciudades

párpados moribundos de los pórticos

que la infernal armonía de la justicia

se derrame al final con el ruido de las cadenas destrozadas

poniendo fin a la época de los ociosos

de largos desgarros en la nieve

sacuden el valle donde duermen tus miradas

la noche ya no reconoce tus gestos de amistad

los pasos que no desembocan en nada

los ladrones del olvido

el dulce sueño de las caricias

sólo

separado

excesivo

qué absurda fuerza en las vidriera de basalto

detiene tus pasos al borde del barranco

ciertamente no elegí quedarme en quien soy

fuego y la llama en la huella de mis pasos

me siguieron

pobre fuego pobre llama

para mirar de cerca

muy delgado el surco de los sueños arruinados

acaso no me condujo en la boca del día

al fracaso del sol

completamente lleno de estridentes ilusiones

y de frágiles riquezas que prodigan las esperanzas

ante la cercanía del invierno

porqué no tengo en la unánime devastación

mezclado mi amor con la nieve fugaz

para desaparecer en la tormenta de las ventanas

cristal

dura prueba

despertaste en algún oscuro retiro

en el cuerpo rasgado del sueño

* * *

avanzo lentamente

conocí las salidas sin motivo

y las llegadas a ningún sitio

llegadas al vacío nuevos puntos de partida

brotaban unos manantiales y yo no estaba en ningún sitio

carreteras inestables rodaban avalanchas

esperanzas acorraladas por los placeres de una noche

descansos ilusorios

mentira de los años

el tiempo se puso a correr más deprisa

que zorros bajo la luna

desfilaban los prados

las muñecas de árboles muertos

en brazos de los ríos

un pueblo infantil de rumores

el enjambre deshecho en los bordes de los sueños

niños no hemos conocido fracasos

ahogadas las fiestas en camas sin salida

las gargantas apretadas ante demasiada belleza

las mujeres que avanzan con un desprecio satinado

detrás de las reinas invisibles poderes

las palabras sujetas en nuestras rígidas gargantas

los ojos escogían entre el odio y el deseo

infinito que se alza conquistadores vuelos

océano tu poderío no conoce la risa

ni el sueño

rompe sus límites

y muerde en su poder

la marea alta se impone

la del hombre

mil años vergonzosos forjaron su dignidad en silencio

la oscura confianza en su destino férreo

grandes decepciones vuestras heridas son incandescentes

antorchas desafiantes encima de torres sin reproche

no hay fracaso que no requiera su venganza

se endurecen los pasos en la llama de la llamada

ningún deseo ningún silencio merma la luz

sin embargo los hombre viven de su vida vívida

se ríen se pelean

el peso de sus lastres es una marea que sangra

suben al asalto del día

el corazón triste el sueño en bandolera

y el amor dejado a cuenta de un futuro nublado

amor pasión perdida en el juego de las guerras

amor conquistado en la más dura de las batallas

amor sumido en sangre

el alcohol las disputas

humo insulto vejez al cruzar la puerta

el tiempo discurre amor lento en llegar

relámpago de una noche apenas vislumbrado en las profundidades del ser

chapoteo deslumbrante de un sol radiante

los hombres están atrapados en las trampas giratorias

de su vida circense

la vida se come a sí misma

de quién se burla

vida de rebaño de carne con fusil

morir en el instante que no se escogió

libertad de cuatro estaciones

libertad con prórrogas

de quién nos burlamos

mientras arrastra miseria

de arriba abajo en las casa las cabezas

mientras un miserable aún viaja por el mundo

entre la estupidez de vivir esta vida

y la vaga esclavitud de la mentira

dónde estas felicidad oh querida

felicidad liviana y libre promesa infantil

levantad la frente de la promesa

miseria de yugos miseria de madrigueras

miserias de todas las clases alimentos de la oscuridad

de la abulia de la perrería oh pobres de este mundo

la canción océana atravesó vuestras frentes

habla de la libertad

unas olas del fuego en calma

colman los pechos

unos navíos dorados bajo el sol ardiente

resucitan aún en los confines de la conciencia

se enfrentan a los sueños que el pasado apacigüa

en momentos perdidos

los ojos azules de los marineros conocen su exactitud

y las manos domadoras de los campesinos

acariciaron en las finas presas su victoria sobre la noche

que por valles y montañas retumba la salvación

el advenimiento del amor

orgullo e integridad

grande desesperadamente enorme gran victoria

sobre la niebla y la noche

que en adelante llegue la noche importa poco

bordeará la cama de nuestras pasiones

como helada en los muñones de árboles rotos

el amor cazará la razón dolorosa

llega la lluvia cegando los jardines

las flores sonaran en el oído de los niños

felicidad

felicidad

única palabra en el umbral de tu aurora

se detiene el aliento

gran palabra de antiguas chozas

de fábricas jadeantes al sol

siglos de arcilla alargaron tus fronteras

recubrieron la fraternidad de los dolores

sin embargo nunca cesaron las gaviotas

de tejer sus proverbios en el mar

manteniendo el espacio en vilo

quieto el aire el azul abierto todas las velas al viento

las inmóviles caídas de las alas

y más leve que el verano plantado en pleno pecho

un puñal de luz atraviesa las olas

tu nombre remueve el fondo dormido de los pozos

los interrogantes de la noche en suspenso

las campanas van a beber en el diamante de tu fuente

un solo grito y el mundo cambia de cara

felicidad

hay vidas aburridas acostadas en prados extensos

los niños juegan el sol resbala en la calle

caminad miradas por los recursos del sol

hueso de fruta secreto agarrado a la carne y a la sangre

plenitud de las sonrisas donde la abeja corre su suerte

avanzo lentamente hacia una dulzura incomparable

el inseguro pavimento agotó la paciencia

oh tristeza indolencia

extraña a mí mismo

creí desnudar las cosas

solo vi fuego

oscuros son los caminos del recuerdo

los rumores de su palabra recorren las borracheras

bosque soleados

bosques llenos de la amistad mundial

* * *

avanzo lentamente

reconocidas la ira la euforia

día a día y diente por diente

esta es la hora que se mueve

se oye la noche

son los zuecos de los que se van

al mar a golpear con el peso de su cuerpo

con los puños de su fe total en la vida

sacudir los cajones sin fondo

su verdad no tiene precio

ella es la risa sin pereza

ella conduce a la audacia del mundo

hace ascender la luz

montones de luz

arrancados a los besos zigzagueantes de la macroalga

ella es el canto armado con haces de luz

sólo queda un hombre que escuche

al más fuerte de la trifulca

tierno llanto del bebe

gritar más fuerte el futuro

y las fulgurantes espadas

acumulan luces ascendentes

rodeada por mil lenguas prometidas

pude adivinarte felicidad

reinventar tu deslumbramiento

hasta que tu imagen en la tierra

se me ocultó bajo los desechos de las muecas

los pestilentes jirones de la muerte

avanzo lentamente

vi los ojos extraviados la guerra

los ojos suplicantes distorsionados por la guerra

la guerra con los ojos abiertos de par en par

los ojos cobardes la vil mirada baja

los ojos de las jovencitas de las enamoradas

y los de las madres

pero no habléis más de los ojos de las madres

su brillo empañó para siempre

el brillo de los nuestros

aguardaron en muro de silencio

el regreso de los pescadores

con la frente pegada a las ventanas

la tormenta desencadenada en el mar

un corcho de champán cremallera relámpago

y el relámpago a lo largo de un cuerpo desnudo de mujer

de pie sobre la línea del horizonte

el champan fluye abundantemente

es una fiesta para romper todo

el bombo sacando a flote la tierra

salta como puede

gira gira cabeza de tubo

la tempestad a tu alrededor

hay gente de todas las clases

uno hace saltar la banca

otro hace saltar sobre sus rodillas

a la niña

la bailarina ya sabes la pequeña

la gran vida en fin la grande

la máxima salta a los ojos

mientras uno a uno sobre sus rodillas

caen los barcos

es más fuerte que en los mataderos

como moscas

cuerpos zarandeados

brazos arrancados

lloros sin fin

féretros

caras sin nariz qué se yo sin boca sin orejas

volvedme a poner en orden

y que esto salte

a sus órdenes general

muertos a trozos muertos por nada

muertos por reír muertos fáciles

por qué no esperaron al baile mayor

el que va a venir

a penas perceptible

guerra de botones cremalleras relámpago

guerra de neón vals duda

muerte de risa

adelante la música

muertos con puntillas

destrozados empaquetados licuados

arrojados a la basura

qué importa la canción particular

canción de amor canción de sufrimiento canción viva

a sus órdenes general

no existe ya canción posible

el amor arrojado al cubo de basura

cese de los dolores cura

mediante desenfreno de las cremalleras relámpago

no os lo decimos

es una danza frenética

cabeza de madera

os pido

es vals expresivo

cabeza de madera

grifería diabólica

cabeza de cabra

os queréis reír

puesta en marcha automática

cabeza de puta

cabeza de billar

cabeza de línea cabeza de cerdo

cabeza de rey cabeza de terco

la guerra por encima de nuestras cabezas

para qué

la guerra

de quién nos burlamos

avanzo lentamente

vi el horror grabado en las mismas retinas

de los que porque quisieron seguir

murieron mil veces en el fondo de los ojos amigos

el fondo de un mar presente en todas los recuerdos

fondo de dolor

los sueños circulan allí verdes imbricados

en largas redes de algas

el suspiro del viento entre las rocas es profundo

y larga larga la historia de los tormentos

avanzo lentamente

la noche es larga

la historia para el resto de nosotros

alcanza su final

pronto habremos terminado de creer en el dolor

habrá que agarrar otra vez la vida

tal como es

cara a cara

buena y atroz

siempre fraternal

sacudiéndola de la cabeza a los pies

o hablarle gentilmente

según lo que diga según lo que piense

abordarla

agitarla como un ciruelo

y quizás haya que pelearse

para que la vida permanezca con nuestros camaradas

que cada uno encuentre en ella su medida

petrificada por sueños sembrada de infancias

la luz primera

común a todos y que carece de nombre

aún no maduraron los trigos

los brazos más pálidos que cardos

al viento otoñal

la viña aún esta en barbecho

el hombre acostó su esplendor

al pie del precipicio

el sol prepara golpes apacibles

los bosques van a palidecer

con la explosiva sed de la vegetación

dónde estas juventud incipiente

flores púrpuras de la inocencia

en las delicadas mejillas

como el grito perdido de la gaviota

te perdí profunda pena

viento por la noche

es verdad avanzo lentamente

y en cada rostro que sonríe

se descubrió niña de mis ojos

mi amor

amor presente y futuro

el peso del mundo