Entre las actividades del hombre, aquellas que ordeñaron de la representación figurativa, están tan íntimamente unidas a su naturaleza que ya no es posible mirarlas como manifestaciones esporádicas o especializadas, separándolas del conjunto de los caracteres humanos. Desde tiempos inmemoriales, el hombre hizo del arte una de sus preocupaciones esenciales. También el niño aprende muy rápido a trazar sobre el papel las imágenes que pueblan su universo. Sin embargo, sólo podríamos hablar del arte de un pueblo, cuando existe un desarrollo a partir de núcleos estilísticos firmemente inscritos, influencias y cambios, perfeccionamiento técnico y circulación de las ideas. Para ser considerado como tal, el arte debe cumplir una función social, indispensable para la vida de ese pueblo. Aunque la obra de arte es la creación de un único individuo, el arte sólo podría existir basado en un fondo cultural sólidamente anclado en la vida nacional y en el pasado de un pueblo como uno de los elementos esenciales de su civilización.

El arte negro, o mejor, el arte de los pueblos del Africa negra – puesto que el arte negro es una generalización que comprende una multitud de expresiones artísticas de pueblos diferentes – es una de las caras del conjunto cultural constituido por la vida social, las costumbres, las tradiciones, la literatura oral, el canto y las danzas de estos pueblos cuya civilización atestigua un rico y variado pasado. Es cierto que sólo conocemos su historia imperfectamente; pero, aunque esta forma de civilización es diferente a aquella cuya evolución, merced a la escritura, puede ser seguida paso a paso, no estamos de ninguna manera legitimados para ejercer contra ella yo no se qué espíritu de superioridad, según el cual las razas blancas se han elaborado una escala de valores de lo más arbitrario. Todo lo que podemos decir es que esta civilización de un tipo particular posee señales específicas, comparables a las de muchos otros pueblos y su grado de evolución más o menos avanzado no permite prejuzgar su capacidad de desarrollo ulterior.

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La escultura negra no cumple las mismas funciones que nuestras obras de arte. Es ante todo utilitaria, en el sentido de que responde a necesidades concretas, ya religiosas, ya sociales, y hay que precisar aquí que, para estos pueblos vida social y vida religiosa se confunden y son en cierta medida la

expresión única de su comportamiento. Pero la noción de religión apenas puede ser aplicada a sus creencias, porque se funden hasta tal punto con el conjunto de las instituciones sociales que el carácter sagrado, difuso en relación al de las religiones clásicas, al no estar estrictamente codificado, puede cambiar de una tribu a otra o modificarse siguiendo influencias o aportaciones extranjeras.

La mayoría de las estatuas negras son retratos de antepasados. Parecen destinadas a mantener, en forma de culto, la tradición de las costumbres y de las leyes orales. Injustamente llamados fetiches, estos tipos de genios tutelares, cuyo profundo significado frecuentemente se nos escapa, no poseen las virtudes derivadas del animismo que ha sido el concepto general de su mundo espiritual. Estas virtudes están encarnadas en los fetiches propiamente dichos que pueden carecer de representación figurativa. Contienen incorporadas en su conjunto, substancias “mágicas”, series de símbolos materializados de fuerzas naturales que actúan como “medicinas” o sirven para otros usos y son en su mayoría competencia de los brujos.

Las máscaras antropomorfas o zoomorfas (o combinadas, pudiendo los animales tener atributos tomados de varias especies), sirven bien para ceremonias, iniciáticas entre otras, bien para danzas rituales o simplemente para fiestas. El uso de máscaras fue común en casi todos los pueblos : están principalmente ligadas a principios totémicos. Las de carnaval, entre nosotros, son una supervivencia de ello.

La mayoría de los objetos cotidianos están adornados por esculturas, pero estos adornos no son, sin duda, sólo de tipo decorativo. Su representación evoca mitos, cuentos o proverbios, porque, íntimamente asociado a su vida, el arte de los pueblos negros no tiene nada de fortuito. La constante presencia de esta misma necesidad le confiere su carácter real de autenticidad. El sentimiento estético, en la acepción que nosotros le damos, era extraño a estos artistas, hay que creer que nuestras preocupaciones por lo bello se corresponden con su sentido de eficacia.

Los carretes de tejer de los Baoulé o de los Senoufo llevan con frecuencia figurines concebidos y ejecutados admirablemente. Los tronos (en Camerún, en Costa de Marfil, en el Congo belga, etc.) están en algunos casos profusamente adornados, el trono era también el signo de la jerarquía social. Los instrumentos musicales, los tambores, las copas, los peines, los reposacabezas, las cerraduras, las puertas y las insignias de los jefes, etc.,

son verdaderas obras de arte que llevan cada una su firma, sea de su autor, sea de su lugar de procedencia. Los materiales usados son la madera, el marfil, la piedra, el bronce, el cuero, y el hierro.

Las pesas en bronce de los Aschanti y de los Lobi sirven para pesar el oro y llevan representaciones bien de proverbios, bien de cuentos, bien de signos geométricos cuyos símbolos nos son desconocidos. El trabajo de los metales, desde las armas hasta las admirables obras del Benin – o las máscaras y los adornos de oro de los Aschanti y los Baoulé – es de una verdadera perfección tanto artística como técnica. Se ha atribuido a los pueblos del Africa negra el invento del proceso de fundición a la cera perdida, y es probable, teniendo en consideración su antigüo arte de forjadores, que el principio de la aleación e incluso el de la metalurgia misma hayan tenido su origen en el continente africano.

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El arte plástico no está uniformemente extendido por todo el territorio del Africa negra. Aunque algunas regiones son particularmente ricas en producciones artísticas, otras carecen de ellas. Las causas de esta ausencia no están dilucidadas, pero pueden ser atribuidas ya a migraciones de pueblos, ya a la destrucción de instituciones ancestrales por las guerras, ya a algunos fenómenos económicos que hubieran arrastrado a la degeneración a poblaciones enteras (los Pigmeos por ej.)

Según la teoría del Padre Schmidt, las zonas que conocieron el matriarcado y, consecuentemente, el perfeccionamiento de la agricultura, son también las que poseen un arte más evolucionado. Pero esta teoría no afronta los profundos estragos que, a lo largo de los siglos, han ocurrido en el continente africano, como lo atestiguan las recientes excavaciones que han puesto al descubietrto civilizaciones desaparecidas (las tierras cocidas y los bronces de Ifé, probablemente del siglo XIII, las culturas Nok, en Nigeria, Sao en el lago Tchad, etc.). Los bronces procedentes del reino de Benin están fechados del XVI al XIX, pero el arte de Benin fue destruido por la conquista inglesa, como el de Dahomey por la campaña francesa contra el rey Behanzin.

La conquista del Africa negra por los Blancos provocó un desorden tan brusco de las condiciones de vida de los pueblos negros que podemos considerar el antiguo arte negro como una época concluida para siempre.

Sólo en raras regiones se ha mantenido la tradición de los escultores africanos. Pero el aliento de los artistas ya no es capaz como antaño de animar sus obras con espíritu creador e inventivo. Ya no son más que

copias de los modelos antiguos. Africa está a punto de superar una etapa, sería ilusorio creer en una contonuidad armónica que haría el juego a aquellos que prefieren su inmovilismo a la marcha de la historia.

Al deterioro de las formas de vida y de las instituciones nacionales provocado por los conquistadores, se añade la islamización cada vez más pronunciada del continente africano que no es extraña a la desaparición de su arte. El antiguo arte de Egipto, ¿no fue también destruido por la conquista griega, romana después, para desaparecer por completo bajo la presión de los Arabes? Muchos otros ejemplos, en el curso de la historia, revelan casos similares, pero sería falso extraer de estas constataciones una generalización que no tendría en cuenta cada situación particular.

El impulso del Islam en el interior del Africa negra deber ser considerado como un proceso evolutivo, y hay que señalar que, a pesar de los esfuerzos de las misiones cristianas, el poco celo de las poblaciones para adherirse a la religión de los conquistadores blancos es ya señal de que las vías escogidas hacia la modernización serán las que ellos juzguen conformes a su propia mentalidad. Su adaptación a nuevas formas culturales sólo podría producirse por la progresión de la toma de conciencia de sus valores nacionales. Impuestas desde el exterior, estas nuevas formas no serían viables, las bases económicas de la conquista y de la explotación por el trabajo constituyen obstáculos a la libre evolución de estos pueblos. Un arte nuevo solo podría echar raíces pues sobre un terreno social específicamente autóctono, en el ámbito de una cultura nacional y soberana.

Aunque el desarrollo natural de los pueblos negros ha sido así perturbado y retrasado, es sin embargo feliz constatar que la vitalidad y enorme reserva de energía que ellos representan, constituyen factores de resistencia a las fuerzas destructoras, y se puede augurar que a fin de cuentas, gracias a ellos, llegarán a imponer su voluntad de independencia al adaptar su modo de vida a las condiciones modernas de existencia.

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El descubrimiento del arte negro es una adquisición relativamente reciente. Pasados desapercibidos mucho tiempo, los objetos de procedencia africana estaban relegados en los museos de etnografía donde estaban considerados a representar un escalón apenas superior a las fabricaciones del hombre prehistórico.

En cada época, el modo de apreciación de la obra de arte difiere según las

condiciones culturales, que reflejan las relaciones sociales en un momento determinado de la historia. Así es como el gusto, al cambiar por completo de una época a otra, enriquece el terreno de la sensibilidad y constituye, él

mismo, una creación capaz de dar a un período de la historia su seña particular. Ha sido necesaria una larga evolución para que los cánones de belleza, tal como los había establecido la antigüedad greco-romana, hayan sido superados, revisados y actualizados.

La noción misma de civilización se ha ampliado con la ayuda de los nuevos conocimientos. Ya no es el patrimonio de algunos países que han conocido un rápido desarrollo de las condiciones materiales, de ahora en adelante se amplía a toda una serie de pueblos, que una ideología clasista pretendía ubicar entre las razas “inferiores”. Mientras la doctrina de la superioridad de las razas blancas sobre las demás cae gradualmente en desuso – que será sólo posible con la sublevación de los pueblos sometidos a un estado de inferioridad – asistimos a la revalorización de todas las artes hasta hoyconsideradas bárbaras, de éstas artes que han sido menospreciadas únicamente porque su evolución no es idéntica a la marcha histórica de los pueblos llamados civilizados.

En este aspecto, no es dudoso que algunas teorías del arte son la transcripción disimulada, pero hábil, de los intereses de las clases dominantes y que reflejan, ideológicamente transpuestas, o llamándose objetivas, los dogmas raciales, que no son, a su vez, sino la expresión seudo-científica de los imperialismos económicos.

Al aplicar la denominación de arte primitivo, denominación expresamente peyorativa, al menos en su origen, a los productos artísticos del Africa negra, de Oceanía o de América precolombina, ¿no se pretendía justificar que, por su estado de inferioridad, el sentimiento de la belleza en estos lugares del globo no podía compararse al de los pueblos conquistadores?

La verdad es que, por lo que respecta a la pintura europea llamada primitiva, del siglo XIII al XV, nadie pretende ya que los artistas de esa época fueran seres no evolucionados. Nadie piensa ya que despreciar las leyes de la perspectiva, tal como el Renacimiento las fijó, para substituirlas por otras, significa desconocer los principios de la pintura. La historia del

arte está constituida por oposiciones y descubrimientos que son el reflejo de la evolución social, si no a la manera de un espejo, sí al menos como una contrapartida de la historia. En esta evolución del arte, podemos frecuentemente entrever el anuncio, no del curso de la historia misma, sino de la lineas directrices que la preceden y determinan, y esto con el espíritu del que habla Marx a propósito de los poetas que vaticinan el porvenir. Una constante interacción de efectos recíprocos define la historia del pensamiento en sus relaciones con la sociedad.

Sería muy prolijo hablar aquí con detalle por qué razones de tipo artístico Matisse, en 1906, tras haber descubierto en un almacén de curiosidades una estatuilla africana, se entusiasmó por este arte. El hecho es que descubrió allí, si no una correspondencia, al menos una confirmación de la validez de sus investigaciones pictóricas. Picasso y Derain no tardaron en interesarse por este descubrimiento. El problema arquitectónico de la composición y el de una síntesis de la realidad de las formas en su pintura encontraban en el concepto de la escultura negra el atractivo de una solución.

Al abrir nuevas vías a la creación artística, este descubrimiento tuvo una innegable influencia en el desarrollo de las ideas. Este clima de simpatía creado entre los artistas al principio de este siglo permitió estudiar las formas de sensibilidad propias de las artes del Africa negra. En adelante ya no se trata de ver estos productos bajo el ángulo de la curiosidad o del exotismo, sino con el mismo rigor que cuando se penetra en el mundo de la escultura egipcia o de la griega arcáica.

El mero hecho de que el arte negro entre, en nuestros días, de igual a igual con artes consagradas, en el ámbito cultural universal, donde tan milenaria sabiduría y belleza constituyen el tesoro que es la herencia del hombre de hoy, ¿no es señal de que la ideología moderna, al menos en su vanguardia, está dispuesta a afrontar la liberación de los pueblos negros como una necesidad ineludible? .