ÍNDICE

Introducción

AA EL ANTIFILÓSOFO

I.- Señor Aa el antifilósofo

II.- Prosélito con tiempo fijo

III.- Azúcar en polvo sabio / Tres cuentos

IV.- Alta costura

V.- Atrocidades de Arturo trompeta y hombre rana

VI.- Masacre portentosa

VII.-Arena

VIII.- Como un hombre

IX.- Místico doméstico

X.- Encerrado

XI.- Domador amable

XII.- Barcas al amanecer

XII.- Impuestos y ocasiones

XIII.- Velódromo con cebollas

XIV.- El señor Aa sometido al impuesto

XV-XX.- Pastillas de acero 1-2-3-4-5

XXI.- La virginidad beneficiosa y la recompensa del señor

XXII.- Cada ampolla contiene mi sistema nervioso

XXIII.- El enano en su cucurucho

XXIV.- Las compuertas del pensamiento

XXV.- Rayo tártaro

XXVI.- Petardos en caja

XXVII.- Hundimiento

XXVIII.- Nubes contrabandistas

XXIX.- Árbol con fusiles

XXX.- Tijeras de modos de actuar

XXXI.-Telares de juncos

XXXII.- Estimado Señor

XXXIII.- Mago curtido

XXXIV.- Mucha polvareda para nada

XXXV.- La petrificación del pan

XXXVI.- Con el gesto de milenarias

XXXVII.- Aleteo de narices

XXVIII.- Vi al hombre deshinchable

XXXIX.- Estimado amigo

XL.- Sentada en un confortable sillón

XLI.- Crecer en la sombra

XLII.- A los jugadores de viento

XLIII.- La corta oscuridad

MINUTOS PARA GIGANTES

EL DESESPERANTO

I.- Tierra balanda

II.- Harinera de medianoche

III.- Reflote de una noche de múltiple uso

IV.- Demandas judiciales de las sombras

V.- Pleno de miradas

VI.- Protegido del paisaje

VII.- Saber por qué

VIII-IX Cepillospara música militar

X.- Búhos sin cáscara

XI.- Residuos quiméricos

XII.- Ahora o nunca

XIII.- Sueños domesticados

XIV.- Estadio

XV.- Temporadas perdidas

XVI.- Guardianes de la obediencia

XVII.- Cavar en silencio total

XVIII.- Arándanos sonoros

XIX.- Para los ojos hermosos

XX.- Feriantes de brezo

XXI.- Las consciencias reprimidas

Retrato obra de Marcelino Sesé

INTRODUCCIÓN

El Anticabeza apareció en una primera edición en 1933 con un aguafuerte de Pablo Picasso. Posteriormente hubo una reedición de lujo en 1949 con aguafuertes de Ernst, Tanguy y Miró editada en tres volúmenes uno para cada parte de la obra. Estos textos en prosa fueron largamente elaborados, como por otra parte era típico en Tzara, durante dieciséis años, entre 1916 y 1932. Como obra en evolución, abarca por lo tanto desde época dada hasta el surrealismo, pasando por los años de transición.

Sueño y acción aparecen íntimamente unidos. Aa el antifilósofo – la doble a de dada – es, pues, pensamiento en continuo movimiento, expresado como una sola torrencial metáfora que se precipita en cascadas de un deshielo o como ardiente lava de un volcán en erupción. Esta primera parte se puede identificar con el período dadaista de Zúrich, algunos poemas fueron ya compuestos en el Cabaret Voltaire,

La segunda parte Minutos para gigantes es un modelo de transición pacífica desde el absurdo destructor dadaista al juego de libre ensoñación surrealista, que incluye un amplio poema-homenaje al poder evocador del pensamiento nocturno (Antes que la noche).

Por último en El Desesperanto confluyen el esplendor, ya en cierta decadencia del surrealismo, recordemos el fundamental ensayo sobre éste del 15 de Mayo de 1933 y, el período convulso en España, anterior al golpe de Estado de Franco, que derivó en la etapa de concienciación política y la militancia comunista de Tristan Tzara.

Grabado de Picaso en la primera edicion

SEÑOR AA EL ANTIFILÓSOFO

I

¡Capitán!

los bólidos, las fuerzas abiertas de la cascada nos amenazan, el nudo de las serpientes, el látigo de las cadenas, avanzan triunfalmente en los países contaminados por ira eterna;

¡Capitán!

todas las acusaciones de los animales vejados, a mordiscos encima de la cama, bostezan en rosetones de sangre, la lluvia de dientes de piedra y las manchas de excremento en las jaulas nos entierran en capas interminables como la nieve;

¡Capitán!

las luces del carbón que se convierten en foco, relámpago, insecto bajo tu mirada, escuadrones de alucinados, monstruos con ruedas, gritos de sonámbulos mecánicos, estómagos líquidos sobre unas repisas de plata, crueldades de flores carnívoras invadirán el día sencillo y rural y la película de tu sueño;

¡Capitán!

ten cuidado de los ojos azules.

II

PROSÉLITO CON PRECIO FIJO

Dada deja desplumar sus alas en forma de D – era su impulso literario y caluroso – y contrata por minúsculas cascadas stacatto el escenario del célebre Señor; según su petición : cómo podría multiplicar su vida en unas pocas páginas de un libro, solo existen dos géneros, dice él, el poema y el panfleto, por eso o prohibición de entrar en el fuego fatuo; terminados los registros con exactitud, o mejor :

Para desperdicios (resedas). Para desperdicios del apéndice cromo, que resiste a cualquier distancia, donde cada cual se convertiría en arrastracueros, esto es demasiado y los restos no me seducen en absoluto, en cuanto a la cuestión cualitativa, y esto es demasiado, realmente demasiado, ante la petición del célebre Señor Aa, cómo podría multiplicar su vida en unas pocas páginas de un libro.

Después de la solución del problema, el comienza a vivir en dos cestos, su piano a pedales de poeta que sonó y anunció el avance, comienza a vivir familiarmente la geografía de su construcción nerviosa.

Según su petición cómo podría multiplicar su aliento esquivo en unas cuantas páginas

el pálido ojo del segundo guacamayo

Dada habiendo sobrevivido al concepto vocal, inmensa y comprometedora señal de debilidad

tras la digna protesta

sesenta camellos

cuatrocientos caballos

trescientas pieles de cibelina

cinco pieles de armiño

tres pieles de gamo

cien pieles de zorros blanquigualdos

veinte pieles de zorro amarillo

cinco pieles de buey doradas

un pájaro enorme llamado en vida Tayo

cuatro hermosos fusiles.

III

AZÚCAR EN POLVO SABIO

Sonaba amarillo, revoltijo, de instrumentos quirúrgicos, rompía los hilos, la sangre del barco comercial fluía por canales especialmente construidos, almacenaje, olor a café (sur). Aa sale de su cama es profunda, hueco caja fuerte, perforado completamente por los mástiles de las pesadillas, párpados trémulos, mudo aplauso en el espectáculo de las llamas arrojadas entre líneas paralelas, estrechas, realmente afirmación demasiado ardiente desde arriba por simple coincidencia sulfurosa del choque exacto de las nubes (aquí las montañas se reflejan en el lago), el emparejamiento de las orillas no sería imposible en la aurora religión telefonía se resbala (esta guardería sirve de cenicero – Aa fue bautizado escarabajo de metal) entre cigarrillos y plumas de pitecántropo.

No avanza y no retrocede ante la súbita transformación del violoncelo en barca, sube al tranvía planetario, cristal desnudo en la taza, espera este azúcar precioso para las alegrías de las avalanchas a gran altitud, en el compartimento de los placeres privados que solo percibe por unos ligeros gestos que recuerdan al abanico, tos repetitiva, vapor puesto en su motor de gasolina de sangre humana (hace tanto frío) y se tapa doblemente abrigo de alas de insecto mimogrito en el bosque un bosque en marcha le deja en los aires una gran hoja de otoño del mayor cucurucho de la mecánica de las pirámides.

Aa solo tiene la cifra emoción – sus flores (emparejadas a 4), amores metálicos (cálculo infinitesimal), perro, densidad, nadando por encima de las velas de cera y de la química, construye su lenguaje en la mesa de multiplicación, también las canciones – juega al billar, colgado, fijos los pies linterna reloj múltiple a la fuga insectos horno, grito de un ojo verdecido por el polvo, caída de petróleo de sus arterias por la garganta la cabeza rueda en apariencia sobre la mesa de billar, gira en semi-círculos. los brazos son meros hilillos, los restos de Aa se agarran al techo – ya no queda nada en la sala de juego de un hotel equilibrio.

Astro – motor del calentador de verano, haz el luto cuadrado, tipográfico, suculentas sensaciones de la T.S.F. comunicando con el alma los insectos espiraloides con este fin – no solamente trágico,¡vaya! -hemisferio trópico de pájaro boreal plantado bajo la tierra maravillosa, farmacéutica, ¡vaya! La incomodidad de los entierros furtivos en coche, – final inimitable- en descanso vacacional, ¡vaya! – relámpago en el cristal,- alma compacta.

Por el objetivo de la boca del volcán me divierto destilando todo tipo de películas arqueológicas y las raíces de las aventuras astrales del futuro.

En la penumbra sin título, en la larga espera de viscosa menstruación del cráneo – algunas veces cúpula con sección de horizonte – clara porcelana, ¡Oh casto desequilibrio! – Aa cuenta ces

TRES CUENTOS

Yo vivía en el hotel, Hacía tres semanas. Pagué religiosamente las facturas. El lunes se cambian las sábanas de la cama. El martes pedí la factura. Pagada, hago las maletas. A las 11, me marché. Regreso a las 3 y 2o con otro equipaje. Tomo la misma habitación, pero en adelante me llamo únicamente Señor Paul Bourget.

Cuando abrí la colcha después de tres años, nos dimos cuenta de que había muerto por sugestión, porque no hay nada mas auténticamente irreparable que el cine en el manicomio. Digo esto para el instante de virilidad y para el eucalipto de la boca del revólver.

La altura termómetro-poética mayor que el espejismo cuando el calor nos pone pantalones de aureola probablemente.

IV

ALTA COSTURA

Enorme luz ilegítima que hunde el sol vientre bajo escaleras laterales – detective intracelular- me ahogo bajo la avalancha de los apocalipsis matutinos y el candor de los amplios abrigos cubre la colina sorda y abejorros grito grafito.

Inútil paseo por los congresos de las perfecciones – dónde están los buenos padres de afirmaciones constantes – en su mano colectiva pondré la pesadez de mis tópicos para encender lo superfluo de brazos y piernas.

Nómina de ingreso toda mi sangre e inteligencia gratis no quiero nada no quiero nada dejadme en paz ni gritar ni callarme ni desesperado ni química vulgaridad del absoluto pega la medicina de los felices cerca de los carteles frente al urinario que sea para hombres o para ratas es igual y yo os doy a cada uno veinte céntimos de propina.

A mí o a otro me absorbe el lenguaje sin adornos si es demasiado claro te comeré como sabes el hígado los pulmones en marcha jamás estuve enfermo porque cada palabra es mentira hasta dode presentaré célula a célula esta petaca si eso huele a petróleo es el domicilio de la eternidad y nunca iré allá abajo porque está demasiado limpia.

Los maxilares de las frases bien construidas sentido común en cualquier aspecto stop el color elástico o no soy libre puesto que soy el problema stop si soy simple no hay problema entonces stop entonces ¿reinicio si esto me divierte? me gusta el chocolate.

Del matraz uno analiza la boca de las ciudades y de aquí soy dentista de las estrellas poema simultáneo es muy fácil de aclarar la goma debajo de la lengua cito un poema de 1915:

“y todos los niños que hacen caca

allí donde en nuestra casa otros alojan amor y honor”

en dos cifras puedo ver el mundo incluso en una sola y puedo también verlo sin cifras por ejemplo cartucho.

Ver hace mala impresión a causa de los sonidos pero comprender es incómodo y el maniquí de cera no está rizado para comprender hay consecuencias está siempre limpio rizado estoy verdaderamente para conferencias daré conferencias escucharé todas las conferencias iré por todos los sitios de conferencias conferencias.

Agarrar las fibras de un insecto en el frasco tinta sin humanidad es pretencioso yo os agarro la mano atención sexual os da las gracias por vuestros deseos expectantes contabilizo sociedad de cartílagos contra reembolso se cuentan secretos de vida en el fondo es muy agradable o desagradable y concreto.

La mecánica del juego ardiente que quema arrastra sombras cuestión de estadística me da la razón peces del sur no saben nada esta bien o mal 17 de septiembre era el día y el rascacielos para soportar los gritos de anilina.

Frío pez frío pez la rueda de las ciudades la ruleta trozos de oro y de circunflejo flexible encontré el camino tu eres mi camino y la realidad two-step.

V

ATROCIDADES DE ARTURO TROMPETA Y HOMBRE RANA

En el lago de hidrógeno recogido en el sexo del sueño los cigarrillos chillan pajaritos corren tras el ritmo de los motores es decir ondulación aflautada.

Decorado : Bote de salvamento amarrado encima de la cama,

Palmeras,

Canapé rojo de estilo antiguo,

Maniquí de mimbre con disco de gramófono en la cabeza.

Aquí me muero, en el tercer estrato como digno hombre rana, toco el espejo y miro por principio o lánguidamente la boca del gramófono mudo.

Cada colega su broma y la totalidad de las bromas : literatura.

Cilindros sospechosos con sordina, superpuestos, visitan el mar – al menos tu mirada gran guardián de antílopes en el garaje repara la desgana en la cola, piano con vaselina pìanolina de peces con sencillo sistema antepecho.

Me gusta la sencillez por encima de todo. El esqueleto de las máquinas es inferior o superior al de los pitecántropos. Una idea puede encenderse como la luz eléctrica, secar como una venda y saltar como un determinado color verde que antaño mezclé con la sangre del colibrí y el caucho de las bicicletas a horcajadas sobre un hilo telegráfico. Series de postales sobre las ramas del nuevo sistema hombre o canción entre cuatro ojos.

La interrupción aquí del lenguaje de Aa que quería linchar, libar, abandonar y arrancar la filosofía, Mississipi, y la erupción de las vocales de una rosa situada en la nuca de Napoleón fijó la solapa grifo de los diafragmas, durante algunos instantes, sobre el final bien situado de la frase que nunca acabará.

VI

MASACRE PORTENTOSA

Levantarse bajo la manivela del acordeón, orquestación, fluctuación, cálculo de los desperdicios lentos, enfermos – cual garganta rígida, garaje de látigos sabios y paralelos y la estampida cerrada por paréntesis.

Novela policíaca, nariz artificial para iluminación rosa de día de fiesta, carteristas, impermeable, globos en las orillas de los lagos, biberones, tarde primaveral, las máquinas funcionan para el gran despertar que alaba el choque en cadena dios.

De Camboya llegado con su dogo, salido a 5 h 05, muerto a medianoche exacta.

La antena tiembla bajo la pantalla, cocina de los sábados meteorológicos, equipaje, sopa estelar en el huracán solemne resplandor.

Iluminación estridente DO mayor, proyecciones de hélices y polvo blanco en la botella llave de primer orden garantía para todas las maletas me divierto en el triángulo de hierro.

Etiqueta en la farmacia y confesión de la joven enamorada :

Amargura de las máquinas de coser nubes y estrellas apagadas en un vaso de agua

ángeles de carrusel azul grifo para los instintos

y la batuta suena sobre las mentiras de collares cascabeles y candados.

VII

ARENA

Bueno, bueno, dice el caramelo, de la boca de niño que era para él el caramelo. El silencio de la pequeña habitación era un grito para el gran silencio. El silencio me expresa su falta de confianza. Bueno, bueno dice mi silencio y huyó para siempre. Todo esto regresa a la punta de mi lengua. Con un poco de carbón. El acordeón se colocó encima de la mesa. Bueno, bueno, dije yo.

Fábula.

VIII

COMO UN HOMBRE

“Corroe los huesos de la lámpara eléctrica, engancha los caballos al sistema sideral, pesca con anzuelo;

dice Aa, breviario de hipótesis vivas.

El prepara en el complot del color Venecia el audaz cese de la lógica siglo.

¡Viento! ¡Viento!

La edad del primer personaje, calcinad al pueblo en azufre lentamente, calmadamente, consumid la flor de suelo, la llave de la risa del carburador, el viento subleva mar y tierra, viento de raza canina.

¡Viento! ¡Viento!

Todos los cerebros llevan aceite, olvidad tragad impurezas y necesidades, la llama oculta será vuestro alimento, cuerpos y fuego están entre sus manos.

¡Viento! ¡Viento!

El color fértil, el mar espacioso, ¡quién perseguirá la jerarquía de su producción? Estrelladas las cristalerías sobre el basalto de los tumores, en la boca del volcán se ha escondido un largo cometa. Lluvia de langostas, los salmos crecen en largas barbas de la boca del bárbaro, en otoño, otoño que ahoga los pozos, testigo indiscutible del temblor solar y en nuestros pies :

Cal, polvo, ceniza.

IX

MÍSTICO DOMÉSTICO

Tétrico coagulado es un medicamento como la conclusión holandesa de las lámparas eléctricas muro derrumbado sobre la cuerda madura interrumpe el carril y el toro es aquella evasión del ojo de la red conjuntivitis le sirvió de ejemplo conyugal ni serpiente ni peluquero puso todo su bien sobre el cochecito infantil y eso es todo es decir colocó su capital en torbellinos inversos iniciando la época de la bronquitis del exilio y del fonógrafo capaz y macabro.

X

ENCERRADO

Derramar la fina arena en el paréntesis abierto hacia el ojo lleno de negro el insecto verde duerme tiene un alma pequeña en el saco la cometa ve.

De perfil y de frente a la vez cortado por el cristal los animales la fábrica ¿qué idea matará mi cabeza mi general?

Cerillas papel donde ir iglesias cigarrillos por las noches noche gran sillón de lana sorda trompeta de cascada roja aporta luz en mi espalda suenan las 7 corredor estrecho ciérrate vibrar en escalas delgados insectos de agua blanca siempre luminosa pesada en los harapos silbar la antigua alegría grita la pirámide ¿de dónde sale el humo? – eléctrica muda estalla al fin sueño de porcelana y de madera.

Matraz transformado en vaso roto simetría y como el medicamento se convierte en plegaria con los bordes en zig zag el lago derramará en la torre de hierro cielo sus metales en pequeños organismos transparentes.

Muerdes la piedra desgarra el vientre los caminos traga la ceniza azul de los cereales.

Sopla sopla en tus ojos arena pegajosa y sonora.

XI

DOMADOR AMABLE

En la cacerola hirviendo de fox-trot : leve locura, – me inclino sobre el borde y soplo en el ventilador. Del yate surge el heliotropo a través de la sección trópica que cosquillea el lastre y las arrugas que quedan y se arrastran se alegran en el agua como Margot bajo los brazos.

En el violín se desarrolla cólera cuyo sentimiento en amplias huellas engrasadas con pez griega teme el crujido de las leyes de gravitación. Entonces escupo. Y mi grandeza llena de zumo azúcar la sala. Legatario universal de Marcel Prévost, tú tenías otro perfil. El resumía sus miradas en la petaca y recogía las etiquetas de cacao Van Hooten. Os reservo, visitantes, en tazas de Nyon, ruedas de minúsculos relojes, desmontados y sus resortes. La cita con la Gran- Rueda (4,15). Embriones colocados en vasos con cucharillas. Sacrilegio meteorológico. Pantalón. Huesos otoñales. Esto es lo que él esperaba para silbar en octavas la incandescencia logarítmica de la segunda aguja del voltímetro o la probabilidad del grito pensado en la aurora. Orinó frio por el grifo olímpico y los caramelos abiertos en el telescopio. Aa da vueltas en los cojines – pan en fabricación – sale con forma de huevo y se planta.

Planta roja que cosquillea con su nombre mi meninge. Planta en la planta útil. En el pliegue del diafragma oigo 100 sonidos, Y la luminosidad de los sentidos plantaciones de notas de arcilla con decorado fijo es cuestión de costumbre, ayer pequé, cuestión de oficio. En la pesca de zapatos de suicidados, Aa busca su jornada por encima de la locura precisa y neta y constata la banalidad matemática del hastío que le gusta.

Del hastío que le gusta matemática banalidad. Belleza.

Salpicaduras de pedos en la corola – su ojo ve en el interior del ventrílocuo, qué felicidad, Aa se mete bajo los puños de la prestidigitadora Primavera.

Eso es.

Y se purifica totalmente en el depósito general a granel.

Aquí las antenas queman la impaciencia de las oficinas telegr, los arañazos llaman a los escorpiones que regulan el lavado automático de los urinarios, envía gratuitamente cigarrillos a los que lo desean antes del suicidio, Brandy de Melocotón halo de tu mirada. Los escorpiones hundidos en los órganos se mueven allí libremente, los relojes anuncian la intoxicación, aquí están los santos que juegan al corro entre las cadenas y el salto que se prepara entre las modelos de los pintores, en los pabellones – ése es el hierro que amenaza con su caída líquida, granizo, dientes. Aquí está el remedio. Extra-fino.

Aquí está.

XII

BARCAS AL AMANECER

Nos maceramos en el circo relleno de ruedas dentadas y dónde solo existen ruedas dentadas, como el olor a yodo debajo de la epidermis de las tapicerías de taberna. Si el circo es pequeño y ácido despertador (recoger las cavatinas excesivas) y la carpa es transparente (mi tía se acuclilla en el trapecio), el salto vital se denomina Pensamiento.

Cada rueda presume de sus rasgos faciales, su expansión giratoria, la regularidad o la coquetería lúcidas cantan la forma en que asombran a la velocidad, etc. Los deseos de las ruedas, las especialidades de los centros, desgarran el cerebro y rompen sistemáticamente los espejos, penetran en los pasillos y provocan en la mayoría de las ocasiones y por la sangre mala característica, el constipado cuyas desagradables consecuencias conocemos.

Los colegiales evitan las enfermedades de este tipo (elegía, oda) que proceden de la dilatación de alguna rueda que me ruboriza citar aquí.

Es necesario no solamente que la máquina funcione correctamente, sino sobre todo que los finales de las palabras se unan unos a otros en los pasajes desapercibidos y que la aclimatación de las horas llegue a ser, en los frágiles oídos, enfermedad de altura gramatical, mazurka de colibrís en pilas eléctricas, prepara la mezcla permanente y regresará el mastodonte a vuestro mundo con los aullidos aromáticos de zorros intangibles.

XIII

IMPUESTOS Y OCASIONES

El invento desde que la iglesia sin siervo tiene miedo y las ratas llevan también sable candelabro y casco los esqueletos se mecen cuando el ventrílocuo recita la marsellesa y el rico monseñor posee el rebaño de elefantes la traducción y la velada impasible el compraba caballos verdes muy necesarios para la amargura que sabemos no es transportable sino dañina para la concentración bordado y natural como los crujidos de los peces eléctricos en el agua cuando los caballos pasan las palabras crepitan con placeres de caballo verde y cloroformo.

XIV

VELÓDROMO CON CEBOLLAS

El matrimonio ⅓ es también un resultado de la vida marítima como el final de frase aquí y opaca la flor meneada la cola se le ponen ventosas con luces eléctricas él cree en la inviolabilidad de las negaciones válidas para un mes y es pues muy amable (*)

El teléfono nos permanece fiel como un perro impecable dice el dadaísta él bala bala las cortinas tragan la luz de las calles Aa envía express todo esto para la exposición de las colonias el mundo normal el mío fosfato el tribunal es un ataque conyugal entre la polvareda la manivela la manifestación y los equipajes de granos de migraña jabón lunar y aperitivos beneficio adoptaron un nuevo hijo virgen y lo escondieron en el piano garaje.

Aún queda el cáncer de la luz roja del pasillo.

y la mandíbula con guirnaldas de uñas espera al enano al tren y al conejo

El señor Aa espera el correo el aplauso civil del atentado criminal y perpetuo.

(*) y extremadamente simpático.

XV

EL SEÑOR AA SOMETIDO AL IMPUESTO

Debido a que es paralelo y gira, dice el fotógrafo tan pronto como las promesas botánicas asumieron los yo me suicido e infame tú me traicionaste porque el siempre resolvió mediante mi cuenta y mi cerebro la comida húmeda y la hora inodora de la partida pero nosotros solo éramos un órgano extraño llamado azul azul y la torre limpia de carteles como el avestruz se envolvía con cojines de aire esto no era ya un secreto que ella se acostaba con una mujer gorda en una caja doble con inscripción cristalería y dos minaretes dijo como el péndulo y el reglamento con doble efectivo dice tragándose el revestimiento de este gran pájaro cómo se llama dice hospital de nuestras noches pero he aquí al final de los colores vi a nuestro señor y de repente el jardín zoológico se introdujo de contrabando en el boletín bursátil sin pagar las contribuciones al consolador.

XVI

PASTILLAS DE ACERO

I

los pies desnudos dijeron a la neurastenia : falsos bigotes de avestruz marca americana

el pájaro frío dice al monóculo : boca sin labios me suicido

y el cubista dice al cubista : yo inventé el rasca-misnistro y soy el jefe

el jefe llama al jefe : jefe.

XVII

PASTILLAS DE ACERO

2

sin yo yo os vendo el 1

2 habla de 3 viento

tu arrastras píldoras de joyas 4

igual que 5 el oso viejo baila sobre 7 la playa

cómo 6 compresa maniobra

señor 8 perdón princesa compresa 9

pero a las 10 razón hace falta un estilista

dice saliendo de su por qué quien 11 les cargó 12 13 14

en aduana 15

XVIII

PASTILLAS DE ACERO

3

el ángel dice al viento reptil : precipítate

y los testigos de las volteretas del whisky por episodios

y el aficionada a ángeles concienzudo al compositor :

sí sí

XIX

PASTILLAS DE ACERO

4

Alrededor del lago los sapos juegan a las cartas en la serrería hay un instrumento de silencio que produce aureolas y una anemia atmosférica dos cerillas resplandecen y sirven a los lobos de ojos chocolate fresco y bromuro para las industrias discretas el atardecer convaleciente de la noche dispone de una enorme decoración de emperador colgada en el puente prostituida de alarma de los sábados mecánicos qué pide la serpiente por su forma y avanza y se derrumba y no grita exige el precio.

XX

PASTILLAS DE ACERO

5

amor pequeña estación en una pequeña oreja

felicidad en la cáscara

quiero mi certificado

convertirse azote del observatorio

quién estimula al antifilósofo

quién es incendiario

el pecado de precio no se fija

la verdad de repetición y el gran corazón no se captan

la boca en otoño lento de intenciones sospechosas

yo esperaba yo nadaba

XXI

LA VIRGINIDAD BENEFICIOSA Y LA RECOMPENSA DEL SEÑOR

Se abre la maleta, las inutilidades del último año, las últimas juventudes, sobre los transportines de las jaulas, la primavera sin edad regresa en el mercado mirándose dentro de la boca con los mismos dientes, el mismo cristal de iniciales llenas.

De repente, los dos caballeros se detuvieron, uno frente al otro, el otro de perfil al primero, miradas furtivas.

Melena en circuito cerrado de virgen, glóbulo de nervio tímido, felicidad de los encerrados. Y en los patios de internados lo que nos queda por saber.

Los dos caballeros llevaban la barba acicalada.

En la cerradura, dientes preparados para morder. La muerte en el bolsillo, la llave en el bolsillo, la llave tenía un ojo vivo y ágil, Señor Aa comenzó a sospechar le acababa de terminar el suyo, qué pesada intoxicación en nuestra botella.

Los dos caballeros intercambiaron palabras amargas sobre la humanidad y sus hipótesis. La reja alrededor de su lenguaje era estrecha, la amargura pobre. No se tensó ni un músculo. No hizo ruido porque las hojas, los árboles, la hierba y los granos llevaban guantes de lana.

– «Costumbre y pulcritud. El hombre siembra el grito entre hombres. Cualquier frase presentada con «esto es» al final se emplea con afán de lucro. La vida se muerde los labios, se usa alfombra. Las manicuras preparan las uñas para la muerte.”

El Sr. Aa continuaba dictando. Los dos caballeros no sabían nada al respecto. Y continuaban su paseo como el mismo sabor a azúcar que nunca cambia su lenta vibración en el nervio de la lengua – agradecimiento por los cara a cara anulados.

Los dos señores regresaban a sus casas porque vivían en el mismo hotel.

XXII

CADA AMPOLLA CONTIENE MI SISTEMA NERVIOSO

Levántate la falda y muerde la sierra la sierra de vinagre recuerdo y película de hueso martillado con desesperación llega el lobo que robó el cordero asado su esqueleto todavía decora el pecho harto de oro de las dos aldeas y el cerebro permaneció como corazón del lago que nadie come ni come ni come ni abraza ni abraza ni abraza ni cree ni cree ni juzga ni juzga ni juzga ni roba ni bebe ni bebe ni diseca ni diseca ni diseca.

XXIII

EL ENANO EN SU CUCURUCHO

Quién me llama en el agujero acolchado por granos de tela, yo contesto tierra abierta, capas endurecidas de paciencia inquebrantable, mandíbula del suelo.

La mano que nos tiende la nube alcanza al ojo con todos mis respetuosos sentimientos. Quién me llama eres tú si soy yo eres tú sí eres tú, el llevaba cascabeles de baile en la solapa. Yo soy entonces el milímetro piensa él porque no soy el viajante de los tubos con frases piensa él porque no soy el ojo del tren de la bruja de papel piensa él porque no soy el milímetro de caballo árabe piensa él y algunas ramas de carbón me balanceo simétrico y toco con la aguja el sonido de las paredes de la pagoda.

Ante estas palabras, la Inglesa se puso a gritar : al violador, al violador, El árbol viajaba de incógnito. Se sentó a la mesa con un aspecto muy avergonzado. La Inglesa acababa su jornada con espasmos exagerados, flautas indignadas, ultimatums a la vida, vivisecciones de voces. Nadie frunció el ceño sobre su placer. El otro, el que mencioné en el capítulo anterior que tenía un paraguas en vez de cabeza y se parecía por su estructura a un sillón, (un hombre auténtico, poned dentro cualquier cosa) cantaba :

XXIV

LAS COMPUERTAS DEL PENSAMIENTO

Un aterrador grito de cristal se precipita sobre el tablero de ajedrez como el otoño. No molestéis os ruego la redondez de mi medio-lenguaje. Invertebrado.

Una tarde de calma la belleza. Una muchacha joven como el riego transformó el oculto camino del pantano.

Tratado de lenguaje.

Cuando el lobo no teme a la hoja yo languidezco.

Y en cuanto al vuelo de negligencia en cuclillas.

Yo me, descomponiendo el horror, muy tarde.

El cansancio se acuerda de haber depositado el paquete sobre la blancura de la hora.

Tal vez el diente privado. Comprender el paseo de los adjetivos en la boca de trabajo.

Los Espartanos colocaban sus palabras sobre la colina para que los zorros comieran y arrancaran sus entrañas. Pasó un fotógrafo. Me dijo ¿cómo os atrevéis a galopar sobre los campos reservados a la sintaxis? La palabra, le digo, tiene cincuenta pisos, es un rasca-dios. Era verdad, porque el fotógrafo era solo un parásito de la compañía general de picores.

XXV

RAYO TÁRTARO

Hagan juego silbad la aguja por los cuernos del buey ceniza la lluvia a lo largo de hierbas secas bigotes de qué transporte de materias combustibles cosquillean al final de la estación, preguntó X con la amplitud de las fibras para comunicación. Devora el trueno hinchado de sobresaltos de rueda mal engrasada.

La perra sabe la hora que es en la dentadura de su perro exceptuado el acto de debilidad preciosa para los cuidados del crecimiento de caballo y de clavo

esto se llama rayo.

XXVI

PETARDOS EN CAJA

El cascabel de un perro se entretiene sobre una puñeta, corta la nariz de los que huelen la comida en masturbación.

Se come a los hombres cuando tienen en sus cabezas caramelos pelados, microbios y golosinas rascan la piel de sus cerebros, llaman idea al esperma obtenido mediante métodos sencillos.

Cuando se frotan sus cabezas, un timbre melancólico tiene diarrea en el cráneo del Señor Saturno.

El caníbal llega en una línea reciente con un enorme machete de hierro en las manos, con dientes con ruedas, con una escoba, con dos piedras de molino, con ácidos oscuros y fuertes para destruir todo lo que digiere. Todo lo que continúa la palabra, el color, la felicidad, es una digestión mortuoria y científica : la discusión, la masturbación, la explicación, la exasperación.

El envía submarinistas hinchados en el vientre del Señor Cormon (encontramos ahí propaganda para el color de ojos azul, la palidez de las tulipas en las orillas del mar cubista y la materia grisácea de las pútridas miradas, peces ennegrecidos, piedras de la locura),

atajos

adversario

disponible

régimen

costumbre

diputado

pronósticos

profundamente

mercados.

El baño con ácido gástrico se come el papel, no busquéis nada en un cuadro : tema y medio son lo mismo. El cuadro dada es una ducha universal con agua roja. La naturaleza es lo que sale de los dedos y de la mirada, libremente, tiene un número de teléfono y un apartamento en el Campo de Marzo como la amistad y la conversación filtrada por la red del tejido cerebral.

El arte es un poeta con las costillas rotas, destroza todos los huesos y las rosas de cristal, el arte es una venda y un libro de Oscar Wilde, el arte es el arte de los artistas, el arte de ser educado con los acontecimientos cotidianos, susceptible en sociedad, un cerdo dentro de su cocina.

En todas las cajas craneales hay líneas puras y y una expresión de geografía al sol, no existe ningún secreto para notarlas, la sencillez se llama Dada, sus movimientos destruyen y matan instantáneamente, abre la luz para algunos hombres que mirarán y sabrán que no encontrarán nada. En una bombilla – un fragmento de vidrio desinfectado – se os ofrece como maldad y bondad como una declaración en la aduana sobre un abeto de solapa sabiduría eterna.

XXVII

HUNDIMIENTO

Boum, boum, boum, desnudó su carne cuando las ranas mojadas comenzaron a arder, puse el caballo con piel de la serpiente en la fuente ahora dependeremos de mis amigos y es muy interesante las jirafas de los mordiscos sobre el mármol vals macabro.

Domingo : dos elefantes periódico de Ginebra en el restaurante el telegrafista asesina el retrato del emperador.

La conserje me engañó vendió el apartamento que yo había alquilado en la iglesia después de misa el pecador dijo a la condesa : adiós Matilde.

El tren arrastra el humo como la huida de un animal herido con las tripas aplastadas pobre animal.

Alrededor del faro gira la aureola de pájaros azulados a medias luces que atornillan la distancia de los barcos mientras los arcángeles se purgan y los pájaros aceleran la menstruación por medios artificiales y ocultos.

Oh querido es tan difícil la calle se escapa con mi equipaje a través de la ciudad el metro mezcla su cine con Jamaica la proa de os adoro amarra en el casino del sicomoro.

En los nervios de los peces existe la vibración dada, da, da, repite el instrumento inexacto catarata e inodoro.

XXVIII

NUBES CONTRABANDISTAS

La melena exuberante de la imaginación rodea su cabeza magníficamente, bajo el peso y la amenaza, unas ideas en turnos de barajas. La suerte es ingeniosa, la cucharilla da vueltas incansablemente en la taza. Perchero del Evangelio y su diminuta cabeza deja crecer la barba en fermentos de cocodrilos olvidados : la memoria.

Torreones torreones y sus trazados calcáreos.

La hierba de los ojos de lluvia.

Abriéndose con demasiada frecuencia, trompeta y tambor, a las crisis de lo desconocido. El tren que sale lleva medias de seda, y filigranas de los andamiajes. Antes antes está disponible para combinaciones de la memoria. Cortando transversalmente el luto de los labios, él. La siguiente parada es una bonita boda. El matrimonio ha sellado el amor el amor ha descarrilado fácilmente, eso es todo.

El alma es necesaria, el acento de la cabeza, cuando la opinión impermeable juega con el éxito de las naciones. Incansable y habiendo acariciado las sinuosas plantaciones de la palma de su mano. «No sé leer, no sé escribir, no sé pensar. En la silla ojo de raya. No sé hacer el amor no sé respirar. Pero yo yo. Yo sé yo. En cuanto al tenso ronroneo de tu excitación verbal. No sé decir la verdad. No sé digerir. Deseable perdiste el miedo, camisa de tu vista, miopía fresca y descosida en superfino. Baile en las gradas. Bailo sobre el graderío. No conozco grandeza. Proyectados en la sombra del rostro, damos sombra a los pájaros.» ¿Quién no se volvería loco al comer sombra de pájaros?

XXIX

ÁRBOL CON FUSILES

Bajo la lupa de aumento estrella un insecto higiénico sirve de tapón en la boca del metro. Sentado en un tubo de hiero fundido pájaro noche invita a los transeúntes al Dada. Así se explica este paisaje que aún no tenía título. Una cinta transportadora lo llevó a su acuarium de campaña salubre donde hizo todo lo que se oye, toca, ve.

Con una película de hormiga automóvil y una planta alpina que sirve de metrónomo para la fuente, puso en movimiento el reloj de pared.

Ha disecado un depósito de materia nerviosa y ha vertido al canal, una tras otra, las medidas del fox-trot cascada sable granizo.

Dada es tan inteligente tan poco inteligente como los animales domésticos, los microbios calientes necesarios para el organismo, la agricultura cardíaca y la cría razonada de muebles cómodos.

Las delicias químicas de los fertilizantes estéticos, las fatigas de los automóviles que amplían la voz, los árboles que crecen en la frente de los cíclopes mareados y los fosfatos hinchan nuestra pelota cerebral.

Nos volvemos cada vez más nocturnos y hacemos una reja de tijeras a nuestro alrededor.

Unos dibujos y unas palabras, solo se filtra el viento en relaciones cotidianas : pastillas ligeras de menta colocadas en cada articulación, unidas a la retina, perforan una página de materia gris, nacional y pesada, para qué y por qué.

El dice en este momento de pensamiento ridículo, en este momento de acción absurda, solo hay diversión. Una cascada presupuesto monopolio se llama vida y nos empuja a escucharla, nos oímos mercancía rueda que anda sobre el sitio desde la impresión de la primera célula. Empleamos la cirugía crítica para la rueda a saltos de antílope, las orejas arden bajo el roce de intrigas.

El continúa divirtiéndose.

Dada se va con las agrupaciones matemáticas y forma cuarteles en cilindros cejas y bigotes.

Dada se se alimenta de pegamento, de flores de sellos de correos, de guijarros, de hojas de afeitar, de zozobra y de cebollas.

Un monstruo con lengua de pelos en un cuerpo de gramófono inteligente y una regadera en lugar del sexo fecunda hombres y campos que la ven pasar.

El poema es la respuesta al por qué de la lluvia en jaula y el dibujo el porqué del crimen.

Cuando los nervios salen por las uñas y dejan rastros, el ojo alcanza el zinc y el porqué ve.

El Sr. Aa, el antifilósofo, tiene un taller de alta costura, dice :

Un motor pasó lo llevó dentro de las nubes

una planta carnívora rasca la espalda de Dada que nada

Dada es la felicidad con cáscara

y nosotros los dadaistas hemos salido cocidos de sus huevos.

XXX

TIJERAS DE MODOS DE ACTUAR

Cuando el pan, un loro, el peine en la cabeza, aprende a caminar sobre los platos de un oso polar, la nieve ya no cubre las montañas cubiertas de nieve y de malas acciones trepadoras, peces de nubes en las plantas.

La sierra enmarca los retratos de los santos y los guijarros son más pesados sobre los sentimientos de nuestra mirada agresiva. Qué horror, exclama el Sr. Aa, se extiende y escasea entre las horas en que el candor de los animales estampa sellos de grisú mediante disparos audaces pero seguros de los héroes de calendarios. Los pelos magnéticos de las tijeras cosquillean las uñas de mis dedos flecos. Existe oscuridad en todo consentimiento, el objeto en el hombre es más fuerte que el hombre, en la botella que se vacía, la manipulación inexplicable nos saca los ojos con la estrella de piedra y de aceitoso cerebro. Este vendaje siempre me ha parecido perfectamente inútil. Si doy vacío al vacío, avellanas a las cigarras normales, niebla a los cohetes iguales y tranquilizados por el deporte, ventanas a las catástrofes legales, los juegos colgados de las fortificaciones al destino, la grandeza únicamente puede crecer, exploro la aglomeración que precedió a la geografía, la uva de la posibilidad cuando el cerebro era tan sólo gas.

Así tritura la llave unos dientes y el cuerpo en el centro. La viva corbata del camino. Solo podría ser una familia próspera que buscara un cadáver temprano. Algunas balas perdidas se multiplican en los espejos, reproducen recuerdos atávicos de habilidades nupciales. En el barco anuncio, el servicio de cuidados paternos está regulado con la ayuda de postes indicadores. Las vacas lamen fósiles que se vuelven preciosos – ¿no creéis que esto circula por la sangre ¿Y que cada glóbulo es un huevo vivo con cola, fuerza e instinto?

Sin cejas, la boca no podría funcionar; lejos de aquí pasan pechos de méritos galantes, crisis agrícolas, saludos vagabundos, bolardos, embrollos y conquistas.

XXXI

TELARES DE JUNCOS

En el autobús de ruedas difíciles En el autobús de ruedas difíciles, la música incrementa el aburrimiento de los corazones de goma. Envuelto con el ruido del humo. Amor – narices abiertas al azar. ¿Quién hubiese creído que en la blancura de la colada, una gota de sello de correos significase el abrazo emocionante no controlado por la memoria? Experta lavandera, la memoria une las épocas. ¿Quién hace latir las sienes con toque de retirada de trompeta? El marinero. Cristal con cabellos alborotados, la amargura oxida nuestros mayores placeres, insecto. Cristal con ojos demacrados, cabellos alborotados, la amargura, oxida nuestros mayores placeres. Cristal con ojos demacrados, la amargura de los cabellos alborotados oxida nuestros placeres, insectos. Cristal de cabellos demacrados – la amargura oxida nuestros placeres – los insectos también tienen corazones, sienes y ruidos. Cristal de los más bellos placeres, amargura en los cabellos cansados (enmohecidos). Cristal con ojos demacrados, cabellos demacrados por el viento, amargura con latidos de insecto oxidado, su tambor. Cristal de corazones, sienes y ruidos, la amargura oxida el tambor de los insectos. Cristal de insecto con ojos demacrados, la amargura en los cabellos enredados oxida la amargura en los ojos demacrados de nuestros más bellos deseos de corazón, sien y ruido. Cristal con los deseos más bellos, la amargura oxida corazones, sienes y ruidos. Cristal demacrado, la amargura oxida el más hermoso insecto : el ángel. Cristal de amor y amargura, el blanco de ángel es exacto. Aquí hay amor, amargura, cristal, blanco, ángel y exactitud.

XXXII

-Estimado Señor,

La cobardía conoce su orden, nosotros llevamos dentro del túetano de los huesos el peso del miedo. Los nervios del océano son los raíles del viento y del calor. Sus luchas dejan las huellas digitales de las islas y los dientes solitarios de las rocas. Alrededor de la casa de heno, unas gotas de insectos caen en la transparencia de seda y la fosforescencia de los frutos atrae granos de nube. Las nubes llevan pájaros con grifos.

-Estimado Señor,

No sin intención el Señor Aa había descubierto la feliz complicidad del estómago. El inventario de su depósito cerebral dura desde su adolescencia, el resultado es nulo, sin aleación. Es mate mediante juego de luces.

Ahora abre su tienda de campaña – un paraguas encima del pulmón – y la abundante melena del aire que aspira.

-Estimado Señor,

Los miriñaques se llenan de medusas hechas de copos de noche. Los miriñaques atormentan a los niños. Estos yacen en la hierba. Los geranios siguen en pie. Suspendidas de las ramas de los árboles, vemos sillas y un ave de rapiña. Este pájaro no extiende sus alas, silba. El más pequeño de los niños, acostado sobre una alfombra persa, sostiene un mapamundi del tamaño de un huevo encima de la frente de su vecino de la derecha. Este vecino es su propio hermano. Todos están asombrados y cariñosos.

-Estimado Señor,

Al acercarse la última hora de la vida cotidiana, noté, durante mucho tiempo, la incomodidad fijada por la colectividad anónima en una palabra, y el significado sentimental que oculta, tierra y olores bajo el nido y el huevo.

Unas palabras se convierten en conclusiones enemigas, inmediatamente pronunciadas, adquieren una existencia que actúa directamente sobre la célula y la circulación de la sangre. Aparte de su insondable sonoridad, establecida como base de una lógica de mercado y compromiso, nada puede dar fe de su verdadera virtud como el gozo que tengo al hacerlas manipular. Y aún más. La realidad solo es una conclusión explícita.

Nada puede ser efectivo. Siempre debemos desviarnos. Anudando palabras a una frase, llego fácilmente al final. Siempre encuentro allí un resultado. Tras no importa qué frase. El resultado y la frase son transportados por la menor objeción animal. Otorgarles un valor es un signo de vulgaridad; habría que atenuar el resultado antes de acabar la frase y no poner puntos siguiendo las necesidades gramaticales. La sintaxis es algebráica y nos servimos de logaritmos para calcular su sutileza.

-Estimado Señor,

Ante la invasión líquida, un día de violento verano, ente su luminosidad, el gas color de momia desarrolla su daño. Yo viví sobre unos zancos entre las hojas muertas y el ronroneo de sus pasos. ¿Existen mayores voces que los caminos en el balanceo de las ramas? El extraño gorjeo de una nueva sangre nos acompaña en estos trámites que los incrédulos denominan muerte, dulces ocupaciones de libertad y arroyuelos.

XXXIII

MAGO CURTIDO

Catarata pulcritud el metal corta trozos de carne viva en mi ojo y si tengo un teléfono en las vías respiratorias es para hablar familiarmente de amor con el amor.

La electricidad del color en una garganta de lámpara constante

se constata por su propia dirección y ve

bebe la renovación de la atmósfera

sin esfuerzo se forma un alfabeto nuevo : lo inmediato.

Buscamos amigos y otras cosas tan criticadas en las vocaciones gramaticales de los equilibristas en frascos.

XXXIV

MUCHA POLVAREDA PARA NADA

La habitación estaba llena de muebles disparatados. Un día que había salido por la tarde, me extrañó que se me hiciera esperar dos o tres minutos en la puerta. El Señor Aa estaba sentado encima de una caja. Ella me rogó, riendo, permanecer sin preocuparme. La caja estaba repleta de objetos preciosos. Ella me contestó que no me había oído llamar a la puerta. Entró el juez de instrucción. Oh, Dios exclamé, lloras, mi querido Aa, estás angustiado hasta el punto de llorar y no me cuentas una sola palabra de tus problemas. Las personas que seguían al juez vigilaban la puerta de entrada. Este pensamiento también me inspiró. El juez de instrucción era joven. Yo no podía distinguir si era amor o compasión, aunque me pareció que era un sentimiento suave y lánguido que funcionaba en su rostro como un gusano de fuego. El juez tocó todos los objetos y comprobó su estabilidad. Me senté a la mesa con un aire muy alegre, pero a la luz de una vela que estaba entre mí y él, creí ver la tristeza en su rostro y en los ojos de mi querido amigo el juez de instrucción. Se inclinaba muy a menudo pero no hablaba. La ayuda del cielo se unió a mis satisfacciones. Jalonaba el lugar de polvo silencioso y circunscribió así el peligro. El juez daba órdenes. Estas órdenes me parecían lúgubres como los brillos inversos de la galantería festiva. Me dijo que después de descubrir que lo había engañado, y que me había ido con el Señor Aa, el se había montado a caballo para seguirme, que había llegado a Saint-Denis media hora más tarde de mi partida, que estando muy seguro de que me había detenido en París, había pasado seis semanas buscándome inútilmente y que al fin un día había reconocido al Señor Aa en la Comedia petulante, que estaba allí con un vestido tan espléndido que había imaginado que debía esta fortuna a un nuevo golpe de chatarra extinguida cuyo extracto habría llenado el capazo de fuego paliativo. Tiró de los cuerdas. Cada dos días. Formé allí arriba un sistema de vida pacífica y portátil. Sabemos que el juez era severo. Caballero infeliz vas entonces a perder todo lo que aún amas. Tres veces al día. Perdonad si termino en pocas palabras una historia que me mata. Un gato olvidado por la compañía de mudanzas surge de un jarrón de porcelana y sale la justicia solemnemente. Perdonad nuevamente si termino en pocas palabras una historia que me mata. Pero el acuario pancreático de los riñones y las vocales emprende la travesía del desierto en veleros; ¿quién satisfará entonces las botellas de saludos comprimidos, los conservatorios, las destilerías de asco gástrico y los bolsillos abiertos diseminados a lo largo, completamente a lo largo del Missouri con flores?

XXXV

LA PETRIFICACIÓN DEL PAN

Frotar su piel y dilatar los poros hasta que veamos allí grietas de lágrimas y restos de comida. Ampliadas en el sueño de la infancia, veo muy de cerca las migajas secas de pan y el polvo entre las fibras de madera dura al sol. Para el beso del cumpleaños, el viento envía a su prometida, un tierno saludo de fufandas que palpan su carne bien nutrida. Y ante la iglesia nevada, el anciano se va oblicuamente dilatado a la medida de su mancha negra e intensa. El drama está escrito en un pergamino que sirve como nube y de saco a estos tipos de acontecimientos con encaje. Quien no ha sentido, cuando la alegría lo hace ligero, a su amada que viene de lejos, posarse en la palma de su mano, no conoce las sutilezas de las sílabas del tiempo que se derriten en la boca. Cubierto con todo el polvo del oscuro destino, el violín se va, llevándose a su músico, el violín se va, llevándose a su músico, el violín se va, llevándose a su músico, el sabor a caramelo en el ojo del perro, la canción se va por los raíles del tren, el violín cubierto con el polvo del destino oscuro en el ojo del tren, en los raíles de la canción, en el caramelo del ojo.

Así él recoge, con manos enormes, la historia atormentada del mundo, en la mesa redonda del mundo, mientras de su boca vuelan unos pájaros silbando y los acentos circunflejos tapan las botellas en la tienda de las vocales donde agitamos pañuelos entre cálculos de probabilidades y sueños.

XXXVI

Con el gesto de milenarias declamaciones, la sombra se soltó de la sombra, desde allá donde el corazón se protege a la sombra de los años. Una calle pasaba ante su ventana abierta, una calle madrugadora que iba a la ciudad a hacer las compras, arrastrando tras ella mil ruidos de vajilla dentro de las tripas de los vehículos, los comerciantes de ropa, pájaros, de ensalada y de cuatro estaciones. Yo también vendo temporadas. Vendo frío, calor, frío-calor y calor-frío. Pero no se trata de eso. Esto es : la sombra al soltarse de la sombra provocó una declaración, cuyas más mínimas inflexiones podrían haber alcanzado muchos haces de nervios sensibles que con unos delicados dedos, atados a una cuerda, llevamos al interior de uno mismo. Unas influencias ocultas se sienten entre unos haces diferentes que comienzan a oscilar y, a pesar de la terquedad de cada individuo para seguir siendo lo que es, insuperable, insoluble, duro, rígido, lúgubre, unas atracciones de naturaleza subversiva han ocurrido varias veces entre diferentes sexos, resultando la mezcla por el canal de la boca del contenido de sus cráneos galantes.

Frente a los escaparates de los almacenes, desfilan las carnes gastadas. Sus ancianos propietarios examinan con interés los últimos avances en la ciencia que serían capaces de retenerlos en su lugar aproximado al lado de los huesos correspondientes. Ha pasado mucho tiempo desde que algunos predominios de sus cuerpos han perdido su razón de existir. Pero los anuncios ensalzan la belleza del lenguaje en unas frases tan correctas que las experiencias más frías se agitan con ademanes de arañas.

XXXVII

ALETEO DE NARICES

Cuando los ojos se desorbitan, la corbata de las ramas estrangula el follaje inglés que lleva sombrero alto, guantes blancos y zapatos acharolados de clorofila cordial.

Cómo, dijo mi amigo, no crees en la vida de los paralelos aunque se prolonguen y renueven. El final de sinfonía es difícil, la música solo puede terminar entrecortada por pequeñas piezas y volviendo a empezar con trozos dulces.

– Es una pena, dijo nuevamente, nunca sabremos si es el viento quien mueve la hoja de hierba o si es la hierba la que mueve el viento. Poner la hierba en un lugar sin viento, yo no creo ni en el buen sentido ni en la paradoja. Mi llanura no tiene viento, no tiene hierba, no hay lugares, no hay moscas. Vivir sin sobresaltos, sin avanzar y de buen humor sin tormentas falsas. Mi llanura ama el aburrimiento y los colores equívocos, los caminos bisexuales; mi llanura se parece a todas las llanuras y los hombres a todos los hombres, en nombre de dios, no hay felicidad, la vida continúa como sucede, la única felicidad es conocer el aburrimiento, los falsos insectos poéticos están encerrados en la torre de chocolate en la montaña de Zaratustra, son genios con sus secretarias, bajan dos veces diarias a la ciudad para telefonear al impresor y medir el resultado de su política en la escala del orgullo animal. Mi querido Tzara, abandonemos pureza e impureza, inteligencia y espíritu parisino, el Instituto y España, así como a todos los españoles muertos, vivos, anarquistas o pieles rojas, todas esas tonterías frías o cínicas que existen o solo existen en los grandes cerebros en función del estómago. El cerebro acaparador no es más que un langostino que ha quedado en la bullabesa y pretende ser un emperador. Era una magnífica bullabesa con orquesta e impresiones de viaje.

Cómo estás como yo ya voy bien resucito al viento no importa donde cómo estás me dijo mi amigo yo voy bien quieres fuego dijo el pájaro rizado sirve como entrecejo al crepúsculo florecido por tan bella música dijo cómo estás como ya voy bien resucito al viento no importa donde cómo estás me dijo mi amigo yo voy bien quieres fuego dijo.

XXXVIII

VI AL HOMBRE DESINCHABLE

En el patio lleno de cansancio, dos hombres duermen, unas pastillas de horas difíciles en el reloj de la literatura humana. Un carro, unas tablas, unos muebles, huelen a madera joven y resina. ¿Por qué estamos sentados en un sillón observando cómo desciende del sueño a la muerte? Siempre salimos por la escalera de servicio. La muerte tiene el color del plomo, sus bigotes caen como alas de pájaros mundanos. Caen los brazos. El pecho pesa. Los músculos de las piernas son de gelatina. Todo está hinchado con un aliento condenado. Y esta masa de tela y carne habitual se atornilla en espiral hacia el centro de gravedad que la llama. Su compañero es fuerte. El no entiende. Intenta colocarlo en una silla. Para no estar al lado de un cadáver. El no entiende nada. El otro cae siempre. El es terco. Se pone furioso. Solo ve la tranquilidad del equilibrio. Esto dura como el curso normal de una enfermedad. Están sentados uno al lado del otro en unas sillas y duermen. El sol. Se despiertan. Primero el hombre desinchable. Y se rasca la cabeza donde pululan nerviosismos animales.

XXXIX

ESTIMADO AMIGO

A pesar de la chacona con radios de las orquídeas llagas sin palabras, cómo es posible que de nuestros días de armiño el resto de nuestros tragaluces con que iluminamos a dios basados en unas esposas de tierra abrazar los colores y que del jugo de las frentes fruncidas nazcan redes rizadas en veraneos en la noche de fresas arrugadas y la extirpación de las sandalias de los caminos viscosos qué pregunta el qué pregunta el incorporado el qué pregunta el qué no te dije entonces el niñito pegajoso repleto de maniquíes con crines de obscenas manipulaciones obscenas y de maniquíes cada hora sale de un tren desde el origen de la hora donde está el origen del delito patente está en el origen de la hora es inodoro incoloro se pone puñetazos en lugar de corbatas y unos pabellones secos le sirven de alimento ella tiene vivas congelaciones solares cuando hace frío es un hermoso combate en la ratonera de de la cama deshecha es así como paja la marsopa y la fe no tiene más escama más carburador si así os gusta apresurad el chillido el juicio final está en la puerta maldita ya sea la bahía desde donde la salvación se derrama sobre los frutos dispersos de los satélites en el umbral de las frentes el infierno se dedica a la lucha y el último último el pecho se resquebraja y la noche se derrumba sobre nuestro fin sobre nuestra oscuridad la liberada y luego es el silencio de goma que comienza y que en sí mismo ya lleva otro ruido por más silencioso.

XL

Sentada en un confortable sillón, la palabra se fuma enormes insinuaciones. Durante mucho tiempo agitada en la lavadora del cráneo, su sabor se extinguió y la cálida dureza de sus vértebras se disolvió dentro del peso de la neblina diaria. La fatiga inconsolable empaña el resplandor de sus dientes en los múltiples bolsillos del desorden. Y enganchada por los tentáculos habituales a los hastíos gramaticales, su aliento agonizante no podría impedir a las horas abrigarse con el abrigo del moho y del aburrimiento.

En ausencia de la frescura del lenguaje, el inventa una taquigrafía del sentimiento. Su alfabeto solo tiene, del espejismo, la fuerza milagrosa que empuja las nubes hacia los contornos galantes, saca las lenguas con fuegos distintos, da vueltas en extrañas circunferencias dentro de las piedras. Y desciframos la historia nuclear que en cada variación contiene la inmensa imagen del mundo tan fácilmente como su espíritu señala las rastros de su paso por la página.

En la cuerda extendida de proa a popa, el arco del viento se ejercita con chácharas innumerables. De estas solfas gimnásticas se componen fábulas misteriosas que solo pueden concebirse con la ayuda de los ombligos de pájaros

XLI

CRECER A LA SOMBRA

Algunos señoritos blanqueados con cal, trotando con los pobres cuidados de cascabeles tragados con avidez, se dan a conocer al crepúsculo parricida mediante la rápida marcha con la que cortan las sábanas de las carreteras del rayo de verdor que arroja sus números sobre la extrañeza de los corazones que resisten. Pero ahora que bruscamente detenidos por cualquier relámpago insecticida que cruza el pensamiento de un solo golpe, y lo mata, sus exiguos pantalones los abandonan, como un par de senderos la autopista, con toda la dulzura del aire y, movidos por un único secreto, estos atrevidos pantalones individualistas, se dedican a continuar el camino por su propio deber y por su dura iniciativa. Estos son los caballeros cuyas nalgas de la cara no conocen las noches reservadas para las mujeres solteras, compartimentos donde las miradas se apoltronan en los prados; independientemente de lo que piensen los pensadores, las maletas olisquean el bienestar de las personas y se alejan desdeñosamente, prefiriendo las dificultades de las montañas a las avalanchas de sonidos precipitados, mucho más peligrosos que los que envuelven nieves eternas y van a colocarse en la sala donde los pasos han perdido su razón y su tren de vida que es también el de la desilusión.

Pero, volvamos a los dos caballeros : se llaman al Sr. Cahin y Sr. Çaha.

– Me alegro mucho, dice el primero.

– Así las estériles regiones alpinas solo producirán alpinistas, dice el primero.

– Me halagáis, dice el primero.

– No os disgustéis, dice el primero.

– Entonces, las razones de ser de las nubes se han movido, dice el primero, y aunque el bordado no se mueve menos, dice el primero, quien alimenta a su hombre bien se conoce, dice el primero, y yo me conozco allí, allí huyo de mi mismo nombre, dice el segundo, que se haga cortar la cabeza en el aserradero de cabezas si no sabe analizar cuerda y sonido, el reloj salvaje muestra sus dientes, dice el primero.

Luego, estos dos caballeros, que en realidad eran tres, si hemos de contar los pantalones del primero que ya mencionamos anteriormente y que, mientras tanto, habían crecido y alcanzado la altura de un alma de bien, sumándose a varias escuelas gastroliterarias mediante el hilo del pensamiento a través del oído de la bodega, entrechocando vasos de sueños vacíos, vasos siameses, infinitas hermanas de su propia y sincera bola de aire, el estómago carnoso, se desenroscaron, fémur a fémur, falange a falange y, sacando los últimos candados, se fueron con total seguridad, con todos los ángeles, dedicados a la quincallería, al paraíso de los entre-melómanos.

XLII

A LOS JUGADORES DE VIENTO

Una cura de origen del mundo, un vértigo de confesión que come la lepra geográfica del muro, un flotador de amor que sirve de neumático en estos malos caminos del mundo y el disparador de la boca del volcán que registra la tos celestial

– sobre nosotros experimentamos los pinchazos subcutáneos de esta luz de India llena de gárgaras, mimosas y cabezas invisibles. Cara o cruz. Se arraiga un viejo rostro femenino complicado como una tetera. No quise arrancarme de los dedos la ilusión que se dedicaban. Yo le digo. Pero el cerco nublado de los cristales, su vacuna doble a escala contra el verano y el hierro, el disfraz de los crustáceos en hortensias lavables, los dolores mensuales de estas flores falsas que navegan solo sobre decepciones con hélices, sobre decepciones de velas con espuma roja, sobre orejas de árboles, sobre rojos desahogos de palabras, sobre omóplatos de cristal, las filas de bombines que determinan las fronteras de los países sólidos, el crescendo del rojo en los raíles donde se descarga en veneno y explota la excesivamente rápida combustión, el corte vertical en un pastel con capas de pisos llenas de camisería geológicas, donde está la sal que se eleva en la innumerable cabeza alada, flor mofletuda y de fruición envuelta bajo la funda estival, preservada como los muslos de las monjas durante las grandes vacaciones larvarias, donde la estrella, absceso de candado, sirve de silbato al agente celestial de la brigada de circulación y a pesar del embotellamiento en el corazón de la llamada que nos arrastra muy lejos al centro de los nudos y las disputas, al corazón del agua, orgulloso es el ojo que nos sostiene y, algodonoso, el humo que se escapa bostezando.

Y esto es.

En el depósito de las confidencias donde los cefalópodos y los guantes de crines se debaten amargamente, girando guirnaldas y albornoces al aire líquido de alguna variante esponjosa de nostalgia – grito húmedo – discreta contracción de tierra en el borde de una arruga campestre, qué crisis navegable hace funcionar el relincho en el mapa del capullo, qué anónima rabia mueve las bicicletas en los cubiletes, qué calvicie del alma destruye las demoníacas regiones de nuestras juventudes y qué queréis queréis que por ejemplo queréis mejor vale pasarme el ejemplo o no queréis vale mejor queréis y sois completamente amable no más que queréis tanto va la ternera por ejemplo al agua queréis por ejemplo ir al agua o la ternera queréis queréis dormiros o morir o queréis dormir por ejemplo dormir.

XLIII

La oscuridad corta. A la pajita más corta. Desnudo como paja. ¿No os he visto ya en algún sitio?

Por haber querido ver demasiado, Olvidado en él mismo. Un paraguas cuando llueve, Por haber querido llover. Por haber querido. Risa mítica. Cordero. En el cruce del contrapunto. ¿No os he visto ya en algún sitio?

La última palabra incurable. La última palabra va en cabeza. Sobre la cabeza. De la cabeza a los pies. ¡Oh! ¡salarios! ¡Oh! ¡despeinados! Y el miedo a. Con los pies en la cabeza. Culos con plomo. Cabezas de pedestal. ¡Los incógnitos! Dejadnos reír. Risa en paquetes. En júbilo. Montones de idilios. Asiento de risa. Donde rezan las camellas orinan las serpientes.

No durará mucho. Los corazones dicen alegría. Darse tiempo. Y hará feliz tu corazón. No, no y no. ¿No os he visto ya en algún sitio?

Primero fue el no. ¿No os he visto ya en algún sitio? Fue un no lleno de árboles, De extravíos. De certificados. Un no espeso e inquieto. Al principio fue un problema de no. Un profeta cotorreando. Un pequeñito profeta de nada. Para nada. Un dolor de cabeza Casi un problema mental. Una verdadero problema. Un problema más. Un problema de familia. Seamos buenos con los problemas mentales. ¡Seamos justos! No concentrarse en los problemas. Los problemas se encargan de su propia policía. Y el ejército de problemas, ¡qué ejército! Toda una mitología. Todo cabeza y nada más que cabeza. Un problema sin pies. Y el problema del problema. De cuerpo entero, tamaño natural. Los problemas y sus necesidades naturales. Así es como hacemos un problema. De la nada. Tanto en una cosa como en otra existe problema y problema. El problema libera, procedencia mejor. Podemos recomendarlo en cualquier tesitura. Prosperidad, seguridad. problema por aquí, problema por allá. ¡Oh! ¡las alegrías del amor! ¡Qué placer tan excesivo! Los clientes son terroríficos. Incluso bajo la piel de locomotora. Los problemas son grandes. Son bonitos. Su sabor no tiene ni ni no tiene. ¿No hay otros problemas para juzgar los problemas? Inmolemos los sinsabores. Al carenado. Las mujeres más obesas del mundo, por ejemplo, también problemas. ¡Oh! hombre como te amo, criminal en las horas perdidas, insignificante por demasiadas circunstancias, dueño de la locura y de la calma, todopoderoso en la cabeza y los músculos, no creas en una emoción vana, todo puede servir, nada se pierde, que nadie abandone este corredor donde se abolió el pensamiento y el éxtasis sobreexcitado acompaña muy de cerca a la tormenta, todavía mira una vez antes de acostarte en tu sueño o de lavar el pensamiento de tus manos, como un pensamiento lava a otro y los dos juntos sacan a la pajita más corta a la enamorada en el estiércol, mira, digo, antes de creer, porque entonces tu cabeza también será certificada como tantas otras, mira, son los problemas de papa que vienen con tambor y estilográficas en hordas indestructibles, con terquedad de pulgas en la cabeza de colonia y charanga, como plagas y lluvias, toda la indecencia, toda la indiferencia, toda tristeza, nada como la tierra, ¡y el laberinto se pone en marcha con sus bisagras de pústulas en gavillas de máscaras y de gases de marchas militares! ¿Quién está preparado para los problemas? Muramos por los pajarillos.

XLIV

OBRERO DE JIRAFAS

Cuando él se hizo escarbar en sí mismo, al pie de una pared desnuda, entre gritos de pastores y cuando se recubrió con una tierra espumosa al mejor postor, a la más dulce y lúcida embriaguez, en una cuna de estaño, una fruta de invierno bajo su pelusa incandescente, el sol levantó una vez más uno de sus innumerables párpados, apenas perceptible a simple vista, ya que era materia desnuda y viuda de cualquier esperanza, el párpado de este día entre los demás, de este día único como los demás, en la cadena de canguilones, cuya peldaño rodante de tambores trepamos, de escalera sin fin, donde no se trampea la orden a seguir ni se puede regresar ya, la decrépita marcha del tambor, huyeron tan rápidamente los fantasmas anteriores que, tenso como el arco en la salpicadura de los riesgos, muchas veces, él avanzó unas fibras musculares alrededor del poste imaginario para quedarse allí, un día más o un minuto, un segundo, gritando con toda la insatisfacción, de este instante que no se llegaba a saciar, y cuantas deudas quedaron en el universo fugaz, ruidoso, enredadas en fracasos impredecibles, diseminadas entre los audaces, invisibles a cualquier sufrimiento, porque el devorador de harapos y recuerdos no tiene ni conocimiento ni fracasos, ni competencia para saber y ver; cuando él se hizo escarbar en sí mismo, ese día malabarista de espejos y de loros incansables para burlar la clara apariencia de voz y conocimiento, aquel incluso que se encarna en la cabaña del desarrollo para su propia lucha y bajo cada techo encuentra la confianza y la jarra de agua fresca, fresca de vidrio, o, más lejos de su frontera, el sable vengador, la risa estruendosa como una tormenta, las pesadas barras y las pérfidas lanzas traicioneras, las calumnias, los desvanecimientos de luces para siempre insuficientes, ese día de cuerno de la abundancia se hizo un gran silencio de ofrenda a algún rico simulador de gestos y las cañas doblaron la columna vertebral como promesa de servidumbre, y la luz siempre era lúcida y sólido su toque de diana – ¿no había ya escuchado tantas veces de relevo en relevo, de campamento de tambores en la jungla a campamento de estrellas en lo invisible? – ese día fue fácil para los silbidos agudos tan contaminado estaba el aire que caminamos sobre oráculos y ojos plantados en las piedras, salía una confesión quejumbrosa, pero irónica al mismo tiempo, flamantemente nueva, como la sangre se inscribía al principio de la lista y los áloes llevaban enormes arañas en su copa en cuya altitud habían soñado consumirse otras voluptuosidades, entre apareamientos de brisas, a la vista de tantas nubes indecentes, estériles y de aspecto perfectamente metálico, ese día de confusión, de virus diurno, de niño jugando de día con el pulso, ese día tan hermético y viperino como tañido de campana, al siguiente, envidiaba la piel del oso y jugaba con sus palabras como una motocicleta, ese día incansable de reversos de medallas, una adivina en el origen de la mandolina, ese día de obesa clientela que relinchaba y maldecía en la palma de la estepa, extraño gong para este cáliz, tan pronto como vio el agrupamiento de todas las buenas conciencias, se metió el césped en su bolsillo y el sollozo de la debilidad pululaba como una motocicleta epidémica, ese día malabarista de muchas religiosas, perturbador de taxis en la adversidad cósmica, flagelando el orden alcalino, avivando las nubes de águilas que se habían coagulado después de una noche peligrosamente profunda, ese día de bicicletas peinado con corales, tapado tras el escenario, alegre, como ese globo que hizo asomar de su éxtasis toda una primavera de senos, hierba cruel para la crisis de amor, ahora famosa, ¡oh velocidad! ese día, cuando él se hizo enterrar en sí mismo al pie sutil de una pared lúcida donde las plantas simulaban crecimientos de dinero y los cuernos de antílope ya no conocían barrera, tanto va la sepultura al bálsamo que al final pasa desapercibida, ese día de conejos acostándose, de sol aficionado, de ovejas frioleras,, se hizo un gran mar de absenta en una frente desconocida. Protector de letras y artes. La torre era asesinada y el día representado. La frioleras ovejas con sarna se aislaban en parcelas de mar.

Obras de Joan Miró para la edición de lujo de 1949

MEDIAS NOCHES PARA GIGANTES

I

La marcha más ligera debido al atractivo de los nuevos pasos, el aire sin aliento, entre las hileras de dientes que roen las carreteras, las hojas arrugadas. Entre las miles de piedras que se apresuran hacia tierra de para en par abierta, cogí una al azar, un fruto del hierro y de la goma subterránea. Ahora está encima de mi mesa. La toco con la punta de los dedos, como una descarga eléctrica en la periferia de un corazón. Una franja de impasibilidad sólida, una boca de cabeza de muerto. El ojo no pudo cerrar sus párpados en las venas metálicas. Hay plantas e historias en el interior. Un campesino adinerado que iba al mercado un día se dio cuenta en su trayecto repentinamente pesado que el aire negro y vigoroso de la muerte se adueñaba de su hálito oscurecido. Se creyó acosado por bandidos y ocultó su bolsa bajo una piedra del camino. Unos pasos más allá, tenso y fulminado, arrastrado por el viento verdoso, cayó al precipicio. El olvido y su raíz se incrustaron en la piedra. Ésta creció en la caída.

¿Es la piedra con la que el niño cazó a los pájaros? Los pájaros picotean la hierba con sus colas desnudas.

Quizás se la lanzó al idiota del pueblo. Tal vez la recogió.

El huevo de un animal con entrañas de hierro, fibras de carbón, un cordón de nervios muertos, lavado por una memoria de colores imprecisos, pequeñas chispas percibidas en los raros rayos adecuados.

Cuando la arteria se frota contra la arteria, cuando los ríos se desbordan y se unen con otros ríos, cuando el hombre se confía a otro hombre por la senda de las virtudes y la moderación, cuando un disparo de pistola abandona el puerto por la conclusión de un pacto recíproco y decisivo, el cielo repentinamente inmovilizado por nubes paralíticas se cubre el rostro con desprecio – desaparece su maquillaje y fluye con las desgraciadas muchachas de los bulevares. El cielo transcurre sobre los bulevares con ese gran sombrero que llamamos llorona, como una muchacha desgraciada gotea y fluye a lo largo de los bulevares, esas calles que llamamos lloronas como muchachas desgraciadas.

¿Pero hacia qué verdad química nos empuja de golpe el tambor del cielo redoblando, como granos de sal arrojados en los reversos de los vestidos de vegetales que florecen admirablemente?

II

El diminuto equilibrista en el fondo de mi habitación cuyo cuerpo está retenido por un surco de aire fugaz me recuerda la historia de la muñeca desnuda a través del pudor del tiempo. Era una noche gris en el campo. Era un día gris en el campo. La diferencia entre un gris y otro señalaba el día y la semana. El color se agitaba como una cometa de pájaros en un guante de piel sueca – que era niña empapada en otoño, niña delgada y acabada por el otoño – vida envuelta en una capa pesada e inestable por cansancio.

Fija tras el cristal de una ventana y los ojos regulados por la pequeña geometría del horizonte, así fluye la sombra del asesino, a lo largo de la pared, a través del filtro del follaje. Inmóvil, la cabeza encierra una rueda de lotería vertiginosa. El látigo acosa a los animales. Las sondas dolorosas. Las ondas de frescura, a veces. El abismo con episodios, el pedernal que rasca la piel, la velocidad de la fiebre que empuja el juego de bolos, la pelota que sube a la garganta, angustiosa, las garras que se incrustan en el pecho, el crucero que se separa ligeramente y se aleja en un espejo donde todavía querría mirarse con pesar y alivio. Todos los días, día humilde y noche humilde comienzan y terminan día pobre y noche pobre. El día se mezcla con la noche, ya no nos devoramos, ya no nos rompemos, ya no nos rasgamos, nos hemos mezclado con la palidez. Los ojos rapaces, la voz comprimida en un abrigo de caricias, los pilares del pasillo provocan en abanico la frialdad de una antigua tragedia. Levantado en pequeños destellos secretos, con labios temblorosos y vacilantes de llamas de velas para bendecir el agua fresca con un resplandor anónimo.

III

El ciclón había puesto el anzuelo en el ojo del jorobado; el jorobado en la colina, la joroba era el ojo del paisaje. El tren pasaba delante de la casa, plancha de la lencería de lujo de las grandes vegetaciones; el viento azotaba la vegetación en fichas de biblioteca con ruidos del aparato Morse. ¿Qué se veía en la cortina de enfrente extendida como un hermoso horizonte de encajes y cúmulos? Una cabra rápida abriendo el túnel del vacío que respira sus zigzags de buena voluntad. No exageremos nada. Tu tienes miedo. La tormenta pasará. Las vibraciones eléctricas que tus senos en relieve comunican con sinceras miradas de la piel, hermosa chica del acuario, nunca iluminarán lo que piensas en la tarde de verano, el aburrimiento zumbando en tus oídos. Tengo casilleros, botellas vacías, páginas en blanco en mi cerebro trastienda de imprenta que puedes llenar con postes indicadores. Si quieres colocar unas conchas, vivo en monograma abrazado dentro de mi cerebro. Variaciones de fiebre para cubrir, con palabras e imágenes, el ruido que nos supera.

Pensad, mis queridos niños, lo que os espera: ni fortuna, ni ahorros, ni bienes inmobiliarios.

El tenedor del relámpago ahora vagaba encima de la pequeña ciudad y buscaba su casa. Ella la levantará, se aniquilará; nosotros perdimos nuestras cabezas con tanto ruido. La indecisión nos golpeó con chispas angustiosas. Pensaba en arterias, única palabra que podía formular claramente en la visión fugaz de una placa anatómica colgada en jirones en cualquier clavo abandonado por mi fantasía. En las ventanas, la luz hacía señales cabalísticas para restaurar el significado fallido de mi estado desenfrenado.

Envueltos en la sombra de la habitación, poníamos en funcionamiento los juguetes de nuestros sentimientos. Entre tú y yo, nuestra seguridad. Voy a desnudarte con calma. Es la temporada de emigraciones lentas, el ojo blanco, la melena de cintas al viento. Pero el viento soplaba muy fuerte, era joven y los árboles atravesaban su fuerza. El embudo de la memoria, los viajes y las vacaciones

IV

Mi agotamiento nervioso y arbóreo se desarrolló en procesos de refinamiento haciendo brillar sus ramas a la luz refrescante y animada de las cosas. Adornada de respiraciones refinadas, la bailarina se perdía entre la bruma. Otro yo mismo la seguía de cerca. Ahora estábamos en los muelles, donde extrañas espontaneidades nos hacían estremecer con el olor a sardinas, alcanfor, vainilla, jabón y farmacia. El recuerdo a veces nos representa curiosas mazurcas mecánicas.. Pero los viajes son solo agradables por la probable materia que contienen para sostener la vida del futuro. La vida es una mujer mantenida en la exactitud de expresión.

Esa noche, por la costumbre que había tomado de sentirme como un guante del revés ante la proximidad de estos puntos de partida o llegada, yo era incapaz de captar el orden natural de una comarca sin embargo sólida e inmutable. ¿Era éste el efecto de la bruma esquiva y creciente? Estaba inundado de sutilezas volantes, oficina de registro de visiones perpetuas y lejanas, pero totalmente insensible al tacto de su cuerpo – pequeña cápsula refinada por telas y luces muy suaves. El mal tiempo ablanda las piedras. Pequeña bailarina, el dolor que respiras siembra unas piedrecitas dando vueltas con destreza y equilibrio en la vida cotidiana.

Un disparo de fusil, una señal de la cabeza, el destino, una sala de espectáculos, una ropa de ciudad, la profesión, un hombre de guerra, un acto de venta, el asunto, una mesa de mármol, el contenido, de cerca, de lejos, más o menos : comprendí tu desorden, es limitado y circular, se dispara y se contrae en el puerto. Por eso un corazón ajeno, visible a la luz de las lámparas de gas, aparecía de vez en cuando en la palma de su mano

V

La opulencia de unas vacaciones ilimitadas me trasladó dentro de países de lentitud. Para manifestar un grupo de sentimientos, diez veces mayor por la desorganización de los medios de transporte, las soleadas playas de riqueza, los grandes pueblos cazados en sus dilemas y las colinas recompensadas por vegetación de colores – sangre derramada fuera de una arteria herida – viajé con el esplendor de las dentaduras de oro bordadas en el sol de los puertos y de las grietas de viento roto. Los transbordadores, rasguños del muelle y las pequeñas embarcaciones vergonzosas de su número, son los músculos que regulan nuestro placer, los fletes de mercancías y las lágrimas por llegar de los pañuelos que agitamos.

Hoy apenas puedo comprender la alegría tatuada en la mano del recuerdo que me hizo ver el futuro de una visita y de una ciudad en las líneas de la vida grabadas en el plano de las calles.

Los domingos hacen sufrir por todas partes porque ha terminado el trabajo a vuestro alrededor y porque una luz dolorosa comparte la duda que tenéis por vuestra inactividad. Las orquestas en terrazas ponen manchas de calor en la multitud endurecida y crispada. Los gestos suscitados por esta música constante permanecen escritos en una pose de cortesía.

El ajedrez también ha ocupado mi tiempo mediante contorsiones de espíritu que demuestran que los pensamientos más profundos pululan con la inutilidad de su virtud. Los peones se mueven, pero están atados por el hilo de las miradas. La reina está activa, uno debe saber cómo usar su eficiencia desde el comienzo del juego. Pero ella se emplea rápido como en todas las tiranías. La del amor es su primera prueba. Las partidas son siempre imprevistas. El intercambio de reinas las hace uniformes y pobres. Cada juego lleva las huellas digitales del carácter del jugador. Hay juegos lentos e inofensivos, borrados y previsibles, preocupados y caprichosos; hay jugadores que quieren llevarse todo, otros que dan, otros que usan trucos para ganar una pieza y los hace tan odiosos como en la vida cotidiana. Hay juegos apresurados que arrastran al adversario a responder rápidamente y sin reflexionar. Me gusta arriesgar; mis combinaciones mantienen un corte peligroso, siempre las empujo hacia un cuerpo a cuerpo brillante al comparar los resúmenes de las posiciones – el equilibrio mental de las constelaciones a menudo da saltos desesperados. Las demostraciones arrojan miradas fugaces sobre mi aburrimiento. No me gustan los contrarios que me inducen a error mediante comentarios espirituales o tendenciosos. Me gusta la distribución del inconsciente, en diferentes ocasiones de una partida; su dosificación decide actos importantes; la lógica que los determina se oculta rápidamente bajo los dones de habilidad, pontitud y claridad. El control obvio de una partida nula, ganada o perdida, hace que el final del juego sea más agradable que leer un poema o la marcha natural de una aventura amorosa. Una señora a la que amaba me escribió, hace mucho tiempo, que yo perdía las partidas porque hacía trampas. Debo protestar aquí, con la esperanza de que estas pocas líneas caigan un día ante sus ojos. Hago trampas porque vivo entre las relaciones de aburrimiento, satisfacciones, pretensiones, obligaciones humanas. Me gusta la desidia que cuelga de una pasión, de un acto, de una idea a otra. El propósito de la vida es morir, me lo confieso, y la cobardía misma de la confesión me impide alcanzar este fin que carece de imprevistos. La deseo por otra parte con toda la fuerza de mi fatiga en libertad que se alimenta de autosuficiencia.

VI

La hora se escapaba. El sol pegaba – un beso de luz – el sello de rigor en estas postales que circulan por el mundo : peatones secretos. Su anonimato es un caparazón sólido, su vida es una visita oficial o de incógnito – la columna indefinida y ondulante, vertebrada y negra, se mueve lentamente sobre la espalda de arena de un amplio terreno apto para serpientes. Que eso se repita de generación en generación, ¿quién tendría palabras suficientemente definitivas para admitir la vanidad?

Así corren en cada ciudad miles de hombres, rechinando los dientes, gesticulando, riendo o empujándose alrededor de un centro de preocupación al que ellos prestan, como los usureros, la importancia suprema.

La hora se escapaba entre mis dedos. Era rico en sol y conocía el placer de gastar cómodamente. Desde una ventana abierta, arrojábamos como calderilla a los transeúntes, unas nítidas notas de música alegre y gratuita. Los empleados que regresaban al trabajo por la tarde se llenaban covenientement los bolsillos de recuerdos. Yo ponderaba desde mi balcón su arrepentimiento lírico. Una mujer entró por el camino del sol.

VII

Bajo la lenta sombra, las piedras viven con un reflejo familiar y la expresión que toman sus contusiones está vinculada a la sonrisa de las playas, a los letargos de blancura.

Bajo la lenta sombra, los amigos se cuentan los placeres que suenan en la billetera del corazón, allí donde las buenas experiencias lamen los encantos de una estúpida animalidad en un puerto acogedor.

Bajo la sombra lenta, desayunamos frescor, saltamos de ciudad en ciudad con las noticias de los periódicos y, entre los anuncios penetrantes de la carne que regresa, estamos seguros de discernir la forma más amplia y adecuada de satisfacción.

Bajo la sombra lenta, miro la vid y su fruto de lenta oscuridad.

La vid se alarga y se arrastra; sus tentáculos dobles implantan sus uñas en la madera fresca del árbol, se encuentran con otros tentáculos y, entretejiéndose, se atan a la rama. Otras manos se envían en la misma dirección. El viento que sopla a través de las velas extendidas de las hojas, a menudo les ayuda a encontrar en sus titubeos la rama complicada y sólida donde la planta madura su atadura. Cuando el tallo se ha vuelto sólido, la savia abandona lo que fue hilo flexible, se oxida y se endurece como un alambre. La vid crece y continúa su camino. Porque si quieres llevarla por otro camino, sus crampones solo se atan a él durante poco tiempo y abandonan la dirección que no eligieron. Intenté colgar en unos tentáculos un pequeño trozo de madera que sostenían con sus uñas durante unos minutos y enseguida dejaban. Pero, cuando la planta se hubo impacientado, sus dos pares de tentáculos, aunque frescos y verdes, se quedaron en mi mano. Intenta cortar uno de estos lazos fuertes para desviarlo de su camino: la planta se enoja y se niega a usar las facultades de sus apéndices.

Así se arrastra y desarrolla la vid según un mínimo de instinto, aferrándose de paso al infinito de las ramas, con un único propósito, colmar el sordo deseo de su dirección, aquella que le fue dada por la bahía de tierra luminosa, hinchado en el pecho del sol en el que ella mama un poco de indiscutible e insaciable vida.

Al igual que las abejas y los remos que golpean el agua, las mujeres trabajan el aire con gestos ágiles y agresivos, poniendo el desorden en los hombres y el orden en las casas : este alfabeto sólido de ciudades con el que se graba el amor en el frontispicio de su valor.

VIII

ANTES DE LA NOCHE

I

Antes de que caiga la noche, en este minuto inquietante como el aire suspendido entre los estados líquido y sólido, cuando todo piensa en ocultarse el rostro de vergüenza, que incluso los ruidos se alejan sin valor durante algunos instanes, cuando la sensación de que un vaso va a desbordarse se asienta con angustia en el pecho de alguien como si un nuevo anuncio de muerte, de un atroz suicidio, nos fuese a golpear en pleno pecho en la persona de un ser querido, cuando este odio a la vida puede convertir el dolor en una inmensa gratitud. que montones de cadáveres que calientan en nosotros el duro invierno, medio putrefactos, de hombres que conocimos en la constante amargura de un inquieta alegría (es necesario que la tristeza sea potente entre signos tan obvios que ella toma prestados de aspectos tan extraños) se han mutilado, desgarrado, estrangulado con una feroz alegría de destrucción, en un delirio de odio, un delirio de odio, un tal frenesí que la alegría sola y la más viva, única, puede elevar la pureza de un alma hasta tan tiernas alturas – antes de que caiga la noche, en ese minuto que tiembla en la voz de cada uno, sin que lo sepamos, en ese minuto solo perceptible por muy pocos seres experimentados para quienes lo invisible cuenta al menos tanto como la materia degradante – y saberse esclavo del dolor os hiere en el orgullo humano, cuando el destino se divierte en enseñaros sus colmillos de acero, listos para morder, como en la feria, en el engranaje de sus ruedas de lotería, tragafuegos, su propia creación repleta de malentendidos, tema sobre el que volveré, sobre el cual tantos otros regresaron sin darse la vuelta como en la canción; finalmente para no dejarme llevar por la amarga pendiente, antes de que caiga la noche, digo, en este minuto que es una larga bocanada de aire, que parece más larga en un pecho hueco, una larga bocanada para lanzar un grito que tal vez nunca salga, tanta inutilidad de las cosas se ha anclado incluso en las intenciones de la naturaleza, pensé en llamarte, asco, tú que vives escondido detrás del sentido de las cosas y las personas, siempre presente, inundando este mundo con tu imprecación pegajosa, tú que nunca cambiaste, enterrado bajo las capas inmemoriales de las desesperaciones humanas, estallando a veces con la fuerza de las tormentas y extendiéndote con orgullo frente a nuestros pasos vacilantes, asco, pensé llamarte con una voz sin brillo y sin insulto, con una voz que hubiese recogido las voces de todos los hombres en el infinito recorrido que tienen de dolor, amargo lamento y dolor sin vuelta atrás, para acordarse de ello, con todas las voces unidas en un manojo de odio, yo te llamo, asco, en mi ayuda, para que tu horroroso rostro, surgido en medio de este mundo, pueda enumerar tus inmundos amantes y los que se esconden en él, para que tu horroroso rostro pueda compartir en campamentos apretados la multitud híbrida e indecisa, te llamo, pérfido asco, a ti que frenas nuestros movimientos, a ti que recortas el duro resacate al menos a la mitad de lo que nuestras miradas recogieron, de lo que nuestras manos alcanzaron, de lo que el pensamiento trató sustituir o cantar, a ti que reduces nuestro odio y desalientas al asesino que nació con nosotros, que creció en nosotros y lucha en una mazmorra entre el amor y el sol, en nosotros, asco, cuando tu cara será incremento de monstruosas perversidades y cuando haya escondido completamente una mitad del cielo con su fétida sustancia, la respuesta tal vez se abrirá en la palabra de cada uno, como la luz que solo brillará del lado de su invencible odio.

IX

ANTES DE LA NOCHE

2

Hombre turbulento – oh hombre tal como te veo crecer a partir de la suave palma de arcilla, brotando de raicillas profundas y delgadas, apenas atado al suelo de piel, apenas huyendo por el viento levantado, apenas sumergido por las aguas que fluyen, apenas superviviente en el juego profundo, recogiéndote con agilidad aérea – hombre turbulento que la edad sedimenta, hombre de dramas y silencios irremediables, inclina su cabeza de sol moribundo, inclina su mirada donde se bañaron crímenes, impulsos, miradas escrutadoras de destornilladores, origen lento de tristezas, de ternuras – oh momentos que caen sutiles como perlas en una placa de vidrio, la memoria, la que entra por los ojos y también se proyecta en los montones inmundos que alimentan las decepciones – hombre doblado, jarra fresca y beneficiosa en la mano del mendigo, del mendigo sonoro y lleno que viene de llamar a las puertas del ser como un árbol, como una campana, como un camino más fuerte que tú, hombre, hombre que conoció el camino más imperioso que la voz de una mujer y que de una voz hizo su alimento y la fortuna cotidiana y el sueño y la razón, el hombre abrumado por las ausencias (es necesario que una pared absorba tantos ecos que aún resuena en él la presencia, tanto tiempo cruel o tierna, infinitamente tierna), el hombre se inclina sobre un mundo difunto y ve amor, pobreza, toda un hambre forjada de vida y hombres, y la pasión que el hombre creía tan fuerte por hacer madurar la cara fría, lo que ella alcanzaba a su paso, burlándola frecuentemente con una voz vacía y paralela, hombre que alcanzó en su delirio la mentira suprema que acompaña a la pureza, mientras que el se dedica a mentirse a sí mismo en su poder y la duda – cae, cae en el lodo – y desde la altura de su fervor, ciego ebrio de nieves – las nieves se derriten y, en cada lugar donde cae, delimita el lugar de una tumba – el hombre vive de la impotencia frente a la emoción que le atrae como un precipicio, hombre hecho para caer más bajo, cada día más bajo, sin darse cuenta, como el agua, como su frescura, y como la pasión no tiene precio, no más precio que una hoja que vuela es un pájaro que canta violentamente mientras que debajo hay fuertes dolores, fauces de ira intensa, grandes recuerdos que se sumergen en nuestras inmortalidades, tantos otros que no supieron perecer, hombre que recurrió a las esperanzas cardinales y en cada animal descubrió el llanto de un niño y el pensamiento, como el amor, lo llevó más allá de la hora de los muertos, el hombre se inclina sobre la palabra y se funde en la leyenda como una boca en el deseo y el porvenir en la hilera de las tumbas infinitas a través de las cuales fraguó una frente de rey y un sol para pobres, soberana amargura y agotamiento.

X

ANTES DE LA NOCHE

3

Y cuando el hombre hubo acabado de desplegar en sí mismo la obsesión por el infinito, comenzó el ciclo irracional de bancarrotas perpetuas. Los dramas agitaron unas alas vanas y locas. El amor brilló en él como un profundo secreto de mina. El sueño no fue su amigo. Pero el viento le aportó nuevas palabras y, debajo de cada palabra, encontró la hierba fresca. Y unos nidos desconocidos. Y creció lo desconocido en él hasta alcanzar la altura de la cabeza. Allí, tenía la soledad; allí, se veían los inefables. Allí, construyó su casa, unos escombros. ¡Que sus deseos despierten, que la piedra eche raíces! Pero eso no podía ser y se fue. Sobre mar, sobre lpárpados. Sobre tierra con el fuego.

XI

El agua excavaba hilos largos y preciosos en la sombra de arena.

Nos incrustamos en la noche. Ninguna tristeza resistió las virulencias ocultas. Lejos de las piedras, en su centro. Las espinas no supieron mejores razones para destruirse. Un fruto, el remordimiento, como una cápsula de luz. Y la corona en el centro con la corona de espinas. Inmensa luz que arroja sobre la playa frutos frustrados, harapientos, jugosos precursores de la muerte. Es toda la pobreza del campo. Los hechos frustrados

La ausencia de sueño, ni serio ni triste. Pero para siempre rocoso y veteado desde antiguas épocas, recuerdos de vino y carreras hacia la muerte. Melancolía inmutable de las mantas de agua que un dormilón de carbón saca hasta el cuello. Y, cogidas del brazo, las olas se alejaron del pensamiento y solo dejaron al sabor salado como su frío recuerdo del sol.

Horroso, el rostro intercambió luces con el faro. Y los monstruosos animales encontraron su plácida postura en el hueco del olvido. Toda la desolación inmensamente fosforescente de una mano tendida en un giro del mar.

XII

La escasa melancolía de un paisaje desértico. La escasa melancolía de algunos habitantes de negro. El pequeño ruido erizado que se repite. ¿Quién nos dirá la pulsación oculta en un grito voluntariamente distante y continuo? Vaga insensible.

Todavía es de día y aún no comprendemos la noche, Que llamemos a la puerta y no se abra. Pero, ¿quién tendría la idea singular de llamar en este país acobardado en el terror con un soplo de mar? Todo abierto y claro. Seca es la queja cuyos candados muertos ocultamos.. Roca y arena de abejorros. Duro como el increíble martilleo y sin preguntas a continuación. El viento también la eludió; la caja está vacía, y las murallas siempre amenazan con desmoronarse; ninguna ventana vio en la verja a la oculta, ansiosa de terquedad imposible, formular su confusa y cerrada llamada detrás de un águila muda por el terror, no vio la enamorada nada más hermoso que cualquier carne y gesto, al dolor de toda la fabulosa tierra, fijar la mirada en un desierto poblado de tiernos degollados y, en cada muerto, sus manos llorosas listas para derretirse en la dulzura – ese paraíso de tramperos de vacío e indiferencia – dueña todopoderosa de la defensa de vivir en otro lugar que no sea en las cuevas de hierro y la dulzura de vivir sin movilidad, cada uno en su persona termita y cada persona en el refugio de la tierra, en sangre fresca, en el centro del desierto poblado por tiernos seres unidos con la sangre de los degollados por un secreto dormido en lo más profundo de sí mismo como la primera mujer amada en un olvido siempre presente.

Inexpresable tibieza. La mirada de juventud en juventud más intensa. Tuve también alas para acariciar en un lenguaje transparente que apenas me rozó. Era una prisión formada por largas infancias, el tormento de días de verano demasiado hermosos. Y sus risas retorcidas, vestidas de negro, como la única ternura que se me dio a conocer al cabo de mis muchos años de investigaciones, para retorcer las gargantas en su leche, los fugitivos, finalmente sujetos, con las piernas de sal, con los ojos de definitivas aclaraciones en la venerable melancolía de este juego de chispas. Cuando se apaguen en la sangre sofocada con un grito de estrella fugaz. Como nadie vivió.

XIII

De todas las alegrías, exluí las más brillantes. Escondí los senderos frescos. Llamé el tiempo ciego y a la tierra equivocada Con traqueteos en el extremo de las pestañas, unos pasos ladrones maduraba al margen. Las manos sigilosas en los cajones del sol removían recuerdos. Eran unos ojos.

Las noches de esclavitud bajo tu brazo del mar se doblan a la perfección. Los peces mismos palidecían en los frascos de los ojos. Agitemos los ampos soñadores, para ver. Hay una espuma irisada, hay una rueda. Debajo de cada cráneo descansa el amado, bajo la losa. Ganglios peludos y lentas incineraciones. Salidas sin causa. Metas sin retroceder. Tregua de sangre, cristales, maquis, degüellos de tormentas, de olvidos, de inspiración, superiores y variopintos. De un solo salto, como un único hombre. Cuando el reino del relámpago comienza a aparecer, se levanta el toro, con todo el sol en la cabeza. Todo fuego desgarrador, fuego desgarrado en los cuernos como una risa devoradora de fuego puro. Una llama que salta, que lleva risas y equívocos y unos brazos arqueados que no miden la forma ni la quemadura ni la puerta para hundirse en el ser aterrado, aferrados a la tierra. Víctima de la felicidad. Rodeado por miedos ocultos, por sus múltiples retozos, surge un acero lívido y límpido chorro de tristeza. ¿Dónde navega ella? Ella está callada. Debería precipitarse, desde cualquier parte del sueño, una dulce presa : el recuerdo. Es un país que aún no ha dicho su última palabra. Y el aire hambriento de viento, los ojos desorbitados, las manos febriles, ¿qué ser inhumano espera la ansiedad de las nuevas olas? Un toro inmensamente negro y ágil se apoderó de su vigor cristalino. Bajo la espuma se entrechocaban cristales líquidos. La pasión aún enmudecía en el hueco de una mano suplicante. Tumbadas en la esquina de una calle, las bocas morían. El ruido se entrenaba en la madera partida, las velas golpeaban áspero en la alegría matutina y, ola tras ola, se hacinaban, con los brazos extendidos, hacia qué veneno, maldito espejo, oh dulce ilusión de ardiente comprensión, más fuerte que su propio conocimiento de las cosas, de viento y de ser. Superé mi desazón. Antigua imagen, el solitario rompió su mundo. En el dintel de la torre, todos los hechizos se rompieron y el viento silbó mareas altas en el arco tenso de las orillas sombrías. Perseguimos a un absurdo fugitivo. Aunque nadie lo había visto, su entorno estaba impregnado de encantos dolorosos. Dulce y maldito, en su confianza, el viento cambiaba la fuerza de su vida. Entre los cuernos del toro se iluminaba la más hermosa para la más hermosa de las luces. El viento hacía girar la rueda de grandes resplandores. Las piedras mismas levantaban sus frentes abiertas. Nada más que unos crujidos de sequía en la cabeza y el sol. Y tanto viento estallaba bajo las pesadas y movedizas masas de sol, que los abismos enmudecían en su profunda fiebre y se detenía el desconcierto vertiginoso de la oveja, solo quedan zarzas enredadas en la cabecera de la cama de una noche enferma extendida sin fuerzas en mis brazos; yo era toda la tierra en el brazo de la tierra y con unos ojos que miraban a la tierra yo podía contemplar el antiguo horror amasando con sus manos pegajosas, la odiosa tranquilidad, la conciencia tenebrosa que yace en el barro de la carne y más arriba, la fealdad y más abajo, la traición y en todas partes la desidia, terneros, dioses, carroñas, inmundos traficantes de frescura. ¡Que yo pueda despertarme en la luz correcta de la despreocupación y del insomnio eterno!

XIV

Volad, pájaros, por el aire saturado de sonrisas. Mi sonrisa se fue de la soleada playa. Ahora el otoño sucumbe en los sonajeros de los cardos. Todos los naufragios pasan por allí. Las quillas de rodillas y las algas deshechas al viento – ferretería de la muerte – y la sombra se aferra alrededor de la cintura. La jovencita se une a la tierra huidiza. Y, detrás de las olas, otra angustia se levanta con el viento.

¿Cuándo van a detenerse estas huidas a cuyo través me agarro? Nada más que rechazo, ningún descubrimiento. Ningún ser en el puerto roza las brillantes posibilidades. Los barcos se esconden debajo del cadáver ya frío. Todavía hay algunas ondas leves, y los árboles caerán en la rigidez y la simplicidad. Nadie vió jamás pobreza parecida un día ya desolado en esta fusión compacta de barcos deshuesados. Ignoro lo que ella desnudó. El lejano saludo del último sol, la mano levantada detrás de las últimas casas, su última salida quizás y ni pañuelos agitados, ni ventanas abiertas, ni los disparos de fusil en la corriente de la fatalidad en marcha.

XV

Noche resbaladiza como la respiración de un cazador agazapado bajo la presión de una mano áspera. La tierra bostezaba, la tierra tosía en algunos lugares. El mal aún no había dominado la consistencia frágil. Cazador de estrellas fugaces, te inundan las promesas y sigues ciegamente el arrastre de lodo de los ríos animados. La noche podía deslizar ojeadas sobre el agua memorable, en las grietas de cristal, los caminos inmolaban su sonrisa en las superficies de negra melodía. Y yo levaba grandes arpegios que no coincidían, en silencio.

La soledad incompleta te abruma, las ramas muertas se endurecen con la frescura de tu joven voluntad, las hojas bailan encima de tu cabeza y se pierden en ella, los miedos falsifican sus noticias.

Noche resbaladiza como la respiración de un cazador agazapado bajo la presión de una mano áspera. La tierra bostezaba, la tierra tosía en algunos lugares. El mal aún no había dominado la consistencia frágil. Cazador de estrellas fugaces, te inundan las promesas y sigues ciegamente el arrastre de lodo de los ríos animados. La noche podía deslizar ojeadas sobre el agua memorable, en las grietas de cristal, los caminos inmolaban su sonrisa en las superficies de negra melodía. Y yo levaba grandes arpegios que no coincidían, en silencio.

La soledad incompleta te abruma, las ramas muertas se endurecen con la frescura de tu joven voluntad, las hojas bailan encima de tu cabeza y se pierden en ella, los miedos falsifican sus noticias.

Noche acribillada en los amarres de hielo, las larvas brotan en tu seno. Sin testimonio. Sacude en tu boca las estrellas, cabeza invertida meditando infinitos crímenes. Ahí se encuentra el hombre. Con la cabeza embarazada de deslumbrantes pañales de mundos. Desgarra su orden y el vino aflorará en tu sangre crédula. Hora a hora el camino se ablanda, pero su mirada nos congela; ha abandonado los crujidos furtivos por los que su mirada nos hiela; no podríamos decir lo mismo sobre un ser querido y un amor floreciente. Al igual que la carne, las miradas se extienden en las entrañas y las raíces que están listos para recibirlas. Que solo haya un ligero rocío, la humedad de los labios lo dirá; dirá muebles que crujen, ladridos de perros, mala sangre, angustia de esperanzas cuando nadie debe venir y nunca felicidad para los que están en sus casas. en sus cabezas, los muebles crujen y los que nunca encuentran hogar solo allí donde los perros ladran sin cesar como precipicios y grietas en una cabeza en armas, las ráfagas producidas por una sola flor cuando nunca hay nadie en la casa en su cabeza los perros ladran y los malas señales la atraviesan y las flechas se mueren en los precipicios por verse esperar y esperarse.

Aquel que comprendió. Nada más, nunca nada más, nada más que estragos.

XVI

Existe una felicidad tal que espera encerrada en mí, que todo lo que me rodea cierra el párpado por miedo a no despertarla. Conocimos el vicio porque el amor se consume por amor. ¿Qué estrellas se rompieron en nuestros caminos ribeteados de senos? Siempre hacia adelante, hacia viejas llamadas. Con la cabeza bien alta, no nos molestamos con los escombros que el viento degradaba. Y sin embargo eran estrellas que todavía nos miraban con un ojo moribundo, perdido de muerte, lleno y húmedo como el amanecer. Fue un apogeo de gritos y de tantas miradas que descomponían el contenido de los campos. Los pájaros mismos estaban atónitos. Unas flores quedaban colgadas de las alas y la paja también después de la trilla de las noches. ¿Qué palabras eran más altas y qué gestos más canoros? Fue una época más suave que los párpados y los niños sentían que la sangre de los animales brillaba más fuerte que el sueño. Allí, el pecho se llenaba con toda la espuma nerviosa de los insectos dorados. El oleaje nos atenazaba mediante las garras de la roca. Aún no habíamos visto nubes tan resplandecientes. El mundo entero descansaba y los días nos parecían quietos para siempre. ¿No habríamos nunca conocido ningunos más traicionero? Y la roca brillaba con su propio significado multiplicado. Y el cerebro estaba abrumado por el silencio en movimiento. La sangre se despertaba en el árbol, el árbol en el pecho, el fuego crecía y sin un solo amago de tristeza en el horizonte. Fervor del amanecer, pleno mediodía de fruta opaca por tanta incandescencia que los ojos eran el centro de una nueva llama, en la que vivíamos, ligeros como la frescura de la tarde y despreocupados por la noche. Y cada uno de nosotros era una llama deslizándose ingrávida por senderos. No más arrugas, no más olas, solo la fina hierba y la vegetación de las duras palabras del pasado. Ardiendo en un silencio.

Y fue solo un corto tiempo de agonía. El viento azotó la puerta y los gritos inmundos resonaron en la sequedad, la sangre ya no regaba los profundos ojos mirada y sus pozos estaban secos y las chapas oxidadas, las escamas en la montaña, los cardos de esos días en bodega seca, las dunas ardientes inscribían con signos de muerto sus grietas en las laderas de la muerte, como un día cualquiera en la bahía de su destino que zozobra cuando hacemos el gesto de escoger el pecio y el pan.

XVII

Al principio fue una piedra. ¿Se rompe? Los altos valles se pierde en cuanto tu mirada se acuesta sobre banquetes fugitivos. Ninguna ayuda escapa de allí. Todo se rompe, todo se destroza, tan pronto como alcanzo la ternura de una noche. Yo hubiera pedido mucho más a la vida, si el deseo de vivir no pareciese tan fuerte en la nostalgia de la muerte, en mí cautiva y abrasadora. ¿Hay algún recuerdo de plenitud de una muerte previa que me ate, incapaz de querer, incertidumbre del presente, a las dudas que me invaden, el regreso?

Amplios paisajes se extienden en mí sin asombro. Los alerces borrados por el limón de las sílabas que bajase elevan desde los altos pastos hacia valles quiméricos, doman las líneas demasiado abruptas. Y el olvido es dueño donde encontramos la intimidad humeante, los escombros austeros de una meditación de bosque bajo. Nada es incómodo en estas precipitadas pendientes. La torpeza de los gestos de un árbol enclenque, acechado por los vientos, levanta reminiscencias penetrantes en la extensión adormecida. Y unas palabras enterradas hace mucho tiempo suenan sin sentido a través del profundo dolor.

Por la noche, vemos estrellas sobre las montañas que no están allí. Las esposas del mar se alzan en la voz perdida y mi voz busca pistas desconocidas: el desbordamiento desmesurado de los elementos. Todo se rompe para detectar a los fustigadores; ¿no sería el aire que sopla al borde del mar, que daría razón al sol ausente en el silencio de los gatos, para el regreso que adivinamos difícil y cubierto de maleza, a nuevas expectativas?

Sangre culpable de alguna fechoría prolongada en unas venas aturdidas, hasta una edad avanzada, a punto de morir.

Persiguiendo la amistad de las antorchas. Apoderándose mediante tragos enérgicos de la oscuridad progresiva. Y los aires, remeros densos y demacrados, a través de la ira, atraen a las mesanas.

Debajo de la piel delgada de las cárceles, delgada y ardiente, se retuerce un cielo más puro donde los destellos de los rostros risueños y ventosos descubren todas las seducciones. Las camas vigilantes, ricas en escritos indescifrables, pusieron una mano de hierro en la garganta ansiosa. Las mareas de sangre martillean las sienes de piedra hasta en la cima de las ciudades. La vida agitada del sueño, el hombre de cielo saca su leche nociva en secreto. El salvado de la vida cae sobre nosotros. Sellamos lo mejor que podemos, la discordia a la cabeza y el terrible zumbido de un recuerdo infernal en el cálido seno de lana, como un odio que se vuelve precioso, regresa para amamantarse en el dolor desconocido.

Así se introdujo en el alma ya llena – como el sol purulento de alegrías y el ansiado abrevadero de los espectros de abruptas calas como la muerte se hizo amiga fiel de los compañeros de ruta, con los puños atados a las carreteras – el crimen radiante que debió liberarla de los grilletes de la tierra, temblando de ondas jóvenes, el crimen irrevocable del agua de manantial y de victoria que decanta el sueño de sangre en el hueco de las montañas con la fluidez de montones de nubes y de gestos infantiles. Es el vencedor de las horas vacuas, el único escape de las redes de volutas domesticadas hacia las praderas vírgenes de una existencia sin memoria, el regreso.

XVIII

El gesto alocado y la mente caótica, indiscreción temerosa, te vi completamente desnuda. Echaste la cabeza hacia delante contra las sensaciones del fin del mundo, esas paredes que se alzaban floración repentina del agua agitada, con espinas en la espalda, una frente obstinada, el pecho redondeado. Toda vida se destrozaba la cabeza en su entramado con su ingrata apariencia.

El dolor se refugiaba en ti, burlándose de su propio futuro. La esperanza se mofaba, mientras quedaba atrapada en la arena la desoladora, la insumisa. Las ruedas y el lodo apestoso, las bisagras magulladas, marcaban la pauta para los estallidos de risa dolorosos, enterrando al ser en frases quebradas. Oscuros jadeos de jabalí herido tras la batida en la que los elementos se enredaban en un adorno de insomnio. Borrachos, borrachos de vida difícil. Los escondites de logaritmos insolubles eran su terreno y su pan. Se elevaban con el valor de una roca. Nunca tronaba más fuerte que nunca en un corazón rechazando el mundo. Prefería modelar la ráfaga antes que entregarse a la desidia. Se esforzaba por encontrar la mueca de la tierra bajo sus pasos. Y toda sonrisa se le ocultó bajo la riqueza o la pobreza de la comida.

La inmensa maldición a su alrededor, en la que vivía, ya no necesitaba hablar. Le obedecía y, salvaje, no podía contener la vida tórrida que estaba cautiva en él. Estaba acorralado por un temblor masivo. Las compuertas cedían ante la memoria invasora; éste es el espectro que ya se levanta, timón al frente, en la estampida, corazón aplastado, a la deriva, sin reír, sin arruga, puños clavados en las rocas. La inundación de muerte, la cara impenetrable huyendo del marchitamiento.

Cegué las vías fluviales.

Aunque en la locura de los gestos, es más fácil, al tormento desesperanzado como al dolor expresado, aprovecharse de la rebelión, existe toda la amarga resignación, una amenaza mucho más irrevocable y fértil en el consuelo de un amor que se entrega a su destino con la serenidad aparente del extravío.

Cegué las vías sensibles.

Pero la rebelión se exacerba más áspera y tensa bajo el pasto claro y no se puede juzgar la serenidad del volcán. Los cohetes indomables en su pecho impiden cualquier escapatoria; aguardan el estruendo y la brecha y el resplandor de la señal que los vivos nunca podrán arrebatar a la muerte que vive y se perpetúa y se magnifica en el seno mágico de la poesía, invisible entre los salarios, inagotable en su poder, siempre presente.

Cegué las vías reales para que la muerte pudiese fertilizar las respiraciones y desilusionar al sufrimiento.

XIX

Es dulce saber, en un lecho de dunas y subterfugios, que una juventud rebelde arrojó desde los primeros pasos los trapos de las soledades primitivas en el barro. Es dulce, ahora que el párpado pesa, saber que quien luchó en la botella estrecha ridiculizó el amor y a sí mismo por haber creído demasiado y a la esclavitud y fue odiado por aquellos que todavía tenían el deseo y la fuerza para amar, para alcanzar en el delirio, el frenético jaleo del desorden, para alcanzar el olvido – aunque la muerte aún no le fuese propicia, oh la tierna, juvenil prometida de la que nos ruborizábamos al pronunciar el nombre duramente incrustado en un alma cálida y lujosa – que él mismo hizo destruir, pieza por pieza, fragmentar la parte de hombre que le retornaba sobre la pureza alpina de un sentimiento celeste. En qué exceso, irisado de falsa gloria y traición, lo has relegado, púdico por demasiado pudor, duro por demasiada ternura, insensible y frío, por desprecio de lo que está estancado y cuya apariencia nos engaña, misteriosas asonancias, ¡oh respiraciones prohibidas! Nada más que dolores y sufrimiento a lo largo de una expectativa de arrepentimientos podridos, de metas perseguidas, condenados durante mucho tiempo en la estancia de los cardos. Espejos, espejos estériles donde no se recoge imagen. Risa tras la que solo percibimos la tormenta, juventud indefensa en un mar de miradas, la brillante diadema sobre un pico inaccesible. Y allí, la coronación, la masacre,

Pero se nos ofreció un valle enorme – un cuerpo de mujer dividido por la mitad en todo el sentido del hambre, y allí buscamos el refugio soñado, de adolescencia, de sonrisa.

Solo la sangre podía aún abrir los ojos de la amargura donde zozobrábamos. Es dulce pensar en crímenes vergonzosos. Oh dulzura de un merecido descanso cuando la conciencia saturada se deja acunar tiernamente en la palma de la mano.

Es dulce pensar que, por desprecio del conocimiento humano, hemos podido ofrecer el baile como sospechoso de locura y que, disgustados por las comprensiones a medias, hemos derretido el significado y el verbo en un estallido de gesto excesivo, por mantenerse completamente solo entre las cabezas pesadas e impermeables, orgulloso de sí mismo y mejor que la roca, afilada como el pecado inagotable, huyendo de las caras grasientas con corazón de granito, la cabeza zumbando con heno cortado. Por auto-intoxicación. Por la eterna maltratada sin sacar provecho de la risa. Por inutilidad voluptuosa. Por los que mueren de demasiada vida, entre los que viven. La acción ferviente que solo ocurre en la altura mediante la desintegración y el sufrimiento, burlándose y marchitándose y culpándose por no poder vivir y no saber morir.

Pero es más tierno para el solitario encontrar la salida – el valle agrietado en plena carne fresca – donde puede dejar fermentar y su espíritu y lo que aún le rodea de vida, si no está ya al final de sus vacaciones entre los huesos de caminos, roídos, por la lepra.

Obra de Ernst para la edicón de lujo

EL DESESPERANTO

I

TIERRA BLANDA

Unas mujeres vestidas con muslos repugnantes atiborrados de senos se amontonan sobre los campos muertos de piel. Sonó otra aureola en el ser enérgico. La resistencia se organiza en todos los frentes puros. Acabadas las ilusiones en el entorno del pobre.

Las miradas flotan en el aire sin que se vean los ojos. Hay allí uno que se ha llevado el mío a remolque, pero ahora ya desaparece en un trineo aéreo. El volquete es tan blanco que el ruido que siembra se desvanece en polvo de nieve. Y el esqueleto arrastrado por caballos de sangre peina el aire del camino y todo corre tras él, cuerpo a tierra, sin acabar nunca, hasta las próximas, hasta más blancas, hasta las ciudades habitadas por grandes diablos de árboles blancos.

Los fantasmas de hierba se enredaban y en bolsas y bolas cubrían el camino de aire como cojines y bancos. En tinas verdosas, los cachorros de león no más grandes que los sapos jugaban con copos blancos. Tantos rayos de una luz que no era la luz conocida lanzaban a través de leves plumajes, que apenas alcanzaba el viento a sacudir la sordera de los muros, con infinitas precauciones de estilo. Y, sin embargo, el espacio era inmaterial aunque lleno de cierta solidez; pero que una ligereza tal pueda soportar tan grandes masas de blancura, tal montón esponjoso de vida apenas orgánica, eso era difícil de pensar. Tomábamos un puñado y el vacío se rehacía como una circulación lenta pero precisa y lo que agarrabais con la mano erar una vez más la nada como todo lo demás no era nada y sin embargo siempre era algo.

El aire no era libre y cada pensamiento vaciaba el espacio. Avanzábamos de densidad en densidad – los cuerpos hacían el amanecer. Un nuevo tipo de cálculo sordo comenzaba la muralla mediante su todopoderosa arma, el silencio. Las palabras para hacer todo estaban desterradas de esta erosión. Y todos los movimientos se agrupaban según su orden de nacimiento. Los retruécanos aéreos se yuxtaponían a los pañales invasores de las olas. Una prolongación fría de la materia cerebral en el mundo y el mundo se dislocaba a lo largo de este nuevo modo de interferencia. Unas letras descoloridas cañoneaban las relaciones del lenguaje, de las más salvajes en los ilimitados cuestionarios y el sueño se callaba, las olas se espesaban, el sueño se callaba, las palabras morían de hambre y el sueño se desmoronaba en la pendiente inadmisible. Una sola crisálida dominaba la vista, su núcleo era incandescente y unas radiografías cada vez más imprecisas lo invadían desde la capa externa hacia el centro, con objeto de ocultarle el espectáculo impuro de esta primavera con nervios rápidos y provisionales. La eterna víspera dominaba las tramas del tiempo y de las chispas, extraños y fosforescentes botánicos, veían un nuevo día de algodón y colmena.

II

HARINERA DE MEDIANOCHE

Una vez más escapamos de los asaltos de los acordes finales. Estaban furiosos después de un minuto de silencio que no llegaban a atrapar. Y corríamos tras ellos en manadas compactas, a menos que se indique lo contrario o en estampidas inesperadas a las puertas de las salidas de socorro.

La cabeza coronada por una cúpula hace reflexionar. Cuando dábamos pan a las palomas, eramos sus tristes engarzadores de diademas. Subrayados con carmín, explorábamos los restos de labios. Y en el lugar del estribo una única nariz aguileña llevaba la mano a la altura de los senos. Y el mar enrollaba en tuberías plumas y huellas. Unos labios rotos aparecían a veces a lo largo de su cuerpo. El mar cruzado, las manos sentadas y duras. Feroces dientes se escapaban de las rodillas y los hombros aguileños reverdecían bajo la mata de muerte. Marañas y ramas se desnudaban de su materia y de su color y así disfrazadas de aire, adoptaban equívocas apariencias de nubes. Y como buey con tres cuernos. Todo podía encerrarse en un caparazón mediante un tapón de madera con una ancha barbilla, las orejas eran de plumas, una ausente y con tres puntas. La pala de la cabeza con perilla de cestería. El peinado coqueteaba, el hombre era un adorno nasal, en su cara habíamos plantado alas abiertas.

Dices «nosotros», pero sabemos que es la reina y aún así no siempre dejaba pasar su lengua por el ojo entreabierto. Sería sin esto reina de un tipo análogo al anterior, ya que, perforado en el piso superior, el pecho transparente ya no hacía negocios con las estrellas.

Ella no retrocede ante nadie..

Los extremos de los senos eran labios para besar, labios que no podían hablar y que sabían disimular convulsiones variadas y ocultas. Su deseo era hacerles confesar a cámara lenta lo que captaban a la velocidad del nuevo pensamiento o memoria. Unas dulces huellas como de paredes desconchadas. Gestos carnosos como ya no quedan. Cosquilleos de cigarrillos y guantes reversibles con inundaciones encantadoras durante la temporada de mudas. ¡Cuánto dura la primavera, con el aire de sabor a limón, en el trayecto sin arrepentimiento de la mujer!

Hay incluso mucha más libertad más allá de los mundos donde los puentes están bloqueados. Ella tiene el sentido de la luz de gas y del pífano.

III

REFLOTE DE UNA NOCHE DE MÚLTIPLE USO

La sabiduría de los peces persigue las huellas de un claro forestal en un mundo de gramófonos. Tierras momificadas en el tarro de silencio, los ojos de vitriolo adoptaron las decisiones que esperábamos. Las jóvenes dunas con hojas estaban adornadas con pálidos tesoros en honor del pez de los mendigos. Y sueños de manos invadían las cálidas gargantas de nuestros paisajes, allí donde pasábamos las estaciones puras de nuestros pájaros nocturnos, la tinta frágil de los admirables reflejos de los suplicios.

Así transcurre la vida, desde la interrupción del sueño hasta la espera del próximo sueño y, a lo largo de la guirlanda formada por inútiles burbujas, donde nuestros cuerpos irrazonables se desmigan, que son diurnos, una nueva mujer que sucede a otra, indica mediante suaves martillazos lo tangible al ritmo de perlas engarzadas en la serie ilimitada de las escalas acuáticas. La esperanza del sol conlleva una responsabilidad aterradora.

Los monstruos ruedan cuesta abajo por las montañas de asbesto de nuestras noches. Los días los arrollan, son palomas. Y en este recorrido desnudándose hay que volver a subir a la crin de los manantiales para sentir la frescura de los senos recogerse precipitadamente.

Se trata de los reglamentos definitivos con miras a una nueva realidad de la que se excluirán las monstruosas necesidades de sinceridad de los neumáticos para mojado, las calles de abrigo estival y los baños de hierro a medianoche de grandes vírgenes. Los cerebros se lacrarán con nieve para responder, ninguna amígdala quedará libre sobre la línea de flotación, los cascabeles de las tortugas harán un ruido insoportable de paisaje de prostitución, de mandíbulas con plataformas, de desgarros de cárceles con brotes y, de tibiezas de sueños ociosos, se levantará una inhóspita niebla tan densa, tan vívida como la sombra que constituye a los perseguidores+ de bellas imágenes por la calle.

IV

DEMANDAS JUDICIALES DE LAS SOMBRAS

El roble, ese día, se alimentaba de obstinaciones fraternales. Las aves, se alimentaban de porcelana. La sombra del haya daba a la costa mientras las cadenas vivían un sueño tan pesado que la serpiente de cascabel ya se había limpiado las botas de estos mares.

El pájaro estaba posado en el violín y las costillas que sobresalían de este instrumento a saltos hablaban largamente sobre la miseria del violín como humana incluso a toda costa. El babor estaba lleno de ellos, ningún bigote se adaptaba a su tamaño de nafta. No nos bastaban ya tantos babores y mentiras. Las cadenas llevaban un tren de vida refrigerada.

Los bardos llevaban largas barbas en sus servilletas, no las toquemos. Los papeles con flores insecticidas prevalecen. Ya no veremos su final.

Se metió en la cabeza todo un montón de delicadas protestas. Y aun así era inútil, tanto se cubría la noche de ridículo. Luego se puso en marcha con ayuda de poderosas bielas, pero ninguna calle se detuvo para mirar. Las cerraduras estaban felices y, en un santiamén, comenzaron a hablar como las manos. Así fue solo el remo desprevenido. Mientras tanto, las flores comenzaron su coloquio. He aquí que pedían la distribución gratuita de medias de alegría, otras, las tramas incondicionales de los dientes de león gigantes y las últimas, el hechizo a disposición de todos los furiosos. Así se desvelaban las terrazas llenas de flores hipócritas entre plumas de vacaciones.

Vocales, vocales, ¡habéis hecho historias! ¡Y vosotros, hijos de gasómetros, os costó rupturas de azulejos! Por uno hundido, aparecen mil cabezas de azulejos y las campanas dejan la tarifa completa. Desmesuradamente negra la velocidad de las tasas. A los fragmentos se añaden otras risas y aquí están salidas por todas las ramas de la lluvia, esta fantasía oratoria que exige fantasmas a todas clases de la sociedad ferroviaria. La locomotora está adornada con velos de novia, lleva a su esposo en el pecho, poderosos ríos de árboles, delegados por tortugas estanzadas, le ofrecen el brazo y de suspiro en suspiro la luna se desvanece, como giro de un baile en bahía de chupetes, el viajero se enjuga una lágrima majestuosa. Así es la vida de un nuevo hombre de cuero e irresponsabilidad.

V

PLENO DE MIRADAS

El sabor de las palomas se compone de rulos de río y fresas de arrastre. Los motores de estos deliciosos seres se llenan de ropa interior de amanecer en amanecer donde el aire rizado de los pozos se demora en las asperezas de las losas y da lugar a unos labios de césped y a estas bellezas misteriosas de aproximaciones de cumbres.

Dos grandes reinos luchan por la presencia clorótica de estas aves de baños de mar – separadas por un mar de petróleo, los faroles de los barcos extienden unos brazos de aire de color sin poder alcanzarse, y desde las profundidades de los sótanos submarinos se elevan los ungüentos de consignas como cueros para suelas para obsequios de paz. Los niños están allí corren de un campo a otro y arrancan las pieles calientes de las paredes de cuervos.

A pesar de los corazones de ladrillo superpuestos en el paraíso de las cabezas, la sombra roe los plazos del alquiler del mar. Ya habíamos notado a los casamenteros de mares jóvenes persiguiendo con sus ácidas asiduidades a los vientos pródigos, en fracciones y protuberancias de carácter, pero nunca habíamos visto tales malversaciones producirse en el corazón mismo del foco de luz.

Descubierto por llevar chispas al entrar por allanamiento en la nube, el gran perturbador de salud instaló los abigarrados andamiajes de su lotería atmosférica a la medida de los fondos marinos. Atrapadas en el acto, las hojas se despojaron del hipódromo. Se les pidió que usaran, durante la ceremonia, vestidos del revés y blancos alquitranados. Pero en estas condiciones, prefirieron escabullirse, lo que por otra parte hicieron con una gran desenvoltura como verdaderas damas de honor. El damero permaneció vacío mientras el bosque estaba en pleno apogeo en un suntuoso parque protegido de la memoria. Se había servido agua en la caída de los órganos, bajo los entusiastas clamores de cálaos, grullas y pelícanos y los últimos argumentos, los mejores, se unieron a los malhechores de sonidos graves. Que la raza de los grandes días de bombardeo pueda continuar llevando, benevolencias en tics sensoriales, a las docenas de fiestas con solapas de cabezas con cajones y al rescate estival de podredumbres en los campos cubiertos de mediodías gigantes.

VI

PROTEGIDO DEL PAISAJE

Hacemos conversar a la colada al borde de la sospecha. No, esto no es agua, ni leche de cenizas. A grandes puñados arrojamos pájaros a los ojos de los países productores de vino. Un polvo de emblemas cubre la flotilla de ricos hechizos de pilones.

Los grilletes se devoran recíprocamente. En el vientre de la vieja torre, un gran señor desfilando pedalea con ahínco, pero no avanza nada ni sube porque las ruedas de la bicicleta están hechas de relojes planos. El hombre con balancín hace detener la circulación de las provisiones de sueño con un lápiz blanco. En el seno de la naturaleza, se instala el desorden y anotamos la hora de las luciérnagas con tinta simpática en las ramas domesticadas. Ninguna hora es más grave que el vino. Efectuamos lentas mudanzas en el fondo del lago. Los peces enarbolan barbas lluviosas de las que cuelgan fresas.

Los enfados de los viñedos desenfrenados incitan al día a correr más rápido que el color de los frutos en traje de domingo. Completamente enguantados de seda entran en el frescor marino del atardecer. Las campanas de las estaciones abren unos paraguas y los andenes están vacíos como la mirada de la reina. Los niños tendrán que jugar en el jardín, no dejen que los niños jueguen con el jardín, el ojal es la cerradura del ojo y las verjas del cielo se cierran cuando los carros han regresado después de la pleamar de las estrellas, cuando tratamos la desolación de la noche, cuando no podemos cerrar bastante las ventanas de su casa, cuando todavía estamos abiertos a las veleidades externas y cuando las camas enemigas falsifican el piar de las cosas antes de librar batalla contra las meditaciones singulares de árbol que se estremecen a la hora de los monstruos.

Solo una mujer vive entre paréntesis. Cuando duerme, la noche se acuesta a su lado. Cuando se levanta, no hay vida para nadie y el humo te prime la garganta. Una luz de contrabando os hace olvidar las ganas de dormir.

VII

SABER POR QUÉ

Cuando ella sale, la ventana se ciega y los techos de las montañas se inclinan hacia el lado del poniente. Cuando ella lee, las hojas solitarias siguen en cordones de alfabetos mudos, de olores dulces de camas en el aire.

Un jabalí cruza la noche en diagonal, un hombre se tuerce los brazos de ríos de montañas. Un tren corre campo a través y ya no sabe unir el final de la luz con la raíz de los cabellos. Unas hierbas locas, las cejas del valle – todavía una luz levantándose hará huir las luces tenues de la caja de música.

Como soy, como quiero, como ya no respondo de mí, como gano, en los silencios de los topos grises, al final de los días incrustados en las gargantas, la veo eludir el trabajo de la vegetación, pinta el color del sueño.

VIII

CEPILLOS PARA MÚSICA MILITAR

1

Viejas vigas tejen niños. Los niños suenan huecos como el juego de cartas y se retuercen con la esperanza de obtener ganancias en un nuevo sueño. Sin escrúpulos, el ruido se acumula en el barril colectivo de pensiones y chalets. Las barbas jadeantes se funden con el mismo catarro del cerebro y se mojan en la sopera que sirve como cabeza de familia al origen del bienestar.

Las babosas engordan exageradamente, está claro que es temporada de humos. Unos gritos de nariz mal sonada brotan del suelo debajo de las balaustradas llenas de desperdicios de truchas. Unos silbidos cortados a trozos por risas descubren la existencia de un ramo de mujeres carnívoras, clavado con arte en un arbusto de humor irresoluble. Y de estos tipos valientes devoradores de llaves. Masticadores de puentes o de filetes de saltamontes, todavía no habéis alcanzado el fondo de la vida de los campos. Un gran honor os espera al borde del bosque de clavos. El director de apoltronamiento internacional de animales vendrá personalmente a leer en los pies de las ovejas las últimas conclusiones morales del punto de vista de las reses. Mediante un gesto grasiento se ganará la simpatía de los huevos de automóvil y sus elogios prodigados por barriles insinuarán algunos regresos pellizcados de enorme belleza. Una nueva gloria nacerá implícita por alusión de vitriolo. Llevará franelas aglutinadas con ramitas de paja y estiércol. Los trenes se tomarán al asalto, mandíbulas en cabeza. Nos divertiremos hasta que se revienten ruedas y ratas. Ni coronas, ni buzos. Nada más que chapa y palabras para víveres, calaveras, alcancías y mosquitos. Y sin darnos cuenta, la tripa de la montaña se hinchará poco a poco y alcanzada la cumbre del hambre, se vaciará repentinamente, barriendo las sucias supervivencias de los sapos con crines de Pegaso, llevándo los últimos alientos en zapatillas, apartando de su camino las lamentables deficiencias de los ojos con forma de botones a presión y en el prado limpio colocaremos, como monumento, una botella de vino tinto de 12 metros de altura para conmemorar la vida de quienes maduran en ellos montañas y se alimentan de viento violento y seco.

IX

CEPILLOS PARA MÚSICA MILITAR

2

Ahora que la carretera está abrochada al suelo con grandes amapolas con escamas de salamandras, daremos lectura a la gran e inteligible noche. La arena movediza de las razones para actuar envuelve el busto de una mujer inacabada. El cansancio de las arenas movedizas pesa mucho en el reloj del glaciar donde otros bustos de mujeres quedan atrapados por la luz que preludia la lluvia. Sus brazos emergen de la masa de nubes antes de desaparecer para siempre. Algunos glóbulos de aire deambulan sobre la superficie del agua sin reconocerse y en lo sucesivo unos troncos de árboles pasarán desapercibidos en la absoluta desolación donde el fracaso del águila se unió con los que quedan, visitantes de lo increíble.

Son saltamontes, letras de vainas, no existe esperanza en la tierra que pueda unirlas. El bosque de cabezas móviles sube por los peldaños duros de las máquinas agrícolas hasta el hogar y las mandíbulas de los turistas vacacionales son presa del delirio lunático. Los impuestos sobre masticación realmente alcanzan el máximo de agua abundante en cascadas. Afortunadamente, todavía hay algo de tristeza para saldar los muros de la indiferencia a cualquier hora de la noche, donde hay pecios hay intrigas tormentosas.

X

BÚHOS SIN CÁSCARA

Presionamos la válvula de resorte hacia adelante sobre la sustancia viscosa y colocamos la rana sobre la mesa. Para aumentar el efecto, especialmente en sociedad, haremos un breve discurso sobre el hipnotismo durante la preparación. Ante el asombro general y el pavor parcial de los espectadores la reminiscencia salta hacia adelante después de un corto tiempo, causando así estallidos de risa entre los asistentes. Si la sustancia viscosa es demasiado dura, debe calentarse un poco con el aliento o tocándola con el dedo.

El amor austero, desde la edad de las cavernas puede tratarse de la misma manera invencible, cosido con oro, silencio e hilo blanco, se adorna con la intimidad maliciosa de los valles o de los lujosos porches con cuervos, se injerta sobre la llanta del sueño y genera heno cortado en sílabas que caen de los finales de almuerzos. El exceso en materia de ondulación no debe marchitarse ya que la efervescencia dentro del vivero es tal que convierte en enclenques e irisados los cerebros destinados a inmersiones más arriesgadas.

El ciervo atraviesa con mucho gusto el peso del hielo, por eso no es necesario sino lo que le es necesario, el amor lento ha superado al pálido, ¿es necesario otra vez atribuir al tul el destino rural? No debe dejarse a las camas el encargo de abrir los ojos oxidados, ni a los escalofríos irrevocables el sabor del suicidio en la lengua y en público. A medida que fabricamos mujeres con lámparas suavemente dosificadas en la paleta del nimbo, nosotros, los seguidores de los bulevares, solo somos sombra y surge la pregunta de saber si realmente nunca hemos existido, porque deslizándose sin cansancio sobre adoquines de terciopelo se abren las compuertas de la confusión y de la noche. Bandadas de pájaros transparentes y suaves al tacto, se escapan de nuestras bocas cuando silbamos un nombre levemente. Es hora de acostarse, antes de que los animales salvajes hayan comenzado a saquear la morada, de esta tristeza amada con dulzura.

XI

RESIDUOS QUIMÉRICOS

Intercambiamos las aventuras de las cataratas por la luz adolescente y desordenada del acero en fusión. Los días por aquí son extrañas ventosas que se aferran al cuerpo indefenso y la risa siempre permanece presa de ecos indecentes. Hermosas de luz artificial, hermosas de montañas, hermosas con la piel de manto de agua, hermosas con ojos brillantes de movimientos rápidos, sus silencios me persiguen desde su oscuridad de nido. Las brújulas de vuestros ojos no tienen secretos para mí, pero la impaciencia de vuestros gestos me confunde gratamente. Colgado de los cabrestantes de las horas, el relámpago golpea contra las paredes de cristal y el fuego que aviva vuestras largas camisas, hermosas en los despertares de pluma, escarda la soledad con la que formas la borra.

Lo que queda de la mañana en un rastro de polvo de platino es invadido por migajas de pan y pequeños cristales para gafas. A duras penas la cabaña a su manera resiste ver la realidad por encima del hombro de cibelina. No hay mejor humo para rodear de muerte la jarra donde laten los corazones inaccesibles. Hermosas de época amarga y extraña y de juegos de luces salvajes, sus líneas de la mano llevan al niño al juego de hielos húmedos que percibimos en la profundidad del peligro.

Con infinitas precauciones, el fuego se lamenta en la mano derecha. Dirige a los ciegos, calienta a los mudos, pero no se le perdona ningún castigo. En los picos del orgullo avanza sin temblar y, de nube en nube, consolida su vuelo parecido al grito del pastor. A partir de ahí solo queda un mordisco de paso de barranco por cruzar para alcanzar el silencio, Y las hermosas con todos los colores del mundo se derrumbarán sobre la paja de la duda.

XII

AHORA O NUNCA

El cocodrilo va a la misa de los bosques. Los nombres de animales ya no se usan en el mercado de la madera. Sin tener en cuenta a la novia, la cascada áspera, el viento estrangula en su franqueza al hastial con buena apariencia. Agarrando por el mango el difícil paso de las mariquitas a través de las telarañas, el vidente mastica lo sólido de la realidad del hierro.

¿Qué le importa la viuda ultrajada al camino de paja? En los valles con hermosas peladillas, el campanario de la iglesia absorbe todo el placer de las zambullidas. Ronca, ronca, frío riachuelo, hay que dejar al descubierto los límites, esos peatones del silencio agusanado. A la hierba no le importa la soledad permanente – la trucha remonta el beneficio de la soledad. La carretera enmudece hasta en la boca del follaje mecánico – hombre que sabe callarse. Medias de lana – peluqueros de ballenas.

El dedo autoritario de las razones más convincentes para vivir, toca en la fuente la frente de la panadería de nubes. Al voltear las campanas cada día un poco más fuerte ensalada de sonidos, el gran albaricoquero de corazones puros se abre camino hacia la rotura del sueño de yeso. El granizo pervirtió de tal manera la duda nómada de la escuadra que sucedió un largo aplazamiento de sombras en el pantano de la visión, sobre los materiales de construcción del silencio y fue solo después de la larga discusión de las ráfagas de dados, cuando el volantazo hubo establecido la ceremonia del drama a plena luz, en presencia del oponente, que pudimos ver aquí y allá, por escaleras que susurraban unas vestimentas de luz, unos pájaros recién salidos de su molde dispersándose en bandada entre las ortigas de los días y de calles enteras, empedradas de amor o de la caza de recuerdos, asediando el ojo tranquilo en vano como un torrente aharrotado. El luchador abordado en la niebla había aceptado el reto del sol. Nada podrá hacerle olvidar las quemaduras frías y los adornos de mentiras, el paseo espectral de tiempos variables sobre remedios angustiados, en el fondo del mundo visible, la impura melena de nieves primaverales.

XIII

SUEÑOS DOMESTICADOS

Hay que creer que desde la muerte del acróbata sabéis que las cerraduras con carcasas ideales el prestamista de fondos marinos sufrió pérdidas abismales. No hay solución debajo de la meninge de la buhardilla. Por olas intermitentes,la oscuridad consigue ser conocida en los huecos de escalera de la cabeza. De una antena a otra, la ventaja pura de su recuerdo se propaga con el gesto de elegantes ondas. Dejemos que la razón se desborde y derrame la miel por el suelo. Se mezclará con el sargazo, tiene su edad. Un ojo siempre permanecerá fijo al final de la calle y regulará la circulación de la sustancia triste, la distribución de los suspiros. Un grito escapado de la casa vecina se está preparando para la vuelta al mundo. ¿Qué dirán los vecinos? ¿Habrá visiones en la casa de los vecinos? Aprovecharán su oportunidad para descargar las piedras del vocabulario mantenidas durante mucho tiempo al margen del arroyo. Solo quedan góndolas a las que les gusta romper los récords del silencio en los trámites del sueño mientras están tibios. Mi vida, por mi parte, es un libro abierto. Me abro a la vida abierta, me entrego a la abertura de la vida, ebrio de vida veloz y verde.

XIV

ESTADIO

Buscadora de oro morena, la oruga se hizo un vestido veraniego de barro de la crispación de las ruedas, del malestar gráfico propio de los bosques madereros y de los muy numerosos chivos expiatorios en la región chispeante de los vientos con guirnaldas. donde la ortiga se estaciona y la cría de gamo salta sobre la seda en desbandada. Antes de haber bebido la leche de los rumores y cambiado el significado de los forrajes de sueño, el incesante maullido de las multitudes peludas sobre la montaña ya había sido proclamado por los árboles, rey de las corolas y los caminos.

¿Qué habéis aprendido de las grandes cacerías, pilotos, honderos de la era del diamante, en las tierras aplastadas bajo las promesas de los pastores, en los disgustos de los niños de madera, en las espinosas aventuras de estatuas esbozadas por las llamas? No espero de vosotros, termómetros indecisos al mando agrario, el recuento de los votos ni la satisfacción de los hogares pulidos por el invierno. Cazadores de felinas ternuras, viajeros sobre risas gratuitas, odiosos devanadores de horas en tormentos de nieves, el tedio os aplasta como moscas cuando el reloj marca el armamento defensivo de la sangre en peligro.

Nadie piensa dar la alarma y sin embargo el fuego ya ha conquistado la autonomía de las elevaciones ascéticas. Oscura fiesta, tejida de paja, como este alambique de cabezas de helechos con los miedos inimitables de arroyos muertos en medio de campos de avena – sobre sus zancos de rayos matutinos agonizan los balbuceos de los últimos quince minutos, murciélagos pastosos. Aún un ruido de chatarra para desencajar en la garganta resistente del marco y podremos invitar a los cosechadores a desperezarse en la luz hasta la garganta donde el sol se alzó bajo el vapor dulce de los vinos blanco y tinto, mezclados a partes iguales, antes de que el sudor acre de los abetos se haya ganado un merecido descanso en los numerosos granjas de presa.

XV

TEMPORADAS PERDIDAS

Las inspiraciones de las persianas con imágenes, cuando abrimos las compuertas de los admirables forjadores de cráteres, se disponen a reír en los troncos vacíos enrollados sobre las trampas con piedras. Los carros cargados por buena temporada mordisquean a la sombra los lunares; – sonó el mediodía en las líneas de los tejados. Mil caballos se dedican con chirridos de acero en ejercicios de nubes, aprenden fácilmente a segar los personajes en ciernes y el piano de los juncos no por ello se encuentra peor. El arrozal sembrado de búfalos lanudos en los abrevaderos de la tormenta, la hermosa nube desempleada vestida con banderas y la mampostería inestable de la lluvia, buscan en los astros domésticos, cuyas predicciones en abanico nos atenazan, las razones para creer y envejecer. Un cielo de arbusto opaco, un cielo de petróleo. Los autobuses circulan libremente entre los vestidos de noche destripados y los pobres bancos de trabajo de las mariposas. Incluso la amenaza inminente, la rociaremos con eventos lúcidos de disimulación. El que se ría a la primera alerta huirá mejor, cuando la erosión de los corazones haya alcanzado los párpados bien enraizados.

El gorjeo de la lluvia trata de nivelar los defectos de las tejas – poco estímulo para los tejados enemigos con casco de carcaj y desprecio por las leyes. Los secretos ya no tienen relaciones sexuales – debemos apresurarnos para garantizar su desarme del que menos han hablado los ojos tan obstinadamente cerrados al encender el interruptor de la luz.

¿No te he odiado lo suficiente, máquina cepilladora de épocas envenenadas por el contrabando, para que tu rostro tentacular vuelva otra vez, cuando el día se desvanece por sí mismo, a mendigar a las piedras los acentos de un acto que ya no puede legitimarse? ¿No has sentido hasta qué extremo de absurda cólera consiste el poder del mensajero en olvidar las tiranías?

Los viajeros tenaces sin cerebro se dejan atracar por los burlones compases del tango repetido hasta el infinito bajo las ruedas del vagón. Tantas gotas de lluvia perdidas en el inmenso funcionamiento de la red del viento, que las nubes llevan tímidamente. Acumulé la piedra sobre la miseria de las coacciones y me defendí contra la comprensión de los establos. No me conformé con lo básico. Me tropecé con las evidencias, y fuera de ellas, las cosas me parecían tensas entre unas mandíbulas de muerte, en unos túneles hundidos.

En la carretilla del cuerpo humano sostenida por pies descoloridos, llevamos piedras, desde su tumulto sin forma hasta las cajas fuertes de los retiros inviolables, alimento despiadado de fuegos internos.

Interpreté mi destino en el clarinete y el sueño se encargó de encontrarle su camino. ¿Qué zahorí será responsable de vacunar ligeramente la terracota contra la imaginación de las lluvias? El viento encerrado en mis ojos agita las estrellas, y de una mujer a otra todos los barrancos se abren el pecho. Suenan pasos furiosos sobre pechos estimulados. Y el mundo pronto se hundirá por el resquicio de los pechos en tumultuosa desesperación y los barrancos asfaltados de muerte.

XVI

GUARDIANES DE LA OBEDIENCIA

A pesar del caracol del inmundo camino con el que envolvemos la adolescencia de las confusiones, el huevo estalla como una casa embrujada en las entrañas del cojín esponjoso. No es fácil para el buen caminante abrirse a la luz a espaldas de la borrasca. El perdedor afortunado levanta una sincera frente hacia el ausente y una vez más se jugó el turno bajo las crines alambradas de las nieves. El cielo sin embargo es regordete. Funciona a vapor. Su ojo se ríe estúpidamente. Se lamenta mientras unas bocanadas de mañana se derivan de manifestaciones incestuosas del azar. Como las hojas sean blancas y de formas alargadas con la palidez agresiva de fábricas abandonadas lamerán la sal de las ventanas crujientes. Con tristeza aterrizarán en el suelo y permanecerán allí entre las glándulas fijas o móviles de los países de origen. Este producto tiene su precio de elección entre los pocos que no lo tienen. Produce cabello sagrado que, de generación en generación, los lecheros encargados de recolectarlo avisan, con el poder de curar cualquier bomba juvenil, con alarmas la epidemia y el delito. Pero los peces siempre bordean el río sin pestañear ni preocuparse por las cuchillas de afeitar ni por las colillas de cigarros, cambiando por ello incluso el curso hipócrita del sol. Aquí, los sillones paternos están cómodamente instalados en las cabezas de los hijos. Son responsables de perfeccionar el sistema suavizando los pensamientos honorables bajo el peso de la seguridad. Los bomberos también continuarán extrayendo de la cadena de fuego los suspiros confundidos, largas alfombras para avivar el desgaste del fervor y los juegos.

Al disiparse las playas alcanzamos la barrera. Los campos en barbecho tienen buen aspecto y fuertes brazos para indicar la inutilidad del tiempo. Este es el hospital de las margaritas, el puente sombrío que juega al burro-va con la peladura de las tardes. Es el cerezo del sueño que hace que los botones de cobre brillen al sol no sé que el sol sepa de memoria el sabor de sus labios. ¿Qué otro no supo nunca donde el hormiguero está comprometido por el miedo a lo ya visto en sí mismo fumado con grandes guijarros de nubes a saber de habitante por cabeza. Acaso sabes que yo no conocía el camino ni la expresión tan bien conquistados con trucos astutos que ferias ajadas anidan en las paradas obligatorias en los árboles con brazos – hay tres de ellas: la primera no se cuenta, la segunda es el Tour de Francia y la tercera no lo sabe, engaña el elefante lo mismo que su manera de mirar por encima de la cabeza.

XVII

CAVAR EN SILENCIO TOTAL

Hay una gran casa abandonada. Un miedo difuso escapa ya por las persianas bajadas y un parpadeo deslumbrado por expresiones dispuestas a morir borra poco a poco del campo de visión los muebles tensos por el terror. Los campos de trigo han invadido feraces pasillos. En cada pomo de puerta hay un ojo que no claudica Los lavabos del sueño están agrietados, las horas dispares esparcidas por el suelo se adaptan a las vértebras del collar muerto durante el trayecto. Ocurrió un misterioso en estas profundidades, cuyos autores, diestros vientos, han permanecido desconocidos a la luz de nuestros viajes. Unos cajones boca arriba como consecuencia del hurto muestran sus opulentos senos en el primer altillo con una ojeada y una palmada en la espalda del investigador. La vasija donde reside el sueño, como un precinto de lacre en el fondo del estanque, puesto por equivocación para salvaguardar nuestros paisajes de cualquier ofensa excepto al honor, bajo palabra, otorga el contrabajo de piel aterciopelada, al primero que llega al trote o al galope, mediante un cajón en la cabeza donde se vierte la cera residual de las flores fabricadas a gusto del comprador, un precinto de lacre en cada mejilla en llamas demuestra que el honor es intangible, asistente de aduanas de cobre troquelado, no hay mejor solución de bolsillo de revólver, no hay mejor honor de bolsillo sin consentimiento del comprador, él no sabe la hora que es ni el relámpago lo sabría como el pobre recién llegado de rica mina de plomo no hablaría hablaría cambiando el sentido frente al barómetro que habla a la cara, sí, autoriza el cortaplumas del cortejo y se escapa en la incomprensible excepción transportado por un centenario alado y una larga audiencia de escalera de honor inscrita con alas en el frontón de las montañas de piel.

Tanta oscuridad se eterniza en la casa abandonada sobre los cuerpos de vigas, que la memoria está plagada de hechos inaceptables. ¿Deberíamos considerarlos desde el ángulo de la deformación de los rostros humanos cuando el chisporroteo de las pizarras nos transmite señales solares? La indiferencia ha conquistado los rostros más bellos de las mujeres cuyas luces se interpretarán jugarán según su nivel amoroso. Enamoradas por etapas sucesivas, las ansiedades os sustituyen a plena luz del día y nuevas oscuridades compactas, como linotipias vírgenes, crujen en las articulaciones de los muebles frágiles, dejando relucir los pólenes en los zumbidos de los oídos de las conchas. Los gemidos de la pintura, ayudados por la putrefacción creciente, ofrecen a las abejas los cálices inagotables de cifras licuadas. Acaso seguiría habiendo una primavera importante, que el capitán no abandonaría su trabajo ni su destrucción; se limitaría a designar el desfile de recursos para seguir a las mariposas que azotan los mares.

XVIII

ARÁNDANOS SONOROS

Los niños lloran solos en el hogar, lloran lágrimas de leche y comienzan la decepción de la edad adulta. Si las chozas con cabeza de paja pudieran mantenerse a la altura de las imágenes en polvo, ya no necesitaríamos cabras. Los niños lloran solos en la casa de las mariposas dislocadas, un collar hecho de tiburones de río, las formaciones de esquisto de los hangares en retirada entre las montañas caídas de espaldas en la desgracia de los cebos. Los gusanos ahora comienzan a escabullirse alrededor de las camas una noche de total solidez. Las picaduras de las lámparas se hacen notar entre las flores de las calles y la soledad resuena con el placer del entrechocar de platos.

Empotrado en las paredes, el trote de misterios al asalto del mendigo tuerto, corta la esfera del reloj en rodajas de eclipses ácidos y de sueño. Las moscas hacen sonar más fuerte la alarma de los párpados y la luz se quita sus medias de seda. Nunca podremos escapar de la ratonera, conocemos la trampa familiar de las estrellas para miopes.

Una asombrosa penumbra de dedos ahorra el hormiguero de las mentiras despellejadas vivas por los arándanos. Las horquillas de la reflexión evitan que el sueño vaya más rápido que la hormiga recogiendo los trabajos de imagen en las piedras de molino y después en el granero existe el sueño lleno los bolsillos de los graneros, aserraderos de grillos, es especialmente importante no decir la verdad, sino serrarla en tablones pequeños y hacerla andar al lado del conductor. Hay escaleras para escarabajos fotógrafos que trepan por su propia fuerza con la ayuda de muletas apoyadas en los sobacos.

Aquí está la tristeza de los manzanos de sueño, tal como aparece cuando protege a unas sábanas de la luna en alquiler para el paseo a caballo con vestido de tilo.

XIX

PARA HERMOSOS OJOS

Un sol hermoso que a veces echa hacia atrás una sombra – unas crines de zarza sobre un campanario de iglesia – un hermoso sol de día en baldío, cuando el caracol que acecha bajo la claraboya de hojas palpa el aire envenenado por polillas, un hermoso sol de celuloide se esconde en el brazalete del vicio y elimina la luz gastada de la cama de la tormenta como si fuera solo una cuchilla de océano en la linde de la vejez, Solo vemos allí la araña del mediodía, la que camina entre dos aguas opuestas y no puede avanzar ni retroceder, pero siempre camina por amor a la corriente entre la tristeza y la esperanza, como un plácido mediodía en el valle humano. La mano del azar se erizaba en la olla con números y sacaba pájaros ganadores entre gotas de leche que caían desde lo alto de la conciencia tranquila, como la baba de las linternas. Pero la era de los osos aún no debía comenzar, existe lejos de la flor con codornices. Un disparo de fusil basta para que el tren una sus manos en el borde de la arena brillante de la juventud, en los bulliciosos pechos de las sirenas resinosas. Allí, aún no acaba el pestañeo del huevo.

El mar arroja muecas detrás de él. Le veo conquistar campos con ayuda de llaves falsas. Gana la partida de pasarelas en rostros cargados de hierba con gran asombro de los jueces de bambú que son los tristes residuos de los pontones. Después de haber saqueado una bahía llena adecuadamente de construcciones con forma de insectos, de rejillas y escarolas de jade, el último contrafuerte de la nobleza silícea, todavía emite un sonido agudo, el anatema que lanza su suficiencia maligna contra nuevas lágrimas y se retira con el traqueteo de sus cadenas cotidianas. Son infinitos los titubeos del camino y para reconocerlos rompí mi recuerdo de asaltante de trenes de vida.

Los intrusos de luz se vuelven raros en esta época de equipajes incómodos y malos recuerdos con trampas. No hace mucho tiempo que todavía corría a velocidades vertiginosas de estadística, de ciudad en ciudad, en busca de una orilla. Frenesí de almas herméticamente profundas, de masas de oscuridad se empujan entre sí con roces de moho en sus momentos más presentes, mientras el ser lujoso difunde el resplandor alucinante de su espejo y se aleja. Se marcha hacia islas desiertas y las islas desiertas no conocen descanso. Matamos, aquí y allá, durante una hora o dos, pero ¿no se parecen todas por el dolor que se detiene en el título de las figuras inanimadas en cuanto las salvamos del recuerdo cutre – es allí a donde queríamos llegar?

Parece que la paz se ha roto en el basalto de la indiferencia con gemidos de marea y dimensiones de avispa en señal de reflujo. Ni venir, ni volver, tal es la queja del topógrafo de gestos, cuando baja su mirada hacia tierra y se encuentra allí solo astros y vestidos de arterias. En el fondo del mar vegeta un palmeral, todas las ventanas se abren sobre un terreno de piedras calientes. Vive del día a día sin mendigar al sol la belleza ficticia de mejillas heladas; los peces le aportan suficientes luces para que en cada axila de sus ramas se descubra, por la noche, una nueva aldea en fiestas. La fragilidad de las mujeres rodeadas de sonrisas en trajes de baño cogidas de las manos, pone manchas de nimbo en el nacimiento de las olas y un círculo alrededor de cada árbol. Unas banderas ligeras abastecen a las algas con ganado de nubes y pequeñas avellanas crepitantes como las estrellas. Cualquiera que sea el peso del sueño, ¿habremos acabado pronto de desplazar unas melodías en la órbita azucarada del faro usando un casco colonial? Sueño mágico y arborescente en el que yace la exquisita fidelidad de los ojos de la noche, el mar. Los artificieros de la muerte pasaron por allí, vaciando repentinamente las bolsas de sus sueños y guiando su invencible fertilidad en los destinos de ensueño de los clanes de frutas radiactivas.

XX

FERIANTES DE BREZO

Hay un cielo de fin de fiesta, unos trozos de papel son arrastrados por el riachuelo musical y, en jirones, la fortuna se engancha en las redes de los pescadores con algas bordadas al vacío sobre graderíos de cúmulos. Llega el final de una fiesta en el salón de los ojos donde unas familias sin resonancia se engranan en el hilo de muebles dispares. Brillan aún algunos farolillos como sandalias, pero las muñecas estallan ya y su sangre frena la vida de los gramófonos.

Bajo la corteza de los pueblos pequeños hay tabaco de liar para murciélagos. Detrás de las claraboyas de estos árboles, se encienden frecuentemente candelabros de ojos ansiosos al paso de mujeres maravillosas y algunos por el resplandor de su paz. Sus voces, tan hermosas como sus manos, acarrean paquetes de olas hacia el corazón imaginario. Sin duda, recuerdan las frágiles barcas de deseos risueños coronados de espuma. Bastaría una lágrima para que la ola se hundiera en el chillido de la melancolía y entonces aún tendría que reanudarse todo desde el origen sonriente de las ventanas de palmera datilera.

Una vez más, hay vegetación en sobre mi tristeza y grandes árboles llenos de alborotos de luz. Por la noche llega para lavar el polvo de las laderas y se va con el ruido de chatarra de los rodillos de la apisonadora. Pero la paz aún no ha atravesado las suaves colinas tras las que, durmiente oscuro bajo párpados demasiado secos para cerrarse, yo aguardo la luminosa dormilona de antaño. El vino aún no destila de la prensa sobrecargado por preocupaciones, las nubes inflamables sobre el descaro de una cabeza, la dispersión de los miedos. Se producen extrañas petrificaciones en las diferentes capas del sueño, comenzando por las modulaciones que duplican las capas encantadas de la palabra. Con una tumba en cada mano, el ciego tantea y alarga la rampa de aire enrarecido. En su camino, leves llamas se iluminan a su paso y, poco a poco, se desvanecen y se disuelven en el aire, succionadas por una boca lúcida. Aparecerán más adelante en el mástil de un velero de cristal y nadie sabrá el tesoro sometido a las demoras de los ciegos. ¿Esperarán el resplandor de una fruta luminosa en el brocal de la tarde, el desplome de la torre donde se rompen las cuchillas del espejismo o el regreso de los pescadores cargados de adverbios rígidos y de arbustos con escamas? Aquel que rastrea las altas esferas de profanaciones, aquel que se deshoja hasta los huesos Aquel que sabe decir lo que no se puede comprender, aquel que se controla sin traicionar la verdad de las flores.

XXI

LAS CONSCIENCIAS REPRIMIDAS

En el fondo marino tanto más llano cuanto los submarinistas tejieron redes para ir con la justicia de las mariposas, aún respiran pulmones en filas de cebollas; arrojan colores deslumbrantes en la amorfa tristeza cubierta de faroles todavía vivos. Cuando realicé este viaje por última vez, que debía dejar huellas profundas en las salinas extendidas en la superficie del cuerpo del mar, en forma de absceso de memoria y de surcos de pensamientos con navajas automáticas, los pacíficos cómplices de la fantasía todavía estaban aturdidos por títeres con penacho de jarras de alcohol. Aunque los ojos estén colocados en la comisura de los labios y aunque éstos palpiten entre un sueño y un despertar efímero, ningún viento está mejor situado para avivar sus llamas preservadas bajo el globo que el poder de atracción de los sueños y de las orillas. Las nasas de lluvia filtran los pensamientos asesinos y las magnolias llevan peluca y medias de seda mientras parten el pan fresco encima del río de carne humana. La hormiga se convierte en hierba, la hierba se convierte en ojo, el ojo se convierte en pulpo, el pulpo sube a la superficie, se apagan los candelabros y el frío penetra en la habitación a través de las culebras, la habitación vuelve a ser hormiga y nosotros caminamos hacia paredes quebradizas arrebatando rifles a la eternidad, guirnaldas de papel donde están inscritas la insuficiencia de la historia de las rosas y los números de hierro de los que se alimentan los pasos miopes al salir de la cuna.

¿Dónde se han perdido las mujeres, orígenes de extensas sabanas sobre el terror de cazadores indiscretos, los clarividentes de antaño? Sus ojos en los que alternan el éxtasis codicioso y la brasa en el fondo de los frascos sin embargo frescos, frustran las trampas de las impetuosas lianas que se elevan con sufrimiento y arden y se consumen por la incipiente vida en los crisoles aletargados por el pánico. Desde que los proverbios de sus existencias posibles se apilaron desordenadamente sobre mi cabeza, un amplio claro se ha abierto en las ansiedades que me sirven como días. Ninguna melodía había forzado aún las peleas de obstáculos estalladas en sus puertas y ningún alegato de traición se enterró más allá en las capas de lava que se suceden al timón torpemente. Las mimosas de vacaciones en los altiplanos ofrecen pensamientos transparentes que no llegan a provocar ningún desasosiego en las horas largamente incubadas y cuidadosamente depositadas en el cesto. Para una que se rompe, otras miles corren hacia la puerta y solicitan su admisión en la fila de fallecidos. Solo debemos ver la espuma al final de los pensamientos – se debe oler solo el fin de los pensamientos. Es necesario revolver la espuma inconsistente aun a riesgo de sufrir el peso de nuevos pensamientos engendrados por la miseria. Igual que el dedo requiere la mano, ésta el brazo y el brazo todo el cuerpo, es peligroso seguir al extraño que coloca un caramelo al final de la cola, solo hay niños que nunca han comprendido este principio sin embargo conocido por todos los babosos, ogros y reumáticos.

Son los devoradores de niños y de mañanas sospechosas, los bellos durmientes a la sombra del roble. La bicicleta aún no arranca, ligeramente apoyada contra el tronco, algunos restos de comida en un papel arrugado, la curva de la carretera está a la vuelta de la esquina. Con la espalda doblada, el campo busca en alguna profundidad invisible un escaso alimento de rencor. Al rascar el suelo, el perro sigue el camino del amo y la hoja vibra bajo la acción del viento como si acabara de nacer a la alegría y la plenitud. Solo existe una noche que huye del mundo y debajo de su pesado casco se agita un fugitivo empujado por demonios de algodón negro. Huye de las carreteras y de las plantaciones, seguido por un gran diablo de viento fuerte y monótono. En las bodegas de la flor de plomo, se encuentra, entre dunas de desidia, un esqueleto humano largo y fluorescente acostado sobre un montón de botellas vacías. Los bosques de encinas vinieron desde las más remotas épocas a inclinarse ante la tumba y muchos vestigios dan testimonio de las formas lánguidas en que lo hicieron. De un extremo a otro de adoración, sobre pistilos vestidos con ropas de alcanfor, una sola voz empujaba miradas desesperadas hacia el taciturno. Unas etiquetas multicolores estaban pegadas en el esqueleto como en esos arrendajos que han viajado mucho. Las palomas también vinieron por delegaciones alegres para verter una gota de vida en el envase vacío. Sus alas albergaban mensajes de senos femeninos. Se había acumulado tanta ternura en la cúpula celeste que oscurecía y la tormenta no tardó en soltar sus amarras. Huían los niños, se inclinaban las flores. Entonces ocurrió un fenómeno extraño. Pero nadie lo había visto y nadie lo había notado. Así es una lástima tanto dolor perdido y tanto sol malgastado en vano. Detrás de los muros centenarios, el hechizo terminó y la princesa se despertó de su sueño aterciopelado de cenizas, las estrellas ya no cerraron los ojos desde ese momento de feliz sonrisa y una gran carcajada coronó la escena que estalló inmediatamente como una burbuja de jabón entre miles de palacios construidos río arriba del arco iris.

El sabor de la risa es más profundo que las raíces del plátanero; sólo es razonable para aquel que vive en las raíces, indiferente al tronco donde crecen las risas – aquí está la sabiduría de lana de las ovejas que siguen a su amo con demasiada fidelidad. Habría muchas otras lecciones que aprender de las mazmorras húmedas, si la bella prisionera no se hubiera dedicado a las llamas del silencio. Un día en la picota, un día de primavera, indeciso y contenido como la ira irracional, un hombre de gran apariencia de haya vino a plantarse en la pendiente sur de un pueblecito limpio, aunque pobre y sabio. Muchas industrias se establecieron a su sombra omnipotente. En nombre de la curiosidad de las mujeres, nietas y abuelas a menudo venían a levantar una alfombra o un colchón, un mantel o un tapiz, con el deseo secreto de descubrir un tesoro del que nadie había oído hablar. Por esto mismo, al igual que el contrapeso del reloj de cuco, no había siquiera una oportunidad de existir. Se llegó a un acuerdo extraño entre la sombra y la presa fácil, cuyo tema, una nueva alma, constituía la apuesta demoníaca. Largas palabrerías precedieron a la firma del contrato y las aves aprovecharon para abrir su congreso donde llamas parpadeantes ya se pronunciaban por una salida brusca y colorida. Mientras que los viejos no querían saber nada de un capricho del ala izquierda, los pintalabios aplaudieron con las patas levantadas la separación de bienes del verano. Hubo otros incidentes de avispas y simulacros de nieve montados con todas las piezas por algunas flores de costumbres más bien ligeras, pero en última instancia, fue la música la que más se equivocó y los miembros del jurado de las nubes se pronunciaron unánimemente por una sequía de varias semanas que sufriría el territorio, siendo considerados los demás miembros de la sociedad en parte recelosos, en parte como perjudicados. Los testigos no podían contener su indignación. Una petición de revisión circuló entre los sapos-carpinteros, pero cuando se respaldó con firmas indescifrables, se hizo evidente en las altas esferas que era imposible comenzar nuevamente el asunto con el pretexto de que los dignatarios de la hermandad habían sido culpables de falso testimonio. Incluso fueron amenazados con la expulsión y omito los escándalos de viento subsiguientes que terminaron trágicamente con las demandas de los caracoles-grandes- propietarios. El silencio es por otra parte una de las fuerzas de la pequeña humanidad de insinuaciones y a él sumo ahora un minuto de la existencia de perro que me llevé, en pago por los servicios prestados en campos no cultivados, como un hueso arrojado bajo la mesa al destino, a pesar de las protestas en papel timbrado, debidamente registradas, que hice llover sobre la cabeza de la región. Ella lo necesitaba, según las opiniones de los agricultores en apuros que, durante la noche, colgaban su lencería personal afuera para recoger unas gotas de rocío, al estar el vino destinado exclusivamente a regar la avaricia de las vides. Estas personas eran demasiado viejas para correr de flor en flor, años de privación los redujeron a la expresión más simple de paja. Hombres de paja se interponían regularmente entre ellos y las autoridades en camino para cambiar las caballerías carcomidas por las contribuciones del mar en sal y oro. Los actorzuelos submarinos rechinaban los dientes al presentar el precioso polvo en petacas de plata. Abotonados con ojos de peces, sus túnicas hinchadas de asterias y violetas les llevaban con paracaídas al revés o parasubidas, a la superficie de odres donde tomaban contacto con el aire como unos besos entre los cuerpos astrales. Pero la incandescencia que les recubría, se borraba con el roce de luz, las escenas de amor perdieron su sentido trágico bajo la influencia del tibio sol. Al igual que los artificieros, sacrificaban su vida, tan corta como llena de fenómenos misteriosos, a las alegrías de la luz artificial. Las tumbas estaban construidas con forma de manos informativas que apuntaban con el índice hacia el cielo, pero unos armarios con espejo las sustituían junto a las adoradas tortugas, madres esposas e hijas que olían a lavanda por los cuidados de buena ama de casa. ¡Feliz país donde la igualdad de los muertos hacía posible una existencia sin aprietos, digna como portar armas y al alcance de todos los presupuestos! ¡Pienso en ustedes, halcones nobles que lleváis un reloj bordado en el pecho, halcones de cuatro horas que degustáis el oporto de las estrellas en los cráneos de nuestros antepasados! En asuntos cerebrales, los elfos juegan mejor a quien pierde gana victorias como los ahorcados colgados en los percheros de las antesalas de la muerte. Sin embargo, nada que destacar en la frente del pensador. Entre los prisioneros hubo un ternero, ya no tenemos en cuenta a los valientes talladores de diamantes. Avenida, avenida absorbente. ¿Se abolirán las reglas del juego de canicas? Antes de alcanzar el fondo del saco de la noche, fue necesario vaciar todos las habladurías en la calle entre las inmundicias, pero cuando pudimos subir hacia la la luz, respiramos de nuevo, el aire estaba más maduro que los dientes y el pan seco a salvo de cualquier sospecha En el billar, los detectives pastaban, inclinados sobre constelaciones imprevistas, formaciones de campanas en los posos de café. Parecería, desde lejos, unos saltamontes a flor de piel, sobre un fondo de timidez, compartiendo un precioso botín. En la barra, el dueño limpiaba de sudor unos vasos y el vino fluía a borbotones, sobre su cabello, de un barril montado a horcajadas por un Baco en dificultades. La hora tardía golpeaba a mayores y pequeños con un martillo de subastador. Llovían fabulosas subastas de oxígeno. Una hermosa escarlata metía los codos, pero los ojos no se enardecían al pasar las palabras. Mejor dar vueltas en círculos que ser engañado por el pantano. ¡Cuántas vacaciones perdidas por un destello de magnesio! ¡Cuántos sueños rotos en la espalda del ganador! ¡Se acabaron las provisiones de ojos azules para farmacias portátiles de primavera! ¡Se acabaron los juegos, se acabó la infancia del arte! Unos bosques canosos fuman la pipa de la ira. Se hunden en otros bosques y súbitamente descubrimos el arbusto bajo el que late un corazón celoso de reloj de osezno en el campo. Un murmullo frío del clavicordio cruzó el camino y el cazador al acecho perdió su calma habitual. Una bellota avanza seguida de una procesión de frutas, viene a pedir la mano de la extraviada, una joven de su edad envuelta en su cabello de medianoche sedoso y distante. El entusiasmo fue general, los niños de las piñas llevaban la cola de cristal del vestido de novia, se disparaban revólveres en la soledad inmemorial, los lechones tomaron parte en la fiesta y cuando los grandes robles se descontrolaron por turno, supimos que las libaciones habían alcanzado el punto culminante de la curva de los placeres. A algunos abedules que estaban perdiendo la cabeza, hubo que ponerles a regañadientes la camisa de fuerza, pero el mar de alegría de donde solo el sol podía extraer las piedras preciosas de las pesadas miradas del pasado y del aguardiente, no cesaba de batir su alfabeto dentro de los límites convenientes. Ahí, no se detiene la clarividencia de la lechuza tan frecuente y erróneamente maldita. Preguntó por una herencia de duendes, los cazadores furtivos y los anticuarios eran muy conscientes de sus entresijos. Camas de hierro, mesitas de noche, candelabros mareados, sillones chistosos y mil trastos entraron solemnemente en la casa de los recién casados. La vajilla estaba suministrada por una casa de confianza, mientras que con la lencería, la confianza provenía de un castillo de los alrededores, abandonado por una familia antaño gloriosa. Al mismo tiempo que su apellido rimbombante, tuvo que abandonar, hace mucho tiempo de esto, por la escalera de servicio, como un vulgar tropel de durmientes despiertos, de proveedores expulsados y actores itinerantes, la maceta familiar con rosas. Una ancianita un poco inconexa trotaba en cabeza llevando un candelabro de tres brazos en la mano mal engrasada, cuyos huesos crujían ante el más leve movimiento y arrastraba tras ella una muchedumbre de criados que se lamían entre sí de arriba a abajo. Los actorzuelos continuaban y la más joven que también era la más bella de la chicas cerraba el cortejo con un gesto cuidadora de ocas, la mirada tristemente atenta al menor signo de dispersión. El fuego prendió en el torreón más alto y el drama fue declarado como un suicidio incomprensible, una hora después expiró y aunque los daños aún no hayan podido ser evaluados con exactitud, el venado se entregaba ya a los placeres de la mesa sin temor de accidente ni de fisura en la tubería de plomo del gas. ¿Quién es el hombre al que no se molestaría por las grandes festividades forestales? Las innumerables uniones entre la hierba que ilumina el polvo y los caminos verdes, celebradas como medidas de emergencia por el notario de lirones, le valdrán su peso en oro. Después de su muerte, se levantará un monumento de bolsillo en el corazón de cada enamorado y, entre las grandes cuerdas de las palmeras con leche y los pechos con armadura de hierro, tendrá lugar la caza voladora de la que está preñada la oscuridad.

Igual que los cordones de un corsé se cruzan y se multiplican, las muchachas y los muchachos se buscan de una a otra orilla del impetuoso torrente, a menudo arriesgando sus vidas al pie del voladizo, sin importarles mucho el objeto a domar. Tal es la fuerza del amor incipiente, que sin escalar paredes inconfesables, la serpiente se traga la cola y se da la vuelta como un guante. En los sombreros que cubren los glaciares, el buen clima puede tamborilear y rechinar los dientes, las horas desaparecen detrás de la cortina. Los enanos armados con guadañas y palos salen por la puerta de hierro y las manos de la bruja que engrana el collar del infierno, serán utilizadas como fagots por el domador de leones, el justiciero. Hay que tener en cuenta la revolución el amor del que se enorgullece la casa de fieras cuando da pobres actuaciones en los campos dañados. Un inmenso incendio se declara entonces en el pecho de los niños. Es otoño, plumas de perdiz cubren los bosques. Abundan gritos y gemidos en la colina desnuda, solo podemos presentirlos, nadie los escucha. Los libros yacen esparcidos en los pasillos de color cadavérico, las chimeneas siguen a las cigüeñas sobre estrellas palmeadas y los deshollinadores llegan en alegres grupos de manzanos y de sueños y recorren la ciudad crujiendo con ruidos falsos. Mil canciones se arrastran definitivamente por las calles y las cortinas se abren en las mil ventanas de la ciudad. La felicidad de los gestos invade las miles de carcajadas que asoman por las ventanas de la ciudad. Eso ocurre porque es la ciudad de las manzanas. Un mundo repleto de señales y sombreros, trenes y charangas que se derraman sobre el temblor de las hojas. Pronto caerá la nieve en forma de abanicos de plumas de avestruz sin que las multitudes trémulas tengan que refugiarse debajo de los hangares. ¿Estaremos más avanzados cuando sepamos la beneficencia lluviosa para merecer fines de fiesta tranquilos? ¡Tristeza, tristeza, eres tú sin embargo la que se desliza a hurtadillas en la cama de las bellas pecadoras! Ligeras como el fuego a plena luz del día en un parque de vidrio hilado, las vi desfilar frente al cristal, con las capuchas rojas, hijas de reyes y reinas, profundos sueños de los bosques, las antaño luminosas. Pedicelos y pedúnculos se levantaban de puntillas para mirarlas a los ojos donde brillaba ya el vino de bodas encantadas, mientras el mildiu se debatía entre los ciervos y las pantomimas en las vides de la mañana. La mitad del mi reino para Salomé, dijo el rey miserable, pero esa noche no hubo sesión de baile y no se pudo cortar la cabeza del temible moho. Cargada de venenos y perfumes que los adivinos habían depositado al pie del trono, la noche navegaba hacia otros juegos que debía esconder ante los ojos del mundo, pero las largas barbas blancas de los sabios estaban atadas juntas y en grupos de cinco, los dignatarios se desplazaban, ocupándose de sus asuntos de estado. como manos abiertas sobre telas de las arañas. A la luz de un perro de caza, pude de alguna manera reunir las bestias de carga de la palabra. Había llegado el momento de la destilación, ya solo esperábamos a que los bandidos encendieran los fuegos gordianos. Hay que mantener las palabras húmedas. Hay que proporcionarles una desnudez de alambre y procurarles una jubilación decente. Hay que empezar la casa por las palabras. Debajo de cada piedra, hay un nido de palabras y de su impetuoso torbellino se constituyó la sustancia del mundo. No tenemos que preocuparnos por los caminos venenosos que se pierden en el camino hacia los ecos. Unos valles profundos nos separan de la irrealidad de las principales razones. Nada más que movimiento en el hormiguero inestable. El hombre fue enterrado bajo la piedra de molino de las palabras (no podía tratarse de buscar la aguja mientras el hierro estuviera caliente), pero la lluvia y el miedo lo harán surgir crecido en la violenta conmoción de las estrellas aturdidas. La amada viga, de esta manera, se unirá al ojo negro que había perdido de vista, y así es como habrán acabado sus largas vacaciones pasadas en la tierra de las joyas, los grillos y la nuez moscada, toda la tierra virulenta sobre sus pasos.

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Con toda la fuerza, los albornoces rayados azotan las conchas de aire, los fragmentos de comprensión se miran en el espejo en el agua calma, el aire y la desesperación concentrados en la palma de este sueño ofrecido para todos, el calmo golfo. Las furtivas cabalgadas de la sangre sobre el asfalto sonoro despliegan los chasquidos secos de sus aletas y se emboscan. Aquí está el hombre nuevamente colocado ante el camino de la oscuridad, su espejo significa para él la vanidad de la calma absoluta. Que quien lance la primera palabra en la batalla, se dé a conocer. Solo hay un despertar más hermoso que en los brazos de una nueva palabra, de una mujer hasta entonces desconocida – la magia voluptuosa del silencio antes de que aparezca el sol. Pero solo más allá de la palabra que pulula, obstinadamente presente, esta ingenua forma de olvido, existe el pensamiento. A través del tamiz hacemos cosquillas con mucho gusto al candor del árnica con la mirada clara dónde se ahogan los fantasmas; así se ahoga la frase sin puntuación, la que resalta la triste o alegre continuidad en el fracaso que es el significado de mi vida. La realidad borrosa, antes de ser conquistada por el sueño, es el reino donde me encuentro en mi casa. El aburrimiento antes de que muera, cuando me atasco allí por completo, es mi estado de vigilia más delicioso. La expectativa de algo de brillo, la aguda intensidad de la conciencia. ¿Qué me importa la conclusión del acto, la voluntad o el deseo que han conseguido su cumplimiento? El encanto se desvanece en estas gloriosas cumbres. Allí, comienza la sucesión irrevocable de crueldades y de luz. A las tres cuartas partes del camino encontramos el orden y la lucidez maravillosa que propagan el descuido de los duendes y la rebelión de los números establecidos – el fuego que está en pleno apogeo antes de abordar el principio de destrucción – y palpitan y se elevan.

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