DONDE BEBEN LOS LOBOS
ÍNDICE
Introducción
TRAMPAS EN LA HIERBA (I – XIII)
DESHIELO DE LOS AÑOS (I-XIV)
DONDE BEBEN LOS LOBOS (I-XIV)
EL POCERO DE LAS MIRADAS (I-XX)
INTRODUCCIÓN
Esta obra dividida en cuatro partes : Trampas en la hierba, Deshielo de los años, Donde beben los lobos y El pocero de las miradas) fechadas por el autor entre 1930-32, fue publicada en Las Ediciones de Cahiers Libres con un dibujo de Man Ray y una tirada de 1.000 ejemplares.
Obra difícil, para el crítico, para el traductor, para el lector…exige una capacidad de riesgo fuera de lo común. Existen cambios de sujeto, no hay mensaje, sustantivaciones imposibles, cambios de género, homofonías, un humor oculto y oscuro, todo su conjunto es una libérrima “actividad del espíritu” por utilizar un término tan caro a Tristan, es decir es una huella material de la capacidad de pensar. Desde los haikus de La fuente de los asnos el torrencial verso del Pocero de las imágenes, todo es un mismo de seo de abrir las palabras a todas sus posibilidades, como escribió Tzara en su ensayo Oceanía y el arte “de las posibilidades de las poesía surgió el invento del mundo” ¿o quería decir lo contrario?
Ante el drama de la existencia y de su expresión, Tzara opta por el desgarro de las palabras, por la destrucción del lenguaje, pero utilizando el propio lenguaje cotidiano y dándole otro alcance elevarlo hacia otras perspectivas. ¿Existe mejor método de subvertir las convenciones sociales que atacar directa y totalmente al lenguaje, su modo de incomunicarse e inexpresarse, y destrozarlo?
TRAMPAS EN HIERBA
(1930)
I
entonces se hizo una luz voladora
y vi lo feo
entonces se rompió en la cuerda roma
la mirada de tu fuego
pesada fuerte y sin rodeos
cayó de mí la ruptura
muertos para siempre el pasado y toda la roca
de tu cuerpo – como un niño muerto
moviéndose aun en el seno vivo de las parras
como tu sufrimiento aturde la carne de los campos yermos
a jirones sobre la cresta de la llama
reír a carcajadas sobre la tumba inhumana
alimento de felicidad de donde la amargura se alza
eterna que vive en ti eternamente reina
de las noches sometidas – a jirones
lo que tu eres lo que no pudiste llegar a ser
donde no se hace pie sobre mentiras movedizas
se alejan de ti las águilas nocturnas
oh mundo viperino oh miseria de mundo
a costa de los dolores malditos entre todos los olvidados
están las carreteras cerradas- la cabeza va por otros lugares
los hombres son de granito y el grano de la muerte
no se secó la fuente magullada por sed impura
en el círculo donde amargo se retuerce el recuerdo
a jirones vi perderse al verano
por la tierra que se rompe como el fuego de la cabeza
arrancar el rechazo a las murallas de los pechos
arraigar la risa vidriosa de las venganzas
en el interior donde se vacía el dolor
apenas vi como te pierdes
tierno camino de recreo picado en la nieve
penosamente en todas las ramas
se rompe el fuerte dolor de no aceptar nada
ni serenidad ni ebriedad
lenguas atadas
fantasmas de última hora para perderse
llaman al pecho de sal
en la última puerta anuncio incomprendido
de un rostro muerto con todas las chispas
de su recuerdo – puertas condenadas
II
una lágrima avanza hacia el límite de la palabra
tan repleto de lo inefable como de tu lento coraje
encima de las montañas se acumula la ebriedad
amplios remolinos abrazados por rumores
las ciudades se apagaron allá abajo
los vientos dieron caza al injusto dolor
y en las salidas sin mojones lass piedras fijas
levantaron épocas provisionales bajo la tienda de campaña
hojas se sucederán en la sombra turbulenta
y las mujeres amadas en el corazón de arbustos
llevarán su sonrisa a los recién llegados
y su tardía adolescencia a las cumbres nevadas
III
en el oro tardíamente velado en la nubes
puse la mano de curandero
sobre el corazón de incertidumbre
donde vagan plantas extrañas
los perros me enseñaron los colmillos
en el camino donde duerme el avaro
es de noche ante la angustia
en ojos inseguros
demasiados corazones demasiadas manos al acecho
los perros desconocidos nos persiguen
acaso sujetamos la noche al faro
para que ladre a la desconocida
aquella que espera por la noche en el umbral de las puertas
al ser negro en la cerradura de acero
río abajo las durmientes incandescentes
cuatro noches montan guardia
la oscuridad trepa de espaldas
había una vez oro a lo lejos
en algún lugar que se pierde
estoy sólo único fuego
IV
apagué mi amor en el sendero de tierra
frío futuro de este ruido que me cuece
me escapo de ti invencible encanto bajo el signo del yugo
encantadora de locuras en las dolorosas mareas
constante recuerdo en leyendas tan amargas
vítrea conciencia que el diamante quema
sobre las huellas perdidas de mis caóticos deseos
cazador de noches escarchadas o de turbias confianzas
cada hora más sujetas a los mundos profundos
del sueño que descubren los despertares de hielo
y sin lamento, carnes fundidas en lágrimas oscuras
huir de la ola radiante y del descanso de hierro
huir de miradas de dulces recuerdos de ceniza
manos perdidas a las voluptuosidades ofrecidas
melenas martirizadas por pacientes miradas
manos de sol – así se marcha
como el frío le vigila
eterno en los desvíos de los huertos
donde el destino se precipita – así se marcha
a sacar de plantas aventureras los rumores de vida
V
el rostro colgado de la bella investigadora
se refleja en la llama donde vivió el esplendor
de los vínculos apasionados y los destinos enlazados
a las infancias de ráfagas por nuestros gritos al descubierto
desde que en nuestras noches las casas envejecieron
en los parques áridos en hojas de brasa
en el enjambre de los recuerdos perpetuos
palidecieron los pétalos de palabras de brisa
otra juventud subió
al deshielo de los gestos
la ternura de un juego más profundo
para recuperar todas las cenizas en la duda del verano
VI
ni vino ni usura supieron reposar
en el fondo de un tonel la antigua habilidad
inestable debilidad qué viento supo
sacudir a la larga el candado del ceño
cerrados los postigos a las viejas vistas
la esperanza sin palabras anida en la mirada
sin oscuridad vital- al rescate mágico
tender vanos brazos en la esquina de cada calle
una nueva mueca recogió la caricia
de viejas heridas sobre un cuerpo inesperado
enormes venganzas – no hay nada que decir
ni para tomar la vida tal como esta en pendiente
anciano de remordimientos y ladrillo a ladrillo
regresa a tu cama donde se escalonan los olvidos
de nada la paz capa sobre capa
podrá crearse sobre mágicas risas
VII
cuando el sol abrió su nuevo párpado
sobre las mejillas del verano las noches fluían bajo unas lágrimas
el cielo arrojó pedazos de sufrimiento en la noche
a montonadas se golpeaban las olas a buscar noches de cristal
en el corazón de mis ojos esperé que el fuego
gimiera todo el tiempo desde las raíces a los tesoros
y los sollozos se secaron en la garganta del precipicio
sin alcanzar la mirada de las tempestades en plena temporada
solo un mal pasajero
y en su éxtasis de bandadas de pájaros
no era acaso la hechicera plañidera
quien les lanzaría pan de sol
otro día guarda a los enfermos
viajes bajos con risas engañosas
cada cual guarda sus ideas como muertos en la sangre
que juegan en secreto con la oscuridad malsana
VIII
una lenta humildad penetra en la habitación
que vive en mí en la mano del descanso
rumores convalecientes en las aguas de los furtivos
que sólo viven de muertes
risa oculta bajo cosas recurrentes
en las primaveras germinadas en palabras de plomo
como los gritos de locura en lenguas solitarias
podrían unir aún senos y alas
como los frutos suenan huecos que golpean el pecho
y a un paso mesurado como las campanas se acumulan
los cabellos están por todas partes veladas borrachas
todos los caminos conducen a la muerte más cercana
angustia de años arrugados en el cuerpo
entre las mandíbulas cerradas de las rocas
qué suerte perseguirá perdones de amargura
tu imagen huye sobre grandes desconocidas
IX
creí apuntarte con un arma oh día
que transportas despacio la rueda de los muertos
un ojo se abrió en el árbol que llevo
en mí que sofocó la luz negra
en los senos de la muerte extraer la voraz oscuridad
y en las ácidas venas amamantarse de lo desconocido
que romperá nuestra juventudes cuyos huesos
tanto durmieron sobre heridas indescriptibles
y en el transcurso de horas cojas
para no dudar ya de las soñadoras
que rompen todas las ataduras por todas partes
para vestirse de una muerte completa
X
sobre el rastro de los pasos que ella inventa
la colina peluda se une al dolor
sed negra donde ya no queda sitio
y no puede encontrarse entre otras huellas
ya no puede descansar en los pozos encantados
una angustia rompe la hoja
que en raras paradas una noche para ciegos
exhuma angustias
y en el lado derecho invisible a mis costados
camina otro estremecimiento sobre los guijarros de la mirada
de tus manos llenas de oportunidades
llenas de mundos que se alzan en mí
unidos a los hierros del recuerdo
de una voz ahogada
de una a otra noche
sin risa por una vida donde se extingue lo imposible
XI
a pesar de la oscuridad que persigue
a mi oscuridad de altas llamas
que en lugares más bajos que el olvido
conquisté a la luz de las lágrimas
lentas lentas sin tristeza
salieron incrédulas
bajo el tejado más promesas
más mujeres en las voces
más noches – quien sabe su aspecto
despectivo por cruzar
más noches entre los dedos
fluyen para amasar fortuna
como el agua para conservar
en la mano temblorosa
un instante una confianza
en el fuego escurridizo
XII
ya no hay nadie a mi lado
el cielo se ha ido de las cabezas de las flores
los secretos de las cimas en el nido de los lagos
cayeron en unos ojos maduros
por el cielo con puertas sordas
se deslizó completamente toda la amargura
como dudas me lastimo
para no mirar más
cuando todo haya acabado
nieve nieve y aún nieve
que una mañana venga a reunir
cerca de mi al niño de verano
salgo de camas perdidas al fondo
para madurar una vez quizás
el rocío en la mejilla fresca
que aún conserva la memoria
XIII
arrancados como piel viva
la fugaz – en tu cansancio
nuestros ardores se torcieron
en una muerte que el viento quita
aún una vez en el recorrido
donde tantos soles estallaron
que de luz en luz
se oscureció la frente de sueño
toda pasión muere en la rama
donde se amontona años tras años
al rodar una palabra delante suyo
en la nieve que crece
desmedido canto vengativo
como la tierra dolorosa
los temores hacia las más hermosas
y más encantadoras
donde me cocinan aguas estancadas
XIV
sueño cortado en duras escalas
despreocupación dura sonrisa
madurar madurar en el centro de las flechas
cogidas en espejos bailarines
firmemente se desmoronan soles advertidos
pájaros con todos los atractivos
hace frío en el rostro del rey
que arranca el recuerdo
qué dolor para dormirte
acaso hace falta lejos de los labios
quitar peso de las palabras
donde murió la ciega palabra
donde se esconden los niños
de un verano – el ciego baila
en la boca del sol
sin eco- peso de los muertos
XV
late en el pecho de alas
el viaje insatisfecho
desde origen de las campanas
a los espejos de frutos de miedos
sobre un trineo de aire llegas imperceptible
juventud para saber todo
condené en mí las puertas para que
no puedan atravesarse
orejas de muertos donde mana el olvido
mis manos tendidas hacia vuestras cascadas
altivas- en hermosa vista
muchas venganzas que nos unen
aun- recolectora de inconstancias
puntos muertos
acaso hace falta que sola con el dolor para ti
se encienda una vida
DESHIELO DE LOS AÑOS
(1931)
I
lágrimas madres
dentro de la copa escarchada
sobre el extremo de las cifras
donde ya no cabe consuelo
hijas madres
en labios de sol
sueños breves
similares semejantes
para acordarse de aquello
tal como ocurrió
tanto como fue preciso
y que conserva el lobo
II
lo que piensa la altura
tantos mundos estipulados
como vocales de nieve
en la paridad de las jaulas
para que el futuro
por los cabellos en la playa
oído sordo
último sin igual
en la raíz de las cabezas
ya no existe recompensa
por la noche en balsa
como otra noche
despertar despertar
sobre joyas de días
acaso no haya más muertos
en un fresco lenguaje
III
caminando siempre delante
la letra rodando delante suyo
como las manos saben
como no ve nadie
la llave de los niños
el poderío de las murallas
tierra de durmientes
para mayor certeza
cuántas ilusiones
en una mirada
un umbral incomprendido
cae sobre el mundo
como humo se pierden los caminos
ni luz ni sangre
y se pierden los pájaros
por saber demasiado
IV
donde el hombre se sienta
giran las radiantes
de pena en pena
con el deseo de una vida
mientras nieva
odio en las piedras
condenados los puentes
ni navegan ni duermen
así va la piel
a las cejas de los pozos
de un defecto a otro
simple y sola
nada como la mirada
como un amor como un salto
qué queda de las fiebres
si todo existe para perderse
V
la profundidad a qué canta
con heridas de gritos de cristal
bostezando por tantas flores nativas
con todo el peso de una infancia
lo que habla está más escondido
y en la boca la estrella
en el lado soleado
de la calle con la dentadura entera
así te vi así el olvido
pasa por la masa negra
lo que alguien dice de otro
cuando el pájaro brilla en la humareda
no supiste dar la alegría
que encuentran las miradas inmensas
y adivinan las antiguas heridas
VI
la estrella excava siempre – decepción
en el hueco de una mano de cera
por qué no fuiste latigazo
el cielo por completo congelado
como el niño se despierta en la cabecera
de precipicios con corrientes de muertos encantada
blanca como piel brilla la palabra
que solo se desliza en el niño
destrozada bailando bailarina
siempre entre líneas escondida
tantas aclaraciones en tan poco sitio
crecen en una muerte próxima
sola y única
una nueva ciudad como otra mentira
se acumula en perniciosos humos
otra lluvia sin mancha como una muerte eterna
VII
el camino te llevará fresca
hermosa igual que ya no elegirán los sollozos
los lamentos en estrellada tierra
se refugian los cantos de las muelas de molino
en un parpadeo de vida
los transeúntes sobre mares atrevidos
capturan la más frágil
loca dispersa
son piedras jóvenes
al regreso del fuego
no hay acaso para más jóvenes
porque el sol no arraiga
habrá para todas las miradas
y en cada raíz los dolores vivirán como reyes
de cabellos intemporales hasta que la extraña planta
huya a un mundo a través de mí amigo viento
VIII
y de un día para otro
como nocturnas se acuestan también por todos los rincones
soledades difíciles y paralelas
en noches de caminos topados con la piedra
no alcanza a las estrellas
son ortigas
donde están nuestras palabras
las puertas se desorientan
hay luz en la casa del loco
se pudrieron todas las horas
solo una suena de vez en cuando
que se parece a tu camino
aún una única mujer se levanta
de la voz que nos constituyó
cuando nos cogimos el uno al otro
de la mano un día de fresco jardín
IX
unos viejos sueños que suben
pájaros arrepentidos
desde la capa de sombría sangre
a las cimas de inocencia
por cerros y sueños
siguiendo las referencias de la tierra
tangentes de las miradas prestadas
que ya no pasan por la cabeza
para prender fuego al vuelo
a lo largo de la crin del aire
no sale de entre los dientes
el rechazo como un azote
qué piensan ellas del desahogo
en que las rimas de los perfiles se anulan y unas marañas
un humo corre a la esclavitud
en cada una incandescente
X
una felicidad un futuro
todo se dijo sobre la rama
el balanceo lo llevará
a tu sonrisa volado como el viento
las miradas más puras y los días sagrientos
cuando abro la boca hablas
y ella misma cantó mucho más alto
donde no llegas a beber
risa risa en el mundo
una infancia para divertirse en los bosques
y las mudas confianzas
en las que se ahogó tu boca para mí
XI
acaso están allí sonrientes
compartiendo mi tristeza
donde se extiende la lenta imagen de marejada
en país de conocimiento
balsa a la deriva -memoria de hombre
que vive el día a día sin considerar
qué le importa al fuego si pierde las llamas
que lleva el hombre a mundo desconocido
así te perdí en camino de quietud
visión -donde el sollozo ardiente de los mares
se une a las penas de los muertos mordiendo en mí
por el dolor de las miradas y los desdenes aún vivos
XII
aquella que fue la felicidad -desorden de mi duelo
acaso no la volviste a ver más asustada vagar sin maquillaje
con el alma en pena y sonando como un fruto
escudriñando la pereza del suelo
el sol lamió los cuerpos lentos y cansados
ninguna sombra perturbó sus idas y venidas
tiernas como los jirones que cuelgan de los abedules y las voces
se consumieron carnes vestidas de serenos encantos
oh dócil muerte oh esperanzas oh dudas
amasadas en el fuego por toscas manos
un día los árboles agitarán frágiles
los miedos secos de aquí abajo
y la memoria no verá ya su final
los nuevos rumores presentarán sus orgullosos cuerpos
en la hierba de los muertos
con las campanas
XIII
vagar vagar por un cabeza repleta
donde espero la única ausencia
la mal escogida entre las bellas
con la piedra al cuello
por los profundos callejones de la sonrisa
se extravían tantos hombre cerca del puente
siempre fragmento -ni arrugas ni vientos
entre raros
vieja sombra se desgajó
de la rama sin amigos
y la última murió
quería revivir una juventud yerta
toda la nieve entera
el cielo donde se quedan todas
ancladas desesperadamente
en un grito – por haber comprendido demasiado
XIV
cual es la hermosa de corazón de agua
en el corazón del agua cambiando penas
a penas caminando de canto en canto
mirando de arriba abajo la amplitud de la mirada
sin sentido a través de las islas
se vacían en el sueño las verdades apenas inteligentes
morir en el agua viuda de deseos
donde se desordenan las arrugas
vida salvaje flores en las sienes
sueño mordido al lado de las furias
la sombra reprimida en otra vidas me lleva
oscurece en adelante secreto sin vida
sin amigos y sin rostro
te vi en la pradera
parecida a las otras coronada por mi sol
única cambiando de mujer en mujer
como la risa como la noche
sin pasión ni retorno
destrozada en su oro
muerta en el sueño de las guaridas
DONDE BEBEN LOS LOBOS
(1931)
I
tronaba y razonaba más allá del mar de águilas
la pareja de caminos negros anidaba con permiso de la llanura
como entre golpes en el fuego del guardián de la sangre
llegaba otro dolor a apropiarse de los blancos montones del alba
a dormir en la paja entre presagios
cruzando las cuevas de cuero con brazos de noche tendidos hacia la juventud
frente al fuego
juventud escrita en jerogíficos de hojas
donante transparente de nieves
frente al fuego juvenil con resplandores de pedernal
embarrancada en los ritos de humus riendo.
riendo hasta los eclipses primaverales de sangre carga de sangre en la tribu
carne vana y lluviosa
rápida como un relámpago y su error cazador
a través de los grupos de viento acumulados en el doloroso ser
dispuesta para desenlaces en la ganga de las ninfas
los baches monótonos de las ruedas dispersas
en la encarnación de los bosques en celo
muchos caminos
donde viven lobos en abundancia
frente al fuego
cortando el aire negro rechinando minas embrujadas
donde resucitan secretos entre sucias arrugas
y ya no se cuentan mentiras que oscurecen el follaje
cielo lactante de blancos rebaños montañeses
hacia tu pureza indivisible se gira extraña mi cara
y sin nubes te ve en los ojos de todos
tan lejos en mí mismo que apenas se puede verme
tan lejos llega la pena
a madurar su imperio y a creer en la piedra.
en vano se revuelven los montones de imágenes y se pliegan
a la sombra del agua soñadora de los astros
como la palabra no tiene mentira ni verdad por vivir sola
y hacer vivir la soledad frente al el fuego de la palabra en la tumba
se alza el ojo cruel en sus andrajos de pozo
está el amor desgastado en las cercanas entrañas
de la noche el esposo de la noche camina con la cabeza alta
tantos encantamientos revoloteando en el poder
que el hombre pronto alcanzará sus brillantes bordes
como muerte mas urgente
en el pecho de horizonte bajo
se acopla la sonrisa
para cortar la madera con total seguridad
para dispersar su fuego entre las ardientes pecadoras en las tierras
noches suaves en los huecos de los inolvidables
II
tu melena pelirroja hasta las raíces que te atan
el sol puso la huella apacible
la radiación de su palabra de oleaje
demacrada bajo la risa desenfrenada
acurrucada en el seno carnal de las palabras
y de la noche con adolescentes amargos
tantos ojos cerrados aún se miran
en sus días en que viven los cristales
como los guijarros de la memoria joven en ti
al mar lívido aferrada
planta rojiza de los desiertos lentamente aparecida
en el húmedo olor del sueño en multitud enmarañada
que se muestra en ti con tanta vejez
humana junto al calor de los ojos salvajes
dulce calor donde encontramos las palabras
calientes como el pan y el matorral
hasta la aniquilación
bordeé tu aliento sobresaltado
que solo el viento susurra al viento boca con boca
y sale de recientes juramentos que un grito desgarra
el inmenso desierto que me hizo el amor.
salpicado de amores vacíos y de demasiado llenos
nidos de esperanza
oh piedras pesadas sobre los hombros
desfiguradas quejas de remolino
en la mirada muerta de trigo
para romper sequías y pliegues indestructibles
como arrugas en los lechos de los ríos
enfermiza transportadora de lodo en plena primavera
cerca del ruiseñor
hojas ajadas de escarabajos entre las hiniestas y la muerte
comenzaron las siegas del heno en el alma llena y desmedida
y se cubre de óxido ciego
en los brazos de sal
a salvo de los jóvenes brotes de razón
III
hay un jardín de rudo invierno en tu pasado
que no sabe pasar ni regresar
no hay carne absurda que te retenga
pisotea el porvenir claro
de una infancia más pesada que el mar
deja vivir al campo de las certezas
hasta el más pérfido pliegue
donde tu sombra falla en belleza
que extravía su hierba
cavernas negras
que el hombre olvidó en lo más profundo de sí mismo
de eliminar las fugas de luz
de grandes pedazos de luz lanzados a granel
la ternura incluso en el corazón de la roca lenta
oh pechos inimitables al alba.
y tiernos nacimientos de manantiales furtivos
oh nacimientos de titubeos primaverales
los caminos están en germen los lamentos al frente
y las hojas andarán un paso sin remordimientos
al abismo de los ojos
a los dolores victoriosos de los ausentes
IV
hubo una época en los huecos de las nieves
encantado entre las únicas sombras
reuniste el rebaño dispersado
de locuras en la casa lluviosa
está nevando inconsolables noches locas
en un jardín de labios donde ahondan las eruditas
inútil se reconcilió la luz zigzagueante
con la tierra al aparato de sonrisas en la dulzura
la noche ya se está mordiendo los labios
que llevas incrustados en cada repliegue del terreno lento
que llevas en el hambre de las olas
donde unas lágrimas guardan la medianoche secreta de los lobos
lleno esta el día de pellejos impenetrables.
y del jugo de la sangrienta desgracia
aparecen orillas bordadas por mujeres desnudas
petrificadas en personajes soñados
oh ternuras oh distancias en los bordes de las tierras borrachas
en las mudas de pensamientos que te quedan como un guante
en la angustia o el fervor de sus soles
muertas en la cara terrosa de los prados
pisadas en la carrera profunda
las derrotas despreciables
el ser lleno de vida de escasa vida apenas vinculada con los muertos
podrá borrar los duros surcos que aún sobreviven en mí
los itinerarios dolorosos
que en tu deferencia aún se alzan en mí llenos de desprecios
vida que comienza y termina para ti de vergüenza esclava
removimos sombras y muertos
vigía infatigable de tristezas aterciopeladas
en la cima irracional mordida en los límites carnales y puros
de las furias vagabundas que insinúan lentitudes
oh humeantes sueños tensiones luminosas
donde demasiadas risas agudas perecen
es el amigo que pierde a su amigo
y el pecho queda completamente colmado por él
en las granjas de terrores
se consuelan los holgazanes
y los lutos insistentes abundantes en ausencias
ellas son temibles fogosas crueles
terrores que abundan en el edredón de tejados enemigos
botín sangriento en una cabeza de resonancia
donde los vanos deseos se acumulan en unos chapoteos irracionales
ellas esquivaron las razones apasionadas segadoras
y los dardos de la risa sin expresión ni peso
girando la rueda es solo melancolía
que se aferra a las faldas mojadas de una visita
parte del cuerpo y del mundo con las profecías opulentas al acecho
en tu mundo que mordió lo inimitable
V
en qué se convirtieron creencias y silencios
abiertas las carreteras al más altivo de nuestros días
llamando a las puertas ligeras de risas con llamas
y los testigos desconocidos advertían los bosques acechantes detrás de los ojos
murieron las regiones barridas por estelas estelares
que crecían en la sombra ensangrentada
aves – islotes vivos en el bullicio de los arrecifes
donde se nos entregaba el amor como garantía de lo eterno
la juventud negra con ojos brillantes ha cortado la carretera del presagio
mi juventud encadenada a los umbrales inhospitalarios
muerta – el desprecio se levanta en mí con el sol
cruzando montones sin forma
son cadáveres que todavía crujen en mí y mueren
cada día mientras la hierba alcanza el espacio ancestral
escollo ininteligible entre murciélagos
ansiar demasiada pureza
un día tal vez brotará
a luz en la grandeza
y la frente al fin levantada del barro como un niño de pecho
te marcharás dentro de su atrevimiento de blancura inmemorial
VI
fingir una noche hermosa como una mujer
todos envejecimos en su lecho sangriento
hermosa y más hermosa como el fuego
no podría vestirse de más burdas veladas
en la fruta que maduró te encerré por completo
es mi vida con las bestias voraces de la risa
y la muerta se hizo voz en el eco del espejo
dónde se inscribe el alfabeto de vuestros ojos oh mujeres desconocidas
nueva y más bella la dulce hierba de la sonrisa
en la alta fuente de brazos estirados hacia tu cenit
sólo fue un grito límite de aire
y la ola desgarrada en alegría
cuánto hace falta un tiempo pesado de perdones
se hundió en el puerto al que ya no abordaremos
el sol me olvidó fuera
vino claro
VII
estaba a la sombra de una razón altiva
invencible ramaje bajo las heridas del firmamento
una canción que me continuaba un mal mordisco
el relato largo y áspero de un río de serpientes
el aire donde vivía se desmoronaba por abandonos
sucesivos pero el más profundo descubierto ayer
prendía el fuego
la creencia ridícula de poder
penitencia penitencia – tanto fuego se pierde en otros lugares
que podía descifrarse
únicos grandes ojos de tantos animales
en jaula se burla la ternura
ternura llama a la mano pero la mano es de plomo
y las manos ya no me hablan incuban la noche
es de noche para los demás labios
que navegan absurdos
en vano los apasionados a los estudios secretos
de mares vaporosos en busca de transeúntes
la presa se separa del viento
y tu permaneces quieto con las raíces
espejo todo es espejo que te arroja la limosna del presente
te lanzas codicioso oscuro
y te golpeas contra la pared de luz
sabio en el baúl nocturno
VIII
por donde yo paso pasó el hierro al rojo vivo
y los ojos roídos en el fuego de las lágrimas
pasaron por la sangre y el león
oh rígido
ningún viento ha temblado más intensamente en la noche
que la oscura deuda
el mercado del sol ha entrado en la habitación
y la habitación en el zumbido de la cabeza
madurar los comienzos de la consternación
que más miedo arrojaron sobre la tierra
fallo caliente de una noche de construcción
vivir su total indiferencia
y tan tranquila la noche mientras ella camina en la euforia
se confunde en la ciudad en las plantas
una mano invisible me empuja salvaje
sobre viejos caminos de jardineros
donde vibran las noticias
volvemos al césped
todavía hay lágrimas para sacar
hierros para retorcer en invierno
IX
inviernos de tigres no puedo veros
desde el montículo que revolví en mi cabeza
y la poca ternura tal
que la palma se acostumbra al cielo negro
los frágiles senderos que creíamos universos cruzados en un cuerpo
de mujer y los peligros la iluminaban por dentro
agua lúcida de profunda confesión
donde ya no viven
así se agarrotó el cuerpo amplio y frio
en el invernadero y el sol no lo sustituye
sol para pobres en cuerpos sucesivos
unos encerrados en los demás con flores y destinos
una flor simulaba la presencia de las cosas
incómodas al espíritu y huía
a lo largo de un horizonte de siguientes días
pobres como una primavera tan baja tan floja
mezclado de nuevo con la tierra involuntaria
puños apretados en días y dolor de garganta
apretado el pesar de deseos excesivos bajo este sol
no puede perforar mechones donde respira y se amarra
y se obstruye y allí se pierde
cabellos canosos de fuegos fatuos
se relame de insectos
el cielo y en manteles sin prisa nos despistamos
X
a ciegas cada vez más ciego
abrir la vida a las intactas manías
que descansan entre las ramitas
de aire envalentonado por el duro silencio
las manías fuera de mi mundo
y este mundo hijo mío
desmayado entre las antorchas
cuando se cierran sobre la pista los ojos y los juncos
nudo dormido en un nido de brazos blandos
boca en sol de cripta – colapso
fatalidades en bares al toque de corneta
en grandes cunas de cebús
directamente de la profecía de piel
sueño implicado en la jungla de sibilas
tantas otras primaveras se confundieron de celosía
con durezas de sable que otro ser empuja a mí y no puede salir de allí
gritos de pandanos angustiados por telas de araña
alargan las lanzas
de las hojas solo sale un grito apenas de dudas
ofrenda al relevo del solitario
endurecer la lúcidas desconfianzas
abierto a los terrores a las voces claras
en los cuernos de abundancia de las tormentas
de un solo golpe de defectuosas alas
en casa del ramificado en si mismo
entre guijarros y cactus y pechos de mujer
para deleite de demasiada sangre derramada en lo inútil
se alza al fin una brasa primaveral en campamento de payasos
XI
tambaleando entre estaciones y ojos de malecones
desde el despertar hambriento acaso no vimos ya plañideras
que no fingen no conocen
un sol profundo
como se abandonar a alguien por la edad
un follaje duerme bajo suelo
ni para coger ni para dejar
tocar las yemas de los dedos
mas numerosas en mi las vidas se paralizan
y de vuelo en vuelo perdí la pista de su miedo
nada más que deseos en el hormiguero
palpando el astro
vaciar la luz de un cuerpo arrancado
en la unidad sonora más antigua que canto
en el mar con la cruel vigilancia
de un sueño donde se encuentran las vigas
XII
inquilinos de la muerte
alrededor del pivote que las llamas lamen
tantas cobardías seducen a las morenas
que se dispersan las tramas de la estancia
entre todas la más pesada de las piedras
es una constelación en el cuello
una juventud que no canta ni alcanza
mediante satisfacción al don de fuego en la tierra
el hambre no quemó en mí las estaciones difíciles
donde lavé los pies magullados
sus desordenadas carreras echaron raíces en la cabeza
y unos grumos de tierra y savia coagulados
se arrancan con manojos indecisos de juventud
juventud juventud siempre regreso a tus rutas de filones perdidos son los restos de la trama
conozco los días que aún vigilan tus murallas
infranqueables tras las que mantienes mesa abierta
y que tan raramente pude escalar en secreto
pero las hojas son brillantes bajo los ojos fijos en el reloj de los dramas
muchas se lanzan a la embocadura de las floraciones de los jóvenes años
encaramadas sobre unos hombros de agua
la mano abierta de la que se encarga
la primavera demasiado joven para levantarse
de las capas profundas y grita tierra tierra abriéndose
boca ávida sangre salina
la colmena se abre el pecho lleno
goteando escollos bajo cada pestaña
penetrando en el calor carnoso de las melodías bajas.
donde la chusma pulula entre el tributo del mar.
nada es fácil como la vida en mi cabeza
tirada sobre la fina playa
incluso el doloroso chirrido del viento
viola los postigos del sol
son brotes tenaces y raros
de heridas perennes sin conmoverse ni por golondrinas ni por remordimientos
arrasando el suelo tenso de grietas
y osarios que crujen en las articulaciones de la tierra
calcinando viriles retrasos
XIII
cuando las hojas se aprietan contra las hojas y se aparean sus cuerpos húmedos y blandos
y se alfombran las emociones con el primer rocío
en el seno de un canto
resecos de labios alrededor de la cama
hay ojos que no pueden dormirse
celosamente cortados a la altura de las palabras infantiles
para reavivar las ropas nocturnas
para arremolinar en el abandono el polvo cálido de nuestras manos
en el hormigueo solitario
cuando el miedo se tumba en la fría tumba
de nuestro cuerpo con vivas marcas de fuego
de tierra robada en las puertas antiguas
en el descanso temporal mezclado con una ceniza de hierba que ya no puede crecer
ni bajar la cabeza en la rotura de un beso de sotobosque
en el pecho del sol las hormigas
y no pasa ni un grano de arena por el tamiz de la cabeza
un cemento de oro maduro y de verano
sobre los apresurados pasos del pájaro
cuyo trago asustado sobresalta a lo largo de la piel naciente
de un camino de frutos ampliamente enamorado y perdido
retirada de sangre aislada
y el estanque de sangre en un desierto donde las alas
durante las calmas
se acumulan transparentes en hierbas de silencio
tan dulces tan llenas
como pechos en lagrimas bañados por caricias.
y de repente la herida abierta
de tanta vida brillando con gritos de color
y crujiendo
y de desaliento
XIV
el arco tenso de conversaciones de tristeza
bajo la bóveda que arroja desde el fondo de la tierra
la risa
ninguna sombra es demasiado espesa para la difícil travesía
de las líneas enemigas que el hombre hace todas las noches
a través del cielo de cristal y las olas de miedo
se derraman sobre la ciudad con el rechinar de los dientes
entre lunas bajas
y recuerdos por donde navegan las sonrisas
lejos de las tierras lejos de las rejas
entre inmensas tristezas inclinadas en la ventana
lunas bajas tan bajas bajas
que el hombre puede en la sangre de las floraciones
ávidas encontrar la habitación fresca
los que dejan volar su sonrisa
y encuentran arrancado en el suelo un tocón la amenaza de muerte
bajo el fiel roble de los cortejos de vidrios
te reconocí oculto en mi sangre
hombre friolero aunque vestido con pan de este mundo.
ardiendo en tu cielo que parece la locura de los hombres
y que de un planeta a otro juega con amores opacos de este mundo
al encuentro de las orillas
las orillas son de fuego a que tiende la juventud aún lejos de acabarse
que aun ilumina las pupilas
en barbecho e indescifrables amores
los últimos son de la tierra
todavía navegando más allá de las mañanas jóvenes
EL POCERO DE LAS MIRADAS
(1932)
I
hay horas, blancas pruebas
que se tragan las malditas
sobre la irreductible grieta
de una esperaznza completa
hay tantos sentidos al amanecer que se hunden
como si solo existiera un solo amanecer en este mundo
y solo fuese oscuridad
de una razón adornada por mil medusas
por sus claros resplandores o cenizas
revivirán los alientos olvidados
en un amanecer nuevamente desbordante
de duras verdades de rocas duras
y los amaneceres aplastados en la invisible sangre
de lana con respecto al hierro celoso
de un crecimiento tan pesado tan grave
que el día no resiste la risa que avanza
en el calor de la mortificación donde aún arde
la persistencia del vaso y se arroja y se esparce
el odioso tormento de la ola para ver sin reposo
sobre cada solitaria duna se suaviza la hoja jugosa
impotente por mucho querer demasiada espuma
nos deja la ausencia arrepentida de los sueños en plena actividad de cliente
sin rostro de volcán huyendo a cualquier hora
a cualquier rechazo destrozado sobre el dique de sol
II
al encuentro de las horas en la abolida proa
de las comprensiones entre los hombres – lo que fueron los orígenes
las palabras últimas se inmolan
de casa en casa – qué hicisteis de mi juventud
con estrías en dirección al sol sobre las puertas
de cascabeles y olas de sueño que libran sus peleas
en torno a la isla ardiente – qué hicisteis de las voces
que se ofrecieron en la carnal plenitud
de los osarios hirvientes y de las savias ávidas
de tormentas y calmas que proporciona el animal feroz
oculto en el pliegue más sutil de la frente marina
con melancolía humana
que tiende hacia la meta fugitiva – un delta de años-
y sacia su sed en sus terribles posibilidades
los griteríos de las aves
que hicisteis lucida mi juventud – el hierro en su ganga tiembla
y el yunque sordo en una cabeza dormida
en el abandono del rumor del bosque
cálida se funde en un eco adulto
y destila en tierra el sentido
ciclo cristalino a ras de destino
sordo de vacías resistencias de luces fabulosas
apiladas sobre las razones terrenales
para crecer el beneficio cruel
ningún agua rodeó país más fresco
como odio y risa desdeñosa en el umbral del ser
vuelo continuado del alba en alba a la más baja
imperceptible decadencia y familiar – de paso
esta el pájaro en el golfo rígido
al timón y chilla sálvese quien pueda
y no se mueve nadie la caída es vertiginosa
azufre cal ceniza saltamontes
tierra tierra pero solo hay olas hambrientas
y teclados de madera seca por todas partes por el viento
al oírse gemir la inútil supervivencia
entre los buenos y los malos tiempos levadura de las arrugas
y la socarronería del trabajo inherente de la temporada
en el reverso de la muerte palabra por palabra
removiendo masas apagadas
oscuros vigías
próximas al hambre las orillas
despedazan el aire
y los labios del sol han muerto
maduros contra una tierra adorada mi lejana y venenosa
III
la oscuridad cerrada sobre un día torcido
con la fuerza de ola
contenida por pútrida roca
hay plantas de risa
creciendo sobre un estiércol de demasiado dolor decepcionado
en reinas y acosos
hay frentes acuciantes
tras las murallas de pálidas cabezas
tras el cercado de países de hojas
que ofrecen viento a grandes puñados
y sangre al vencedor
sediento como tierra sulfurosa
hay razones hay peores
hay razones para dormir
por una media vida partida en pleno crecimiento
vida extorsionada sobre grandes carreteras de hierro
dormir de hierro
dormilón de domador de dormilón de contador
precios por dormir
mango de yunque
una gran señal en la frente
domesticando las volteretas de lana de los números
sin fin la blanda efervescencia de las nubes
adormecido de vida
en el centro donde las orillas son algas
y el mineral de sueño aglutinado en la orilla incandescente
trashumancia de huellas y dormilonas
alargadas en la punta de lengua de una dulzura crepuscular
entre las esterillas de tierra en el umbral de las vívidas comedias
cortan el fuego sobre un tronco de pesadas frentes
entronizado absurdo y solo
con el sudor de una soledad blanca – cada persona-
a fuerza de perpetuarse en sí misma
sin creer y sin miramientos
existen virutas de espuma que jalonan el trayecto de las durmientes
que hacen y rehacen incontables cristales
en la linde de los cuerpos
en silencio venas al pie de los candados
en cadencia de cascada donde se congelan imprecisos encantamientos
en el baremo de los sentidos y su deterioro de húmedo yeso
mejor que el grito en el seno de la ola
que amamanta la inconsciencia de los riesgos por los éxitos de las tierras
tanta silenciosa muerte entre vidas lentas
se pasa la época de las cerezas
para levantar el tono y el vino
vanamente adquirido en los bordes de los jugosos sueños
nos hemos calentado tanto con las voces terrosas
hasta la viña pesada más negruzca
en la esponjosa luz sin ruido
dentro de los huesos que los árboles dejan arrastrar por tierra
perder sus articulaciones vacías
y poblarse de ramas para alegría de los topos
al sol lenta ceguera
el tesoro absceso de tierra y fuego la
sangría sostener las riendas el laberinto
por la masacre dispersada a los vientos enemigos
la alegría cicatrizada de los videntes en su concha de gragea
como un poniente encarnado sobre una nube de tigre
la cabalgada alada en su surco de agonía
vivir en lo más profundo de la consciencia y del yugo
en la proa de sí mismo atento merodeador de vidas vagabundas
con los gastos de las mil enternecedoras inclinaciones
el final que se descompone de de una historia sin fin
perdido en la noche de alcohol se arruina
con ensoñaciones de masacre y de mitos
por habitante y por astro
IV
los establos de viento donde maúlla el bosque
y seca en la mejilla las horas de lágrimas
estropeadas por hierro agitaban ciegas energías
nada transcurre salvo la muerte
del origen helado en las vegetaciones exactas de los reyes de la carretera
que no habla de eso o se eleva
qué decís huéspedes de fuego
cambiando de mundos las horas de las lágrimas
en las mejillas de las puertas donde se ahogan los pasos
de aquellos que esperamos y que absorbe la densa tristeza
concentrada ante la oscura estancia
donde se apagan los espectros
y sangran los sueños
que niegan las miradas ajenas
crezco de su oscuridad y en ellos me apago
donde celosa vela la soledad y se mofa
a través de la cara cerrada de la ventana
alcanza las capas ahumadas
ampliamente parpadeantes de un mar de faros
y plantaciones por hombres mimadas
las ramas son alas donde termina la luz
se borran en nuestros arriates de labios las cartas del pasado
y las quejas burlonas de las plantas
pasaron tanto de socorro en socorro
las poblaciones de hiedra los anillos de escombros
febrilmente oh bella noche sorda
que aún resuena sobre la carretera
que su tumulto enciende el sueño
en medio incluso de sus perjuicios
y la sangre se derrama de las cumbres de soles
donde se alzan la duda y la noche
sobre un único rostro lívido para siempre
arrasada la primavera
quién sabe – cae mi cabeza
V
solo en una gran alma vi perderse tantas aventuras
en la inútil gama de luz
que orgullosa como la soledad oscureció el abismo dentro del color
universal que me lleva
es un alcohol vivido en la mirada
un áspero hormigueo de planetas
y el ancla agarrada al pecho
donde golpean los vientos por igual
acaso no era este el fruto radiante en el aire de algodón
las carreteras frenadas por los dientes del mar
y la melena al viento que llora
un nuevo astro apuntaba en la flora de la mano
una vida hecha de silencio profunda firmeza
hasta los límites de la tormenta
el recogimiento de los mares de banderas donde se mezclan las ciudades muertas por oleadas
sin el brillo de las ventanas sobre el cielo de tiburones
huid descuidos de memoria
donde gatean los caminos sordos
hacia cualquier callejón sin salida que resuena campanas
donde se tomó la corriente eléctrica
en su dulce significado de potencia y rectitud
es acaso generosa sobre los tejados desconocidos
quien se hunde más sorda que nunca
la nieve por constantes faltas de líneas
donde soñamos el mismo lado
y en el esqueleto desperdiciado
rebosan a la deriva florecimientos impunes
VI
el trote de las mulas a través de las clemátides
se agarra a los cuernos del fuego con la llamada nocturna
el serrín de las noches restregándose contra la gloria de los días
recoge en la oquedad de las montañas
lluvia trémula en las melancolías de perlina golondrina
porque el hombre no se consagra a las verdes praderas
ni al agua sabia que rodea de olvido al timonel
un encanto efímero
la amistad pasó rápidamente lúgubre
todo estaba allí para que ella estuviera allí con las nuevas cosechas de vértigos
quizás no estuviese suficientemente habitado por sí misma
y nada estaba en su lugar
quizás pensó demasiado en huir
cuando ninguna huida la habría liberado de su primera pasión
no son flores que enseñan aspectos
para coger o dejar
no son las hojas de nieve
no son las palabras que le harán abrir las trampas
y liberar los proverbios donde estuvo atrapado el invierno
en la médula de las joyas
llamar aún a las seducciones pusilánimes
quiero vivir con el recuerdo completo
acosando a los perros grietas enormes
agitando el saco lleno de cristalería rota
donde algún reflejo se rompe en falso
como el recorrido de los sucesos a través del humo
para escapar de él
algo vivo y algo muerto
dormido oh lectura de sí mismo
y hastiado de las piernas que me llevan
ni bastante rápìdo ni bastante lejos
abanicando pasado amontonado sobre la tarima
rompiendo los mástiles pésimos portadores de lejanos consejos
a las areolas de los pezones
por qué cantar
VII
en el horizonte flotan siempre las oraciones
de vida en desorden
el corcho es ciervo el ciervo es hoja
una mañana de joyas un vestido de manos
palpitantes que evitan la tierra
un rostro que se apresura por la noche
los problemas a la orilla
una luz que vaga sin conocerse
una mujer que la habita de mala gana
la nieve la cubre sobre cumbres prohibidas
una sola sombra la encuentra
una sola que la busca que no duda
del origen de las sombras
VIII
extrañas e inesperadas noticias llamaron a la puerta
al principio de la calle el trapecista jugaba a los dados
entrad dijo y la luz se hizo
llamad dijo en la puerta más lejana
lejanías aguas lejanas
más allá del nacimiento de las aguas
más lejos que la cresta donde se separan las aguas
y las muertas nos siguen hasta el umbral de cada puerta
entrad dijo y la luz se hizo
nadie había llamado
seguía siendo la soledad el relámpago que se derrite por dentro
y nada agotaba la amplia extensión de la cara de las orillas
las redescubrí enterradas sin voz
solitarias en el fondo de sus miradas de delicadas gritas
en el pozo frío solo queda por decir una palabra
que no encuentra el poder del juego
los ríos me siguen adonde yo ya no respondo de mi
mis pasos son capturados las respuestas contadas
ya no hay caricias en el aire de los ojos
excepto en tus ojos donde sangran los cuerpos
mujer de miradas prisioneras por las miradas de los otros
y las calles pasan como reinas donde mujeres siempre nuevas
a la luz del nido se cuentan
IX
el agua sube hasta sonreír
los párpados de las cosas donde se une un recuerdo violento
entornados sobre la lámpara del cuerpo
durante una mañana aterciopelada de jóvenes cuerpos
se asegura el pasto de las risas cobrizas
como en otras incoherencias labraron la carne
rodeada por fenómenos aéreos
el día de dolorosas ramificaciones de estrellas
se limpia la luminosa frente de zarzas
más abajo que la nieve que una memoria nutre
la cascada de los cuerpos de mujer y de azufre
la piel tibia de los nidos
con el olor siempre viciada a los amores atadas
una mujer que nace en cada remolino de enloquecida agua
X
el rumor de las fuentes herméticamente cerrado en la cabeza
una única piedra rueda desde siempre por la ladera
y recoge miradas de animales
tu estas siempre en el origen del sol que salta de alegría
cubierto de espuma te pasas la mano febril sobre el rostro de hierro
y otro sudor viene a engordar el pasado
gira mirada dócil de esclavitud gira sola – anzuelo-
no hay puerta ni de entrada ni de salida
ni muerte en los alrededores que vigile los trabajos
las vidas forzadas
todas las palabras son olvidadas ilimitadas
y la sombra ya no sabe donde anidar
de tanto silencio cegador
que pierde el sentido de su dolor de hoja pesada
como los pétalos en las cejas de fiebre inoculan la soledad
y la solución de barbarie surge entre los embates de la memoria
XI
demasiado tiempo sumergidos en la luz
los únicos en mezclarnos con los pulpos de los sueños
imbricados como alas mojadas
en el sudor de las débiles hojas de piel
en las grandes amaneceres de desconocidas y familiares camas
agarra con la mano unas barreras
el látigo que chasquea al viento de las dunas
una escalera de nubes se vierte sobre la ciudad decapitada
y en unos cubitos de hielo amargos los venenosos recuerdos
donde residen ojos y manos
culminación despiadada
y las bocas donde nuestras juventudes bebieron
únicos deseos acumulados en capas de imágenes
en ovillos adornados de terciopelo están los cerebros de los juguetes enemigos
que dejamos abandonados en los rincones de las habitaciones vacías y tibias
encontrar solo al alcance del ojo
las batallas del horror entre negras e incorpóreas alas
herederas de días anteriores resueltos
que dan vueltas en el aire hostil y desplegado encima de nuestras cabezas
con un confuso ruido de rozamiento contra un muro de indiferencia
XII
en la escarcha de la risa se deslizan noches alegres
los pájaros cubrieron el espacio hasta el blanco de los ojos
los lutos vivos se apilan al pie de la muralla
los senderos recorridos están pegados a mis costados
y vuelan con el viento -son las crines de los países rebeldes
los vasos están llenos – solo bebemos sombra
los gestos en libertad bajo la espuma de invierno
las olas saltan en las venas adultas
XIII
salvaje sin límites
rodeas las ramas de cada taciturno
de incorpóreas ninfas esponjosas
sobre el muro de camafeo
las plantas de las manos en las mejillas prominentes
llevan su silencio en la grupa los vendajes
pasa una sombra según deseas
turbulencia
polvo
fiera
en el trinquete ondeante de los mausoleos
las narices llenas de terror
los galones de la muerte ataron al imperio
unas demacradas e impetuosas invisibles
tu repites por la noche el modo de andar de la adolescencia
unas gotas transparentes en los absurdos de escarcha
esto no era la duela
ni la duda
ni la gavia
los labios rodeados por olas insuperables
destruyo lo que encuentro en el aparente recorrido
árbol de espadas
solo quedará el obstáculo de la tristeza de este mundo
del que no se escapa la conciencia ni se libera el escollo del recuerdo personificado
el incoherente asalto
al regreso de las llamas sobre la tierra insolente
la sangre en yermo bajo los pasos despedazados
XIV
así se mueven en orden de batalla
y vigilan en concierto inagotable
los abundantes frutos insertos en la grieta de la roca
donde la juventud vuelve sobre sus pasos
y no sabe soltar las amarras
las llamas amargas
ninguna evidencia detrás de mí
soplan los vientos a través de las caries de las canteras
regresan las plantas a las antiguas colmenas
y las olas de miedo
cada sombra acaso tallaría una rígida huella sobre la tierra
para que el hombre cayese otra vez sobre el inestable montón
el estrépito de piedras muertas
del que se alimenta su desnudez lastimera
en su boca crecen hojas
de su cuerpo se sacan tumbas
y el estremecimiento de luz y la víctima de noticias pendientes
que lloviznan entre los últimos restos de preguntas estrelladas
maduran en el palacio de los blancos senos
al niño que surge de un cuenco de luz
la luz quita la tristeza milenaria capa a capa
y el fuego huye de todo el sentido de su riqueza
va y viene herido por días mejores de cadenas
bajo la hoja todavía existe el invierno áspero para la luz
que rasca en una cerveza vacía y vacía los espejos de su luz
XV
se hizo una luz de rey
en la bahía con flores locas donde picotea el sueño
no ignoré la iluminación ardiente
que puede pensar la oscuridad
bajo el vestido de amor
una flor de acero
y toda la mirada tensa de la tempestad
llevando al desierto de los taciturnos el recuerdo del hinojo y del eneldo
los olores excesivos de pan recién hecho
son plantas amargas
imágenes jadeantes donde naufragan los recorridos humanos
y encorbado bajo los absurdos poderes de los mundos
un nudo en el hilo donde apenas sabemos avanzar
creemos dejar su vida tras de sí
y todavía existe una vida agazapada contra otra
las noches se empobrecen porque entregan a costa gestos de este mundo
senos sulfúreos de sus llamas encolerizadas
los lejanos dramas bajo montones de máscaras
todavía mordisquean las orillas dispersas
la luz desfigurada en las sienes
XVI
las puertas se abrieron sin ruido son alas
pesados páramos con los brazos extendidos
las estepas de hierro pasan por encima de los canales
salpicados de osamentas de caravanas perdidas en ruta
los cuerpos tendidos por carreteras cortadas
queman en la garganta de las frías muchedumbres
en el lecho del río yace una luz salvaje
y corta el aire con la proa de vidrio
madurar la mirada en la prisión de los mares
dormir en abundancia
guijarros entre los rayos nutricios
ningún dolor inicia las olas de labios
el tedio embarrancó en la playa de telas salvajes
y los relojes de arena de restos de sol
detienen la hora y la carreta
humo
línea
amarga
una multitud de impetuosos ríos llena la boca árida
ni el hombre encuentra al hombre
ni la barrera de piedra y los glaciares de hombres
desnudos no visitaron estos lugares son alas
las puertas se abrieron sin ruido
nadie temblará – un grito agobia a la lana incluso la existencia
y las malas pistas de trompetas
excavadoras de tormentas aún son alas
bajo las escamas de las raíces se revuelca un sol para buitres milenarios
suenan relámpagos en el cansancio de las aguas
XVII
labios y ojos recubrieron la hiedra
entre lo que muere
un cántaro con largos cabellos de luna
como nubes bajan hasta la base de la torre
estrangula el abismo
la piel delicada intangible que extiende la luna
sobre los cántaros acostados en una cama de colinas
y las mujeres se precipitan de mi cabeza con las antorchas de su recuerdo
hacia aguas más tranquilas y sus asas frágiles de sueño
la primavera llama a la puerta de los ríos
mujer tumbada en mi cabeza sobre una capa de fuego
mujer fresca con ojos de luna mujer
extendida entre las manos del mago
vibrante de alegría terror de las grutas los ojos en suspenso
por encima de la apariencia de las cosas
ardientes de esos lugares hasta ya no conocerse y violentos
la varita mágica
el agua fresca y el oro de los descansos completos
los desiertos están calcinados en el tonel de la cabeza
no había nada que decirse
las claras vistas de la llanura se ablandaban
sobre la línea del cielo donde podía perderte
y al cavar el sol en alguna parte dentro de mi cabeza
echábamos paladas de cielo en el hueco del verano
y la lenta turbulencia de las orillas de las lenguas
aún no escuchadas se abría camino en el aire
balbuceando dramas humanos
la risa de víctima con mil y una almas nuevas
no quise saber nada de un cuerpo demasiado nuevo
en las cenizas del día tejido de acero flexible
el cielo cedía bajo el peso de camas más puras
que el orden vivo desbordando por capas de tierra
XVIII
de un viejo dolor de una orilla apagada
de un remolino de sueño como de un pozo sin fondo
unos labios de la tierra unas noches que gritan a la muerte
unas cabezas que hilan con hilo de agua
al ras de la muerte
unas tierras que mordemos con dientes de relámpago
donde nos agarramos y no es bastante
unos luminosos regresos ya no encontramos sitio
bajo el césped de sol
removí el fondo de las sombras
va y viene el otoño abatido
que circula por la sangre ya no hay sitio
cauce inalcanzable la estrella la cabeza corren
sobre los manteles de las carreteras pueblos de constelaciones
las playas sordas al frío cenit es la marcha de un ser amado
es el alga unida al cuerpo que escapa de la fuente
y la eterna ondulación de la sonrisa hasta la lepra de las tormentas
la impaciencia por despertarse con el brillo del verano en su eco intenso
chorreando jirones de estrellas que se arrastran
en una polvareda de risas y una vegetación de luz densa
abre otra vez os ojos la cabeza esta llena de mundos
la risa apuñalada en el corazón
como la mirada se acaba por la fuerza de los brazos
y del viento y del silbido que remueve la dudosas representaciones
la impaciencia por agarrar cuando se escapa el aliento y la voz
la indestructible palabra que os atenaza
y las taciturnas infancias que emergen a la superficie
infatigables y os sobrecargan y arrastran al fondo poblado de mil triunfos
con dúctiles plantas migradoras donde se confunden lágrimas de alegría y dolor
y las que aún están por llegar sin motivo en el fervor
en la paz profunda de la sangre nocturna
o en el alba de carne radiante y de rumores impenetrables al sonreír
abre otra vez los ojos
las distancias se escaparán entre los dedos
se descubrirán las puertas
la orilla se acercará a unos labios de la tierra
incluso bajo la piedra de molino del sueño no habrá ya soledad
todo estará profundamente lleno con el olor a sol y a heno
las palabras cesarán cuando el secreto insaciable
que vive apartado de prados y cuerpos
habrá hecho callar a la desnudez de las palabras
cesarán las palabras – abre otra vez los ojos –
se sembrarán sus profundos sentidos
y el henar de las palabras se llenará de su sol
las sombras caerán en polvareda
XIX
ella vive sobre el ala delicada donde devanan las frágiles
fuerzas del abismo
ella no teme al fuego de las hojas brillantes
ni a los mechones de viento
ni al oro
de las profundas leyendas del descanso absoluto
es el rumor de las ciudades con remos de ojos de prados
abandonados en medio de los lagos
el desgarro atrozmente abrasador de los envoltorios de muros
la desolación de un césped demasiado verde demasiado desnudo
para que una imagen extraiga de allí el miedo
una silla de hierro colocada en su ojo
el verdor coagulado de las llaves del encantamiento
otra melena una cadena muerta
el imprevisible navío de aire
otro encanto al otro lado del fuego
solo una mirada nos dibuja la duna
a convenencia de los mares lentos y en calma
el deshollinador de las chimeneas con ansias de flores de plomo
crecidas en los alientos
en las cadenas de voces vibrantes
sobre los balcones de los glaciares podridos
las eternas brumas de moho y de leche
y las abejas – las abejas desatan los cordones del aire
los cristales son líquidos y las ventanas fluyen de este cuerpo de trigo
que se mueve bajo el globo
existe también la incandescencia de los tragos de alcohol
en el vaho de las bocas de metro
las marrullerías del impulso no alcanzaron las maderas
ni los dientes de los asientos entre puertas que entrechocan
hay sangre del hombre asesinado dentro del asesino
que brilla con transparencia de radiografía
el choque del sueño contra los pilares de sombra
puños rústicos de sombra
la inocencia de las crestas
cuando el fuego lame el eufrate de los locos y las flechas de esmeralda
el irreal balbuceo de los cóndores
de piedra para fusil
el calor de los frutos
los espejos de voz un día de caza
del jabalí en un valle desparramado de un país hambre
sed insomnio de troncos de contralto
brocados de espuma entre los oídos despiertos de las montañas
zumbido de labios flotando sobre la membrana tensa de un pìco a otro
por qué no tengo en la tormenta mis congresos amplios reinos
de días y vientos que babean en la noche del desierto
por qué no tengo yo nieve digital como el piano salpica breves rimas
en la aureola de la rueda de dinamo – hablo de los ojos
pienso en una nueva fuerza en el movimiento de los objetos en los ojos
y reavivo la llama de la hoguera – oh sequía
oh lluvia de mayo y de mijo – cálidas gargantas de juventud
los músculos estarán para siempre sujetos a la calle
y detrás de las puertas las mujeres amadas
para husmear solo el final de las magulladuras
– animadas inanimadas –
y para no moverse y no gritar
caminar sobre las puntas de las llamas de velas
la calderilla de las risas
todavía queda sol en el hocico de los gatos bigotudos
habrá aún sol sobre los vestidos y en los cabellos modelados en el campo
en la orilla de un arroyo cuya luz será de sangre
y serán de perdición la vegetación y el gusto
XX
las saetas andan al revés sobre la superficie irradiante
ella no llora de alegría ni oculta los ríos
que surgen entre campanas y maderas
en mil cabezas de baldosas con fuerzas de bielas
de palabras recuperadas en inflexiones gigantes de noches insulares
de pesadas maternidades de tormentas y nafta
y de bosques férreos con nuevos y majestuosos pechos
la risa que da a la costa
una única mujer de olas se rompe renacida para siempre
una voz desconocida de hilo de seda como parricida acaso no fue lo que para todos
voz muy conocida de un hilo de sangre continuada hasta lo carnal
aglomeración de estrellas y luchas amorosas
ella no esta edificada a la sombra de nuestros muros
ella vive de oscuridad igual que reír ya no vale la pena
ofrecerse a la camada de los vientos salvajes
los rizos de las rompientes y el desierto de los ojos
risa risa en andrajos risa como la mano
das vueltas a la playa alrededor del pivote de la luna dentro del mar
el libro abierto de los valles con los pechos desnudos anta las plagas de hielo
el abrigo incandescente de los arbustos inoportunos
y los enanos que dan saltitos en la voz de perlas de cristal
un día yo seguía a una mujer que se te parece
por una calle como tu semejante al día de hollín de ruidos
un día que temblaba en una pompa de jabón
seguía una calle que me adelantaba extrañamente lentamente
y en un acuario collares cortados de luz
seguían cambiados en pájaros a la mujer que yo seguía
ella no cambia no son sus pasos
solo ecos del azar de los reencuentros
darán reposo bajo la vegetación de alas de cohete
en cualquier momento movedizas destrozadas en todas las alegrías
no son terrores refrenados
no son vómitos de ataques de tos en las cascada
que alargará el tiempo de las ausencias
regulares donde te encuentro hombre marchito dentro de mí mismo
siempre en cuclillas borracho de fosforescencias
y la cabeza salvaje llena de pajaritos y la cabeza hangar desierto y la
cabeza en la trilla del centeno y las alarmas
aquí está el disparo a las horas los astros giran sobre sí mismos
y letras de fuego vienen a inscribirse en el costado de las algas
de nuevo la soledad me espera al final de los caminos de bronce
con dedos bastardos y temblorosos de vieja
para cardar a tientas el silencio que me vigila y me encadena
las cejas de las flores caen sobre las cejas de los ojos
y las viscosas dunas se contorsionan
frenar las carreteras descortezadas
es la hora de la negociación ente el cielo y la noche de turba
ya no sé donde pegar con la cabeza de dovela
los helechos acurrucadas bajo la axila de los callejones
todos los pájaros zozobran y los dogales
caen con las almendras muertas
son las amargas grietas de los viejos cuerpos de escombros
apiladas al azar del sueño que ramifican la tormenta
y los sitios peligrosos en las periferias de las cabezas en nidos de abejas
las peligrosas semanas de mirada primaveral
risa risa en andrajos risa de las manos
siempre sangrientas siempre renovadas