A pesar del inescrutable cajón de sastre de hechos y de emociones relativo a la poesía, sobre cuyo magma la diversidad humana se esmera en empecinarse alcanzando a los más lúcidos, hay lugar para establecer un esquema válido para la época actual y buscar un coeficiente de medida que haga posible acercarla a sus características esenciales. Son escasos los que sintieron que un puente nos une al Romanticismo, sobre todo en lo que se refiere a sus inicios, un centenario para cerdos, conmemorado por porqueros excesivamente ufanos de las entronizaciones de sus porquerías literarias, que han terminado por perturbar el verdadero sentido de esta vasta empresa de renovación literaria. Al establecer el balance de una actividad de la que no constituimos sino un eslabón, es a la luz de un método que la ciencia moderna pone a nuestra disposición y que me parece el único válido, el materialismo dialéctico, como trataremos de separar el carbón de la poesía de la escoria inservible. Aunque el sicoanálisis apenas ha ayudado para explicar la poesía, fenómeno subjetivo, los acontecimientos han valorado suficientemente lo que el método materialista-dialéctico tiene de viable en la sociedad actual, las críticas que éste formula a su entorno y que afianzan nuestras propias críticas, la confirmación que le ha dado la historia, por señalar el estado de tránsito en una evolución continua, las razones que nos da para vivir, y la ayuda que nos aporta, tras fracasos y abandonos, para tomar conciencia de estas razones.

Es preciso insistir aquí en un principio que me es querido, la provisionalidad, pero una provisionalidad sólidamente basada en una sucesión que no puede ya escapar a nuestra conciencia, necesariamente unida a otras provisionalidades pasadas, respondiendo a las necesidades de otras por llegar, un estado de provisionalidad consciente de su valor objetivo, que cierra los caminos de donde proviene y se apresura por abandonar lo más posible estadios sucesivos en una determinada dirección. Nunca he podido conceder a los hechos que se han producido o a las obras que me gustan, otra importancia que la que, en un plano en el que podían mantenerse como signos, como testimonios, como jalones, en continua transformación, fuese solo mensurable en la escala del porvenir. Su contenido explosivo –hundida la puerta, franco el paso, su grado de indiferencia ante cualquier actitud estática (del tipo “obra de arte”)- el avance en un sentido determinado, la relación entre el punto donde el paso toma como salida el punto terminal de otro paso ya avanzado, para, a su vez, franquear un nuevo paso y éste punto nuevamente alcanzado, constituyen para mí el único valor que les presto. Y si la puerta es ampliamente abierta, si la distancia recorrida es grande (en el momento en que ocurrió el hecho) es porque una memorable explosión lo ha precedido, el máximo desplazamiento imaginable en el tiempo sobre un terreno que le pertenece y, conservada cualquier proporción, en lo que concierne a su porvenir, que un meollo, que una revolución, se habían producido con un estallido : este es el origen de mi emoción. No se confunda con las emociones fáciles de tipo artístico hacia las que, hace ya mucho tiempo, expresé mi desconfianza.

En lo que atañe a la poesía, me propongo demostrar que sigue una dirección en un sentido real, y que, consecuentemente, como en no importa qué fenómeno subjetivo, es posible aplicarle la ley de la linea nodal de relaciones de medida de Hegel, así como prever a qué posibilidades está unida, en una sociedad nueva, su transformación de cualidad en cantidad, es decir, de factores personales propios del creador y su proyección sobre el conjunto de individuos, ella misma convertida en creadora de poesía.

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Aunque imperfectamente estudiada, la poesía, esa llama viva, no cesa de brillar cada vez más intensamente en el horizonte de todas las preocupaciones. Sin embargo una duda sobre su eficacia subsiste entre los poetas que no llegan, desde hace siglos, a asociarla con el funcionamiento real del mundo exterior. La indiferencia que muestra el público ante aquellos que la sociedad actual denomina poetas, exaspera todavía más sus reacciones. Sin embargo, su intención de restituir a la poesía su papel de elemento activo en el campo intelectual, se ha manifestado frecuentemente con pasión. Pero, desde ahora y ya, se trata de denunciar el malentendido que pretendía clasificar la poesía bajo el epígrafe de los medios de expresión. La producción poética que solo se distingue de las novelas y otros géneros literarios por su forma exterior, la poesía que expresa únicamente bien sea ideas bien sentimientos, no sabría ya definir la poesía en su estado actual. Ante esta concepción caducada ha lugar para enfrentar la poesía-actividad del espíritu. Las recientes elucubraciones sobre poesía pura no podrían dilucidarel debate. Hoy está perfectamente admitido que se puede ser poeta sin haber escrito nunca un verso, que existe una cualidad poética en la calle, en un espectáculo, no importa dónde. La confusión misma se denomina “poética” y Proust se las había ingeniado para encontrarla hasta en los urinarios. Buscadores de poesía a cualquier precio y por todas partes han aplicado este principio a sus propias producciones dramáticas u otras y se ha podido perseguir su desarrollo hasta el final de esta cadena excremencial, en la que, para asegurar el mantenimiento de las ignominias sociales, la justicia se encuentra emparejada con la iglesia. La misma confusión concerniente a la pintura se había ya producido en otra época : la búsqueda de lo “pintoresco” de regocijante memoria. Se comprenderá fácilmente que ni esta poesía, ni esta pintura, tomadas en el sentido de “tema que puede servir para …” , de asunto o de vaga calidad que no implican a nadie, no pueden ya suscitar el mínimo interés. Aún últimamente, se ha querido subordinar a la poesía la pintura, la escultura e incluso la novela; solo hay que que apreciar en este intento una expresión mal asimilada de algunos principios de dada.

La primacía de lo poético tomado en su sentido de cualidad demuestra una vez más la imposibilidad de situar en el plano ideológico una actividad múltiple que se encuentra de hecho en desacuerdo con la sociedad actual, pero se intenta integrarla en vez de oponerla a ella. Las premisas de la belleza, belleza estática e inmutable, conducen directamente a la noción de obra maestra, son los cimientos inamovible sobre los que se ha pretendido levantar el edificio del arte –castillo de naipes tantas veces caído al suelo, tantas vuelto a levantar-. Sería inadmisible que, invocando ideologías revolucionarias, se aceptase en bloque una idea cuyas bases se idealizan para adaptarla, sin investigar sus orígenes ni fundamentos, a los marcos del materialismo dialéctico. Tal procedimiento sólo puede desembocar en resultados absurdos.

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Por muy incompletamente definida que haya podido estar la poesía en el momento en que los Románticos intentaban por primera vez, de una manera consciente, hacer realidad lo inefable y lo inexpresable, nosotros tenemos todas las razones para creer que la cuestión de que la poesía puede ser otra cosa más que un medio de expresión no se planteaba entre ellos. Igualmente es preciso ver en sus predecesores, en el interés netamente acusado que ellos llevaban a todos los terrenos del misterio, misterioso para ellos a finales del siglo XVIII –por oposición a los racionalistas que les precedían de cerca o eran sus contemporáneos- la conciencia de que fuera de lo expresable y de lo expresado, de la razón, podía existir un sentido de lo maravilloso, todavía inexplorado. El amor por los fantasmas, las brujerías, el ocultismo, la magia, el vicio (en tanto que factor disgresor de la imagen convencional del mundo y desde el punto de vista de la libertad aplicada al terreno sexual) el sueño, las locuras, las pasiones, el folklore verdadero o inventado, la mitología (observar las mistificaciones), las utopías sociales u otras, los viajes reales o imaginarios, este baratillo de maravillas, de aventuras y de costumbres de los pueblos salvajes y generalmente de todo lo que se salía de los marcos rígidos en los que se había ubicado la belleza para que se identificase con el espíritu, preparó naturalmente a los Románticos para descubrir e imponer algunos principios que todavía hoy los surrealistas pueden invocar.

Parece evidente que los pre-románticos no se enredaban en cuestiones de buen o mal gusto, criterios todavía tomados en consideración por los críticos actuales. Anteponían su firme voluntad de destruir los prejuicios frente al clima dominante. Constituían una minoría de la clase intelectual que, ya, se alzaba contra la ideología que preparaba el nacimiento de una nueva casta de opresores, los industriales. En el nivel de la historia de las ideas han de recordarse dos momentos cargados de múltiples significaciones : el uno representado por el Marqués de Sade, y el segundo por la novela llamada alternativamente negra, terrorífica o frenética.

Punto extremo del Romanticismo, los Bousingos (al igual que los cubistas adoptaron por diversión un nombre que se les dio como mofa) señalan un considerable progreso en este proceso en formación, la poesía y en la certeza de que ésta no es solamente un medio de expresión.

Petrus Borel, el licántropo, al que nos unen, por otra parte, muchas otras razones, escogió para sus Rapsodias (1831) este epígrafe extraido de un largo poema de Burger:

¡Hop! ¡hop! ¡hop!

(Burger)

Charles Lassailly, para su novela, Las Pillerias de Trialph, nuestro contemporáneo antes de su suicidio (1833) emplea un epígrafe que merece ser citado:

¡Ah!

¡Eh! ¿hé?

¡Hi! ¡hi! ¡hi!

¡Oh!

¡Hu! ¡hu! ¡hu! ¡hu! ¡hu!

-Profesión de fe por el autor-

De una manera plástica y brillante, por medio de la ironía, Borel y Lassailly afirman, al unísono con el estado de espíritu “me importa un pito” que imperaba entre los poetas de su época, que la palabra es incapaz, en tanto que vehículo de la lógica, para expresar sentimientos (lo inefable, lo inexpresable, como ellos decían, la actividad específicamente poética como más tarde se verá). He aquí un momento importante, aunque mínimo, que da un sentido de dirección a la poesía : señala claramente una separación de poderes, una oposición, una antítesis que se establece en el seno mismo de la poesía entre poesía medio de expresión y poesía actividad del espíritu. El mismo proceso se repite a título individual en la evolución de la mayor parte de los Bousingos. Nerval comienza escribiendo poemas con contenido político para desligarse progresivamente. Desde el punto de vista lógico, recorre un camino análogo al que la poesía medio de expresión sigue hacia la poesía actividad del espíritu. Las costumbres excéntricas que tenían los Bousingos, su dandismo, su comportamiento en sociedad, su iluminismo y sus llamadas a la revolución, el escándalo en la vía pública, considerados no solamente como un reto a la odiosa burguesía sino sobre todo como uno de los elementos poéticos reales, igual que jalones colocados en un camino que debía conducir hacia resultados más substanciales : la tendencia de trasladar la poesía a la vida, tendencia que, inconscientemente implicaba la idea de que la poesía podía existir fuera del poema. A continuación del movimiento preparado por los Bousingos, otros poetas acusan una evolución capaz de justificar en el plano histórico la imagen sugerida de poesía en evolución.

El apetito espiritual de Baudelaire, su permanente insatisfacción, la atracción del mal, su oposición al mundo burgués y el reto que representan las obras censuradas son los elementos a cuyo través su poesía entra en estrechas relaciones con el estilo. El orgullo que de él se infiere es una actitud que adopta no solamente en el plano del comportamiento, sino que tiene también repercusiones sobre el concepto de poesía. Su dificultad para expresarse y el esmero minucioso que adopta para conseguirlo superando los obstáculos traducen lo que él denomina su impotencia. La poesía-actividad del espíritu determina en él esa vida interior de la que da cuenta su biografía y cuya intensidad solo se refleja en sus escritos a su pesar. No más que los Románticos, él no podía concebir la poesía de otra manera que como un medio de expresión. Pero, más consciente que ellos, parece tanto más torturado por un sentimiento difuso cuya perspectiva se le escapaba, lo que llama el “spleen” y que era, en estado bruto e indefinido, esta poesía-actividad del espíritu cuyos albores apenas se podían entrever entonces. Mediante su excesiva sensibilidad hace presentir una salida de lo que, muy visiblemente se le aparece como una prisión. ¿Acaso no opuso la acción al sueño en una relación que no ha perdido nada de su vigencia?

Aunque la sensibilidad dirigida hacia lo real de Baudelaire hace prever la aparición de Lautreamont, en la evolución de la poesía y por el papel capital que representa en ella, la figura de éste último adquiere para nosotros, que hemos unido nuestras vidas a su obra, a la luz de todas las revelaciones que, sucesivamente, cada uno de nosotros le debe, una importancia que no es fácil de analizar fríamente. ¿Acaso no desborda cualquier método crítico, este ser fabuloso y sin embargo familiar, para quien la poesía parece haber superado el estado de actividad del espíritu para llegar a ser verdaderamente una dictadura del espíritu? Su obra cumple la función de palanca en la evolución que se perfila, porque, mucho mejor que Hugo, demuestra que mediante una especie de magia verbal o de verbalismo cautivador, la razón es susceptible de desconcierto y la lógica de disolución.

La reacción de los parnasianos contra el Romanticismo da la medida del avance alcanzado por la poesía-actividad del espíritu en su tendencia a sobrepasar el oficio de poeta. Su idealismo, que exige un cierto orden, del que sabemos lo que significa su transposición al plano social para la clase dominante, constituye su más servil expresión. Sin embargo Mallarmé, abandonando a los parnasianos, recorre en el marco de su obra el mismo camino que Gérard de Nerval. La poesía-actividad del espíritu disuelve el duro cimiento de una fortaleza que pasaba por inexpugnable, la sintaxis. Mallarmé extrajo las conclusiones legítimas de esta nueva situación y, en algunos casos, suprimió la puntuación en sus poemas. En una Tirada de dados, yendo aún más lejos, dispuso tipográficamente los blancos y los diferentes caracteres según un modo de notación apropiado que abrió a la poesía fértiles perspectivas. Germain Nouveau y Charles Cros abordaron con el máximo de actualidad y de necesidad propias, en terrenos diferentes el problema de la poesía. La relación entre los dos términos de la poesía que a partir de ellos se establece hace inclinar más decisivamente la balanza en beneficio de la poesía-actividad del espíritu. El desarrollo de las fuerzas adquiere un sentido concreto, determinado por el antagonismo consciente entre los defensores de la tradición y los de la vanguardia poética.

Pero ya previamente y más explícitamente que en Lautréamont quien, entre los Cantos y el Prefacio, solo nos permite ver en el tiempo un camino demasiado corto aunque muy diferenciado, podríamos recorrer en la obra de Rimbaud una reproducción reducida y mimética de la poesía en su conjunto, a partir del medio de expresión hasta la actividad del espíritu y ésto no sólo en los límites de su época sino superándola y prefigurando, por el abandono de la poesía, el destino de la poesía tal como el futuro habrá de contemplarla bajo el ángulo del cambio de la calidad en cantidad.

Junto a estos grandes inventores, los simbolistas no están a la altura. Sin embargo no hay que desdeñar su papel. Les debemos la introducción del verso libre que es una conquista muy importante cuando se piensa en la secular infalibilidad del verso regular. Ellos que, no obstante, creyeron que ese verso libre constituía por sí sólo una revolución esencial, aprovecharon la confusión mantenida mucho tiempo sobre las relaciones entre la forma y el contenido. Es indiferente que un nuevo contenido sea expresado con ayuda del verso tradicional o que un viejo pensamiento adopte una forma nueva, lo uno arrastra a lo otro o viceversa. La idea de que el nuevo pensamiento debe forjarse en una nueva forma preocupó al primer líder de los futuristas, un poco como a manera en que Verlaine preconizaba la introducción de la música en la versificación, es decir más como un juego o un perfeccionamiento que como una profunda reforma que concierne a la concepción misma de la poesía. Sólo los impresionistas pueden identificarse, como consecuencia de soluciones imitativas demasiado fáciles, con las invenciones formales de Marinetti y de sus palabras en libertad. La importancia del futurismo solo podría aparecer mientras la crítica de la poesía siguiese un camino empírico. Apollinaire fue no obstante durante algún tiempo conquistado por los encantos de los futuristas. Pero toda su poesía va al encuentro de sus pretensiones innovadoras. El avance cuantitativo de la poesía-actividad del espíritu en detrimento de la poesía-medio de expresión es de un alcance más general que el progreso, innegable por otra parte, que constituye el verso libre en relación al regular. Este fue solo primitivamente un simple asunto de desarrollo externo, de versificación, y no puede en ningún caso significar que, necesariamente, su desarrollo seguirá un sentido determinado. El verso libre se encuentra en Rimbaud, Hoelderlin lo había ya empleado, sin desconocer el sentido de corriente de liberación que desencadenó, sería exagerado hacerle asegurar el papel capital en la transformación profunda de la poesía.

René Ghil fue el primero en apercibirse de la posibilidad de una exploración bastante sistemática en el terreno de la poesía. Aunque el objeto de sus investigaciones no traspasó la forma, el lenguaje, es reseñable que Ghil haya podido elegir bien no solamente la sintaxis sino incluso las palabras, para alcanzar un fin que, de una manera demasiado teórica, se había impuesto, el de una instrumentación verbal que, hoy, parece obsoleta.

La separación, en el interior de la poesía, del medio de expresión y de la actividad del espíritu llega a ser cada vez más sensible. En la línea de este desarrollo, la poesía de Maeterlink – que la confusión de su obra posterior en prosa hace aparecer como excepcional- representa una preciosa adquisición en la toma de conciencia poética y es mismo vale para la de Saint-Pol-Roux,que asigna a la poesía un papel todopoderoso, distinto al de la metáfora. Plenamente válida, su poesía contribuyó a la elaboración del Nuevo Espíritu, esta etapa definida por Apollinaire de donde saldrá la poesía completamente renovada.

Pero, en esta preparación, es innegable que Alfred Jarry jugó un papel determinante. Tras, con una especial conciencia, haber sacado al humor de una cierta bajeza indecente donde se disfrutaba lo cómico dándole su significación poética, Jarry se sirvió de elementos hasta entonces imprevistos como la sorpresa y lo insólito para interrumpir la corriente contemplativa que la poesía no dejaba de seguir desde el Romanticismo. Al introducir en ella el absurdoy lo arbitrario aparentes, pero no obstante necesarios, incorporándolos de una manera coherente a la poesía, abrió a Guillaume Apollinaire el camino donde estaban ya señalas todas las características del Nuevo Espíritu. El valor que éste último dio a la experimentación poética hizo de la poesía una materia suficientemente diferente de los demás productos de la inteligencia para que Daday el Surrealismo pudieran concebirla como una permanente exigencia del espíritu. Mediante la supresión sistemática de la puntuación Apollinaire consolidó una situación de hecho : la claridad no está ya en buscar como habitualmente, en la parte asignada a los medios de expresión, sino en la misma actividad que preside la elaboración del poema. En esta esfera, la puntuación que sirve para la explicación del pensamiento lógico no encuentra ya utilidad. Sin embargo, la técnica de los Caligramas no tuvo el eco que Apollinaire esperaba. Aunque de origen diferente los Collages de Dada y de Max Ernst incorporan los caligramas mediante la interpretación que proponen de la simultaneidad visual fuera de cualquier demostración figurativa o de motivos inmediatamente publicitarios.

El estado en que Apollinaire dejó a la poesía coincide en el plano pictórico con la experimentación cubista y si, en este paralelismo que tan admirablemente supo alentar, reside uno de sus principales méritos, en lo sucesivo es fácil demostrar que el desarrollo de la poesía concuerda en todos los extremos con el de las artes plásticas.

A la luz de estos datos, que, a partir de Dada en 1916, son sometidos a una verificación, la poesía persigue un camino en el que el sentido de la dirección está asumido por la línea que reúne la poesía-medio de expresión a la poesía-actividad del espíritu; esta tendencia que se repite en el interior de la poesía, es la misma que la poesía conseguirá íntegramente. A pesar de los estadios intermedios, la poesía actividad del espíritu se acrecienta cuantitativa y progresivamente en el tiempo a expensas de la poesía-medio de expresión. La poesía tiende a convertirse en una actividad del espíritu. Tiende a negar la poesía-medio de expresión. Si la poesía actual es todavía para muchos un medio de expresión ello es debido a su subordinación al lenguaje, es decir a su forma.

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Dos modos de pensar coexisten y se oponen. En la medida en que el punto extremo de uno está simbolizado por el sueño, es fácil suponer en el opuesto el pensar llamado dirigido o lógico.

El pensar dirigido es un proceso síquico de adaptación al medio. Esta forma de pensar, según Jung “sirve para comunicarse con el exterior por medio de los elementos de la lengua, que es difícil y agotadora, adquiere, adapta, imita la realidad y busca actuar sobre ella”. Nosotros pensamos en palabras. Como si se tratase de convencer a alguien, nos recitamos el pensamiento a nosotros mismos. La lengua es en cada estado de la civilización la suma total del saber humano pasado por el tamiz de la experiencia colectiva. El pensamiento dirigido o lógico engendra el progreso de las ciencias, es productivo. Al ser un proceso de adaptación al medio, se correspondería en la vida síquica a lo que el trabajo es en biología y, se podría añadir, al trabajo productivo en la vida económica.

El pensar no dirigido, asociativo o hipológico, “se desvía (de la realidad), libera deseos subjetivos y permanece completamente improductivo, refractario a cualquier adaptación” (Jung). Este pensar consiste en un encadenamiento, en apariencia arbitrario, de imágenes : es supra-verbal, pasivo, y es en su esfera donde se ubican el sueño, el pensar fantástico y las ensoñaciones diurnas. El pensamiento denominado no dirigido domina el conjunto de los fenómenos humanos impropiamente llamado mentalidad primitiva cuya totalidad solo sería posible abrazar en estado puro si la ruptura que representa para nosotros el paso del estado de sueño al de vigilia desapareciese por completo. Igual que, afrontadas desde el punto de vista de la sociedad comunista, las nociones de trabajo, de pereza, de proletariado etc… adquieren un aspecto completamente diferente, un nuevo contenido específico, en la sociedad primitiva los estados de sueño y de vigilia no son mensurables con los conocimientos de que disponemos. Jung afirma que la forma del pensar dirigido que engendra el desarrollo de la ciencia es una adquisición relativamente reciente de la humanidad. Pero de qué manera, a lo largo de la historia, se ha efectuado la evolución de éste último, aumentando considerablemente su preeminencia, en relación con la otra forma de pensar no dirigido, Jung no nos lo enseña. Que este desarrollo responde a los cambios de las condiciones materiales debidas al tránsito de la sociedad primitiva a sociedad capitalista me parece tan evidente como el hecho de deducir las formas de civilización de las estructuras económicas. Desde el punto de vista histórico, el proceso evolutivo del pensar llamado no dirigido sigue una dirección en el sentido determinado por la línea que vincula el pensar no dirigido con el dirigido. Pero, al término de su transformación, los elementos del primero no desaparecen por ello y han de descubrirse en forma residual entre la mentalidad civilizada, donde toman forma en el sueño, en la ensoñación diurna y en el pensar fantasioso.

La actividad poética tal como Breton la vinculó al sueño con el nombre de escritura automática y de surrealismo, encuentra un lugar completamente natural entre las manifestaciones del pensar no dirigido reducido a las expresiones involuntarias del individuo.

Al recorrer la historia del pensamiento, será fácil hacer coincidir la parte del pensar dirigido con la poesía-medio de expresión y la del pensar no dirigido con la poesía-actividad del espíritu. Se observará por un lado la preponderancia del lenguaje sistemáticamente discursivo sirviéndose de palabras, instrumento de ese pensar en cuyo seno se ha perfeccionado, y del otro lado las características del pensar que consiste en una sucesión de imágenes más o menos abruptas y superpuestas sin ligazón aparente.

La poesía sigue, en un plano muy diferente, una dirección en sentido inverso del de las formas de pensar. Pero en el recorrido de éstas últimas al reproducirse individualmente en cada uno de nosotros, -¿acaso no va él de lo inconsciente a lo consciente, del pensamiento infantil al pensamiento lógico?- se debería constatar la posición discordante, e incluso contradictoria, que los dos desarrollos de los modos del pensar y de la poesía-sueño se atibuyen mutuamente en la esfera generalizada del pensamiento humano.

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El lenguaje, bajo el ángulo de las relaciones humanas, fue para Dada un problema y una constante preocupación. Por medio de esta actividad dispersa y tentacular que fue Dada, la poesía es hostigada, insultada y despreciada. Cierta poesía, para ser más exactos, la poesía-arte, basada en el principio de que la belleza es estática. Dada le oponía un estado de espíritu que, a pesar de su antidogmatismo de base, era capaz de demostrar que todo es movimiento, alineamiento constante en el fluir del tiempo. Cuando en 1920, Picabia en la presentación matinal de Littérature expone un dibujo ejecutado en una pizarra negra que es borrado ante el público, que yo mismo, con el pretexto de leer un poema, leo un artículo de periódico mientras una bocina eléctrica tapa mi voz, cuando, un poco más tarde, un poema de Aragon titulado Suicide, y que no es otra cosa que el alfabeto, aparece en Cannibale, cuando, en la misma revista, Breton publica un extracto del listín telefónico con el título PSST – se podrían citar muchos otros ejemplos – ¿acaso no conviene ver en estas manifestaciones la afirmación de que la obra poética no tiene valor estático, que al no ser el poema el fin de la poesía, ésta puede muy bien existir en otras partes? La receta que yo daba para fabricar un poema dadaísta, que consiste en sacar al azar palabras de un sombrero, es la ilustración de este postulado; quería demostrar mediante el absurdo que el poema convencional era insuficiente para servir como vehículo de la expresión profunda de la personalidad del poeta. Destruir la poesía por sus propios medios, tal era el objetivo que Dada se fijaba para materializar su desdén respecto a la poesía que no había conseguido desprenderse de su componente de medio de expresión. La frase que escribí en 1920 : “el pensamiento se hace con la boca”, tenía igualmente por motivo desprender la poesía de sus contingencias literarias, de poner el acento en el carácter inventivo y espontáneo y sobre todo de situar el pensamiento en el nivel del hombre, destruyendo el falso prestigio idealista que pretendía atribuirle como origen una especie de inspiración de naturaleza sobrehumana. El pensamiento sólo podría existir formulado con la ayuda de palabras, puede existir en función de un lenguaje interior, pero nunca de un supra-lenguaje, misteriosa elaboración de un espíritu desligado de los considerandos materiales.

Dada buscó una salida a sus contradicciones en la acción y más especialmente en la acción poética que se confundía a menudo con lo gratuito, como por ejemplo emprendiendo una serie de visitas a los lugares más absurdos de París o anunciando que “los dadaistas se harían cortar el pelo en público, en la sesión matinal de la Sala Gaveau.

Otras experimentaciones, aunque menos espectaculares, fueron emprendidas en el terreno de la vanguardia literaria. En La Primera Aventura Divina del Señor Antiaspirina (1916) se observan, colocadas unas junto a las otras, palabras que aparentemente no tienen ninguna relación. Estos versos, despojados casi siempre del sentido gramatical, aplicación extrema del estilo elíptico, vuelven a resaltar la tendencia generalizada a repudiar la lógica y sobre todo la creencia establecida de que ésta podía explicarlo todo. La analogía de este procedimiento con la sucesión de imágenes brutas del pensar no dirigido, aun siéndonos plenamente consciente, no fue nunca explicitada. Pero, al despojar de sentido las palabras, pensábamos que éstas podían actuar en un poema mediante su mero poder evocador, a la luz de una especie de magia tan difícil de aprehender como de expresar. Explicar, por otra parte, repugnaba a Dada que se presentaba como una dictadura del espíritu. A este proceso se debe la reducción de la metáfora a su más simple expresión por la yuxtaposición de palabras-imágenes cuyas extremas significaciones provocan la sorpresa. Se emprendieron algunos intentos de componer nuevas palabras, pero son escasos los poemas escritos en una lengua inventada. La experiencia se justificaba respecto a las consecuencias de extraer unas capacidades de huída del significado de las palabras, pero se convirtió en inoperante tan pronto como el poema fue reducido a una sucesión de sonidos.

La poesía llamada cubista que, con Apollinaire y las Veladas de París, precedió a Dada o le era en parte coetánea con Reverdy y Nord-Sud y, a pesar de sus confusiones futuristas, con P. A. Birot y Sic, es un momento importante en la evolución de la poesía. Estos poetas colaboraron en las revistas de Dada en sus comienzos igual que algunos dadaistas en las suyas. Al establecer un paralelismo entre la pintura cubista y la poesía, introdujeron en el terreno de ésta el lugar común, este comprimido del lenguaje, producto de la sabiduría popular, que, sobre la base de un mínimo de acuerdo colectivo, pasaba por el tamiz de la experiencia los resultados del pensar dirigido. El uso de este nuevo elemento poético fue un hecho adquirido por Dada. Debemos sin embargo a la iniciativa de Paul Eluard en su revista Proverbio, que el lugar común, auténtico o parafraseado, aparezca más claramente como una especie de polarización del medio de expresión. Mediante la invención de nuevos clichés válidos, los sentidos peyorativos juegan allí un importante papel, Eluard condujo la poesía al camino en que una especie de superposición de los sentidos de las palabras representa la aplicación exacta del procedimiento de los collages a la vida del lenguaje.

Aunque Dada no supo substraerse al lenguaje, constató sin embargo las enfermedades que éste provocaba y los obstáculos que ponía para la liberación de la poesía. El desorden, la desorientación, la desmoralización de todos los valores admitidos eran para dada normas indiscutibles. El hastío y la espontaneidad se convirtieron en principios directrices de la creación artística. Para dada la poesía no tiene finalidad en sí misma. Las satisfacciones que podía ofrecer eran insignificantes y nos esforzábamos en encontrarlas fuera de ella. Todos los medios eran buenos para buscar la poesía en un cuadro o en una escultura, al abandonar éstos poco a poco los respectivos materiales que los esclavizaban. Ya, en sus papeles pegados, Picasso y Braque habían ampliado las posibilidades de la expresión plástica mediante la introducción de nuevos materiales. La exposición de la Galerie Montaigne (Estudio de los Campos-Elíseos), donde los poetas dadaistas de entonces exponían, con gran escándalo del público, unos inventos de tipo “artístico”, fue una lección concluyente sobre la manera que Dada entendía de derribar las barreras entre las diversas categorías de arte. En esto y con un cierto humor elevado a una indiscutible evidencia, Jacques Vaché y Marcel Duchamp, ambos completamente independientes de Dada, pero habiendo previsto sus rasgos característicos, jugaron un papel prominente en su desarrollo ulterior.

Es concebible que la esperanza de algunos con respecto a Dada haya sido decepcionada. ¿No había prometido una revolución que no llegaba? No obstante, tendía a ella desesperadamente, con todas sus fuerzas. Nada le parecía más odioso que la formación de un nuevo tópico. El intento de Breton de dotar a Dada de nuevos impulsos mediante la institución del Congreso de París (para la determinación de normas y la defensa del espíritu moderno, abril 1922), me pareció, así como a algunos de entre nosotros, particularmente peligroso. Se trataba de objetivar la postura que Dada todavía mantenía conservar en el plano de la subjetividad. Confrontar Dada con las corrientes del espíritu llamado “moderno”, dibujándose éste en la época sobre todo bajo la forma estereotipada, esterilizante, representada por la revista El Espíritu Nuevo, le habría significado cuestionar su originalidad en relación a otras corrientes que pretendía haber superado. Dada, por otra parte, afirmaba que él no era moderno, permitiéndole negarlo el estado avanzado al que había conducido este espíritu. Este rechazo de Dada a participar en la codificación sistemática de su falta de sistema, fue la última manifestación de Dada (El Corazón con Barba, abril, 1922).

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Los Campos magnéticos (1921) de Breton y Soupault, señalan, según el primero, el inicio del surrealismo. Breton dice (Manifiesto del Surrealismo, 1924) que el determinó en este libro lograr “un monólogo de caudal tan rápido como fuera posible, sobre el cual el espíritu crítico del sujeto no pudiese aportar ningún juicio, que no se entorpeciera, por consiguiente, con ninguna reticencia y que fuese lo más exactamente posible, pensamiento hablado”.

Los relatos de sueño, “la aparición de los mediums”, los textos surrealistas basados en la escritura automática y la experimentación poética sistematizada –actividad rica en perspectivas y puesta a punto- son intentos de acercar el surrealismo a la poesía-actividad del espíritu. El surrealismo tiende a conducir esta actividad a una expresión pura, es consciente de la posibilidad de existencia, en el futuro, de una actividad de este tipo, al margen y más allá del poema escrito o del cuadro y de la escultura. La poesía podría llegar a ser un elemento vital –del mismo tipo que el sueño- pero esta transición no podría efectuarse sin la de lo individual a lo colectivo y de lo subjetivo a lo objetivo.

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Toda creación del espíritu, en tanto que expresión de ese espíritu, no podría sustraerse a la ideología dominante, que deriva ella misma del antagonismo de clases. La denominada obra de arte, en cualquier época, refleja un hecho histórico que es engendrado por relaciones sociales y económicas. Es de reseñar que, en el marco de la poesía, es en la parte de poesía-medio de expresión, donde está por descubrir la influencia de la burguesía, que la afecta, la parte de poesía-actividad del espíritu escapa a este control. A través de la larga serie de actos plásticamente demostrativos de Dada y de verificaciones consumadas con una auténtica inquietud de método científico por el surrealismo, las influencias del medio ambiente sobre la poesía han sido reducidas en la medida en que el poema ha dejado de ser exclusivamente un medio de expresión.

Aunque en la sociedad actual la poesía constituye un refugio o una oposición a la clase dominante (la burguesía) en la sociedad futura en la que desaparecerá el antagonismo económico entre clases, la poesía no estará ya sometida a los mismos condicionamientos. El poeta (a falta de un nombre apropiado nos vemos forzados a recurrir a este término, tan cierto es que la terminología no parece ya la más adecuada a los nuevos contenidos) se refugia en el terreno de la poesía porque asimila su resentimiento contra la clase capitalista que ésta le provoca mediante el pensar dirigido. Engendrador de la ciencia y de la civilización, este pensar ¿acaso no sirve a esta clase de medio de opresión y de instrumento de explotación, mientras que la misma civilización interviene en gran parte en el sistema de justificaciones del estado actual de reparto de las riquezas?

Igual que el trabajo en un estado socializado no es ya lo que hoy interpretamos como tal, de la misma manera el proletario, que ya no es explotado, pierde el sentido que le concedemos, ¿podríamos predecir que la poesía, que perderá hasta su nombre, prosiguiendo su evolución histórica, se transformará en una actividad del espíritu colectivo siguiendo la ley de la línea nodal de las relaciones de medida y que bajo esta forma la proposición de Lautréamont “la poesía debe ser hecha por todos, no por uno” llegará a ser una realidad?

Teóricamente podemos admitir que, igual que pudo existir una mentalidad primitiva cuya característica fue el pensar no dirigido en estado relativamente puro, lo que para nosotros es difícilmente concebible, un nuevo estado podría nacer de la sociedad comunista donde todas las escalas de valor serán nuevas, un estado poético que estaría dominado por el pensar no dirigido superpuesto a la estructura de la civilización y a sus conquistas indestructibles. No puede ya tratarse para nosotros de suprimir cualquier cosa del estado actual de la inteligencia y de volver hacia atrás, a un estadio primitivo por ejemplo, como pretendían algunos autores del siglo XVIII, sino de establecer una estructura de tipo síquico sobre el conjunto de la civilización existente. Sería tan antidialéctico querer eliminar una actividad que, históricamente, se justifica como una progresión continua, como regresar a una forma de poesía ya superada, una poesía cuyos fines educativos o de propaganda han sido eliminados en el curso de su evolución como antipoéticos.

Engels dice : “es … la línea nodal de las relaciones de medida de Hegel, donde una suma o una resta puramente cuantitativa produce en algunos temas determinados un salto cualitativo : por ejemplo, para el agua calentada o enfriada, el punto de fusión y el punto de congelación son los nudos donde se completa, a presión normal, el paso brusco a un nuevo estado de integración, donde, como consecuencia, la cantidad se transforma en calidad”. Y más aún : “podríamos citar en la naturaleza como en la sociedad humana, cientos de hechos semejantes para demostrar esta ley. Así en el Capital de Marx, toda la sección cuarta … extrae innumerables casos donde un cambio cuantitativo cambia la cualidad; e igual de un cambio cualitativo la cantidad de las cosas de que se trata, de donde pues … la cualidad se convirtió en cantidad y viceversa”.

¿Es posible aplicar esta ley a la poesía? El crecimiento cuantitativo de la parte de poesía-actividad del espíritu en el interior de la esfera generalizada de la poesía, hará necesario el salto de lo cualitativo a lo cuantitativo : la poesía que nacerá de allí no tendrá ningún parecido con la que conocemos.

La poesía-actividad del espíritu niega la poesía-medio de expresión. Las exigencias vitales de la revolución (vemos el conflicto producirse en estos momentos) requieren de la poesía una participación que ésta no podrá satisfacer sin riesgo de muerte, el aplastamiento de una larga actividad cuyo porvenir está muy establecido en un sentido indicado. Esta poesía-actividad del espíritu será pues a su vez negada. De esta negación de la negación debe nacer una nueva poesía, erigida con un poderío que sólo se podría encontrar en el plano síquico de la colectividad.

Engels trazó el camino del grano de cebada que, negado (no aniquilado), al desaparecer como tal si cae sobre un terreno favorable, bajo la acción del sol y de la humedad, germina y es sustituido por la planta nacida de él. A través de algunas metamorfosis específicas, esta planta produce al fin nuevos granos de cebada, y es a su vez negada. Obtenemos el grano de cebada inicial pero multiplicado. En algunas plantas logramos semillas cualitativamente mejoradas y “cada nueva negación de la negación acentuará este perfeccionamiento”, dice Engels, que aplica su principio tanto a las matemáticas, a la geología, a la historia, como a la filosofía. Demuestra la negación del materialismo inmediato de los griegos mediante el idealismo que, a su vez, es negado por el materialismo moderno. Pues, éste no es el mismo que el de hace dos mil años (que sin embargo lo contenía en germen); está multiplicado, conducido a la potencia de los resultados que la evolución del conocimiento ha amasado durante los dos mil años transcurridos.

Un hecho perturbador que los arqueólogos y los prehistoriadores no han explicado nunca de una manera satisfactoria, una ruptura que no se llega a producir, aparece cada vez que se estudian las civilizaciones antiguas. La excavaciones, en Egipto, por ejemplo, pusieron al descubierto un número muy reducido de objetos prehistóricos, resultados rudimentarios de una cultura primitiva que se extendió durante un lapsus de tiempo bastante considerable. En las capas inmediatamente superiores (correspondiendo a su cronología) se encuentran, tras una fase intermedia de perfeccionamiento, una gran cantidad de objetos fabricados cuya mejora se continúa durante la constante sucesión de cortos períodos. Un choque, un salto, se produjo. Durante una larga etapa, la civilización material se manifestó por una evolución mínima y lenta de objetos fabricados poco diferenciados. La forma del pensar dominante en esta época fue la que nosotros hemos llamado no dirigido, pero contenía en germen el pensar dirigido. La elaboración utilitaria de los objetos denota el esfuerzo de este pensar dirigido en germen, sumergido en la masa del no dirigido, por establecer una sucesión coherente a partir de un embrión lógico conforme a la necesidad de la práctica cotidiana. Llegada al término de una evolución, de una sobresaturación provocada por nuevas relaciones económicas, la toma de conciencia del pensar dirigido se resuelve en un brusco impulso –puede constatarse por los abundantes vestigios de la civilización material y el rápido perfeccionamiento de los instrumentos precipitándose a un ritmo cada vez más acelerado- que acusa la importancia asumida en la nueva sociedad por este nuevo modo de pensar. Productivo, ingenioso y sistemático, este movimiento se prolonga hasta desembocar, a través de las ciencias, en la civilización actual. Este fenómeno de ruptura puede percibirse, en épocas diferentes, por todas partes donde las excavaciones han desvelado la existencia de una cultura prehistórica, excepto allí donde ésta perduró durante largo tiempo (Australia, Oceanía, África) y de la que recogemos sus últimos restos.

De una manera esquemática podría afirmarse que el pensar no dirigido es negado (es decir verificado, conservado y elevado a la vez, aufgehoben) por un fenómeno de tipo económico. De esta negación nace el predominio del pensar dirigido. Actualmente vivimos esta época, vestigios del pensamiento precedente permanecen, en el estado embrionario de los sueños o de las ensoñaciones, en una actitud de oposición aunque creadora y apta para el desarrollo. Los productos del pensar dirigido, el maquinismo, la estandarización, son quizás sus últimos escalones. Sin embargo, serán dispuestos al servicio de la humanidad por el socialismo. Ahora es posible prever el efecto que este nuevo hecho tendrá sobre el modo de pensar dirigido. Será a su vez negado, y un nuevo modo de pensar del tipo no dirigido nacerá de esta negación de la negación. No será el pensar no dirigido primitivo, sino el germen de éste multiplicado, elevado a la potencia por el aprendizaje de miles de años y por las adiciones de la lógica, la ciencia y, en general, por la suma de nuestros conocimientos que lo han enriquecido. El porvenir de la poesía en la sociedad futura me parece unido a este proceso dialéctico de las formas del pensar, en una relación subordinada a aquella que el comunismo moderno establecerá en conexión con el comunismo primitivo.

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Si el surrealismo en su conjunto, como juiciosamente señaló Aragon, se opone a la cultura burguesa y debe, como consecuencia, ser puesto al servicio de la Revolución, la poesía que, cuyo ciclo por otra parte debe conducir a perfeccionar el surrealismo, no puede intervenir en la realidad social, porque, en rigor, sólo su parte de poesía-medio de expresión sería capaz de ello, y ésta debe tender a disminuir progresivamente.

Sólo el desarrollo consciente de una ideología que tenga por motivo supremo la libertad puede ser válido en la búsqueda de la verdad. Esta es la principal razón por la que no es posible concebir, partiendo de diferentes postulados, otro camino de la poesía que éste cuyo futuro en formación invoca al método materialista dialéctico.

El problema de la poesía en los países extranjeros podría presentarse de una manera diferente. El juego de influencias recíprocas de un país a otro, el desarrollo ideológico de estos países en progreso o atrasados ante nosotros y las circunstancias históricas propias de cada uno de ellos hacen difícil una generalización demasiado sistemática. Pero la vida intelectual de cada país, reflejo de la concreción histórica que le caracteriza, imprimirá a la revolución su trayectoria singular. Sería falso creer que toda la poesía francesa va en el sentido de la poesía actividad del espíritu. Sólo hablo aquí de la que me parece válida, porque es la única en proseguir la herencia de la vanguardia tradicional. Y, a este respecto, es preciso señalar que después de Dada, con un estilo elíptico y voluntariamente oscuro, muchos elementos de la poesía-medio de expresión han sido ocultados superficialmente, siendo su eliminación sólo aparente. La gratuidad, como lo arbitrario y lo absurdo, son incomprensibles en la forma pura que les otorgaba Dada. Para poder extraer mejor la tendencia hacia la poesía actividad del espíritu, se trata hoy de objetivar esta parte de medio de expresión que ha sido desviada de su sentido verdadero con la ayuda de procedimientos convertidos a su vez en literarios o convencionales.

En la medida en que los restos de una ideología burguesa en el mundo de los sentimientos influyen sobre su forma, la poesía no puede pretender la autonomía de su función, igual que el sueño, aunque independiente en lo que concierne a su funcionamiento, representa frecuentemente en sus imágenes el reflejo de una vida social alienada. La substancia transformable de los sentimientos no representa sin embargo más que un papel mínimo en la organización de la poesía. El impulso hacia la soberanía que le imprimió Dada se revela importante de manera diferente. Pero para hacerlo eficaz queda aún reducir y acercar las diferencias entre el sueño propiamente dicho y la poesía (sueño proyectado sobre la vida) sin que, por ello, tengan que sufrir respectivamente sus caracteres específicos.

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En las condiciones sociales actuales, la pereza sólo puede ser patrimonio de la clase dominante. “El derecho a la pereza” dijo Lafargue, “es sagrado”, pero este derecho en su espíritu debe servir de argumento de lucha en la acción destinada a subvertir los valores sociales. Ella es, para Lafargue, una de las reivindicaciones de la clase obrera. En el momento en que este derecho se convierta en una conquista real de la Revolución, la pereza dejará de existir como tal. ¿En qué consistirá cuando el trabajo productivo pueda ser finalizado en un número de horas muy reducido? ¿Cuál será la orientación del ocio que resultará de ello, para que no cree, a su vez, nuevas necesidades que exijan aumentar cuantitativamente las horas de trabajo en detrimento de este mismo ocio? ¿Por qué medio se impedirá a lo que será el trabajo productivo juntarse a lo que nosotros estamos habituados a llamar pereza y ocio, y convertirse virtualmente en trabajo?

La actividad poética es capaz de dar una conclusión humana de liberación a los problemas que se plantean. Es preciso organizar el uso del sueño, de la pereza, del placer, pensando en la sociedad comunista, ésta es la tarea más actual de la poesía. Sólo llegará a ello rechazando cualquier concesión temporal y sirviendo allí de ejemplo y punto de partida a aquellos que, más tarde, sabrán dejar práctica y asimilable al conjunto una actividad, que es calidad, por el momento reservada a unos pocos iniciados, pero que, en la sociedad comunista, podrá, al transformarse, convertirse en cantidad.

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Por malestares creados por posiciones mal definidas, por la no-concordancia de sus desarrollos, intereses espirituales, manifestándose unos con más intensidad que otros, sucesivamente tomados como puntos de mira, retomados, cruzando paralelamente, separándose, unos por la llamada de la razón, otros por las seducciones del espíritu en una lucha continua entrecortada con desánimos, ha nacido entre la mayor parte de nosotros un elemento emocional irreductible. No me demoraré en analizar lo que separa y lo que une a los surrealistas. La imagen que actualmente se desprende de ello es la de una emoción resultante de los combates entre deseos y satisfacciones, esperanzas e incertidumbres e incluso de las propias insuficiencias de nuestra acción. Pero esta emoción, en el primer peldaño de la humanidad, nunca nos ha impedido salir del atolladero donde ya en repetidas veces se jugaba el futuro de nuestra actividad como grupo.

Sé lo que de difícil puede conllevar la aplicación de leyes a un fenómeno que nos afecta de cerca. Sería el primero en ser tentado de exclamar : a costa de una actividad independiente y desligada del conjunto de los fenómenos de la vida, la poesía no podría interesarme. ¿Se puede consagrarle una vida cuando el menor movimiento callejero, un poco más exagerado de lo normal os sobresalta, os hace creer que no toda esperanza está perdida? Actuar, actuar realmente. Los hechos más de una vez, nos pondrán ante el dilema : abandonar o continuar nuestros esfuerzos. La revolución social no necesita la poesía, sino que es la poesía quien necesita la Revolución.

Tender, con todas sus fuerzas a la consecución de la Revolución, persiguiendo paralelamente la actividad poética que se justifica desde el punto de vista del materialismo dialéctico, es, me parece, el papel histórico del surrealismo. Consiste en definir el sentido del ocio en la futura sociedad, en dar un contenido a la pereza preparando sobre bases científicas la realización de las inmensas posibilidades que contiene la frase de Lautréamont : “La poesía debe ser hecha por todos. No por uno”.

DOS NOTAS CON RESPECTO AL

ENSAYO SOBRE LA SITUACIÓN DE LA POESÍA

I

Aunque, en el conjunto del poema de Burger, ésta reiterada interjección ocupa el lugar de una sugestiva imitación de la realidad expresiva y se pierde entre el magma de un desarrollo lógico en forma de simulacro auditivo, la opción de Borel, su manera de sacarla del ambiente, para esterilizarla, y colocarla libre de cualquier influencia encabezando una recopilación de poemas, constituye una innovación para la época (me refiero al procedimiento, no al sentido de la cita) que tiende, mediante un movimiento de contraste y de sorpresa, a añadir al valor sentimental, que sin duda el autor atribuía a sus poemas, un elemento nuevo, el de la ironía. Ésta afecta tanto a las limpias producciones de Borel (demuestra con el descaro y la mofa que es consciente de su propia vanidad e impotencia) como a las de Burger (que insinuando su celebridad, la reduce a un nivel más familiar) pero sobre todo al lector, por el malestar que intenta provocar en él, que no sabe si elegir entre la seriedad de las ideas expresadas en los poemas y el despecho y la ligereza casi insultantes con que las considera el autor. En éste antagonismo de fuerzas, de dos voluntades contrarias, la una elevando el valor de la poesía la otra rebajándolo, simultáneamente, en la ambivalencia sentimental que preside el aprecio que en un determinado plano síquico equilibra la decadencia, el lector, perturbado, sólo puede presentir la existencia de un terreno hasta entonces desconocido e, implícitamente, constatar la insuficiencia de los medios de expresión en lo que respecta a su conocimiento. La ironía que se ejerce a expensas de lo que es sujeto y objeto a la vez, presenta el máximo de garantías de éxito y como consecuencia el poder más eficaz para suscitar en el espectador una impresión lamentable, es pues, al contrario que la inventiva, de naturaleza masoquista; ahora bien el valor escandalizador que Borel le asigna dándole la publicidad de un acto simbólico e insistiendo sobre su carácter impúdico y provocador, nos interesa muy singularmente. Los menores signos de descontento (en lo que se refiere al terreno síquico), consecuencia de una realización por mínima que sea, -en un mundo no preparado, cuando osar, en la vida del espíritu, equivalía al riesgo de morir sobre un campo de batalla,- jugaron un papel tan importante, por el método que inauguraban, que no podemos obviarlos para el estudio de la época que aquí nos preocupa.

II

A esta corriente pasajera, es necesario añadir un intento por el que, en los límites donde la confusión alcanza la inconsciencia más oscura, un grupo de poetas querría dotar al lenguaje de virtudes mágicas y creadoras (¡Quién sino Dios, creó la palabra!) que en último término se resumirían en una especie de prestigiditación de concepción excesivamente pueril. Se trata en suma de un primitivismo apenas disfrazado, de naturaleza místico- romántica, que pretende, mediante la creación de un lenguaje más o menos inventado, aportar un nuevo aspecto al mundo sensible. Ante la revolución social, estos señores apuestan por la revolución del lenguaje, un vago esperanto poético. Es extraño que especialistas del tema puedan desconocer el principio esencial de la lingüística moderna, (véase Meillet, Vendryès, etc.) según el cual el lenguaje es un fenómeno social, mientras que un desorden tan inconsistente como seudo-filosófíco goza entre ellos de un apoyo incondicional.

A este mismo diletantismo modernista hay que asociar las investigaciones tan primarias como confusas de grupos “neo-constructivistas”, que reducen al simple enunciado de la línea o del color el valor intrínseco y extrínseco del objeto ideado, renovando bajo formas místico-racionalistas las teorías escolásticas que se consideraban sin embargo muy instaladas en los primeros balbuceos de la razón humana. Los profetas de esta nueva religión denominada “abstracta” de la que algunos esperan la reforma de la humanidad, no dudan, llegado el caso, en atrincherarse tras la seguridad que les ofrece la burguesía para incubar, entre la rabia y el sentimiento de culpabilidad, sus propias contradicciones.

Debemos manifestar la mayor desconfianza ante estos cazadores de “estilos” nuevos. Su complaciente satisfacción con un resultado únicamente formal oculta bajo un aspecto engañosamente “moderno” una auténtica indigencia y las que se dicen últimas consecuencias que habrían extraído de algunas experiencias cubistas, dadaístas y surrealistas, al simplificar su espíritu hasta su apariencia esquelética, presentan un ejemplo característico de retroceso colectivo derivado de un rechazo unilateral (es decir sin su contrapartida, la aceptación, que constituiría el segundo miembro de la frase dialéctica) a enfrentarse a las manifestaciones del mundo exterior, siendo el conocimiento de éstas últimas el único garante de la voluntad de combatirlas.

Esta dirección se resuelve por el empobrecimiento del contenido real de los logros obtenidos en el terreno de la poesía y por un delirio de fijación de la más desmoralizadora y reaccionaria especie.

No es quizás inútil establecer más claramente la distinción que creo esencial para todo lo que es viable, válido y actual, entre, por un lado, el pensamiento revolucionario, expansivo, que según el movimiento dialéctico implica en el conocimiento del mundo exterior tanto su aceptación como su rechazo y, del otro lado, el rechazo unilateral a este conocimiento que genera el retroceso, la desidia, la insensibilidad, la muerte. En el estado en que la poesía se encuentra hoy, la torre de marfil sólo encierra idealistas retirados, lógicos rabiosos que se desprecian mientras que el pensamiento dialéctico es el único capaz de conciliar las miserias de la época con los valores integrales del hombre, y de conducirle sobre un trazado que ya está indicado, a una de esas intersecciones sintéticas, que representan, a lo largo de la historia, los luminosos hitos del conocimiento.