EL PODER DE LAS IMÁGENES

A partir de 1951 Tzara empieza a reunir, corregir, clasificar y ordenar todos sus textos en prosa. De este trabajo intenso surge la publicación de Lampisterias con los Manifiestos incluidos, y la elaboración de dos volúmenes dedicados a sus escritos, denominación que Tzara prefería a la de ensayos, sobre poesía Las esclusas de la poesía, y sobre arte El poder de las imágenes. Ambos recogidos por Henri Behar en su edición de Flammarion de sus obras completas pero nunca publicados como obras separadas, ni en francés ni en castellano.

En ellos, aplicando como métodos de análisis dos de las herramientas más poderosas del siglo XX, la dialéctica hegeliana y el sicoanálisis de Freud, tamizado por Jung, utilizados cual dos bisturís punzantes, da una visión de la evolución del arte desde los primitivos hasta el cubismo. Entendiendo el arte como latente en todas y cada una de las diferentes civilizaciones, expresión telúrica e instintiva, fruto de una actividad de tipo espiritual y no de una racionalidad propiamente dicha, tal como Rousseau expresaba del lenguaje en su Tratado sobre el origen de las lenguas, Tzara en estos escritos sobre arte va desglosando su análisis sobre la evolución creativa desde los pueblos primitivos hasta las vanguardias de inicios del siglo XX, la creación es una actividad de origen único, y éste es sentimental, pasional, tiene que ver con las necesidades básicas sensibles y no materiales del ser humano.

Lo que interesa a Tzara no es la idea, ni siquiera el objeto, sino el proceso. Ese concepto ya asimilado por el arte contemporáneo. Los elementos esenciales de una obra son : el autor, el proceso y el coautor, espectador o receptor del proceso que nunca tiene final. El proceso creativo o trabajo artístico de producción de una obra se nutre de la vida y del azar “la poesía debe ser vívida y vivida”, “vivide et vecue”. La importancia que se otorga a la incorporación de las adquisiciones debidas a éste último en la evolución del proceso es fundamental para el resultado final. El objeto de arte debe ser sugerir, estimular, asombrar, hacer pensar, no cabe un placer pasivo. En palabras de Breton “la belleza será convulsa o no será” o en las de Éluard “poeta no es el ser inspirado sino el que inspira. Ahora bien también es un medio de conocimiento, de explícita expresión y de pensamiento racional, “El pensamiento nace en la boca” es una de sus frases más repetidas universalmente.

Conocemos el profundo interés de Tzara por el arte africano y de oceánico como coleccionista primero y estudioso después. Fue miembro de la Asociación popular de amigos de los museos que impulsó la habilitación de una sala en el Louvre para la exposición de las obras que iban llegando de las colonias francesas y que sería el germen del actual Museo del Quai Brandy. Ya en el Cabaret Voltaire se recitaban poemas negros, el propio Tristan escribió una obra titulada así y otra denominada Mpala Garoo ambas inéditas, entre 1916 y 1918 declara haber traducido más de cuarenta poemas negros y hasta 1930 su colección alcanza las 81 piezas y más de cien volúmenes especializados. Corresponde pues a sus cinco escritos sobre estas artes el lógico honor de abrir esta colección de écfrasis.

El primero relata la anécdota de cómo y cuando puede considerarse el origen del interés por estas artes africanas y su concretización en el Cubismo. Basado en textos anteriores, en 1917 ya había publicado en la revista Sic, dirigida por Pierre Albert-Birot en el número de Sseptiembre-Octubre una Nota sobre arte negro, fue revisado, cambiado el título y publicado en 1952.

En el segundo ensayo sobre el arte precolombino de Méjico, lanza el guante al Louvre para que preste atención a las creaciones artísticas de estas civilizaciones, fue publicado en Mayo de 1952 con motivo de la exposición sobre este país que se celebro en el Museo Nacional de Arte Moderno de París. En él hace hincapié sobre la conjunción en estas manifestaciones artísticas de los dos conceptos, como actividad del espíritu y como necesidad de expresión de una civilización. En el tercero también dedicado al arte precolombino, publicado por primera vez con motivo de una exposición en el Museo de artes decorativas en 1928, afirma la identidad entre objeto artístico y realidad y añade “el arte es un ejercicio capaz de acostumbrar al hombre a la idea de muerte”. También señala las diferencias entre artes africanas y de Oceanía en cuanto a los símbolos utilizados.

El siguiente, bellísimo texto, ensayo lírico o poesía ensayística, lo dedica al arte de Oceanía, incluye una demoledora nota sobre la hipocresía occidental y finaliza “ de las posibilidades de la poesía nació la invención del mundo”. Prosigue con un segundo ensayo sobre el arte africano que junto con otros del presente volumen formaron el corpus de dos importantes conferencias que impartió en 1956 en Saint-Étienne y en Anvers. En Acerca de un cierto automatismo del gusto, publicado en 1933 en la revista Minotaure de Man Ray, plantea un conflicto sicoanalítico sobre las costumbres y las modas, la transferencia freudiana adaptada a la metáfora, ampliado y desarrollado en las esenciales Notas a Cereales y Salvado.

Después de estos ensayos, mejor escritos, sobre arte, pudiérase decir generales, el resto de la recopilación está dedicado al análisis de las obras de artistas individuales, comenzando por la del pintor sueco Ernst Josephson, publicado en 1926, como se observará el orden de este libro no es cronológico, sino que su ordenación responde a un método más racional y lógico. Conoció su obra por medio de Greta y dada la enfermedad del artista, se plantea en él las relaciones entre creación e irracionalidad. El siguiente dedicado a James Ensor es una nota necrológica, publicada en 1949 sobre el pintor belga, considerado precursor del fauvismo y famoso por su obra Entrada de Cristo en Bruselas. A continuación encontramos dos escritos dedicados a la obra pictórica y a la obra teatral de Henry Rousseau el Aduanero, texto de 1947 que sirvió de prólogo a la posterior publicación (de ahí que en el ensayo aparezca como obra inédita) preparada por el propio Tzara de La venganza de una huérfana rusa,de la que ya existe traducción al castellano. Establece una analogía entre su utilización de los conceptos del tiempo y el espacio y los procesos cinematográficos. Sigue un interesante análisis de 1931 sobre la función del collage en la pintura. Califica la irrupción del cartel publicitario inserto en la pintura como hito poético y prueba de la desaparición de géneros y disciplinas artísticas, equiparándola a la introducción del refrán o frase proverbial procedente del acervo popular en la poesía.

A continuación, empieza la serie de trabajos dedicada a su gran amigo Picasso. El primero, escrito para una exposición de 1935, retoma el tema de los collages, y el concepto freudiano de transferencia, germen y fundamento de Cereales y Salvado, obra, ya varias veces mencionada y que reitero porque junto con sus Notas son esenciales en el conjunto del pensamiento tzarista, siguen esperando su versión al castellano. En el escrito titulado Picasso y los caminos del conocimiento, finalizado en 1947, se demuestra el paralelismo de pensamiento entre ambos, su mutua comprensión y admiración. Es un amplio ensayo dividido en cuatro partes donde entre análisis pictóricos y funcionales reivindica la unidad de toda la obra de Picasso, a pesar de sus diferentes etapas y su profunda influencia en la evolución de las artes pláticas. En el siguiente estudia la obra El hombre con cordero, interpreta ésta escultura y la compara con el Moscóforo de la Antigua Grecia, pero haciendo notar varias de sus diferencias, pesado el uno, grácil y leve el otro. A continuación aparece un escrito que Tzara no tituló, en el indice de esta edición lo denominamos, simplemente, Picasso, anuncia el contenido del siguiente, las relaciones entre pintura y poesía, recordemos el “ut pictura poesis” horaciano. Llegamos al núcleo, la profunda comunión de ambas artes en Picasso y la poesía, extenso y trascendental texto en el que intercalando fragmentos depoemas de Apollinaire, Max Jacob, Éluard, Cendras…etc,, junto con varias teorías y reflexiones valiosas, establece un paralelismo en cuanto a su relevancia histórica entre Las señoritas de Avignon y el poema Zone de Alcools de su adorado Guillaume. referencia la obra de El deseo atrapado por el rabo de Picasso y la compara con Ubu roi de Alfred Jarry y demuestra inequívocamente la fraternidad entre pintura y poesía.

En 1948 publica el escrito sobre Matisse, que ilustró dos de los libros de Tzara, dedicado a analizar más concretamente las vidrieras y la iglesia que diseñó en la localidad de Vence. Pougny es el siguiente pintor que aparece en estos escritos, de origen finlandés y firmante del manifiesto suprematista es escasamente conocido, a él le sigue otro gran amigo de Tzara, Paul Klee el aprendiz del sol,es el sugerente título. Paul Klee miembro de El jinete azul y autor de una obra pictórica de gran contenido lírico y al que encargó la ilustración de su obra magna El hombre aproximado, es, en este fragmento homenajeado con un texto poético, como el de Oceanía, más un poema que un ensayo. También el siguiente dedicado a otro pintor colaborador suyo, el alsaciano Hans o Jean Arp respira aliento lírico. En verdad algunos de estos escritos, como el lector podrá saborear son de alto voltaje poético.

Aparece después el dedicado a Kurt Schwitters, nacido en Hannover donde volvió tras ser expulsado del grupo dadaista berlinés, famoso por su inconmesurable obra fonética UR Sonate y por sus asombrosos y osados collages, siguiendo la estela marcada por los objets trouvés o ready-mades de Marcel Duchamp. Y como no podía ser menos otro de sus grandes amigos y colaboradores, Max Ernst, es acogido por la pluma generosa y lúcida de Tzara. En Max Ernst y las imágenes reversibles, Tzaraconstata su propia evolución del anarquismo destructor dadaista al humanismo comunista surrealista.

Volvemos a hablar de un pintor español, también ilustrador de varios libros de Tzara y autor de uno de los más bellos libros de autor. Con Miró emprendió la publicación de una edición ilustrada de L’Antitête, que es una las más bellas obras de la época, también ilustró L’arbre des voyageurs ypoco después en 1950 con 72 litografías la obra Parler seul, A Miró dedicó un poema, varios artículos y dos ensayos incluidos en la presente obra recopilatoria. En uno de ellos, ante la pintura de reminiscencias infantiles de Miró y explicando la compenetración entre ojo e idea subraya : “Miró se encargó de suministar la prueba, vivida a través del genuino fuego de su acción, de que la pintura no podría verificarse en su totalidad expresiva si el problema subyacente de su razón de ser no fuese expuesto con la obstinación de la circulación de la sangre” Dialécticamente la negación de la negación nos retrotrae a los orígenes.

Al fotógrafo surrealista, retratista de toda una época, Man Ray, dedica Cuando los objetos sueñan, Los dos últimos escritos tratan sobre el pintor Francis Gruber fallecido prematuramente y a Philippe Bonnet,

En resumen, esta recopilación de textos teórico-líricos sobre arte que Tzara emprendió poco años antes de morir, es una cuidadosa selección, una escrupulosa sistematización y una reelaboración o mejor, corrección – no son de enjundia sus variaciones- de todo lo escrito sobre la obra de pintores con algunos tuvo gran relación durante su fecunda vida y colaboraron ilustrando las exquisitas ediciones de las obras poéticas de Tzara, publicaciones todas ellas auténticos “libros de artista”, como actualmente se denominan, también en este aspecto fue instigador, inspirador y apóstol propagador. Tzara fue uno de los grandes visionarios que en cada época existen y ayudan a franquear los obstinados obstáculos de la historia. Según calificativo de nuestro Transcendental Sátrapa del Colegio de Patafísica Fernando Arrabal su obra debe ser entendida y divulgada como “NECESARIO EVANGELIO”