Hubo al menos cuatro graves enfrentamientos públicos entre Breton y Tzara, que enumeramos a continuación, en l921 el Proceso Barrés, en 1922 el frustrado Congreso de Paris, el tercero durante la representación de Le Coeur à gaz, y aun habría un último y definitivo muy posteriormente en 1947, durante la Conferencia Le Surréalisme et l’après-guerre que Tzara impartió en la Sorbona y que Breton intentó sabotear penosa e infructuosamente.

EL PROCESO BARRÉS

En la inauguración de la exposición de Max Ernst en la sala/librería Au sans pareil, (es famosa la foto que se reproduce arriba), la cohesión del grupo dada parecía granitica, salvo el ya recalcitrante Picabia y allí se empiezan a pergeñar las bases del proyecto del Proceso Barrés, una representación teatralizada/performance que haría el grupo dadaista tras el regreso de Tzara de un largo viaje. Maurice Barrés era un consagrado escritor, cuyos textos se enseñaban como modélicos en las escuelas, Aragón afirma haber tenido como premio en sus once cumpleaños el libro Veinticinco años de vida literaria, y fue su figura la tomada como cabeza de turco, para ello se organizó un juicio con toda su parafernalia de jueces, abogados, testigos, y fiscal.

Se trataba de una satírica provocación en el que se arremetería contra el modelo de literatura burguesa y adocenada que representaría el reo, el tal Barrés sería llevado ante un tribunal con todo su boato, Breton y sus seguidores se repartieron los papeles de jueces, abogados, testigos, y fiscal. A saber : Breton, presidente del tribunal, acompañado por dos asesores, Theodor Frankel y Pierre Deval, Ribemont-Dessaignes representó el papel de acusador público, Aragon ayudado por Soupault ejercieron de defensores y con ellos una larga lista de testigos encabezada por Tzara. La acusación primordial y demoledora se basada en un supuesto crimen contra la seguridad del espíritu (estado) y el acusador se expresa así : “Barrés, conserje de funeraria, os acuso de representar, tras un oscuro lirismo, una flagrante confusión, ensalzar vuestra mediocridad como magnitud excelsa.”

Durante la celebración de la vista, el día 13 de Mayo de 1921 a las 9 y media de la tarde se constituyó la mesa del tribunal para los interrogatorios, todos asumieron sus papeles con total rectitud y seriedad, sólo Tzara mantuvo un tono irónico y diletante, se produjeron los primeros enfrentamiento personales entre Breton y Tzara, ya algo se había incubado previamente, el cisma se estaba engendrando, el grupo dada se escindía y la relación entre ambos poetas ya nunca volvería a ser mínimamente cordial, habían derivado de amigos acérrimos a enemigos íntimos.

Transcribo parte del interrogatorio a Tzara, que comenzó diciendo “ No tengo ninguna confianza en la justicia, aunque ésta sea dictada por Dada. Convendréis conmigo Sr. Presidente, que no somos más que una banda de cabrones y que consecuentemente las pequeñas diferencias de más o menos cabrones no tienen importancia alguna”

Pregunta – “¿Sabéis por qué se os ha pedido testimoniar?

Respuesta – “Por supuesto porque yo soy Tristan Tzra aunque no esté muy convencido de ello”

Pregunta- ¿Y quién es Tristan Tzara?

Respuesta- “Completamente todo lo contrario a Maurice Barrés.”

Continúa Tzara la burla hasta el final del interrogatorio y lo hace entonando la ya famosa cancioncilla dada

Canción de un ascensor

Que tenía dada en el corazón

Gripaba demasiado su motor

Que tenía dada en el corazón

UN CONGRESO FRUSTRADO

Breton, a finales de 1921, en un segundo asalto en la pelea por la conquista del cetro poético, intentó organizar un congreso en París, una reunión internacional para la determinación de las directrices y la defensa del espíritu moderno, pero la rigidez y el carácter estricto que mostró en la preparación irritó a los dadaístas y supuso la ruptura entre Tzara y Breton y entre ambos y Picabia, quien abandona dada definitivamente, y se empieza a desmoronar esa aparente unidad del grupo, representada públicamente en el boicot a Marinetti, tradición que recuperaría el surrealismo monolitico.

Pocos actos fallidos, hechos no producidos, han tenido tanta repercusión en la historia artística y literaria como el famoso y nunca celebrado Congreso de París que André Breton, aprovechando un largo viaje de Tzara por Europa con su enriquecedora estancia en el Tirol junto con Arp y Ernst que les llevó a publicar el exquisito Dada au grand air, había comenzado a preparar con la intención de unir todo el mundo del arte en torno a su persona. El ideario que aparentemente propugnaba era el de debatir, delimitar y definir los conceptos del arte moderno, para ello Breton pretendía convocar a todos los artistas, grupos y tendencias a una serie de sesiones cuyas resoluciones tuvieran un carácter aglutinador de todas las divergencias para elaborar una serie de directivas de obligado cumplimiento y así, en ese ambiente idóneo, desembocar en la creación de un único movimiento, su propia escuela, que era su objetivo real, lo que luego fue el surrealismo.

Para ello constituyó un comité de siete personas y estableció un calendario preciso y minucioso, que inició en Enero de 1922 enviando invitaciones a todos los rincones del mundo, en Febrero recién recibida fue rechazada por Tzara, el resto de las contestaciones fueron variadas, en su mayoría contrarias o recalcitrantes, se intercambiaron denuncias publicas en artículos periodísticos, a destacar las de Picabia que lo calificó irónicamente como un “comité de salud pública”, asímismo existe una importante carta de Tzara a Ozenfant, que por su extensión no reproducimos, donde se narra exhaustivamente los pormenores del debate que concluyó en dos comités separados, en la expulsión de Picabia y, a medio plazo, en la suspensión del proyectado congreso, lo que produjo la ira de Breton que llegó a escribir que se tuviera cuidado con ese impostor extranjero ávido de publicidad (se diría que no tenía espejo en casa), esta grave acusación provocó una carta pública que fue firmada por casi todos los artistas en defensa del poeta franco-rumano.

Pero Dada tenía que morir de Dada y el equilibrio de fuerzas entre la actitud revolucionaria de Tzara y el orden escolástico de Breton no podía durar mucho. Era evidente que el solapado objetivo de Breton era apartarlo del proyecto, destruir dada y condenar a Tzara y a su obra al ostracismo, como así fue durante el resto de su vida y posteriormente tras su muerte, siendo, aún hoy, casi ninguneado por la historiografía literaria oficial. El hecho de la accidentada suspensión de este proyecto de congreso, que posteriormente y por necesidades históricas derivaría en los congresos de intelectuales por la defensa de la cultura, no significa que Breton no consiguiera su objetivo esencial.

Representación de Le coeur à gaz

Representación de Le coeur à gaz

LE COEUR À GAZ

Consumada la muerte de Dada, el enfrentamiento personal entre los dos continuó y en el verano de 1923, la segunda representación de la obra teatral «Coeur à gaz, de Tzara, acabó, una vez más, en batalla; pero esta vez no entre dadaístas y burgueses, sino entre partidarios de Tzara y de Breton. «Me acuerdo de esa velada -escribía George Hugnet- cuyo fin estuvo señalado por un escándalo que casi se convirtió en carnicería. Cuando llegó el momento de representar el Corazón de gas, los cantores, colocados ante los decorados de Cranovsky, fueron violentamente interrumpidos. Desde la platea llegaban airadas protestas. Y de pronto -intermedio inesperado – Breton saltó al escenario y atacó a los cantores, quienes, embutidos en trajes de Sonia Delaunay, de cartón rígido, intentaron inútilmente protegerse de los golpes y huir a pasos pequeños. Sin ningún miramiento Breton abofeteó a Crevel y, de un bastonazo, le rompió un brazo a Pierre de Massot. Recuperado de su estupor, el público reaccionó. El implacable atacante fue derribado despiadadamente. Aragon y Peret se unieron a él y los tres fueron apaleados, arrastrados y expulsados a la fuerza, con las ropas hechas jirones». Hubo que llamar a la policía, por lo que Tzara fue cruelmente denostado.

Dada terminaba como había empezado, con escándalo y provocación. Con posterioridad hubo un intento de reclamación judicial de Tzara a Éluard, por daños y perjucios, que no se llevó finalmente a cabo, pero el mal ya estaba hecho. Los futuros surrealistas al mando de Breton daban la puntilla a Dada moribundo.

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DISCURSO EN LA SORBONA

Tras unos años de respeto y coexistencia pacífica entre Breton y Tzara, Terminada la guerra mundial, ya viviendo en París en su casa recuperada después de haber sido incautada por los alemanes, en el año 1947, suceden tres hechos cruciales en la vida de Tzara que va a cumplir 51 años, en primer lugar porque se le concede por fin la nacionalidad francesa, tras más de 25 años de residencia, tras su militancia en la resistencia y tras la defensa de Francia por parte de Christophe en las trincheras, además se afilia al PCF, partido en el que militará apenas nueve años hasta la invasión de Hungría por parte de la URSS en 1956, y, por último, es invitado a dar una histórica conferencia, ¿de desagravio?, el día 11 de Abril en el Olimpo del conocimiento francés, en el anfiteatro de la Sorbona, título de la ponencia El Surrealismo y la posguerra, resumen de su pensamiento político y de sus teorías artísticas, es el balance de toda su vida anterior y un ajuste de cuentas definitivo.

Va a arder Troya, el aula magna se encuentra a rebosar de todo tipo de público, existen dos bandos el bretoniano y el tzarista, se le propone a Bretón un tiempo para el uso de la palabra al final de la sesión, ofrecimiento que rechaza. Nada más comenzar la presentación, Breton increpa a Jean Cassou “nos cagamos en todo esto”, una voz contesta “Breton al Figaro” (periódico conservador parisiense donde había concedido una entrevista días antes) Bretón se sube a la tarima y se bebe el agua del orador, interrumpe el discurso “Tzara hablando de Descartes en 1947” otra voz desde el gallinero suelta “ Y Breton hablando de Breton en 1947”. Tzara echa en cara a algunos surrealistas y a Breton su falta de compromiso político y patriótico, su deserción, su huída a los Estados Unidos ante la invasión nazi de su propio país, y muestra también sus discrepancias ideológicas y sus diferencias conceptuales en cuanto a la poesía, modo y no medio de vida, despreciando la literatura como oficio, como carrera literaria, arte y vida son una misma cosa y desenmascarando los métodos surrealistas, la escritura automática, la ensoñación, al subconsciente de la hipnosis y otros experimentos oníricos, en lugar de pasar a la acción. Fue el último enfrentamiento entre dos ex–amigos que llegaron a odiarse profundamente. Bretón cuestionado por el Existencialismo, el Letrismo y el Situacionismo (también Tzara lo fue) queda aislado, si bien siguió ostentando el liderazgo cada vez más autoritario de un Surrealismo en decadencia.

CAUSAS DE LA SECESIÓN-SUCESIÓN DE DADA AL SURREALISMO

Ya en 1921 en carta que Breton envía a Jacques Doucet, famoso modisto, mecenas y coleccionista de arte, que tenía a Breton como asesor e intermediario de sus adquisiciones, y que en su famosa biblioteca se guardan importante manuscritos y primeras ediciones dada y surrealistas, escribía “La controversia que hace ya tiempo mantengo con Tzara alcanzó antes de ayer su punto álgido, he constatado con agrado que nuestras divergencias de opinión se han acrecentado aún más. Tzara piensa cada vez más que es imprescindible alejarse del público, mientras yo estoy dispuesto a hacer ciertas concesiones, el permanece fiel, a tres o cuatro axiomas generales bajo cuya influencia dada acabó cambiando de rumbo como sabéis y cuya importancia me parece hoy excesiva. El se inclina siempre hacia un pesimismo absoluto por encima del cual, gracias quizás a una feliz concurrencia de circunstancias, yo alcanzo cada día a elevarme….” y añade “…no he dejado de conceder a Tzara el reconocimiento de grandes cualidades, a pesar de un pensamiento orgullosamente sofisticado y de un absolutismo inaguantable”, me parece que estos últimos calificativos son más acordes con la propia personalidad de Breton.

Michel Sanouillet en su estudio imprescindible Dada en Paris expone las siguientes razones, causas o diferencias para explicar la sucesión o escisión entre Dada y surrealismo.

Es incontestable la sucesión cronológica e intelectual entre ambos movimientos, las ideas dadaistas fueron posteriormente explotadas por los surrealistas que se las apropiaron como suyas. Como escribió Ribemont- Dessaignes, todo los concerniente a los conceptos de revolución, libertad y no aceptación del orden capitalista y burgués es de inspiración dada. Sólo tras el conocimiento y los contactos con los acontecimientos del Cabaret Voltaire se provocó la reacción entre los creadores franceses en París.

Existe un evidente desequilibrio espiritual entre las obras dada y las de los surrealistas y una diferencia notable entre sus influencias predecesoras, dada es la culminación del romanticismo y la superación dialéctica del simbolismo que es, paradójicamente, el padre del surrealismo. Dato fehaciente y que se demuestra leyendo las obras de unos y otros y analizando sus revistas y publicaciones, es muy explícita y significativa la evolución de la revista Littérature.

Mientras la revolución dada, Tzara era consciente de ello, debería tener un carácter efímero y una caducidad temporal, el movimiento o mejor la escuela surrealista, como pretendió y consiguió Breton, tuvo una excesiva y reiterada permanencia durante más de medio siglo. Es la diferencia entre un manantial del que a veces apenas mana un débil chorrito pero que es inextinguible y gota a gota cala profundamente y riega la tierra y un gran río torrencial que anega y arrastra todo lo que existe en ambas orillas para acabar depositándolo inerte en el océano.

Obviamente, no caben dos gallos en mismo gallinero y cuando confluyen dos personalidades excepcionales, una discreta y comedida y la otra acomplejada e histriónica, el enfrentamiento se hace inevitable, y esa fue la principal razón de la secesión dada-surrealismo. La diferencia entre el nihilismo dadaista y la rebelión surrealista es un mero artificio, la auténtica realidad, y lo atestigua así la periodista Madeleine Chapsal, que entrevistó a ambos los últimos años de sus vidas, es que los fines de Tzara y Breton eran muy similares pero sus estrategias, gestos y comportamientos completamente dispares, transcribo un párrafo suyo “ “….sus principios y consignas eran idénticos, pero sus maneras de vivirlos eran opuestas. Breton se creía un gran hombre, se había forjado una leyenda que defendía a capa y espada. Tzara huía de todo lo que sonase a fosilización. Estaba enfermo, por supuesto, pero yo sentía en él una deliberada voluntad de volatilización, no por modestia sino para disfrutar mejor de todo, de un instante, de una emoción, de una idea, de un reencuentro …..En definitiva Tzara era libre, mucho más que Breton. Su mera presencia me estimulaba, me sentía llena de energía….” .