Es difícil, hablando de Schwitters, separar en secciones bien delimitadas lo que fue su actividad literaria de su actividad pictórica, su actividad de escultor de la de instigador. Una personalidad tan completacomo la de Schwitters se niega a dejarse contener en el molde de fórmulas definidas. Intervienen en su composición tal multitud de elementos y de tanta variedad que nos vemos obligados, en este caso concrero, a corregir nuestra manera sumaria de enfrentar un fenómeno de vida al incorporar a un hombre en la generalidad de la especie. Aunque llegásemos a discernir completamente los caracteres de ella, los de un especimen único, nos sitúan ante la profundidad infinita que sólo la poesía – y hablo de la que anula cualquier descripción- es capaz de explicar.

Schwitters es una de esas individualidades que por su estructura íntima siempre ha sido naturalmentedada. Lo hubiera sido incluso si este grito de agrupamiento no hubiese sonado en 1916. Y Dada mismo posee tantas facetas, tantos puntos de referencia y de salidas en perspectivas, que no es fácil, ante la simplificación que necesariamente comportará la acumulación del tiempo, darle una definición exhaustiva.

Además, la participación de Schwitters en Dada, donde es sabido que cada miembro era su presidente, tiene un matiz particular, y es quizás por causa de lo específico de su naturaleza, el que una cierta independencia, que por otra parte Dada exigía expresamente, le hizo crear su propio movimiento : MERZ.

Conocemos el origen de este vocablo. En uno de sus collages , quiso el azar que de la palabra KoMERZiel sólo quedase visible el fragmento central. El azar que Duchamp preconicaba como uno de los más fervientes medios de creación, Dada lo transplantó a un terreno donde el humor y las leyes naturales han jugado durante mucho tiempo al escondite.

Y existe en la elección de esta palabra de origen “Comercial”, el detonante de una idea que Schwitters desarrolló sobre todo en sus escritos. Había nacido en Alemania alrededor de 1920, una especie de nuevo folklore, en el que se entronizó un lenguaje en escorzo, telegráfico y expresivo, derivado del de los negocios y la publicidad, como modo de expresión de un mundo en plena renovación. La ridícula repercusión sobre el lenguaje popular de este modo de vida parodiado del de América, debía nutrir la inagotable inspiración de Schwitters, y es así como la pequeña burguesía alemana, que asocia la flor azulal romanticismo maquinista se convirtió en una de las principales fuentes de su singular humor. En esta manera de fustigar las costumbre, es difícil desenredar la parte de ternura de la de ironía, Schwitters mismo identificando sus personajes – un poco como Jarry con Ubu- con el elemento natural y la provocación deja a nuestra imaginación un margen problemático suficientemente amplio para permitirnos no tomar postura.

El humor de Schwitters no es en absoluto relajación. Crea inquietud, porque no es de los que quieren hacerse pasar como tal. Cuando, hacia 1925, Schwitters parece mofarse de la estética de De Stijl, integra sin renegar de él todo el conjunto de su pasada actividad. La publicidad, recobra desde entonces un valor positivo, los lugares comunes, las frases hechas animadas mediante una especie de mítico impulso que les había insuflado, pueden servir para fines prácticos.

Este no es mas que uno de los aspectos de la complejidad de Schwitters, complejidad que solo aparece cuando tratamos de recorrer su rica personalidad, porque, en realidad, nada es más simple, con una evidencia casi popular, que su obra, para la cual tanto la realidad del lenguaje como la de los hombres de Revon –léase Hannover- es una fuente constante de frescura y de invención.

En las antípodas del orfismo wagneriano que quería reunirtodas las artes para crear una síntesis exagerada, cuando no enfática, se sitúa la confusión de los géneros preconizada por Dada con objeto de destruirlos y dejar sólo subsistir la expresión humana, en lo que tiene de esencialmente vivo y espontáneo.

Al menos por una de éstas razones los collages de Schwitters tienen en su punto de partida una idea polémica. A la llamada “nobleza” del arte, que suscitó tantos falsos sentimientos de los que solo el más sórdido convencionalismo pudo enorgullecerse, Schwitters opone los más “vulgares” medios de expresión. Con este vocablo los burgueses designan habitualmente lo que trastorna su pretenciosa fijación por los valores establecidos.

Los collages de Picasso, de 1912-13, continuados por los de Braque, tenían por objeto poner en evidencia la densidad de los nuevos materiales como elementos plásticos en la representación de los volúmenes. Los collages de Van Rees, continuados por de los de Arp, tendían a la supresión de cualquier ilusión de profundidad, volviendo a introducir los colores lisos en las superficies. Con Max Ernst reaparece la figuración de las imágenes reversibles en pintura mediante el uso de los lugares comunes y de los proverbios. Schwitters despreciando aparentemente cualquier voluntad de expresión dirigida hacia lo plástico, realiza en sus collages una síntesis de estos diferentes objetivos, arrebatando al lugar común su calidad figurativa, pero conservando todo su valor representativo. La combinación fragmentada del anuncio con la rueda de cochecito infantil o con el billete de autobús establece de todas las formas la amplificación del principio del ready madede Duchamp.

Schwitters fue uno de esos dadaístas que contribuyeron a desbastar las nociones de arte, a desvelar su mistificación. Fue de los que decapitaron de su aureolada mayúscula la palabra “arte” y la recolocaron al nivel de las manifestaciones humanas. Por supuesto, este acto sacrílego no podía consumarse sin escándalo, y al ritual de los bonzos era necesario oponer lo que está vivo, el hombre tal como existe en la calle y en el campo, y no la noción inmaterial de fantasmas e iniciados. Y este proceso de humanizaciónse extiende también a los objetos representados en pintura. Se trataba de reemplazar las categorías pretendidamente superiores –los temas elevados o edificantes- por lo que es objeto de los usos cotidianos más humildes y corrientes. Yo he visto a Schwitters recoger en la calle chatarras viejas, engranajes de relojes rotos, objetos heteróclitos y absurdos que hubieran desdeñado incluso los basureros, para emplearlos en la elaboración de obras de arte. Y allí aparece también la ambigüedad de Schwitters. Porque en el aparente desprecio que rige la creación de sus obras, no está en absoluto ausente la voluntad de construir un nuevo modo de expresión. Y no es menor mérito de estas obras ridículas, con las que Schwitters cogíó a contrapié todo lo que aparecía como “Artístico” en la época, el llevar en ellas una fuerza emocionante, reveladora del mundo de la libertad, que por un natural pudor Schwitters ocultaba bajo aparencias cínicas y despreciativas.

Esta luz escondida, tanto más ardiente porque no pretendíabrillar bajo el boato de las grandes palabras o en los suntuosos esplendores de los lujosos techos, es la que me agrada evocar aquí, con la transparente desnudez de un recuerdo que para mí conserva toda su pureza, la de un hombre íntegro y sensible, la de un amigo valioso entre todos, la de una de esas conciencias que enriquecen al hombre porque le dan razones suplementarias para vivir.