ÍNDICE

Introducción

Llegada

El desván mágico

Aluviones

Libertad

Bombillas nuevas

Heridas retrospectivas

Por los viñedos

Nieve compacta

Puente destrozado

Caballo

Acerca de un mundo oscuro

Pasado desaparecido

Sombreros

Luminoso de hotel

Estación para época de confusión

Despertar eterno

Extensión

Nacimientos

INTRODUCCIÓN

Mías se acabó de imprimir el 23 de Junio de 1955 con aguafuertes de Jacques Villon. Durante los años de la posguerra Tzara se dedicó a publicar estudios sobre las obras de Villon, Apollinaire, Tristan Corbière, el Aduanero Rousseau, etc. Pero es sobre todo su edición de las Iluminaciones de Rimbaud la que influye notablemente en esta plaquette.

Reaparecen en ella viejas imágenes y los temas genuinos de Tzara desde su primeros poemas : la ambivalencia del tiempo, el olvido como contrapoder de la memoria, el amor como fuerza de proyección hacia la libertad, la imperiosa necesidad del trayecto vital y de la acción como factor revolucionario.

Como todas su obras en estado manuscrito, también ésta fue recogida y catalogada en los fondos del modisto y mecenas Jacques Doucet, gracias al cual se han podido recuperar y cotejar la evolución en su composición de las obras de Tristan Tzara, que reiteramos siempre se mantuvo fiel a sus sueños infantiles y a su ímpetu de rebeldía adolescente : “La poésie doit être vivide et veçue”, la poesía deber ser vívida y vivida.

LLEGADA

La gran ciudad oscilada dentro de la cabeza. Sus remolinos se rompían contra el dique que le alzabas. No la hostilidad de lo desconocido, sino la aprensión de lo excesivamente esperado, el puerto extinto, el abrupto final de la impaciencia y del tenso esfuerzo.

Personas extrañas aquellas que sonreían; apenas entendías lo que sucedía. La belleza de una mujer podía desde entonces deslumbrar, acostada frente al espejo, agitación lejana, imagen intangible ofrecida al enjambre de tu sordera. Tú rechazabas las tentaciones que surgían por todas partes; la facilidad de su acercamiento hizo más difíciles las exigencias del deseo. Con enorme pelea lucha pretendías conquistar lo que se te debía. Ese es el umbral de la total oscuridad. La ciudad se acaba y la nave se desguaza.

El DESVÁN MÁGICO

De niño, grababa en un tablero, ayudándome con un clavo, las fechas memorables donde la columna de las desilusiones, en detrimento de la de los placeres, crecía bajo el dominio de un poder abrumador. Yo seguía con la mirada el camino triunfal de las lágrimas. Se ofrecían como tesoros del tiempo para compartir futuras contabilidades.

Misterioso paquete de cielo – ni remitente ni destinatario – y, mezclado con el olor a pimienta del suelo, el tiempo vencido, aquel en que la alegría salvaje se impregnaba de desolación finalmente liberada.

ALUVIONES

Todo un mundo de imágenes descansa, en capas estratificadas, en niveles de recuerdo, dentro de la cama de las oscuras ilusiones. Sustancia diáfana, fondo enrarecido y atravesado por correspondencias y, por placas de olvido, como un sueño de luz fría, tú irrumpes en la aglomeración de chillonas rayas sinuosas. Finalmente encuentras, entre las piedras, la monocorde canción infantil de la imaginación.

Era el día del miedo. Se gestaba el motín y, en la distancia, el humo de las revueltas retorcía la ropa del cielo. Unas madres corrían con los niños en brazos. Refugios, en la somnolencia de tus palabras sombrías, ¡qué dulce era la relajación de la carne! Pero su recuerdo permaneció herido, incluso cuando se restableció la paz con el sol, que absorbía las quemaduras y eliminaba la sangre.

Por lo tanto, el tiempo teñido de una muerte provisional llegaba hasta el inmenso desorden de la juventud por vivir. Y está bien repetirse que nada se nos da en exceso, para siempre intacto e inmutable

LIBERTAD

A la sombra del nogal cargado de orgullo jardinero, sentí llegar a mi boca unas lágrimas. Su sabor las precedía, derretido por todo el cuerpo. ¿Por qué lloraba? La nostalgia no implicaba ninguna referencia al pasado, pasado endeble, evasivo y móvil, solo tenía en mente el futuro, la vaga impaciencia tropezaba contra la estrechez de las perspectivas.

A través de la lente de aumento de las lágrimas me esforzaba por enumerar las perfecciones del trébol, de la paja, de las ramitas sin nombre y del trabajo incesante de los insectos en un mantillo elevado a la altura de la conciencia.

Incluso hoy, la ternura de este recuerdo es capaz de superar el cemento de la prisión que a veces toma forma a mi alrededor. Libertad, desde entonces, no he dejado de abrir ampliamente las puertas, unas puertas.

BOMBILLAS NUEVAS

Robar tiempo en los puestos de manzanas, nada despierta tantas miradas en el lecho aterciopelado del otoño como el recuerdo encontrado en el frescor nocturno. Inmerso en la oscuridad de las sábanas, yo desgranaba escasas perspectivas sobre la alameda poblada de arquitecturas blancas. Las vértebras de los árboles estaban colocadas en un encaje desasosegado. La incandescencia de las risas regulaba los pasos del día siguiente. A lo largo de los dormitorios blancos rodeados por libros abiertos, yo perseguí un antiguo silencio. Medí la intensidad universal, y latente, del olvido. A través del mantillo familiar, sus raíces, ya, envolvían el presente dormido.

HERIDAS RETROSPECTIVAS

Tan lejos como miro hacia atrás, con gestos que se desmoronan y voces tragadas para siempre, encuentro el sabor lechoso del cielo sobre mí. ¡Cielo, cielo, cielo!

Como el grito del marinero que regresó, marinero de las tinieblas terrestres, día y noche resonó desde las profundidades el grito y la promesa : ¡cielo, cielo, cielo!

La injusticia que solo conocí a mi costa. No supe verla a mi alrededor, donde sin embargo mil lenguas viperinas avivaban las ascuas del apetito. Vanidad dañada, empujada, y amargura nacida en el aterciopelado silencio de la noche. Por ternura ¿hacia qué palabras cortadas en la misma piel, me dejé llevar por naufragios ilusorios? He de reconocer que el amor no toma el camino del deber y la deuda, sino que es una proyección continua, una explosión contundente, incluso si en última instancia ofende. Una especie de alegría a fondo perdido, un déficit sin espíritu de devolución.

POR LOS VIÑEDOS

La confianza reinaba sobre todas las brasas esparcidas en el horizonte. Me calentaba con el color redondo que ella extendía sin mencionarlo. Me penetraba la continuidad de su tensión. Solo, ¿cómo pude soportar el lujo de esta felicidad?

Horas quietas, bajo vuestra palpitante unanimidad, descubrí la plenitud. En las colinas, una sola sonrisa prolongaba la inconsciencia de mis pasos. Y en el camino invisible de la pérdida, el cristal incrustado en la carne de la noche se abrió sobre peldaños interminables, siempre descendiendo, el sabor amargo de las derrotas desplegado a pleno viento sobre los campos de batalla abandonados.

NIEVE COMPACTA

Era un pobre tesoro que sujetabas contra tu pecho. ¿No habías abandonado la luz en los destrozos de las sublevaciones? Los lobos se ocupaban de ello y colgaban trapos desgarrados barriendo el suelo. Tan profundo, tan pesado como la noche, te hundías en la guarida de la existencia vital. Las campanas y los niños podían muy bien inscribirse en la senda del azar, ninguna brizna de hierba llegaba a acariciar el sueño interno. Ventanas negras, como animales cazados, se abrían a un futuro prohibido.

Y en el esplendor de los campos de la risa, torbellinos de sol, palabras exaltadas, el fuego acumulado estaba esta vez aún dedicado a la luz de la soledad.

PUENTE DESTROZADO

El sol había pulido el parapeto de piedra y con la palma de la mano su cálida caricia subía por el cuerpo. Te emborrachabas con las infinitas promesas de la levedad de vivir. El otoño, nos acordaremos de su insistencia envolvente, extendía como un postulado el principio de la paz infusa, su ardiente belleza. Tú amabas la vida.

De una orilla a otra del barranco, el camino no era largo. Pero por otro lado, con la continuidad de la vida, se continuaba la ruta que aún no se había recorrido hasta el final, ruta inscrita en las veces que había llamado a tu puerta la inconsciencia de la traición. Estabas lejos de pensar que el amor podía tener un final.

CABALLO

Es cierto que yo creía en la inmensa pasión de vivir. Cada paso amplificaba en mí viejas pero siempre conmovedoras adoraciones. Podía ser un árbol, la noche, eran bosques de caminos, o el cielo y su vida atormentada, sin duda el sol.

Un día vi la soledad. En la cima de un montículo, un caballo, solo, quieto, estaba parado en un universo detenido. Así mi amor, suspendido en el tiempo, recogía en un momento sobre si mismo su memoria petrificada. La vida y la muerte se complementaban, con todas las puertas abiertas a las posibles prolongaciones. Por una vez, sin compartir el significado de las cosas, percibí. Aislé mi visión, ampliándola hasta la penetración infinita de sus fronteras. Dejaba para más tarde la tarea de ver lo que se iba a ver. ¿Pero quién podría afirmar que se mantuvieron las promesas?

ACERCA DE UN OSCURO MUNDO

Olvidada de los caminos, aterciopelada y cubierta de musgo, de repente apareció una aldea para niños. Nos detuvimos en la hierba al borde del bosque. Y en ese momento ya estábamos siguiendo el ancho camino cortado en la masa de sombra que se abría ante nosotros como un relato borrado. ¡Hermosa imprudencia! Pronto caía la noche, miles de ruidos partían unas voces con nuestros pies y el bosque hablaba, de cascada en cascada el tiempo rompía cristales y la lúcida embriaguez de los árboles, girando en círculos, nos ponía a merced de las olas de burla que siempre nos empujaban más lejos.

Cuando por fin divisamos un horizonte estable, con todas las velas henchidas, avanzábamos ya al encuentro de manifestaciones de bienvenida. El amor, otra vez, no titubeaba más bajo la mirada, él que nos había encadenado a la deriva.

PASADO DESAPARECIDO

Sujetado con tenazas de piedra, el mar aúlla, los barcos resuenan bajo el arco del inquisidor. Solo existe una zona de dominio alrededor del faro de poderosa mandíbula.

El invierno está en los dientes, nuestra carne experimenta el silencio, el enemigo no está muy lejos.

En la colina, y hasta la cima de la ciudadela, los pinos no han cambiado. Allí agachada por el dolor, una lejana existencia de hermética memoria. ¿Por qué desvíos oblicuos estaba vinculada a suertes inconfesables? Desafiamos los años, la juventud despreciada. Ahora, cortadas las raíces, superados por la distancia de las leyendas, no somos más que el arbusto indescifrable, el revoltijo inextricable de una mitología aburrida.

SOMBREROS

Pelo flameado, melena rizada, cabello quebrado, cabello cortado, pelos hirsutos, copa de árbol; desde el florecimiento de los rostros hasta la placidez del cielo, hay un largo camino salpicado de audacia. Pájaros invisibles revolotean alrededor de las ramas y las mariposas etéreas ya esparcen el brillo de sus joyas sobre la superficie encendida.

Por encima de la dignidad de la cabeza el cielo mantiene consejo. Se dice, de una vez por todas, que el día ilumina su fruto. Es para dejar a la noche su función de tierra profunda donde incluso el recuerdo se envuelve con la conciencia abierta correctamente en mundos imprevistos. Así la belleza pasa del conocimiento de la deshonra que, sin embargo, está incrustada en ella, como una semilla indeleble.

LUMINOSO DE HOTEL

¿Qué silencio es este extendido sobre una presa pesada, envolvente y tacaña, sujeta en las paredes de la resignación? Ahora que la herida ha cicatrizado, podemos reírnos de la importancia que le atribuías. Te acuerdas de la dolorosa huida que te había atravesado el cuerpo. El peso de la viga de tu cabeza recaía sobre frágiles hojas invernales Las manos no encontraban el tamaño de las respuestas. Sometido bajo la fuerza de la impaciencia, nada podía ya corregir la época del recuerdo. La humedad de la soledad penetraba en los recovecos de los pensamientos más pobres. Solo el camino de sirga mostraba la línea recta que te esforzabas en seguir; mientras que cada calle que desembocaba te detenía frente a un muro podrido surgido de imprevisto y definía la imposibilidad de descubrir la razón y conocerla.

¿De qué huías, si no de tus propios pasos?

ESTACIÓN PARA ÉPOCA DE CONFUSIÓN

Las farolas rezumaban, gotas profundas en la frente, bajo la opresión de una noche autoritaria. Indolentemente colgadas en la esperanza que la poblaba las gentes, cuya tranquilidad cubrían deficientemente los harapos de esperanza, se agrupaban en racimos sin forma. Lo que quedaba del inmenso silencio remaba con zagual a la deriva en un país desértico. La ceguera dolía y, como un agua confundida, circulábamos en un espacio cerrado con una sola idea en la mente: huir, romper la ventana detrás de la que sabíamos la distancia desesperados, su fluido calor animal al alcance de nuestras bocas, la sed , los sueños y el torrente de luz que permanece intacto en la montaña de la memoria.

DESPERTAR ETERNO

Al ponerse el sol, estás sobre la pista del regreso. Clavamos allí las penas y sus recuerdos y toda una carpintería de sueños llena el espacio. Allí comienza el camino, pero no conocemos ni la salida, ni la cerradura que la controla, ni la meta.

Por supuesto, nadie sabe la palabra que te abrirá la puerta. La llave está en ti y túen estás perdido. Pero todavía un esfuerzo, paciencia dormida en el borde del camino, y la travesía termina. Se derrama hasta el borde y, contigo, una multitud de preguntas sin responder, privadas de la luz del sol.

Casados en ritmo ascendente, aún laten unos corazones, seguros de la perpetuidad de las mañanas. Golpean el hierro mientras está ardiente y cálido el vértigo que conduce su carro triunfal. ¿Hasta qué pausa, qué salto inesperado?

EXTENSIÓN

La canción de una niña pequeña – ni risa, ni llantos – en el camino uniforme de un relato que brinca y bruscamente abandonado. A las chicas les encanta coser la canción que se extiende a lo largo de la línea sin horizonte. Pone en sordina la cotidiana evidencia del despertador.

Estoy aquí, dijo ella, frente a la extensión sonora. Ni melancolía, ni alegría excesiva. Sino una leve nostalgia, nostalgia por un futuro desconocido, por alcanzar, por abrazar.

Yo también, a la sombra del tilo, con los ojos cerrados, entro en el recinto de la impaciencia mágica, mientras que, frente a mí, la permanencia del mar endereza los errores y desvela la vanidad de los proyectos.

NACIMIENTOS

Pasamos al lado de indescriptibles esperanzas. El milagro ocurre sin que elevemos la voz, sin fruncir el ceño. Silencio y ceguera, no es de extrañar, las fuerzas conectadas en la agitación y la vanidad del momento.

Llegó el día en que no pude contener mis fervientes celos. Repentinamente desaparecida en lo ignoto, la apasionante existencia del niño llevado ante el juicio de una conciencia deslumbrante me conmocionó hasta olvidarme de mí mismo. Al misterio emergente dediqué la cepa de la vid y la sutileza del perifollo. Tener siempre presente en el recuerdo la promesa, aquella que, nada menos que humana, solo podría contar desde un cierto orden de magnitudes.

Pero el secreto es esencial en este asunto. O, al menos, así es como va allí el orgullo del hombre.