A Man Ray

A lo largo de este paseo incansablemente presente, que engancha los cabos de los días a los cabos de las noches, cuya longitud no se mide sin tener en cuenta la sospecha de los límites que se presenta ante nuestro espíritu, a lo largo de este paseo, donde los cabos de los días unidos a los cabos de las noches llegan a desengancharse para arrastrarse miserablemente a la deriva de los túneles, de ruina en ruina, naúfragos de la ceguera, percibimos el tiempo de vida, el tiempo de las alegrías y de las magnitudes, de la desesperación y de las esclavitudes, con el tacto de nuestras miradas perdidas, con el tacto de las delicadads y compactas masas, infinitamente dulces ante la duda que nos corroe, los objetos. Tanto va la caricia del mar a la montaña que al final se desgarra como la ola, éste es el secreto de la certidumbre que en lo sucesivo la habita. Las perspectivas de este desgarro son insensiblemente profundas, porque llama al dolor, su constante compañero, y sólo a su alrededor, en los círculos ondulantes que provoca una piedra en tiempo luminoso de agua y de luna –o unos remolinos de un tren precipitado a toda velocidad en el cielo- cuando la vida ya no busca su irresoluble porqué y se resigna a su combustión sin sombra ni resabio. No es tanto la realidad de la materia y su problemática solidez, como su significado como hito para señalar el espacio, para hacernos sensibles con él el tiempo y nuestra propia existencia, que une el objeto con las formas representativas de nuestra vida mental. Parajes submarinos, guijarros de nubes, vuelos de tiburones por oleadas de aplausos, retinas de velos, auroras de crustáceos de cristal, tablas de orientación, relojes de rayo, papeles arrugados que turban las estrellas y las mil plumas del rencor, todo lo que suscita la ternura en ausencia de cualquier razón, llamas fluctuantes, hermanas del amor (la indiferencia misma que con frecuencia mostramos en este aspecto es la garantía de una amplia paz, la certeza), poblaís desde la infancia hasta la muerte este océano que acompañaís con vuestro silencio soberano, la sensibilidad que os eligió según las indestructibles apariencias y las formas infinitamente variables de las leyes de la naturaleza. Objetos para tocar, para comer, para mascar, para aplicar contra el ojo, contra la piel, para apretar, para lamer, para romper, para machacar, objetos para mentir, para huir, para honrar, objetos fríos o calientes, femeninos o masculinos, objetos diurnos o nocturnos que absorbeis por vuestros poros la mayor parte de nuestra vida, la que inadvertida se expresa, la que cuenta porque no se conoce y se despilfarra sin contar con los mil imanes colocados al margen del camino unánime, sueños fijados en la caja de mariposas, han tallado el diamante según todas las caras de la tierra, en nuestras infancias extraviadas en nuestro propio interior, e inefablemente cargadas de sueños como las capas geológicas que nos sirven de sábanas.

Vuelo abierto en un corte de carne más allá del inusitado deleite de los incendios de media noche: la experiencia se agosta en su inconfesable impotencia. La sed se enjuga eternamente embriagadora, y los límites de los recorridos de la carne provienen de una vigilancia siempre transparente, y de las colinas donde las vegetaciones se agrupan por coágulos marinos en forma de esponjas, y de navegaciones microscópicas de sangre y alcohol.

Así se establece, en el curso del universo que, él, se inscribe con crueldad en la vida física de cada uno de nosotros, la contradicción del hombre que quiere que, en la escalera interminable, cada peldaño sea un utensilio familiar, indiferente o amado, mientras la continuidad de la vida no se desconcierta por la materialidad de los hechos, porque es sólo olas y pasos imperceptibles de ángulos redondeados. Y esta continuidad posee su mundo particular que colma el país de sombras irradiantes de la más hermosos recuerdos de caricias de muertes y de emociones, como ya no podría callarse más extensamente sobre la tierra. Son los proyectos, sorpresas transparentes, a la luz de la ternura, objetos que sueñan y que hablan en sueños.